Por Carlos Tórtora.-

El pronunciado giro de Alberto Fernández hacia el kirchnerismo duro obliga a un reposicionamiento de todos los actores del poder. La confrontación con la justicia es ahora el nuevo eje de la acción de gobierno y casi desaparecen las diferencias entre el discurso presidencial y el de Cristina Kirchner. En el oficialismo, el dirigente más golpeado por la nueva retórica del presidente es, sin duda, Sergio Massa. Éste representa en la coalición gobernante al sector más moderado y centrista, con un discurso superador de las antinomias. Massa deberá intentar disimular su disgusto por la belicosidad del gobierno o bien salir a diferenciarse, con el riesgo de tener que romper con el kirchnerismo. Dado el temperamento del líder renovador, lo más probable es que éste baje su perfil hasta que vengan tiempos mejores. La duda es acerca de qué pasará si el gobierno hace de la guerra con la justicia su principal bandera electoral. Hasta ahora, Massa siempre había encontrado en el presidente un factor de moderación de las crisis, lo que hoy parece imposible.

No es tiempo de pacifistas

El otro perdedor con la actual situación es Horacio Rodríguez Larreta, que es un predicador de la antigrieta. El jefe de gobierno se encuentra ahora con que la agresividad del gobierno hará crecer a los halcones del PRO encabezados por Patricia Bullrich. Los duros del PRO se sienten a gusto con un escenario de persecución a la justicia, en el cual ellos atacaran a fondo al gobierno. La postura dialoguista de Larreta deja de tener sentido en este contexto, cuando la Casa Rosada da a entender claramente que no desea dialogar.

La pregunta que puede hacerse es por qué eligió AF este momento para pasar a la confrontación. El fracaso de la política económica puede brindar una explicación. Para disimular esto durante un tiempo, el kirchnerismo lanzaría su renovada épica del combate contra la corporación judicial. Si sale airoso de esta prueba, estaría en condiciones de ejecutar un mayor intervencionismo sobre los mercados.

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