Por Víctor E. Lapegna.-

Lo que hoy parece más probable es que el 25 de octubre, más allá de algunas variantes no esenciales en las cifras, Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa mantengan los votos que sacaron en las PASO y que los dos primeros tengan que ir a segunda vuelta.

Si eso sucede, el resultado de la elección del próximo 25 de octubre a gobernador de Buenos Aires, donde gana quien tenga un voto más que el segundo, va ser decisivo para la segunda vuelta presidencial.

Un componente determinante en la elección del gobernador bonaerense será el comportamiento que tengan el 25 de octubre quienes el 9 de agosto apoyaron a la fórmula Julián Domínguez-Fernando Espinosa del FPV, que reunió 1.474.840 votos.

En las PASO la precandidata a gobernadora más votada fue María Eugenia Vidal del PRO (2.263.430 sufragios) y es plausible suponer que el 25 de octubre podrá sumar parte de los 308.500 votos que el 9 de agosto fueron a los precandidatos de la Alianza “Progresistas”, con lo que podría llegar a obtener alrededor de 2.500.000 votos.

Aníbal Fernández, el segundo precandidato a gobernador más votado en las PASO que emergió como candidato del FPV con 1.628.223 votos, para poder ganarle a Vidal tendría que sumar al menos unos 900.000 sufragios, equivalentes al 60% de quienes en las PASO se inclinaron por Domínguez-Espinosa (1.474.840 votos).

Es similar la situación de la fórmula Solá-Arroyo de UNA, que fue la tercera más votada con 1.503.783 votos (reclaman haber obtenido 140.000 más que los ubicarían segundos) y podría recibir parte de los 76.339 votos que fueron a la fórmula de Compromiso Federal de los Rodríguez Saá, pero para imponerse a Vidal y a Fernández tendría que obtener el apoyo de algo más de 1.000.000 de votos adicionales, lo que equivale a alrededor del 65% del caudal que obtuvieron Domínguez-Espinosa.

Si al momento de la segunda vuelta presidencial entre Scioli y Macri la gobernadora bonaerense electa fuera Vidal, es posible que la mayor parte de quienes voten a Massa y a Stolbizer el 25 de octubre, en el balotaje se inclinen por el aspirante de Cambiemos ya que, al ganar su candidata en la Provincia, habría infligido una primera y severa derrota a Scioli en su propio territorio lo que podría llevar a que se viera abandonado por muchos dirigentes del peronismo bonaerense que lo acompañaban y pasarían a buscar acuerdos con el nuevo poder provincial. Por lo demás, el triunfo de la candidata del PRO en la Provincia Buenos Aires podría ser leído como una señal de que Macri tendría la aptitud para construir una buena base de gobernabilidad presidencial, que es de lo que se precia Scioli.

En el caso de que al hacerse el balotaje el gobernador bonaerense electo fuera Aníbal Fernández, también es posible que la gran mayoría de los votos que el 25 de octubre hayan ido a Massa y Stolbizer, en noviembre migraran hacia Macri dada la mala imagen que el Jefe de Gabinete tiene en la opinión pública y el temor que puede generar en los votantes independientes -cuyo apoyo es imprescindible pata ganar en la segunda vuelta- en que el triunfo de Fernández en la Provincia de Buenos Aires habilite un nuevo ciclo hegemónico de la versión “cristinista” del FPV. Por otra parte, la gobernación Fernández puede ser entendida como un factor contribuyente al condicionamiento absoluto de la Presidencia de Scioli a los K de paladar negro. Si esta interpretación es correcta, la elección de Fernández en la gobernación podría favorecer la de Macri en la Presidencia o al menos perjudicar a la candidatura de Scioli.

En este escenario pareciera que la situación que resultaría más favorable para Scioli en el balotaje es también la menos probable: que el 25 de octubre el gobernador bonaerense electo fuera Solá. Si se diera ese resultado es posible que la mayoría de los votos a Massa del 25 de octubre en el balotaje tendieran a optar por Scioli y no por Macri y además crearía condiciones favorables para que Scioli tomara cierta distancia del “cristinismo” y tendiera a apoyarse en una liga de caudillos provinciales peronistas que integren, entre otros, el salteño Juan Manuel Urtubey, el cordobés José Manuel De la Sota, el sanjuanino César Gioja, el pampeano Carlos Verna y los sanluiseños Rodríguez Saá, a quienes se sumaría el bonaerense Solá y desde ahí se avanzara hacia una renovación y reorganización democrática del Justicialismo que, sin excluir quienes adhirieron a los “K”, deje atrás al “kirchnerismo” como lo hizo antes con el “menemismo” y el “duhaldismo”. Desde esa base de gobernabilidad, Scioli podría también entablar un diálogo constructivo con los líderes no peronistas de Santa Fe, Mendoza, Corrientes, Neuquén y otros que puedan surgir de las elecciones del 25 de octubre. Claro que esas perspectivas se basan en una hipótesis que hasta ahora parece poco viable: que Felipe Solá sea elegido gobernador bonaerense el 25 de octubre.

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