Por Sebastián Dumont.-

Mauricio Macri y María Eugenia Vidal abordaron, con pocas horas de diferencia, el anuncio de medidas tendientes a dar algo de oxigeno a los sectores de menores ingresos de la República Argentina, muchos de ellos concentrados en la provincia de Buenos Aires. La agitación social que se venía gestando en las barriadas del conurbano era indisimulable, aunque muchas de ellas todavía no habían encontrado el caldo de la organización política que la transformara en algo peor. Pero es, sin dudas, un tema para seguir de cerca ya que la mayoría de los territorios están en manos del peronismo que ha cultiva las prácticas K durante los últimos años, aunque muchos de ellos traten de disimular mostrándose como lo nuevo de la política.

Las medidas anunciadas por Macri y antes por Vidal no se sabe si calmarán la situación que se planteó luego de la serie de aumentos que golpean a la clase media y baja. Nadie seriamente puede discutir que esto no es producto de la acumulación durante los últimos años que hizo el kirchnerismo con un populismo que hoy cruje en todo el continente. Pero la sociedad, al menos gran parte de ella, se acostumbró a tirar la basura debajo de la alfombra. Y el momento de limpiarla es doloroso y no le gusta a nadie.

De esta situación podría aprovecharse el peronismo para buscar agitar al conurbano. Pero por ahora no pueden, producto, primero, de sus propias internas. Y además, de sus enormes contradicciones. Por un lado, muchos intendentes K manejan los planes sociales como si continuaran gobernando la nación y la provincia. La lentitud para tomar la rienda de ello, le da al kirchnerismo una ventaja adicional.

Además, está pasando otra cosa. Los intendentes mucho no pueden quejarse, porque la plata de la provincia les llega en tiempo y forma, aun mejor que en los tiempos de Daniel Scioli. Antes, era impensado para un alcalde opositor que pudiera ver depositados, como se establece por ley, los fondos de la coparticipación en los plazos normales. Hoy eso no sucede. Todo lo contrario. Por tal razón, para los que manejan territorio, una explosión social no sería un buen negocio. Se los puede llevar puestos a ellos también.

La reaparición de CFK contribuye a dividir aún más a los sectores ligados al Frente para la Victoria. Deben ahora ubicarse entre los que realmente representan, es decir, la intolerancia K o lo que muchos pregonaron en estos cuatro meses, que era ser modernos y apostar al diálogo. La lista que visite a la ex presidente aún no está confirmada, pero entre los jefes comunales esto también es una discusión interna. El pacto de San Antonio de Padua no tiene mucha razón de ser para aquellos que lo firmaron y luego terminan al lado de Luis D’Elía, quien propone tomar las armas para defender a la otrora Jefa de Estado.

Igualmente, cualquiera sea el intendente con el que se hable, la mayoría coincide en un diagnostico: aumentó de manera notoria el pedido de asistencia social y de comida en los barrios. También el de trabajo. Pero muchos de ellos reconocen que esto ya se había empezado a observar desde el año pasado. La olla a presión que encendió Cristina Kirchner aún no termina de explotar.

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