Por Federico González.-

¿Existe realmente una polarización entre Mauricio Macri y Cristina Kirchner?, ¿O se trata de una sentencia exagerada y prematura cuyo fin es expulsar de la cancha a Sergio Massa y a otros potenciales candidatos?

¿Es la polarización una realidad objetiva derivada de una estrategia electoral inteligente, pergeñada antes por el kirchnerismo y mejorada ahora por el macrismo?, ¿O se trata apenas de un mero malentendido que se repite de modo acrítico, a modo de muletilla lingüística causada por cierta pereza intelectual?

Este artículo tiene por objeto responder a esas preguntas, para lo cual resulta necesario elucidar el significado del término “polarización, en aras de despejar posibles malos entendidos.

Los desvaríos de la polarización

En un paroxismo especulativo basado en el modo en que los analistas políticos utilizan la idea de la polarización, pareciera que la intelligentsia de Cambiamos hubiera prescripto que el Presidente Mauricio Macri, la Gobernadora María Eugenia Vidal y los voceros del Gobierno “salgan a polarizar” con Cristina (o con el kirchnerismo), para así garantizar el triunfo electoral en octubre. Provista de una especie de “polarizómetro (extraño “artilugio encuestológico” que mediría el estado de polarización minuto a minuto) aquella inteligencia determinaría entonces cuántos “decibeles polarizantes” habría que aplicar para asegurar el objetivo. A su vez, analistas vernáculos expertos en disfrazar lo obvio con jergas pseudo-inteligentes, saldrían a repetir por la cadena mediática nacional que la estrategia de la polarización es un éxito absoluto del Gobierno. Mientras, en clave pasional, conspicuos integrantes de un “círculo rojo” que siente un visceral horror hacia “la barbarie peronista” en cualquiera de sus variantes, asistirían a ese espectáculo para alentar al “Equipo de Cambiemos”, sustituyendo clásicos cánticos futboleros (“¡Y Pegué, y pegue Macri pegue!”) por otros más PRO: “¡Polarice Mauricio, polarice!”

¿Qué es realmente la polarización?

Una sentencia clásica prescribe que todo lo que existe, existe en alguna medida. Al recurrir a un diccionario de ciencia política surge que el término polarización refiere a “situaciones en que las opiniones divergen hacia polos de igual distribución o intensidad” y, también, al “proceso por el cual la opinión pública se divide en dos extremos opuestos”.

El problema es que esta definición teórica deja indeterminada su operacionalización. Así, la ausencia de aquel “polarizómetro” que determinaría con precisión cuándo se está ante el fenómeno, obliga a una apreciación de sentido común: la polarización debería reservarse a situaciones en que dos partidos o candidatos se reparten parejamente al menos un 80% del electorado. (Las elecciones de USA serían un ejemplo paradigmático: Trump y Hillary se alzaron con el 95% del voto popular)

Sin embargo, el término comenzó a utilizarse prematuramente pretendiendo avalarse con ciertas encuestas que, en Provincia de Buenos Aires, otorgaban alrededor de un 30% al CristiKirhnerismo, cerca de un 25% a Cambiemos y similares guarismos al Frente Renovador!

Si se considera también que contemporáneamente a tales mediciones circularon otras que otorgaban un 30% al Frente Renovador, similar guarismo al CristiKirhneristmo y un 25% a “Lilita” Carrió; sin duda, algo parece andar mal en el mundo del análisis político.

¿Polarización electoral o polarización ideológica?

Quizás la esencia del malentendido sea apenas producto de utilizar expresiones ambiguas. Acaso quienes hace uso y abuso del término confunden alternativamente entre polarización electoral y polarización ideológica. La primera referiría a una fragmentación bipolar de la intención de voto, mientras que la segunda apuntaría lisa y llanamente a la tan mentada “grieta ideológica”. En efecto, la “grieta” alude mejor a la existencia de dos cosmovisiones políticas tan intensas y opuestas que, por ende, resultan irreconciliables (v.g. las clásicas antinomias entre unitarios y federales, peronismo y antiperonismo, etc.).

Ciertamente, las dimensiones electoral e ideológica de la polarización están relacionadas. Pero eso no significa que las intensidades pasionales de la grieta tengan una contrapartida proporcional a nivel electoral. En síntesis: el hecho de que macristas y kirchneristas disputen como perros y gatos, no significa que sean los ejemplares excluyentes de una fauna más vasta.

¿Polarización actual o polarización potencial?

Otra posible fuente de malentendidos radica en la confusión entre la potencia y el acto. Evidentemente resulta muy distinto aseverar la existencia actual de una polarización, que apenas señalar una tendencia. Lo primero es una sentencia taxativa de algo ya existente y en acto; mientras que lo segundo es una predicción conjetural probablemente basada en cierto patrón de hechos observados (v.g. la supuesta evolución de la intención de voto)

¿Polarización real o polarización ilusoria?

La distinción entre polarización en acto y mera tendencia acaso encubra una disyuntiva más sutil: la realidad y el deseo. Quizás la confusión entre tendencia incipiente y realidad consumada revela que el deseo de que exista polarización termina distorsionando la percepción de la realidad objetiva para generar una ilusión polarizadora. Se trataría entonces de una polarización ficcional, antes que una auténtica y real.

¿Polarización real o polarización intencional?

Otra posibilidad es que esa ficción polarizadora no sea ni un malentendido interpretativo ni una mera expresión de deseos, sino del producto de una intencionalidad política extendida, donde algunos analistas de opinión actuarían solidariamente como voceros mediáticos de distintas estrategias políticas partidarias. Si tal fuera el caso, no basta analizar la dimensión semántica de la polarización, sino revelar su pragmática. Porque el uso hiperbólico e impropio del término genera la prescripción de que solo existe una disyuntiva inexorable: “Macrismo o Kirchnerisno; terceros afuera”.

¿Polarización precisa o polarización metáforica?

Otra posibilidad interpretativa es que el término “polarización” no pretenda utilizarse de modo literal sino como expresión metafórica referida a un fenómeno análogo. En tal caso el término no se utilizaría con el ánimo de decir que el electorado estaría auténticamente polarizado (i.e. repartiendo alrededor del 80% en porciones similares) sino, simplemente, para aludir a que solo dos agrupaciones políticas tienen chances ciertas de ganar (que, por ejemplo, hasta podrían ser de 30% y 30%, mientras que el 40% restante se atomiza entre varios partidos).

El problema es que si -efectivamente- eso es lo que quiere decirse, el término “polarización” resulta claramente distorsivo, tendencioso y, por ende, capaz de traducirse en profecía auto-cumplida.

¿Polarización reflexiva o “polarización-muletilla”?

Sin embargo, tal vez resulte más prudente atemperar las visiones conspirativas en aras de interpretaciones más simples. En efecto, bien podría resultar que parte de los malentendidos y desvaríos que se han analizado obedecen a razones más pedestres: quizás hablar de polarización sea apenas un hábito mental que se repite acríticamente y sin reflexionar sobre su cabal significado.

A modo de síntesis: ¿Polarización sustantiva o jergafasia confusa?

El diccionario define que “Jergafasia” es un “trastorno del lenguaje que se caracteriza por la sustitución de las palabras adecuadas por términos ininteligibles.”

En titulares de los últimos días pueden leerses expresiones como: “Macri continúa polarizando con el kirchnerismo”, “Vidal polarizó fuerte con los gremios docentes”, “El gobierno salió a polarizar contra Cristina”, “Desde el Pro le sacan jugo a la polarización”, “Consolidada la polarización, en el kirchnerismo buscan un delfín de Cristina”, etc.

Ante semejante elocuencia verbal, resulta lícito preguntarse: ¿Qué quiere exactamente decirse?, ¿No existen expresiones más apropiadas para referirse a lo mismo?

Por cierto, podría decirse que “Macri continúa polemizando con el kirchnerismo” (o que “radicalizó su discurso antiKirchnerista”); “Vidal se mostró intransigente con los gremios, a quienes acusó de kirchneristas”; “Desde el Pro apuestan a confrontar contra el Kirchnerismo, a efectos de lograr una polarización beneficiosa en octubre” o que “Consolidada su disputa ideológica con Cambiemos, el kirchnersimo busca un delfín de Cristina”.

Sin embargo, por alguna razón, pareciera que hablar de polarización resultara más simple, breve, claro, contundente, moderno e inteligente. Acaso tanto como complicado, ambiguo, sesgado, engañoso, desatinado y falaz.

En síntesis, si lo que desea expresarse a través del concepto de polarización y su jerga asociada es que: “El Gobierno apunta a confrontar con el Kirchnerismo, pensando que así consolidaría su posicionamiento electoral en contraposición al gobierno anterior y -en consecuencia- esperando lograr una polarización electoral beneficiosa en octubre” (en la medida en que una vasta porción del electorado jamás votaría al kirchnerismo y, por ende, ante una eventual disyuntiva terminaría eligiendo a Cambiemos), entonces se comprendería cabalmente qué se quiere decir cuándo se habla de polarización.

El problema es que, tal como se ha analizado, cuando se habla de polarización se termina diciendo otra cosa.

Conclusión:

A modo de conclusión del este análisis de la polarización 2017, transcribo lo que sostuve en agosto de 2015 (año en que la declamada polarización solo apareció en el ballotage presidencial de noviembre).

“Ciertamente, la tan mentada polarización podría, finalmente, transformarse en un hecho político irreversible. Aunque también los resultados de las PASO podrían, al fin, indicar que la polarización no era más que un mito orientado a expulsar antes de tiempo a otros candidatos. Pero, más allá de cuál sea el resultado real, eso no quita que haber decretado una polarización anticipada en base a pruebas insuficientes, resulta un hecho caprichoso y, si no abusivo, cuando menos tendencioso”. (BPT)

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