Por Carlos Tórtora.-

La vuelta a comisión de la ley ómnibus no está siendo aprovechada políticamente por la oposición, que parece desconcertada ante los acontecimientos. Sin liderazgos claros ni estrategias a la vista, tanto los kirchneristas como los radicales y la Coalición Cívica navegan en un océano de incertidumbre y le ceden a Javier Milei el espacio para el contraataque, que es lo que está haciendo. Empezamos por el kirchnerismo, que no muestra iniciativa en Diputados a horas de terminarse la prórroga de las extraordinarias que vence el 15. Sólo los senadores peronistas mostraron algo de fibra tratando de que Victoria Villarruel convoque a una sesión especial para tratar el DNU 70/2023. Lo de la UCR es más desconcertante aún. El Comité Nacional del partido le exige a Martín Menem que conforme de inmediato la Comisión Bicameral de Trámite Legislativo para que pueda tratar los DNU de Milei. Pero se olvida que el mega DNU ya no puede ser tratado en Comisión porque venció el plazo para que ésta se expida y sólo pueden tratarlo las cámaras. Esta desubicación radical habla a las claras del desconcierto opositor. Definitivamente la oposición necesita tiempo para definir estrategias y liderazgos, pero la guerra relámpago de Milei se lo impide.

Un plan que no cierra

En este contexto, el gobierno cuenta con un amplio espacio y sólo su innata torpeza política le impide reafirmarse. Su salvaje ataque a la casta se explica por dos motivos: ante la ferocidad del ajuste en marcha, necesita un chivo expiatorio permanente para canalizar la necesidad social de encontrar culpables. Y en segundo lugar, confusamente Milei ve que la polarización que fomenta le permitiría instalar un desarrollo movimientista para ganar las elecciones de medio término y gobernar entonces al estilo de Nayib Bukele, ignorando la existencia de la oposición.

Los objetivos de Milei no son fáciles de lograr, porque el ajuste hace que las grandes estructuras del país, es decir, el PJ, la CGT, la UCR, etc., no se muevan de la vereda de enfrente al gobierno.

Para que la confrontación política tome vuelo, es necesario entonces que la oposición despierte de su desconcierto.

Por supuesto, todos tienen un ojo puesto en la variable social que puede desequilibrar todo. Un país con agitación social sufriría de serios problemas de gobernabilidad.

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