Por Guillermo Cherashny.-

Después de las elecciones hubo buena onda a favor del gobierno, acuerdos con los gobernadores y sindicalistas por la reforma impositiva y laboral y un principio de acuerdo por la previsional. Pero el desenlace aún no concluido de la desaparición del submarino ARA San Juan -y decimos que no está terminado porque hay una tenue esperanza de recuperar con vida a los 44 compatriotas, pese a que el vocero naval introdujo el informe de una explosión a bordo descubierta por americanos y por el organismo de energía atómica con sede en Viena. Hasta que no se encuentre al submarino no sólo está pendiente la vida de los marinos sino la causa de la explosión, antes que se desaten las acusaciones mutuas entre cristinistas y Cambiemos.

Falta información sobre cuántas veces viajó el ARA San Juan desde la reparación de media vida, que no está claro si fue en 2011 o 2014, por parte del astillero Tandanor, con la supervisión de Thyssen, la fábrica alemana que nos vendió los cuatro submarinos en la época en que la Marina era conducida por Emilio Massera.

Desde la vuelta de la democracia, pasaron 34 años de desatención de las tres Fuerzas Armadas, dejando al país en estado de indefensión. Esta situación no sería tan grave ya que no hubo ni hay conflictos a la vista, pero la falta de mantenimiento de tanques, aviones y submarinos es alarmante en estos 34 años, donde se perdieron muchas vidas inocentes de militares como un castigo de todos los partidos políticos a los uniformados por el golpe de marzo del 76.

La explosión en el ARA San Juan debe ser un punto de inflexión para nuestra joven democracia para encarar una seria reforma de las FFAA.

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