Por Hernán Andrés Kruse.-

En un abrir y cerrar de ojos la tragedia de los setenta se hizo presente en la legislatura porteña. El lunes 4 tuvo lugar en el parlamento de CABA un acto de recordación de las víctimas de Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo, las dos organizaciones terroristas que intentaron, en aquellos dramáticos años, imponer el marxismo por la fuerza. Lo que se vivió en los alrededores del lugar fue de extrema tensión debido a la decisión de las fuerzas políticas y gremiales de izquierda de bloquear el acceso al lugar a toda persona que tenía intención de asistir al acto convocado por Victoria Villarruel, candidata a vicepresidenta por La Libertad Avanza, y Lucía Montenegro, legisladora, junto a Villarruel, de la fuerza política conducida por Javier Milei.

Desde el oficialismo y la izquierda brotaron como hongos los ataques contra las mencionadas dirigentes a quienes acusaban de propiciar el negacionismo, es decir, la reivindicación del terrorismo de Estado ejecutado por las Fueras Armadas apenas derrocaron a Isabel Perón el 24 de marzo de 1976. Se trata, qué duda cabe, de una acusación falaz y malintencionada. El objetivo del acto fue homenajear a las víctimas de la subversión en aquellos trágicos años, no revindicar las desapariciones, las torturas y los vuelos de la muerte. El objetivo de Villarruel y Montenegro (con el respaldo de Javier Milei) fue refrescar la memoria de los argentinos, hacerles recordar el letal accionar de Montoneros y el ERP entre el secuestro y posterior ejecución de Aramburu en 1970 y las contraofensivas de Montoneros en 1979 y 1980. Su objetivo fue contraponer el relato de las Madres de Plaza de Mayo-los jóvenes idealistas de los setenta-con la crueldad de su accionar, crueldad que se tradujo en el asesinato de miles de personas. Nadie duda de que en la Argentina hubo un plan sistemático de desaparición de personas. El terrorismo de Estado fue el legado más siniestro de la última dictadura militar. Pero debemos recordar, para no falsificar nuestra historia, que el plan de lucha de la subversión dejó un tendal de heridos y muertos que enlutaron al país. Olvidar este accionar implica, lisa y llanamente, una omisión deleznable.

Mientras observaba por televisión los graves incidentes en las adyacencias de la legislatura porteña me vino a la memoria el martirio del Coronel Larrabure. Es muy probable que pocos argentinos recuerden qué pasó el 11 de agosto de 1974. En aquel entonces la presidenta era María Estela Martínez de Perón, quien había asumido inmediatamente después del fallecimiento de Perón el 1 de julio de ese año. En aquel entonces las máximas organizaciones guerrilleras del país, Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo, desafiaban abiertamente el orden constitucional. El 11 de agosto de hace 49 años un comando erpiano copó la Fábrica Militar de Villa María, Córdoba, y secuestró a quien era su subdirector, Argentino del Valle Larrabure.

En su edición del 11 de agosto Infobae publicó un artículo de Hugo Martin que rememora ese dantesco episodio (“Los hijos del coronel Larrabure, a 49 años de su secuestro por el ERP: “Papá murió perdonando a sus asesinos”).

El 11 de agosto de 1974 era domingo. A la una de la mañana el conscripto Mario Pettigiani baleó a su compañero y cortó el alambrado que rodeaba a la Fábrica Militar para permitir el ingreso al lugar de unos 70 guerrilleros erpianos. En ese momento había una fiesta en el casino de oficiales. El objetivo de los erpianos era el robo de armas y el secuestro del jefe de la fábrica, el coronel Osvaldo Guardone, quien se encontraba ausente por razones de salud. Su lugar fue ocupado por el segundo jefe, el entonces mayor Argentino del Valle Larrabure. El militar fue encerrado en una “cárcel del pueblo”, que no era más que un agujero de 1,10 metros de largo por 69 centímetros de ancho, situada en la calle Garay 325 del barrio Bella Vista, en Rosario. Larrabure estuvo en ese lugar infame un poco más de un año (372 días) y fue torturado y ultrajado. El 19 de agosto de 1975 fue ejecutado y sus restos fueron arrojados a una zanja en la Cuna de la Bandera. En ese momento tenía 43 años, estaba casado con María Susana de San Martín y tenía dos hijos, María Susana de 17 años y Arturo, de 16.

Arturo se encontraba en su casa, a escasos metros de la Fábrica Militar. “La Fábrica Militar tenía alrededor de 5 militares. Algunos de ellos, y otros civiles, vivían en el barrio. Esa noche despedían a unos ingenieros y le daban la bienvenida a sus reemplazantes. Papá era el organizador de esas reuniones, entonces estaba en todos los detalles. Yo había jugado el sábado al fútbol con mis amigos del barrio y el disc jockey de la fiesta era mi entrenador, un señor de apellido Álamo. Le pedí permiso a mi papá para ir y me dijo “bueno, esperá que cenemos y después venís”. Cuando ellos se fueron, a eso de las ocho, me acosté en la cama grande y me quedé absolutamente dormido. Me despertaron los ruidos, los impactos de bala, fue un combate feroz. Yo no sabía qué estaba pasando. El casino quedaba a escasos 80 metros de la casa. Mis padres, a las 12 de la noche, habían acompañado a la esposa del director de la fábrica, Tita, hasta su casa. Cuando me desperté abrí las persianas y escuché una voz de una mujer por altoparlante, que decía que la fábrica militar había sido copada, que no hagamos nada que ellos no indiquen porque de lo contrario iba a pasar lo que había sucedido en Azul”. La guerrillera hacía alusión al sangriento intento de copamiento de la guarnición del Grupo de Artillería Blindada número 1 y el Regimiento 10 de Caballería Blindada Húsares de Pueyrredón por parte del ERP el 19 de enero de 1974.

El caso Larrabure puso dramáticamente en evidencia la ferocidad e inhumanidad del Ejército Revolucionario del Pueblo. Invito al lector a que se ponga por un instante en el lugar de Larrabure durante su cautiverio. Sinceramente no entiendo cómo resistió tanto tiempo encerrado en ese agujero infame. Tampoco entiendo cómo fue capaz de perdonar a sus asesinos. El martirio de Larrabure demuestra, a su vez, que los guerrilleros, tanto montoneros como erpianos, fueron muchas cosas menos unos jóvenes idealistas. Por el contrario, fueron unos jóvenes fanáticos, sanguinarios, incapaces de esbozar atisbo alguno de piedad, de respeto por el prisionero. El martirio de Larrabure es el emblema de una década que enlutó al pueblo argentino, que ultrajó nuestra dignidad, que puso al descubierto lo peor de la condición humana.

En 2005 Arturo C. Larrabure publicó un libro titulado “El martirio del Coronel Larrabure. Un canto a la Patria”. A continuación paso a transcribir las páginas que el autor dedica para describir la vocación militar de su padre y sus destinos como ingeniero químico.

LA VOCACIÓN MILITAR

“El 1 de marzo de 1950 ingresa al Colegio Militar de la Nación, en el arma de Infantería y egresa como subteniente el 1 de diciembre de 1952. En el primer año de estudios los responsables del instituto lo califican de la siguiente manera: “cadete que se ha incorporado al curso en el presente año y que ha conseguido adaptarse al conjunto rápidamente. De muy buenas condiciones morales y muy buen estudiante. Se destaca en matemáticas y materiales de guerra, su orden de mérito es 84 sobre 260 cadetes”. En el segundo año, ya más integrado, recibe las siguientes calificaciones: “De sobresalientes condiciones morales e intelectuales, manifiesta verdaderos deseos por satisfacer y caló en el cumplimiento de sus obligaciones y en el servicio.” Cuando transcurría su tercer año inicia su noviazgo con mi madre, María Susana de San Martín. Al terminar tercer año su concepto es: “De sobresalientes condiciones morales, se caracteriza por la integridad de procedimientos, la nobleza y pureza de sus actos y su firme resolución de satisfacer, tratando con voluntad de sobreponerse a detalles de instrucción. Es una garantía en la subunidad teniendo un claro concepto de subordinación y cumplimiento de órdenes”.

Dilecto camarada y sobresaliente gimnasta, goza de la confianza y estima de sus superiores y de sus compañeros. Su concepto al egresar como subteniente es: “De procedimientos íntegros, tenaz y preocupado; demuestra un gran entusiasmo profesional. Enérgico y centrado en el mando ha obtenido excelentes resultados como instructor. Leal, sobresaliente deportista y camarada. Sobresaliente”. Su primer destino es el Regimiento de Infantería 19 de San Miguel de Tucumán. Vuelve a su tierra, rodeado del afecto de toda su familia. Sus padres y hermanos no lo pueden creer, regresa a su hogar con apenas veinte años. Allí permanece hasta el 10 de diciembre de 1953. Sus conceptos en esos primeros años de vida de oficial subalterno fueron lo siguientes: “Supera sus apariencias, de porte natural, sencillo y modesto, puesto en acción frente a una tarea se multiplica en su rendimiento, evidenciando toda su capacidad y sus deseos de satisfacer. Su manera de ser, llano, franco y leal le ha permitido conquistar el aprecio de sus camaradas, el afecto de sus subordinados y la confianza de sus superiores. Con entereza ha disputado su puesto en lucha franca, con elevado espíritu de sacrificio, demostrando aspiraciones profesionales, dignas de ser reconocidas. Conduce su fracción con criterio. Educa e instruye a su tropa con dominio, precisión y método y adoctrina con el refuerzo de sus propias convicciones. Es puntual. Buen gimnasta y resistente a la fatiga. Respetuoso, subordinado, culto y buen camarada”. Esta calificación firmada por su jefe de batallón era compartida por el jefe del regimiento, quien además añadía: “Es franco y leal, de nobles sentimientos y conciencia del deber. Perseverante, tenaz y con espíritu de sacrificio y sana ambición de superarse. Eficaz colaborador, de gran iniciativa y siempre dispuesto a cumplir la misión de la mejor manera posible. Modesto, educado, culto, cordial y sobresaliente camarada. Firme, enérgico y equitativo en el mando. Excelente gimnasta y deportista”.

El 15 de octubre de 1953 recibe la comunicación de que su próximo destino será el Regimiento de Infantería Nº 7, en la ciudad de La Plata. Con gran alegría, quien sería años más tarde mi madre recibe la noticia de que la distancia se acortaría y que su gran amor, mi padre, volvería a estar cerca. Año tras año, sus calificaciones y conceptos mostrarán la valoración positiva que tenían de él sus superiores, camaradas y subalternos. Su jefe observaría que: “Es de temperamento reposado, afable y bondadoso”, lo cual no le impide “mandar con energía y firmeza, enseñando con el ejemplo a sus subordinados”. Permanece en este regimiento hasta el año siguiente.

El 21 de diciembre de 1954, toma destino en la ciudad de Buenos Aires, en el Regimiento Motorizado Nº 2. Durante este tiempo, ya avanzado el noviazgo, mis padres fijan fecha de matrimonio para el 8 de diciembre de 1955. Ese mismo año asciende al grado de teniente. El 15 de octubre de 1956, nacerá mi hermana, María Susana y, el 26 de junio de 1959, nacería yo, Arturo Cirilo. Desde diciembre de 1954 hasta enero de 1965 tiene destino en Buenos Aires. En 1960, pasa a cumplir estudios en la Escuela Superior Técnica, donde obtiene el título de Oficial Ingeniero Militar, después de cinco años de capacitación. Su jefe del primer curso de estudio señala que: “Se destaca entre sus camaradas por su actuación en los estudios y por haber puesto de manifiesto en forma encomiable su sentido de la responsabilidad, de resolución e independencia de juicio y su dominio de sí mismo”.

En el año 1964 es ascendido al grado de capitán. El concepto de sus superiores es el siguiente: “Su brillante actuación y resultados son el fruto de la actividad desarrollada dentro de un marco de corrección que es ejemplo de camaradas y subalternos. Ha conquistado un puesto de privilegio entre sus camaradas de estudio merced a sus aptitudes militares e intelectuales y a su constante dedicación al cumplimiento de sus obligaciones. De una sólida moral. Es merecedor de un alto concepto por sus cualidades de camarada y caballero”. Durante esos años, en los que estudió en la Escuela Superior Técnica, su calificación fue siempre la máxima posible. Cien puntos en “carácter”, 100 puntos en “espíritu militar”, 100 puntos en “capacidad intelectual”, 100 puntos en “competencia en el mando”. Asimismo, el coronel Jorge Ángel Sabatini en sus conceptos hacia él expresa: “Sus aptitudes militares y las grandes virtudes que posee lo hacen acreedor de la presente calificación. Prestigia a la institución”.

DESTINOS COMO INGENIERO QUÍMICO

“Su primer destino como Ingeniero Militar es la Fábrica Militar de Tolueno Sintético en la ciudad de Campana, ubicada a 80 kilómetros de la Capital Federal, en enero de 1965. Se desempeña en los siguientes cargos: -Auxiliar Técnico de la dirección. -Agosto 1965, Jefe de Producción. -Septiembre de 1966, Subdirector Interino. -Agosto de 1967, Director Interino. Durante su estadía en ese destino, la Fábrica Militar cumpliría sus veinticinco años de creación. En esa oportunidad, se lo designa organizador de tal evento. En reconocimiento a su labor sus colaboradores le dejan como recuerdo un álbum de fotos y una dedicatoria: “Al señor capitán Larrabure: “Con motivo de haber cumplido la FMTS sus veinticinco años de vida y haber sido el “Gran Jefe” el motor impulsor para que los actos alcanzaran el brillante éxito obtenido, sus colaboradores le ruegan acepte este sincero recuerdo. A la vez queremos también reconocer todo lo que ha hecho por esta Fábrica, pues en el breve lapso que desempeñó la Dirección de la misma, sus grandes valores espirituales hicieron modificar la estructura algo adormecida que estaba atravesando. Con todo afecto, sus compañeros Campana, 13 de diciembre de 1967”. El director de la Fábrica Militar de Tolueno Sintético, el mayor Jorge Horacio Croce, lo califica de la siguiente manera: “En todo acto ha evidenciado firmeza, responsabilidad, energía e independencia de juicio. Ha demostrado la capacidad necesaria para comprender y desarrollar sus funciones, proponiendo nuevas formas de encarar problemas, luego de analizarlos exhaustivamente. Ha sabido imponerse y hacerse respetar a personal profesional experimentado por sus conocimientos, tacto y contracción al trabajo”.

En esos años comienza a ejercer la docencia como complemento laboral, es así que es profesor de la Universidad Católica Argentina, viajando a Buenos Aires para dictar clases durante todas las semanas. En el año 1966, realiza un curso en la Escuela de Inteligencia en la ciudad de Buenos Aires. En el año 1968, pasa a continuar sus servicios en la Escuela Superior de Guerra, realizando el Curso Básico de Comando. Al finalizar ese año, es designado Jefe de Laboratorio del Departamento de Investigación y Desarrollo del Comando de Intendencia. El 22 de diciembre de 1969, es designado Subdirector de la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos de Villa María, Córdoba, donde permanecemos hasta noviembre de 1971. Coincide esta fecha con su ascenso a mayor.

A los 37 años de edad, sabía que tenía todo por realizar. Afirmaba que las fábricas militares son insustituibles. Precisamente “porque no compiten con la actividad civil y porque abren caminos”. Era un enamorado de su trabajo, veía en el desarrollo de esa industria una posibilidad concreta de aportar al desarrollo técnico del país. En abril de 1970, simultáneamente con sus funciones de Subdirector, se hizo cargo de las responsabilidades de Jefe de Producción. Sus subordinados militares o civiles quedaron maravillados con su capacidad de trabajo. Doce o catorce horas al frente de la planta no le parecían demasiado, cuando de él se trataba. Al mismo tiempo, no había problema personal de “su gente” al cual no fuera permeable. Por sus méritos como Ingeniero Militar es designado para realizar el Curso Profesional del Instituto Militar de Ingeniería en Río de Janeiro, Brasil. Durante el año 1972 y 1973 vivimos en ese país. Allí realiza un Master en Química, alcanzando las más altas calificaciones, además de establecer sólidas amistades con su cautivante don de gentes y su conducta simple y cordial. Según el general José Guimaraes Pinheiro, director del IME, Instituto Militar de Engenharia, dependiente del Ministerio brasileño de Ejército, mi padre era un hombre “de magníficas condiciones morales e intelectuales. Demostró formación castrense excelente, responsabilidad, sólidos conocimientos profesionales y un elevado espíritu de camaradería”. El general brasileño puntualizó que superiores y camaradas de los cursos se maravillaron de la prontitud con que pasó a dominar el portugués, lo que le permitió socializarse rápidamente con sus compañeros.

En lo científico, se destacó en Física y Química Orgánica, en Administración y Organización de Industrias Químicas, en Química Cinética y en Economía Aplicada a la especialidad. Su trabajo “Nitración de celulosa por proceso no-clásico” tuvo amplia repercusión en el Instituto brasileño y, en diciembre de 1973, Brasil lo condecoró con la Orden del Pacificador por sus cualidades humanas, militares y profesionales. Terminados sus estudios en el vecino país, regresamos a la Argentina, con la posibilidad de dos destinos: la dirección de la Fábrica Militar de Pilar o la Subdirección de la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos. El destino elegido fue Villa María, por el conocimiento del lugar, las amistades ya realizadas en los años anteriores o, quizás, haciendo un juego de palabras, el “destino” eligió, simplemente, por nosotros. En enero de 1974, dejando de lado su licencia anual, ya que se había producido el copamiento de la Fábrica Militar de Azul, donde asesinan al coronel Camilo Gay y a su esposa y secuestran al coronel Ibárzabal, regresa a su querida Fábrica Militar, con el grado de mayor.

Nunca dejó de dedicarse a la docencia: daba clases en el “Profesorado Gabriela Mistral”, de las hermanas rosarinas, donde mi hermana estudiaba el secundario. Era profesor de Química. En la madrugada del 11 de agosto de 1974, alrededor de la una de la mañana, el destino trazó otro camino inimaginable para todos nosotros. Un grupo armado de terroristas, denominado ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), toma la Fábrica Militar y, ante la sorpresa de todos los allí reunidos, se lleva para siempre a mi padre. A los 42 años de edad, con un futuro promisorio, un dinamismo y una energía incansables, lleno de iniciativas y deseos de vivir, su vida toma el rumbo del mártir, sobrellevando su cautiverio y su calvario durante más de un año, para luego morir sin claudicar jamás en sus ideas, en sus principios y en su fe en Dios”.

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