Por Carlos Tórtora.-

La gira internacional de Javier Milei se convirtió en un vía crucis, porque la prensa internacional destaca ahora la enorme derrota sufrida por él. En un sentido estricto, el presidente sólo cosechó lo que sembró: negoció de mala gana con los gobernadores y los bloques opositores, los insultó y descalificó de todos los modos posibles y ahora se muestra sorprendido porque muchos diputados que habían pactado con el gobierno votaron en contra de artículos sustanciales de la ley ómnibus, al punto que obligaron al oficialismo a dar marcha atrás y enviar el proyecto a comisión nuevamente. O sea, un punto muerto del cual le será difícil salir.

Los nuevos exabruptos de Milei desde Tel Aviv indican que se dispone a dar batalla. Esto es, no reconocer la enorme torpeza del oficialismo y refugiarse en su círculo de incondicionales: Nicolás Posse, Luis Caputo y Patricia Bullrich, que con su policía brava le hace creer al gobierno que tiene la situación bajo control.

La consulta

Anoche, la versión más reiterada era que Milei se dispone a jugar su carta más fuerte. Esto es, su poder electoral, convocando a una consulta popular. En este punto y como suele ocurrirle, a Milei no lo ayudan las leyes. La 25432 reglamenta la consulta popular establecida por la Constitución. Su artículo 2 dice que la ley para convocar una consulta popular vinculante requiere la mayoría absoluta de los miembros presentes de cada una de las cámaras. El voto es obligatorio y si el proyecto obtiene mayoría se convierte automáticamente en ley. Pero para Milei es imposible hoy obtener el voto de la mayoría absoluta de las cámaras.

Pasemos a la consulta no vinculante. Esta también requiere para su convocatoria del voto de la mayoría absoluta de las cámaras pero, en caso de obtener mayoría el proyecto, sólo ocurre que el mismo deberá ser incorporado en la agenda parlamentaria del año.

En síntesis, la pretensión de Milei de plebiscitarse depende del Congreso y es inviable.

Con pocas opciones

Acorralado por su derrota en el Congreso, la lógica de la política indicaría que el presidente debería dar señales de que acepta la derrota y se prepara para negociar lo que se pueda con la oposición para salvar algo de su ley ómnibus. Pero la lógica del libertario es otra. Él debe ir contra las leyes de la política y jugar a todo o nada. Siguiendo esta lógica, hay que esperar un aluvión de DNU. Jugaría con fuego el gobierno porque, si el Congreso continúa reaccionando, podría derogar el mega DNU y dejarlo en un KO técnico.

La pérdida de poder que está sufriendo Milei es casi imposible de revertir, porque muchos de sus seguidores lo apoyaban en la creencia de que iba a derrotar fácilmente a una desprestigiada casta. Pero ocurre en realidad que la casta movió los mecanismos institucionales y dejó sin oxígeno al libertario.

Más allá del conspirativismo que suele aflorar en momentos como éste, lo cierto es que hoy son válidas las especulaciones acerca de si Milei puede subsistir 4 años rodeado por gobernadores, diputados y senadores que no controla y que le impiden ejecutar una política económica de todo o nada. Poco puede esperar además el presidente de la Corte Suprema, que difícilmente corra en auxilio de la Casa Rosada declarando la constitucionalidad del DNU, si ve que el Congreso está fuera de control del gobierno. La subsistencia del oficialismo depende de una inestable mayoría que tiene en la opinión pública. Una vez perdida ésta, sólo se sustentará en la legalidad formal, que suele servir de poca cosa.

Tal vez a su paso por Roma el presidente obtenga algún consejo válido del Sumo Pontífice. Por el camino que va, Milei se acerca peligrosamente al precipicio y sus posibilidades de instaurar un régimen de partido único, como Nayib Bukele, son inexistentes.

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