Por Alexis Di Capo.-

La velocidad de la ofensiva de JM con su mega DNU y su ley ómnibus plantea problemas claves para el devenir político. La oposición -léase el peronismo-necesitaba tomarse unos meses para reponerse de la derrota electoral y dejar que la probable reacción social contra el ajuste creara las condiciones para una reacción política. Pero la profundidad del avance de Milei alteró estos planes. Como están planteadas las cosas hoy, si el gobierno lograra consolidar el mega DNU y la ley ómnibus, el peronismo sufriría una derrota de tal magnitud que podría impedirle levantarse.

En otras palabras, el único modo de que haya una recuperación política rápida de la oposición es que la sociedad no registre mejoras económicas significativas en este primer semestre. En síntesis, aunque nadie lo diga porque no es políticamente correcto, la dirigencia peronista esperaría una conmoción social para recuperar protagonismo. Mientras tanto, es poco lo que se muestra. Axel Kicillof insinúa intenciones de un liderazgo nacional pero avanza con cautela y siempre atento a lo que haga la ahora silenciosa Cristina Kirchner. La crítica situación financiera de Buenos Aires le recorta parcialmente al gobernador sus alas.

Por su parte, Sergio Massa es tal vez el mejor ejemplo de búsqueda de tiempo. El tigrense se reunió con la cúpula de la CGT para opinar que el paro convocado para el 24 puede resultar apresurado. En cambio, Miguel Ángel Pichetto intenta un sofisticado juego a dos puntas. Por un lado, su bloque, Cambio Federal, negocia con la Casa Rosada apoyar la ley ómnibus y, por el otro, amenaza con oponerse frontalmente al proyecto de ley.

En cuanto a los grandes jugadores en la mesa del poder, los gobernadores toman distancia del gobierno sin animarse a romper. Sólo el riojano Ricardo Quintela cruzó la raya y ya no tiene vuelta atrás luego de su amparo contra el mega DNU.

Intereses diversos

La CGT tiene un solo objetivo claro: frenar la reforma laboral que la Cámara Nacional del Trabajo acaba de declarar inaplicable. Los sindicalistas, si consolidan su victoria, se sentarían a negociar el resto con el gobierno, ya que no estaría más amenazada su subsistencia.

En medio de este mosaico de cuestiones, el peronismo tiene un problema no menor: el presidente del PJ sigue siendo Alberto Fernández y esta situación anula cualquier presencia del partido. Se dice que el expresidente quiere negociar su renuncia a cambio de un reconocimiento político a su figura y un rol tal vez como embajador político itinerante.

Por último, está la compleja situación de la expresidenta. Ella permanece en silencio a la espera de cuáles serán los movimientos en las causas por corrupción que se le siguen. Hasta el momento no se advierte presión alguna del gobierno para activar los procesos y es de recordar la enigmática frase de Milei en su discurso de asunción cuando dijo «no hemos venido a perseguir a nadie». Algunas fuentes sostienen que, mientras los jueces no avancen con las causas, Cristina mantendría su actual perfil bajo.

Share