Por Carlos Tórtora.-

Una vez más, la Argentina mostró con toda su crudeza su imprevisibilidad política. El macrismo emergió de las elecciones del 22-O no sólo triunfante sino con un cómodo camino por delante para en el 2019 conseguir sus tres objetivos políticos fundamentales: retener la presidencia, desplazar al aparato peronista del conurbano y ganar las gobernaciones de Córdoba y Santa Fe, entre otras. Apenas dos meses después, la marcha triunfal de Macri presenta serias dudas. Desde Miguel Ángel Broda a Carlos Melconian, son muchos los economistas de primera línea que predicen un desenlace peligroso para la combinación del altísimo déficit cuasifiscal con el elevado gasto público y el dólar reprimido. Una crisis económica acompañada de estallidos sociales podría aislar a Cambiemos del peronismo y hasta provocar la retirada de la UCR del gobierno, lo que lo dejaría al PRO gobernando en soledad. Sin embargo, el fantasma de la caída de De la Rúa no parece ser el espejo en el cual se reflejaría el macrismo a futuro. Más bien, hay que mirar a la ola de escándalos de corrupción que conmueven a América Latina con los mismos comunes denominadores. Por ejemplo, sacudido como nunca en su breve presidencia de un año y medio, el presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, quedó anteayer más complicado luego de que la oposición en el Congreso pusiera en marcha el proceso que apunta a su destitución a través de un juicio político, tras las denuncias por los vínculos en la trama de corrupción de la empresa Odebrecht.

Con mayoría parlamentaria, el partido Fuerza Popular, de la ex candidata conservadora Keiko Fujimori, se lanzó de lleno a la destitución del liberal Kuczynski y alineó detrás suyo a otras cuatro formaciones. Juntos acordaron abrir un proceso de vacancia, como denomina la Constitución peruana al juicio político contra el mandatario.

Macri y su entorno estarían más cerca del caso Kuczynski si llegaran a quedar en soledad política.

Como estrategia después del 22-O, el gobierno reafirmó su pacto de polarización con CFK buscando que ésta no sea raleada del PJ y, por otro lado, apuntó a negociar para captar a los gobernadores peronistas mientras María Eugenia Vidal hace lo propio con los intendentes peronistas. Pero el macrismo actuó con su lógica empresaria y les aplicó a las provincias las reglas verticalistas de la actividad privada: o sea, que los diputados oficialistas deben hacer lo que dice el gobernador, sin siquiera preguntar. La política le demostró, en cambio, al oficialismo cuánto más compleja es y así fue que los números no le dieron a Emilio Monzó para la votación del jueves pasado. Entonces, simultáneamente, el PRO sufrió en el recinto una segunda derrota. Su aliada Elisa Carrió olfateó con precisión que la calle se le había dado vuelta a Macri y, en consonancia con su aliado Mario Negri, pasó a controlar la sesión e imponer su suspensión, para luego anticipar que le vetaría un DNU a Macri si éste lo firmara.

En esta sumatoria de errores, hay que anotar que se utilizó a la Gendarmería para confrontar en primera instancia con los manifestantes cuando se sabe que esta fuerza militarizada está entrenada para usar un grado de violencia alto que en este caso no era el aconsejado.

En el entorno de Macri florece ahora la obsesión con las conspiraciones, a partir de que estamos frente a una semana que puede convertirse en negra, porque el acuerdo con los gobernadores para dar un bono compensación a los jubilados no acallaría las protestas. Y para colmo, el miércoles se cumple un nuevo aniversario de la caída de Fernando de la Rúa, lo que allana el camino para que la izquierda tome las calles. Un asesor de Macri deslizó el viernes la posibilidad de que se dicte el estado de sitio si los desmanes continúan o hay una escalada de saqueos para fin de año. El hecho de que el intendente de Ensenada Mario Secco haya sido el que irrumpió por la fuerza en la legislatura platense el jueves pasado es toda una señal. Secco es uno de los alcaldes que permanece junto a CFK. Y ésta, después de Carrió, es la principal beneficiaria de lo ocurrido el jueves. La violencia en la calle le quita espacio a la construcción de una alternativa peronista moderada que se separe del kirchnerismo y les da oxígeno a La Cámpora, Agustín Rossi y Leopoldo Moreau, ahora con un rol más destacado.

El miércoles pasado, en un intento de alumbrar la salida de la crisis interna del PJ, se mostraron en un acto Miguel Ángel Pichetto, Juan Manuel Urtubey y Gustavo Menéndez. Los dos primeros dieron a entender que había que construir sin el cristinismo y el intendente de Merlo habló de conseguir “la unidad del campo popular con el peronismo en el centro”. O sea, CFK incluida.

Alertas varias

A todo esto, en el Vaticano lo ocurrido el jueves encendió las luces de alarma, justamente porque Francisco estaría entre los que sostienen que el modelo económico del macrismo ensanchará la grieta social. Pero ocurre que el Papa estará entre el 15 y el 18 de enero en Chile y, si la tendencia local marcha hacia una mayor conflictividad, podría dar un mensaje que no sería favorable a la continuidad del ajuste económico.

La sensibilidad de la dirigencia peronista a los cambios del humor social no necesita comentarios. Hay gobernadores, como el sanjuanino Sergio Uñac, que sueñan con un protagonismo nacional. Éste empezó a correrse en los últimos días de las fotos con el Ministro del Interior Rogelio Frigerio y en La Plata son muchos los intendentes del PJ que empiezan a evitar reuniones públicas con los funcionarios de Vidal.

En el bando sindical, Pablo Moyano cuenta con el apoyo incondicional del triunviro Juan Carlos Schmid para endurecer lo que ellos llaman “la resistencia”. Desde el exterior, se sumaron las CTA de Pablo Micheli y Hugo Yasky. Los estatales y docentes son ahora la cabeza del plan de lucha.

Con este marco, a Macri la presidencia del G 20 puede convertírsele en un boomerang, porque pone en la vidriera mundial a un gobierno que le cuesta demasiado instrumentar reformas.

Es casi imposible encontrar buenas noticias para el oficialismo. Carrió cumplió su parte y denunció como responsables de la corrupción en los contratos de Defensa -incluida la reparación del ARA San Juan- a los ministros kirchneristas Nilda Garré, Arturo Puricelli y Agustín Rossi. Pero la evaluación realizada por especialistas de una firma alemana ligada a los contratos en cuestión es que cualquier delito ocurrido en relación al mantenimiento o cambio de las baterías del submarino no sería en definitiva la causa de la tragedia. “Aun con las baterías recién colocadas y en perfecto estado -señala un especialista- la entrada de agua por deficiencias del snorkel hubiera provocado igual la tragedia”. Y el snorkel se revisa permanentemente, lo que traslada las responsabilidades a la actual gestión de gobierno y a los mandos en actividad. No por nada Macri precipitó la salida de Marcelo Srur de la Jefatura del Estado Mayor.

Por último, un clima enrarecido desde hace varias semanas envuelve la relación entre el presidente y Horacio Rodríguez Larreta. En fuentes cercanas al jefe de gobierno porteño hasta se habla de una renuncia o licencia por razones de salud. Diego Santilli asumiría en ese caso la conducción del gobierno porteño. La semana pasada, Rodríguez Larreta se negó -no es la primera vez- a que la Policía de la Ciudad se ocupara de frenar a los manifestantes en Congreso con el argumento de que se trataba de un conflicto por temas nacionales. Por otra parte, es obvio que el gobierno local se mantiene al margen de las tensiones de la Casa Rosada y funcionando casi como un espectador de los acontecimientos.

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