Por Carlos Tórtora.-

La expresidente de la Nación Cristina Fernández de Kirchner declarará como imputada ante el juez Julián Ercolini el viernes 28 de octubre. La ex mandataria estaba citada para el 20 de octubre pero pidió la postergación por dos motivos: Ercolini había citado a indagatoria a la ex Presidente en la causa en la que se investiga el negocio de obra pública vial con el que fue favorecido el empresario Lázaro Báez. Fernández de Kirchner solicitó la postergación debido al nacimiento de su nieta y porque el día 19 de octubre debe declarar como testigo en Río Gallegos. La ex presidente deberá dar testimonio en una audiencia que había sido fijada con anterioridad, en la causa en la que se investiga la muerte de Carlos Menem Jr., hijo del ex presidente Carlos Saúl Menem. Así de escueta, esta información dice poco: por ejemplo, que las investigaciones por corrupción contra la cúpula kirchnerista ya no tienen la velocidad ni la espectacularidad del primer semestre. Las causas contra Julio de Vido también empezaron a transitar más lentamente y los megacasos de Skanska y de Cerro Dragón, que involucra a la familia Bulgheroni y su empresa PAE, parecer haber vuelto a la situación de siesta previa al estallido de lo que amenazaba ser el mani pulite criollo. Comparando, por ejemplo, con lo ocurrido en Brasil, el juez que lleva adelante la causa del Petrolao, que empujó la caída de Dilma Rousseff y acorrala a Lula da Silva, Sergio Moro, ya es una figura política nacional de primer orden. Acá, algunos jueces y fiscales intentaron levantar vuelo, como Claudio Bonadío y Guillermo Marijuán, pero quedaron a medias.
De hecho, la no detención de CFK es hoy una consigna que parece consensuada en la dirigencia política. En un primer análisis, el macrismo y la justicia federal coincidieron en el primer semestre en electrizar a la opinión pública con los bolsos de Juan José López en el convento o los cientos de propiedades de Lázaro Báez. De este modo, los magistrados federales lavaron su inacción de más de una década y el gobierno consolidó el apoyo de una ancha base social, horrorizada por cuanto salía a luz.
Pero ahora la situación cambió: muchos jueces federales están expuestos o ya denunciados por su omisión en no tramitar denuncias contra los tres gobiernos kirchneristas. Necesitan entonces de la protección política de Cambiemos, el PJ y la UCR para evitarse serios problemas en el Consejo de la Magistratura y otros ámbitos. Y ni que hablar de los casos que podrían sacudir la elite de la obra pública y la energía.
La salida política es que de un furioso mani pulite pasamos a una investigación “administrada” de la corrupción, con menos procedimientos espectaculares y muchas menos resoluciones. El tramo de lo que falta para entrar en el fragor electoral es muy corto. Y los juicios durante las campañas electorales suelen desvirtuarrse porque en seguida aparecen las acusaciones de que se está queriendo influir en el resultado electoral
En síntesis, de esta atenuación del mani pulite resulta en primer lugar la supervivencia de CFK como figura política nacional, eventual candidata a senadora nacional por Buenos Aires y obstáculo insalvable para que el peronismo pueda renovarse y sacarse de encima una década ominosa.

El PRO tras su sueño

Una víctima política de la jibarización del mani pulite es Sergio Massa. El líder renovador marchaba más comodo cuando CFK se derrumbaba en Comodoro Py y se insinuaba la aparición de un peronismo despegado del aparato del PJ. No por nada Daniel Scioli, com múltiples denuncias a cuestas, terminó sentado en la mesa de Mauricio Macri pocos días atrás. También cesaron, en función de esta detente, las claras amenazas que tanto Cristina como De Vido lanzaban para que se investigara no sólo a Baez sino a los hermanos Calcaterra, primos de Macri, y a la Cámara Argentina de la Construcción en pleno.
En síntesis, el gobierno gana en que consigue tranquilizar el frente empresario por un lado y por el otro en que el peronismo, al subsistir el cristinismo, ingresó en una anomia impredecible cuyo reflejo es la intrascendencia del PJ presidido por José Luis Gioja y el surgimiento de múltiples grupos de dirigentes como Esmeralda, Fénix, etc.
El PRO, con María Eugenia Vidal como imán, tiene así muchas más posibilidades de ganar las elecciones en Buenos Aires y confirmarle así a los mercados que tiene oxígeno político como para llevar adelante un plan económico de largo aliento. Tal vez de esto le haya hablado el presidente a Francisco que, si algo no quiere, es un escenario argentino semejante al apocalipsis por el cual acaba de atravesar Brasil.
En consonancia con esto, la nueva conducción cegetista da señales de ser mucho más negociadora que la anterior.
La pax macrista, si llegara a conseguir eliminar las PASO más la boleta electrónica, podría alcanzar el sueño de Jaime Durán Barba y Marcos Peña de la virtual disolución de lo que queda de los grandes aparatos políticos. La vieja política quedaría entonces reducida a las provincias más pobres y con una estructura social y política anacrónica. Pero el eje decisivo compuesto por Buenos Aires, la Capital, Córdoba, Santa Fe y Mendoza sentiría el efecto de la nueva política, con la desaparición de los viejos liderazgos, el surgimiento de figuras sin historia partidaria y el imperio de las redes sociales orientando la opinión pública en una versión no marxista de la teoría de Antonio Gramsci. Así, este escenario camina el poder, en una realidad donde la incertidumbre económica y la bomba social pueden terminar diciendo todo lo contrario.

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