Por Sebastián Dumont.-
El gobierno necesita en la Provincia de Buenos Aires que haya un peronismo dividido en al menos tres fracciones. Para ello trabaja, no ahora, sino hace ya bastante tiempo. Casi desde el mismo momento de su asunción se plantearon la necesidad de buscar la atomización del justicialismo a los fines de poner a CFK como la principal rival pero al mismo tiempo debilitar su estructura con otras alternativas cercanas al Frente para la Victoria. Y de esa manera, también buscar borrar lo más posible a Sergio Massa, por ahora, además de la ex presidente, el único capaz de incomodar electoralmente al oficialismo. Sin embargo, las medidas del gobierno, sobre todo en materia económica, están llevando a que el peronismo empiece a pensar cada vez más en la posibilidad de no partirse tanto. Y lo que antes era imposible, ya no lo es tanto.
Se desconfían unos a otros, pero se reconocen. Se trata de los hombres y mujeres del Frente para la Victoria que ahora ya no quieren utilizar esa sigla, para volver a hacerse llamar peronistas. En otros tiempos divididos y con luchas internas muy evidentes, el gran factor de unidad que están encontrando por estas horas son las medidas y el rumbo del gobierno de Mauricio Macri.
La provincia de Buenos Aires es un ejemplo de ello. Entre los intendentes del conurbano existen dos grupos mayoritarios, denominados Esmeralda y Fénix. El primero de ellos es quien más lejos busca ubicarse de CFK, mientras que el otro está más cerca de las consignas K de siempre. En un momento se mostraban como bloque unido, luego de dividieron y ahora buscan la unidad. Lo mismo pasa con otros sectores del mismo espacio.
El principal factor que los aglutina son medidas del gobierno. El olfato de saber que pueden dar un paso para recuperar el gobierno en 2019. De todas maneras, la unidad no será tan sencilla, más allá de los avances en los últimos días. Hay otros intereses en juego y el gobierno nacional y provincial opera sobre ello.
El problema es la falta de candidatos a excepción de Cristina Kirchner. Justamente la que quiere el gobierno tener enfrente para volver a la vieja dicotomía de lo nuevo contra lo viejo. El problema es que en muchos casos lo nuevo no está rindiendo tanto como se esperaba y empieza a cobrar valor lo viejo. La referencia no es sólo en el orden nacional sino que es, perfectamente aplicable a varios casos municipales.
En ese camino y como para muestra hace falta un botón, bien puede analizarse el cónclave que se produjo días atrás en la casa de San Luis donde asumió el nuevo titular Nicolás Rodríguez Saá. Allí confluyeron distintos sectores del peronismo ante el anfitrión, el gobernador Alberto Rodríguez Saá quien fue el primero en levantar las banderas de la unidad. Desde Mario Ishii a Guillermo Moreno, pasando hasta por Rafael Follonier. Foto impensada tiempo atrás. Pero que, ante la difícil situación de la economía, empieza a ser cada vez más palpable. En definitiva, Macri lo está logrando: el efecto contrario para el que trabajan sus hombres más cercanos.
03/02/2017 a las 3:29 PM
!!! NO TENGO DUDAS QUE LOS ÚNICOS QUE PUEDEN UNIR AL PERONISMO AUTENTICO E INVICTO SON LOS RODRIGUEZ SAA … DESDE SAN LUIS BASTIÓN ORGULLOSO DEL PERONISMO ARGENTINO…!!! Y ÚNICA PROVINCIA ESTADO CON EL MAS ALTO DESARROLLO DE OBRAS PUBLICAS DEL PAÍS… SI NINGUNA DUDA …!!! CON LA INFRAESTRUCTURA QUE TIENEN, SE PUEDE CONVERTIR EN UN ESTADO INDEPENDIENTE Y PUJANTE …, ME DECÍA UN AMIGO DE BARCELONA, QUE SI SAN LUIS ESTARÍA EN LA COSTA DEL PARANA YA SE HUBIERA INDEPENDIZADO…!!! PERO LOS RODRIGUEZ SAA TIENEN LOS CORAZONES DE CELESTE Y BLANCO HASTA LA ETERNIDAD… Y QUIEREN PONERLO AL SERVICIO DE LA PATRIA AMADA…!!! Y SERA JUSTICIA…!!!
03/02/2017 a las 7:10 PM
CON EL DEBIDO RESPETO: «ANDÁ A CAGAR CON TU RODRIGUEZ SAA»
Adolfo Rodríguez Saá
© Compromiso Federal
© Compromiso Federal
Actualización: 17 febrero 2016
Argentina
Presidente interino de la Nación (2001), gobernador de San Luis (1983-2001) y candidato presidencial (2003, 2015)
Adolfo Rodríguez Saá Páez Montero
Mandato: 23 diciembre 2001 – 31 diciembre 2002
Nacimiento: San Luis, provincia de San Luis, 25 julio 1947
Partido político: Peronismo Federal, Partido Justicialista
Profesión: Abogado
Descarga
Editado por: Roberto Ortiz de Zárate
Biografía
Adolfo Rodríguez Saá es el continuador de un linaje familiar de tradición conservadora que desde mediados del siglo XVII ha estado presente en la vida pública de San Luis, desde 1860 turnándose en la conducción política de la provincia. Así, su abuelo y tocayo, Adolfo Rodriguez Saá, fue gobernador provincial de 1909 a 1912, y dos tíos abuelos, Humberto y Ricardo Rodríguez Saá, ocuparon el puesto en 1922 y 1934-1938, respectivamente. El padre del muchacho, Carlos Rodríguez, sirvió como Jefe de Policía. El joven Adolfo estudió el bachillerato en la Escuela Normal Juan Pascual Pringles, entonces adscrita a la Universidad Nacional de Cuyo, y luego accedió a la Universidad Nacional de Buenos Aires, por la que obtuvo la licenciatura en Leyes en 1971. Durante 1972 y 1973 impartió docencia en su antigua escuela en las asignaturas de Sociología e Instrucción Cívica.
Ligado en su primera juventud a la Democracia Liberal, la corriente política de sus mayores, y editor de la gacetilla antiperonista La Voz de San Luis, su experiencia académica en la Capital Federal le convirtió, en 1969, a la militancia del movimiento que hasta entonces había combatido. El mismo año de su graduación, el Partido Justicialista (PJ) fundado y liderado por Juan Domingo Perón y que arrastraba una proscripción desde el golpe militar de 1955, le aceptó en la Juventud Peronista, concretamente en la Tendencia Revolucionaria, y luego le integró en la organización provincial sanluiseña como apoderado para asuntos jurídicos.
En las elecciones generales del 11 de marzo de 1973, convocadas por el presidente militar de turno, general Alejandro Agustín Lanusse, y a las que por primera vez fue autorizado a concurrir el peronismo con la doble excepción de su jefe histórico para las presidenciales y del partido como tal para las legislativas -el Frente Justicialista de Liberación (Frejuli) de Héctor Cámpora ocupó su lugar en las listas-, el joven abogado ganó el escaño a la legislatura de su provincia, donde pasó a liderar la bancada de diputados peronistas. Retornado Perón a Argentina y a la Presidencia de la Nación, Rodríguez Saá se acercó a la burocracia sindical derechista que dirigía Oraldo Britos y no tardó en retar al gobernador Elías Adre, referente de la izquierda del peronismo.
A raíz del golpe militar del 24 marzo de 1976, que derrocó a la presidenta María Estela (Isabel) Martínez de Perón, las actividades políticas fueron proscritas y Rodríguez Saá instaló junto con su hermano menor Alberto un bufete de abogados en la ciudad de San Luis. Quedó bajó el patrocinio político de Orlando Britos, capitoste del justicialismo en la provincia, y en las elecciones generales del 30 de octubre de 1983, que marcaron la restauración de la democracia en Argentina, ganó el mandato de gobernador provincial de San Luis con el 40,5% de los sufragios frente al aspirante de la Unión Cívica Radical (UCR), en una lid muy ajustada decantada a su favor con la ayuda del obispo católico sanluiseño, que llamó a votar contra el rival por sus posturas laicas y anticlericales.
El 10 de diciembre de 1983 Rodríguez Saá asumió el puesto que ya ocupara su abuelo y que iba a mantener durante 18 años a través de cuatro reelecciones consecutivas, un registro inigualado en el conjunto de las 23 provincias de Argentina. Líder popular al estilo tradicional del peronismo, siempre sonriente, haciendo gala de una vocación de triunfador y él mismo descrito como un optimista incorregible, sobre su larga gestión como gobernador las valoraciones han sido dispares. Los analistas económicos coinciden en destacar su habilidad para atraer con el acicate de las vacaciones fiscales un considerable capital alóctono, así como subvenciones federales. Todos estos ingresos se invirtieron en tejido industrial, obras públicas, servicios sociales y recursos turísticos, creando riqueza y bienestar cuando el resto del país estaba en recesión. Este hecho fue tanto más notable cuanto que San Luis había sido de siempre un territorio eminentemente agrícola. Aunque una provincia periférica que aportaba un mínimo porcentaje al producto nacional, San Luis registró en este período unos índices de empleo, escolaridad, ingreso por habitante y seguridad ciudadana por encima de la media nacional. Rodríguez Saá destacó por su gestión eficiente, de suerte que en 1984 la tesorería provincial enjuagó todo su déficit y en 1992 empezó a tener superávit.
En el lado turbio, estuvieron las denuncias de caudillismo, de manipular a su antojo la judicatura provincial, de copar los medios de comunicación y de administrar con familiares y allegados una sofisticada red de prebendas y corrupción. Además de escabrosas peripecias en su esfera privada, como la denuncia en octubre de 1993 de que había sido objeto de un secuestro, con chantaje sexual incluido, organizado por una antigua amante. Sin embargo, los seguidores de El Adolfo prefirieron tomar nota de sus logros materiales: en 1995, luego de las reelecciones de 1987 y 1991, el gobernador ganó el cuarto mandato con un impresionante 71,7% de los votos. Este capital político, no por localizado territorialmente menos desdeñable, animó a Rodríguez Saá a plantear ambiciones mayores, que apuntaban a la jefatura de la nación. Miembro del Congreso Nacional del PJ desde 1983 y presidente del mismo en el distrito sanluiseño desde 1985, en 1987 accedió al Consejo Nacional, máximo órgano rector del partido, y pugnó por hacerse con un hueco en la dirigencia peronista.
La promoción de Rodríguez Saá coincidió con la elección del gobernador de La Rioja, Carlos Sául Menem, como presidente del Consejo Nacional, mudanza que cerró la etapa de crisis de identidad en el Movimiento Justicialista comenzada tras la desaparición del líder histórico en 1974 y agravada con la renuncia de Isabel Perón en 1985. Entonces se abrió paso una fórmula de equilibrio fundada en el cabildeo de los dirigentes sindicales peronistas y los cada vez más influyentes gobernadores provinciales. Aquel 1987, además, Rodríguez Saá compartió con el radical Eduardo César Angeloz, de la provincia de Córdoba, la distinción de Gobernador del Año concedida por la Organización Mundial de las Naciones y se inscribió para las elecciones primarias del partido de cara a las elecciones presidenciales de mayo de 1989, procesos que ganó Menem.
En la década del Gobierno menemista (1989-1999), el dirigente puntano no se involucró en el círculo del poder del Ejecutivo nacional y siguió dedicado a la gestión provincial y a sus maniobras internas del partido. En abril de 1994 salió elegido, en representación de Santa Fe, entre los 305 convencionales que integraron la Asamblea Constituyente (convocada por Menem para sacar adelante las enmiendas a la Carta Magna que le iban a permitir optar a la reelección por otros cuatro años) y amagó de nuevo con retar la «candidatura natural» de Menem, por más que no tuviese ninguna posibilidad de ganar al hallarse éste en la cima de su poder. En 1995 cesó en la jefatura del PJ en el distrito de San Luis y al año siguiente se convirtió en vicepresidente tercero del Consejo Nacional. Al mismo tiempo, impulsó el denominado Frente Federal Solidario (FFS) de gobernadores justicialistas para reafirmar los intereses de las once provincias chicas ante las tres grandes, estas son, Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe (a las que luego se sumaron Santa Cruz y La Pampa), y al mismo tiempo para oponerse al avance electoral de la Alianza formada por el Frente País Solidario (Frepaso) y la UCR en este nivel institucional.
Inhabilitado Menem para optar al tercer mandato en las presidenciales de octubre de 1999, Rodríguez Saá realizó su envite más decidido para hacerse con la nominación en las primarias justicialistas convocadas para el mes de junio, pero esta vez renunció a su precandidatura para despejar el camino al popular gobernador de Buenos Aires, Eduardo Alberto Duhalde, que contaba con el apoyo de los principales dirigentes regionales para presentar al electorado deseoso de cambio un programa posmenemista. Pero el 24 de octubre Duhalde cayó derrotado a manos del aliancista Fernando de la Rúa mientras que en San Luis Rodríguez Saá, el 12 de septiembre, se apuntó su quinto mandato con un contundente 54,9% de los votos frente al también aliancista Walter Ceballos. Un año después, empero, su proyecto de dividir la ciudad de San Luis -gobernada por un justicialista indispuesto con el clan de los Rodríguez Saá- en cuatro municipalidades levantó una protesta con visos de rebelión popular.
Como gobernador provincial aparentemente inamovible, presidente del Consejo Federal de Inversiones (CSF) y miembro del Consejo Nacional del PJ -desde ahora al frente de la Secretaría de Relaciones Institucionales-, Rodríguez Saá tal vez había tocado techo en sus ambiciones institucionales, pero la gravísima situación económica que padecía el país, aflorada tras una década de férreo monetarismo practicado por Menem, que dejó sin resolver los fallos estructurales del sistema, y ahora agravada por la gestión inercial del radical de la Rúa, arrancó una cadena de acontecimientos que terminó poniendo en sus manos la meta soñada de la Presidencia de la Nación, de una manera harto inesperada.
Tras fracasar los sucesivos planes de ajuste para atajar la angustiosa iliquidez del sistema financiero y en particular de la tesorería federal, que parecía abocada a no poder asumir sus débitos en las fechas de amortización acordadas con prestamistas e inversores, el Gobierno decretó el 1 de diciembre la intervención parcial sobre todos los depósitos bancarios, de manera que los ahorradores sólo podrían retirar efectivos de 250 pesos o dólares por semana como máximo. El denominado corralito financiero terminó de agotar la paciencia de una población azotada por el descenso progresivo de su nivel de vida y la inseguridad laboral, tal que el 19 de diciembre se lanzó a la calle.
Se trataba del temido estallido social, que se prolongó hasta el día 20 y pintó un impresionante cuadro de saqueos a supermercados, caceroladas ante las sedes de los poderes del Estado, desmanes contra mobiliario urbano y enfrentamientos con las fuerzas del orden, con un balance de 27 muertos y un sinnúmero de heridos. En esencia, se trataba de una demostración espontánea de rabia y desesperación de una clase media que, por primera vez, se lanzaba a la calle por necesidad y para exigir la partida de sus gobernantes, en una rebelión sin precedentes contra toda una clase política, sin distingos de siglas, largamente tachada de demagógica, clientelista y corrupta. Al final de la dramática jornada, de la Rúa anunció su dimisión después de resignar el Gobierno en pleno y de serle rechazado su exhortación al PJ para la formación de un gobierno de concentración nacional. Llegado este punto, la crisis económica derivó en institucional, pues la Vicepresidencia de la Nación estaba vacante (su ocupante, Carlos Chacho Álvarez, líder del Frepaso, había dimitido en octubre de 2000 por desacuerdo con de la Rúa), y urgía elegir a un presidente interino en el plazo de 48 horas establecido por la Constitución.
El 21 de diciembre la Asamblea Legislativa -esto es, las dos cámaras del Congreso reunidas en sesión conjunta- aceptó la dimisión de de la Rúa y asumió la jefatura de la nación en funciones el presidente provisional del Senado, el peronista Federico Ramón Puerta, un aliado de Rodríguez Saá en el seno del FFS cuando fue gobernador de Misiones. La única función de Puerta consistió en convocar una sesión extraordinaria de la Asamblea para designar al presidente interino de entre los diputados, senadores y gobernadores provinciales, y sobre este punto tenían la palabra los jefes del PJ, que desde las elecciones legislativas del 14 de octubre ostentaba la mayoría en ambas cámaras. El 23 de diciembre la opción de Rodríguez Saá salió adelante con 169 votos a favor y 138 en contra, y acto seguido el puntano prestó juramento de su mandato limitado hasta el 5 de abril de 2002, fecha en que debía entregar el mando al presidente salido de unas elecciones anticipadas al 3 de marzo, el cual a su vez gobernaría hasta el final de la legislatura para la que había sido elegido de la Rúa, en diciembre de 2003. El 24 de diciembre cesó formalmente como gobernador provincial, siendo sustituido por la vicegobernadora María Alicia Lemme.
La designación de Rodríguez Saá fue una decisión consensuada entre los cinco gobernadores de las provincias al margen del FFS, esto es, el bonaerense Carlos Ruckauf, el cordobés José Manuel de la Sota, el sanfatesino Carlos Alberto Reutemann, el santacruceño Néstor Carlos Kirchner y el pampeano Rubén Marín, así como, en menor medida, Duhalde, senador federal por Buenos Aires (Menem fue marginado del conciliábulo). Este grupo reunía a los dirigentes que sostenían abiertamente, o se sospechaba que sostenían, apuestas presidenciales y que deseaban elecciones con prontitud. Esta era la razón fundamental por la que no habían querido impedir la caída anticipada del presidente aliancista, y ahora impusieron su criterio a los jefes de los distritos pequeños, que preferían un interinato largo hasta el final de la legislatura.
De la primera opción eran asimismo partidarios la mayoría de los legisladores aliancistas, en la opinión de que un presidente no salido de las urnas carecería de legitimidad política para afrontar la crisis, pero entre los que la sustentaban en el peronismo había discrepancias sobre la modalidad de las elecciones anticipadas; de la Sota, Reutemann y Kirchner, alegando que no había tiempo de celebrar unas primarias para dirimir las distintas postulaciones, abogaban por el procedimiento de la ley de lemas, un mecanismo electoral, para muchos de dudosa calidad democrática, que permite la presentación de varios candidatos (sublemas) de cada partido (lema) y permite la elección de uno de ellos aun sin haber obtenido el mayor número de votos al computar el total de papeletas logrado por cada partido.
Rodríguez Saá aceptó la limitación de su mandato y tampoco objetó la ley de lemas, que iba a exigir retoques ad hoc en la Ley Electoral y la Constitución. El controvertido proyecto sí levantó hostilidades en la UCR y el Frepaso, así como una acogida más bien fría de Duhalde y Ruckauf, para quienes el mecanismo sólo favorecía la dispersión del voto peronista. Por de pronto, Rodríguez Saá formó un gabinete reducido y verticalizado formado por peronistas de poco prestigio pero de su absoluta confianza, entre ellos su antiguo protector, Oraldo Britos, en el Ministerio de Trabajo.
Tras conocer su designación, Rodríguez Saá declaró que iba a gobernar «para los más humildes y lo que sufren», que tenía «prioridad la gente, no la deuda externa», y que había que pensar en una «nueva política económica» que apuntase a la reactivación. El 23 de diciembre, en el mismo discurso inaugural ante el pleno de un Congreso que respondió con ovaciones patrióticas, confirmó la ruptura con las políticas menemistas, en esencia continuadas por de la Rúa, con el impactante anuncio de la suspensión de pagos de las deudas externa y soberana. La idea era dedicar los 11.000 millones en intereses que vencían en el primer tramo de 2002 a unos fondos de emergencia alimentaria y asistencia social. El flamante mandatario no se privó de prometer un millón de puestos de trabajo (el desempleo rozaba el 20% y el subempleo era por lo menos diez puntos mayor), la creación de un seguro de desempleo de 300 pesos para cada cabeza de hogar y de 60 pesos por hijo de hasta 18 años, y la revocación del recorte salarial del 13% para pensionistas y empleados públicos aprobado por el Gobierno anterior.
Rodríguez Saá hizo hincapié en el recorte del gasto político, con bajadas de salarios de los altos funcionarios del Gobierno Nacional, la supresión de ministerios, la congelación de vacantes en la administración pública y hasta la puesta en venta del parque móvil y los tres aviones de la Presidencia de la Nación. No obstante, confirmó el mantenimiento del corralito de los ahorros y la Ley de Convertibilidad de 1991, que establecía la paridad fija entre el peso y el dólar y que prohibía toda emisión de moneda sin el debido respaldo en las reservas internacionales de divisas. Su derogación supondría la transformación a pesos (pesificación) de todos los depósitos bancarios y deudas de particulares compradas en dólares seguida inmediatamente de una devaluación controlada; ello levantaría el corsé sobre el comercio de los productos nacionales en los mercados internos y externos y atraería inversiones productivas, abriendo así el camino a la recuperación económica, pero al precio de mermar el poder adquisitivo de asalariados, pensionistas y ahorradores, y con un elevado riesgo de escalada en los precios.
Entre estas dos «opciones falsas», Rodríguez Saá se decantó por emitir una tercera moneda, el argentino, cuya función primordial sería inyectar liquidez al «consumo popular» y que sustituiría a los distintos bonos emitidos por los gobiernos provinciales para afrontar el pago de salarios, pensiones y prestaciones de desempleo, como los denominados patacones y las Letras de Cancelación de Obligaciones Provinciales (Lecop). El argentino, anunciado oficialmente por Rodríguez Saá el 26 de diciembre, se concebía como una unidad de cuenta fruto de la necesidad, flotaría ante el peso y el dólar en el mercado de divisas y no tendría respaldo del Estado en caso de ataque especulativo. Todo esta batería de medidas empezó a ejecutarse sin dilación, en notable contraste con la escasez de novedades que caracterizó a la administración aliancista.
Los observadores internacionales calificaron de «demagógicas» y «populistas» las primeras medidas del Gobierno de Rodríguez Saá y destacaron el tono «mitinero» de sus alocuciones a la nación, una proyección de voluntarismo a la antigua usanza peronista que si bien buscaba calmar a la población por otro lado aumentaba la desconfianza de los proveedores de créditos en las autoridades argentinas. Con su silencio, los acreedores foráneos denotaban un temor a que el Estado, según se desprendía de la moratoria de la deuda, se desentendiera de sus compromisos por tiempo indefinido. Otros echaron de menos un plan realista de reformas estructurales que, por ejemplo, estableciera un sistema de recaudación fiscal eficiente, cuya inexistencia había obligado a los gobiernos menemistas a endeudarse enormemente para contener el déficit.
Pero en Argentina, las dudas y aprensiones sobre Rodríguez Saá se expresaron sin cortapisas. Los liberales ortodoxos se lanzaron a predecir escenarios catastróficos por el desentendimiento de los preceptos fondomonetaristas, los economistas heterodoxos criticaron el desequilibrio entre las inversiones sociales prometidas y las partidas que se aseguraba poseer (de entrada, se contemplaba un déficit de 12.000 millones en el presupuesto federal de 2002), mientras que el ambicioso plan social no dijo nada a quienes estaba destinado. Ciertamente, tras los principios rectores de «libertad, igualdad, transparencia y austeridad» enumerados por Rodríguez Saá la ciudadanía percibió la continuidad de los viejos rostros y discursos políticos. Se cuestionaban varios nombramientos en el Ejecutivo, en particular los de Carlos Grosso, antiguo intendente porteño, para jefe de los asesores del Gabinete, y José María Vernet para canciller y ministro de Defensa, ambos encausados por corrupción durante la administración de Menem.
Peor aún para Rodríguez Saá, ya su primer discurso, rico en retórica triunfalista, pareció a muchos menos más el de un presidente con fecha de caducidad que el de uno con trazas de perdurar. El ex gobernador puntano, con sus proclamas laudatorias a las víctimas de la dictadura militar y los trabajadores, y sus frenéticas conversaciones con los distintos agentes sociales, parecía esbozar su candidatura a las presidenciales de marzo (al amparo de la Ley de Lemas, estaba perfectamente facultado para hacerlo), con la consiguiente alarma de los caudillos regionales que lo habían elegido en la creencia de que se contentaría con su papel de transición. A mayor abundamiento, los bancos dieron largas a su demanda de que se flexibilizara el corralito, que era la espoleta de la cólera popular, como su «contribución a la paz social». Transcurrida su primera semana en la Casa Rosada, Rodríguez Saá sólo contaba con el apoyo de la vieja guardia de la Confederación General del Trabajo (CGT), la potente central peronista, que puso «el movimiento obrero a su disposición».
Así estaban las cosas cuando el 29 de diciembre los acontecimientos se precipitaron, llevándose por delante al recién nombrado presidente. En una reedición de los sucesos del 19 de diciembre, estalló una fortísima algarada popular en Buenos Aires al tiempo que grupos de incontrolados desbordaron a la Policía y asaltaron el edificio del Congreso de la Nación, donde provocaron destrozos e hicieron piras en la calle con muebles, bustos y cortinajes. Los miembros del Ejecutivo pusieron sus cargos a disposición del presidente, que no se pronunció a la espera de la reunión del día siguiente en su residencia presidencial de Chapdmalal a la que estaba convocada la dirigencia del partido para discutir la creación de un nuevo gabinete, la aplicación de un nuevo plan económico y el futuro del argentino, del que todavía no se había impreso un solo billete.
A la cita del 30 de diciembre sólo acudieron seis de los 14 gobernadores justicialistas, escenificando el enfado general por los «graves errores» y «apresuramientos» de un presidente que, se quejaban, no les había consultado en sus decisiones gubernativas y, se adivinaba, no se había atenido a lo pactado: la Presidencia interina a cambio de convocar elecciones anticipadas y su no concurrencia en las mismas. El presidente viajó a San Luis y desde allí, con un tono de acrimonia, anunció su dimisión «indeclinable», de la que responsabilizó a las «actitudes de mezquindad y retaceo» exhibidas por los dirigentes provinciales, arremetiendo particularmente contra de la Sota por «priorizar la interna partidaria a los intereses de la patria».
Puesto que Ramón Puerta dimitió al punto como presidente provisional del Senado, la jefatura del Estado en funciones recayó en el segundo en la línea de mando, el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Óscar Camaño, peronista, que la asumió de hecho el último día del año por abandono del titular y de derecho el 1 de enero, cuando la Asamblea Legislativa admitió la dimisión de Rodríguez Saá y consiguientemente declaró vacante la Presidencia. El mismo 1 de enero de 2002 los legisladores eligieron a Duhalde, que se había distanciado ostensiblemente de su colega peronista, nuevo presidente interino, con mandato ya hasta diciembre de 2003, sin elecciones de por medio. Duhalde prestó juramento como quinto presidente de Argentina en trece días y con la misión extraordinariamente delicada de levantar un país hundido por la doble fractura en su sistema económico y en la relación entre gobernantes y gobernados.
El presidente titular más efímero en la historia de la República Argentina está casado desde 1973 y es padre de cinco hijos. En 1998 fue distinguido por el Gobierno chileno con la Orden al Mérito en grado de Comendador. En las reseñas biográficas divulgadas consta que es un forofo del club de fútbol River Plate y amigo personal del presidente norteamericano George W. Bush desde la época que se desempeñaba como gobernador de Texas, estado que mantiene una estrecha relación con San Luis a partir de distintas inversiones en los sectores agrícola, minero y de telecomunicaciones.
(Cobertura informativa hasta 30/1/2002)
05/02/2017 a las 7:19 PM
!!! CHE CARLA DE LANUS … TE RESPONDO AHORA PORQUE EN EL INFORMADOR NO PUSIERON TU NOTA…!!! SEGUROOOO…!!! TE ESTOY CAGANDO EN TU JETA…!!! TE OLVIDASTE DE JUAN SAA ALIAS «LANZA SECA» , QUE PUSO A DISPOSICIÓN DE LA PATRIA MAS DEL 50% DE LOS HOMBRES PUNTANOS PARA SU LIBERACIÓN…!!! SI VAS A PONER TODO PONE TAMBIÉN ESTO…!!! Y SERA JUSTICIA…!!!
03/02/2017 a las 9:01 PM
Ché ¿no es el Alberto Sorete Sáa, el sátrapa que quiere «independizar» su feudo? No sirven estos Barros Scheloto (Asís dixit) NI PARA PRESIDIR UN CLUB DE BOCHAS: (Al Adolfo lo echaron un corte de luz [lo màs normal en Argentonga, porque era verano] y 4 cacerolos en chancletas. Si estos dos SORETES come gatos son «estadistas», yo soy Trump.
03/02/2017 a las 10:15 PM
si este hdep discriminara judios se armaria una red de protesta
pero discrimina argentinos nacidos en otras provincias y eso
parece no ser problema
cuando intervienen la provincia?
Mas serio: cuando se termina la ficcion «federal»
la Argentina no es una nacion federal en los hechos
Una cosa es ,por ejemplo, Cordoba, Mendoza, buenos Aires, Santa fe etc
y otra cosa es, por ejemplo, Santa Cruz
Cuando yo era chico habia provincias y Territorios Nacionales
quienes deberian ser la mayoria…
dejense de joder con los burocratas federales y gobernadores tercermundistas/africanos
03/02/2017 a las 3:48 PM
Y si …
El problema de Macri justamente son sus hombres mas cercanos.
Si se los saca de encima (Marquitos a la cabeza) va a demostrar que entendio lo que es la politica.
Seria un suicidio politico? en todo caso, solo en grado de tentativa, para buscar ayuda y empezar una nueva vida. Pero, para eso hay que tener una ductilidad e inteligencia natural que no le veo, ademas de sangre de pato; eso si parece tener, pero tal vez solo parece.
Esto es asi porque ya las medidas que se les vienen ocurriendo (el quilombo de las cuotas que va a aplastar aun mas el consumo, el traspaso de la justicia nacional a la ciudad que nadie en la justicia quiere, el intento de terminar con la feria judicial tradicional que ninguno de los 70000 matriculados de capital quiere, lo que pretenden hacer con los alquileres, usar el helicoptero para buscar a la mujer en Punta aunque corresponda por protocolo etc, etc) ya molestan a cada vez mas sectores de la clase media, muchos de los cuales no los volverian a votar en estas condiciones; ni hablar de los asalariados ni mucho menos de los obreros.
Tiene que entender que en primera vuelta perdio, y que la mitad, por lo menos, de los votos que lo llevaron a donde esta fueron por espanto, de ningun modo por amor.
Ya que le gusta meditar, deberia acostarse todas las noches diciendo: «gracias, Anibal Fernandez, gracias Anibal Fernandez …», bajar un poco la soberbia y entender que no esta tratando de gobernar ni Chile (sociedad aun fuertemente estratificada) ni Uruguay (sociedad con problemas de identidad, confundidos a veces con buena educacion), sino la Argentina, tierra singular, inefable y aun, gracias a Dios y a pesar de muchos, aun indomita.
Va de onda, como siempre.
03/02/2017 a las 6:05 PM
Su comentario es correcto, Señor.
Alienta a seguir en lucha una presencia como la suya, en un hostil clima que va apuntando a una Guerra Civil por casi nadie querida, pero que todos sufrirán de ocurrir.
Guille
03/02/2017 a las 5:29 PM
En las elecciones pasadas los sectores Esmeralda y Fenix fueron unidos. Y PERDIERON. O sea que se vuelvan a unir no es sinonimo de victoria. Y, e esta oportunidad, no cuentan con la «caja» de la gobernacion.
Que formen un frente unico con Massa es imposible ya que estas son legislativas y Massa ya ha dado sobradas muestras de presetarse junto a Stolbizer.
O sea que, por mas especulaciones que se hagan, puede ocurrir algo similar a la primera vuelta electoral de 2015 pero esta vez sin fraude.
04/02/2017 a las 6:40 PM
Claro que si….Seria patetico para cualquier ciudadano encontrar en la misma lista a los de Massa,èl incluido(Alberto F., pero puede aparecer en cualquier otro lado…, Caamaño, Sola, Bossio, De mendiguren, etc.), los KK(Kici, cfk, Delia, Esteche, Scioli, Zanini, Larroque, Anibal, etc.) y los federales(R.Saa, Gioja, Urtubey, etc.), y no se olviden de los sindicalistas y sus hijos……
Ademas no creo, como señala el articulo, que sea el gobierno el que impulsa la division peronista en la PBA, la misma se genera espontaneamente y por propia supervivencia e incluso, propia conveniencia.
Cada quien se debe responder -SINCERAMENTE-preguntas elementales como:
UD. votoria en una misma lista de unidad a Massa, CFK, Kici, Bossio, Larroque, Cabandie, R.Saa, Scioli, Parrilli Sola??????
En verdad al gobierno le conviene que vengan juntos….cuanto mas juntos mejor….
El curro del recuento de votos va a ser menor tambien, como ud.sugiere no tiene caja suficiente, y corren el riesgo de algo heroico hasta las elecciones que liquide la lista sabana de papel y se logre meter algo de control con la electronica.
03/02/2017 a las 7:47 PM
SEGURO SERA PARTE DEL DINERO QUE EL SOCIO ARRIBAS NO DECLARO, NI PUEDE ACLARAR DE CURROS VARIOS, FUTBOL, ETC. ESTABAN EN EL BANCO SUIZO DE URUGUAY?
Ultima noticia:
POLÉMICA
¿Bolsos de un banco suizo en el helicóptero presidencial? La foto que Macri debería aclarar
Para evitar toda suspicacia y poner fin a rumores y malentendidos, Mauricio Macri debería brindar alguna explicación sobre la imagen que publicó el diario uruguayo El País, en la que se ve un vehículo del banco suizo Julius Bär Group al lado del helicóptero presidencial que fue a buscar a Juliana Awada a Punta del Este. En la foto se evidencia cómo dos hombres sacan bolsos de la camioneta para ingresarlos en el transporte oficial, y en las redes sociales ya comenzaron las repercusiones, por lo que sería prudente que exista una aclaración oficial.
03/02/2017 a las 7:48 PM
SEGURAMENTE MANDARAN A LAURA ALONSO O CARRIO PARA QUE EXPLIQUEN….O A ARRIBAS…..
Patetico
04/02/2017 a las 12:10 PM
Que gracioso. Acabo de leer la explicacion no solo del helicoptero para buscar la primera dama de Laura Alonso…..sino que la presencia del vehiculo del banco suizo es porque «es sponsor del aeropuerto» Claro los bolsos del banco suizo, con login y todo, que subieron al avion, ahora dirán los usaron en ese caso para poner el snack para el viaje………
Patetico, como la venta de los cuadros de Arribas, que ahora se transformaron en departamento o que se yo…..pero nunca jamás coimas y transfugadas de impuestos como en el caso de las transferencias de jugadores de futbol….
Realmente son un asquete, tal como la sra. kretina. Roban pero con otros modales y formatos……