Por Carlos Tórtora.-

La estrategia de las principales figuras del oficialismo sigue rumbos divergentes. Cristina Kirchner parece encaminada hacia la senaduría nacional por Buenos Aires, conservando la última palabra en el Frente de Todos. Sobre lo primero no hay dudas: el kirchnerismo se está atrincherando en Buenos Aires a partir de que los números le dan a Axel Kicillof para ser reelecto. El problema es lo segundo, o sea, qué significa tener la última palabra a nivel nacional. Aunque deja hacer a la nueva mesa política del oficialismo, Cristina pretendería conservar la lapicera. Es decir, poner los principales candidatos a legisladores nacionales sea quien fuere el candidato a presidente. No se trata de una cuestión negociable: para el probable caso de una derrota en la elección nacional, el control de los bloques de Senadores y Diputados nacionales lo es todo. Sobre todo ahora que el kirchnerismo vislumbra que la proyección política de Sergio Massa implica la posibilidad cierta de que surja una corriente superadora del esquema oficialista de los últimos 20 años. La vicepresidenta carece de un candidato a presidente con peso electoral y esta debilidad inclina la balanza a favor de Massa. En realidad y en términos de Realpolitik, el kirchnerismo tiene más posibilidades de subsistir perdiendo la elección nacional que ganándola. Efectivamente, si Massa llegara a presidente, Cristina debería retroceder; mientras que perdiendo, al kirchnerismo le alcanzaría con el control de Buenos Aires y de los bloques legislativos para imponerse. Esta particular situación explicaría por qué la vicepresidenta se mantiene al margen de los movimientos electorales del peronismo. Su actitud hacia Massa es muy significativa: lo apoya con su silencio pero no explícitamente.

Un enigma que crece

La interpretación que más circula es que Alberto insiste con su reelección para tratar de contener su inevitable fuga de poder. Esto parece ser cierto pero la realidad sería más compleja. El presidente sabría perfectamente la importancia de su rol de apoyo a un candidato sin estructura política importante, como lo es Massa. De ahí que el presidente cotice su figura: no le alcanza para ser candidato pero sí para negociar poder con el que sea candidato. Los chispazos permanentes entre albertistas y cristinistas, como el reciente de Victoria Tolosa Paz y Martín Mena, indican que Alberto pretende sentarse en la mesa del reparto de cargos electivos y sacar provecho para sus amigos. Sus pretensiones serían a costa de parte de las porciones de torta que el kirchnerismo quiere para sí. De ahí que los chispazos continúen y que Alberto sea consciente de que su vice quiere verlo eclipsarse y punto. Algo que él está dispuesto a evitar.

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