Por Hugo Morales.-

La UCR de Neuquén concurrirá este domingo a las urnas fuertemente dividido y bajo una sola premisa: defender o atacar a Horacio, “Pechi”, Quiroga, el intendente de la ciudad de Neuquén quien se ha transformado en el verdadero eje de discusión de los radicales neuquinos tan celosos de las tradiciones democráticas, anquilosadas desde hace más de un siglo, del partido que fundara Leandro N Alem antes que terminara el Siglo XIX, como de sus apetencias de poder que solo pudieron ejercer cuando caudillos, en cuyo espejo se quiere mirar Quiroga, como Hipólito Yrigoyen, Ricardo Balbín o Raúl Alfonsín llevaron al partido a lo más alto del pináculo del Poder. Antes vieron resignar tales objetivos o se conformaron ser furgón de cola de cuanto partido y/o dirigente extrapartidario los encantara con las mieles de los cargos públicos. Hoy ese encantador de serpientes se llama Mauricio Macri y los radicales han adherido con la fantasía de poder compartir algunas migas de un Poder que no tienen. Pero corre el riesgo de que esa adhesión pueda terminar en diáspora si pierde el quiroguismo.

Quizá, en esa dicotomía, más emparentada con la psicología que con la política, está el verdadero intríngulis de una organización que ha sido clave en el armado institucional del país y que debería hacer pie en sus propias fuerzas, que no son pocas, y no copiar modelos que nada tienen que ver con su esencia. Precisamente, esa gran divisoria de aguas, es lo que ha ido llevando a la UCR a la postergación que viene sufriendo y cuya expresión más fuerte ocurrió en los alrededores del 2000 cuando pagó las consecuencias de esas políticas oportunistas que casi lo llevan a su extinción. O alguien después de aquel famoso abrazo Perón-Balbín, quien, luego de años de crudo enfrentamiento, despidió sus despojos mortales “como un viejo amigo”, y de la década alfonsinista, pudo retomar la conducción de un partido que es clave en el armado institucional de la República, para usar una paradoja radical? Obviamente, no.

Con esa mochila sobre sus espaldas, los radicales neuquinos van este domingo 28 a las urnas. Por un lado el pragmatismo descarnado de uno de los suyos, quien -precisamente- por no utilizar los modos demasiado dogmáticos de sus correligionarios, pudo ascender contra viento y marea, en la lucha por el Poder en una provincia caracterizada por ser un claro remedo de aquel peronismo heredado y que hegemonizó el control de la República durante más de medio siglo. Que otra cosa, es sino un MPN, heredero de una concepción verticalista del Poder y que se ejemplificó no solo en sus fundadores, los hermanos Felipe y Elías Sapag, sino en muchos sucedáneos como Jorge Sobisch y Jorge Sapag aunque de maneras más refinadas este último. Ni siquiera el actual gobernador Omar Gutiérrez que profesó con la horizontalidad y la modernización partidaria, pudo sustraerse a esta ley de hierro del partido gobernante por 50 años en Neuquén: el dulce primero y del látigo, después, aplicado sin anestesia desde el Poder que ejerce, tanto hacia adentro del MPN como hacia quienes no se alinean con su conducción desde afuera del espectro partidario.

Y allí, sobresale la figura de Horacio Quiroga, quien alguna vez mas en chanza pero con mezcla de ironía, la ironía periodística les descerrajó que su praxis política podría encajar mejor en el PJ que en la UCR. Eran tiempos cuando Sobisch se enfrentaba duramente con Néstor Kirchner y, fiel a su estilo, el ya jefe comunal respondió: ”eran dos locomotoras a punto de chocar y yo en el medio”. Fue su respuesta sin miramientos para explicar porque en ese momento se había subido al tren kirchnerista. Claro las ulterioridades de la política y el enfrentamiento por espacios de poder con Oscar Parrilli, determinaron que Quiroga se bajara del barco y volviera a sus fuentes naturales: el gobierno de la ciudad de Neuquén. Muchos radicales aplaudieron aquel retorno, bendecido por los mayores “popes” del radicalismo nacional y denigrado por correligionarios locales que aspiraban a ocupar el sillón vacío que dejara “El Pechi”.

Sin ponerse colorado, como diría algún viejo artículo de aquella revista norteamericana “Reader Digest”, Pechi se bajo del tren K y empezó a ejercer una oposición sin remordimientos que poco a poco lo colocó en el principal adversario de los santacruceños en Neuquén. Claro eran tiempos en que Jorge Sapag consolidaba su alianza institucional -“o federalismo de cooperación”- con Cristina Fernández de Kirchner ya con los atributos presidenciales. Fiel a su estilo, la dama de Hierro peronista ninguneó al radical neuquino y su gobierno ni siquiera autorizó facilidades para conseguir financiamiento externo. Pero Pechi sobrevivió a los K y fue el heredero natural para el post kirchnerismo y así lo entendió Mauricio Macri, quien le dio su confianza en base a los votos que durante muchos años, supo conseguir el neuquino. Hoy es el jefe indiscutido del espacio Cambiemos, al que concurren los radicales, el PRO (partido del Presidente), la Coalición Cívica ARI de Carrió (CC ARI) o, mejor dicho de lo que queda de ella, y por afuera el UNE (ex partido de los sindicatos estatales) de Mariano Mansilla y el Frente para la Participación Neuquina (FPN) de Ramón Rioseco, un ex piquetero de Cutral Co, que supo armar su base de sustentación en esa ciudad petrolera y que medró en el Frente para la Victoria (FpV) con inclinación cuasi religiosa hacia los K pero que después abandono sin remordimientos cuando vio que el negocio político pasaba por su alianza con Quiroga. Hoy duda, si continúa con esta conducta de acomodamientos.

En ese contexto, con un MPN, que no se guarda medios para recuperar la ciudad de Neuquén, el más importante distrito electoral de la Provincia, los radicales provinciales van a las urnas. Deberán elegir a quienes defienden a Quiroga, simbolizados en el presidente del partido, Oscar Smoljan y en la presidente de la Convención, Jenny Fonfach, mujer de extrema confianza de Quiroga, o en los candidatos que digitó el diputado provincial, Alejandro Vidal, un lobo solitario radical que su mayor ambición política es derrotar a Quiroga, pero sin diferenciarse mucho de sus métodos, que suele cuestionar con bastante frecuencia. Vidal, hijo de un histórico de la UCR que supo tejer fuertes alianzas con el MPN de Sobisch, tampoco es renuente a renegar del partido provincial, especialmente si este es un sólido peldaño a sus ambiciones políticas. Llegar a ser presidente de la UCR y derrotar al quiroguismo, es abrirle el camino a la fuerza provincial para que llegue al gobierno municipal, sellando la suerte política del actual intendente en el futuro concierto del Neuquén, donde el petróleo vuelve a jugar un rol clave. Si no, basta seguir con atención, los hechos que rodean a la política provincial y nacional con destino Vaca Muerta. Mucho poder y muchísimo dinero en juego. Pero también si Cambiemos puede continuar con sus ambiciones de servir de plataforma a un caro objetivo político y económico de Macri. Esto es poder servirse de los incontables recursos de petróleo y gas de la Cuenca Neuquina.

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