Por Hernán Andrés Kruse.-

La Argentina, más dividida que nunca

Qué lejos quedó en el tiempo el espléndido discurso pronunciado por Alberto Fernández el día de su asunción. ¿Qué pasó con sus promesas de unidad nacional? A horas de su discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso la Argentina está más dividida que nunca. Hoy quienes imponen las reglas son los ultras de ambos bandos. El fanatismo es ley. La tolerancia y el respeto por el otro están en retirada.

Dentro de unas horas la oposición se hará sentir en pleno centro porteño. Será multitudinaria. Se escucharán voces clamando venganza. Se enarbolarán carteles incitando a la violencia. Se le pedirá a Néstor Kirchner que de una vez por todas se la lleve a Cristina. Acusarán al gobierno de ser una asociación ilícita. Insultarán a Alberto Fernández por haber permitido que los amigos del poder se vacunen de manera ilegal. Los grandes medios de comunicación cubrirán el evento. Sus periodistas no se cansarán de alabar a los manifestantes. Es la Argentina conservadora y antiperonista que no ocultará su odio por el FdT.

El lunes 1 de marzo la otra Argentina se hará presente en las adyacencias del Congreso. También será multitudinaria. Es la Argentina antiliberal y peronista. Es la Argentina caudillista. Su odio es tan intenso como el odio de la Argentina liberal y antiperonista. Acusarán a esa Argentina de ser golpista, gorila, cipaya y vendepatria. Le rendirán pleitesía a Cristina y vivarán a Alberto Fernández. Algunos nostálgicos recordarán a Perón y Eva.

Esta tarde marcharán los sectores medios altos y altos. El lunes marcharán los sectores populares. Carlos Marx se hubiera hecho un picnic. Hubiera comprobado que en este lejano país la lucha de clases lejos está de ser una quimera. La Argentina liberal y antiperonista desprecia a la Argentina caudillista mientras que ésta odia a aquélla. La Argentina liberal y antiperonista se considera superior a la Argentina caudillista, cree que el país le pertenece, no soporta que los de abajo detenten el poder. La Argentina caudillista cree que la otra Argentina es culpable de todas sus desgracias. Está convencida de que la pobreza es originada por la explotación a la que la somete la Argentina liberal y antiperonista.

La Argentina que marcha esta tarde adora a Mitre, Sarmiento, Avellaneda y Roca. La Argentina que marchará el lunes adora a Rosas, Quiroga, Peñaloza y Juan Domingo Perón. Para la Argentina caudillista la única constitución legítima es la de 1949 mientras que para la Argentina liberal la única legítima es la constitución de 1853. Considera que está plenamente vigente la histórica dicotomía de Sarmiento “civilización y barbarie”. Ella es la civilización y la otra Argentina es la barbarie.

Son dos Argentinas que se odian y que se han visto obligadas a convivir en un mismo territorio a partir del 25 de mayo de 1810. La Argentina liberal sueña con la desaparición de la Argentina caudillista y ésta sueña con la desaparición de aquélla. La democracia como filosofía de vida es, lamentablemente, un sueño inalcanzable, una utopía.

Una moderación imposible

Esta reflexión es fruto de la lectura de un artículo de Eduardo Fidanza publicada hace unas horas en Perfil. Su título es “Alberto no puede ser moderado”. Como bien señala el autor los mejores momentos de Alberto Fernández coincidieron con su estilo moderado de ejercicio del poder. Por el contrario, los peores tuvieron lugar cuando se vio obligado a “mostrar los dientes”.

Alberto Fernández es un emblema de la moderación. Para él la política es sinónimo de diálogo, de concertación. Detesta el conflicto, se siente incómodo cuando tiene que subirse al ring. En cierto sentido me hace acordar a dirigentes como Enrique Nosiglia y José Luis manzano, expertos en la rosca política. Como bien señala Fidanza el pueblo valora sobremanera la moderación política. Ello explica la altísima imagen positiva del presidente durante los primeros tiempos de la pandemia cuando aparecía en televisión flanqueado por Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof. Fueron sus momentos de gloria.

Ahora los tiempos son muy diferentes. Este sábado habrá una marcha opositora para protestar por el vacunagate. A manera de réplica, el lunes e1 el FdT hará otra marcha en respaldo de Alberto Fernández. Los golpes recibidos en la última semana -el vacunagate y la sentencia contra Lázaro Báez- lo han obligado a subirse al ring. Cuando estuvo en Corrientes en el homenaje al gran militar se notó con nitidez el esfuerzo que tiene que hacer para mostrarse enérgico y combativo. No tuvo más remedio que mostrar un rostro que no es el suyo. Es probable que recién ahora comience a darse cuenta de que en la Argentina el presidente no puede ser un cultor de la moderación.

La historia se ha encargado de demostrarlo desde que se produjo la Revolución de Mayo. ¿Podían ser moderados, por ejemplo, los Moreno, los Urquiza, los Mitre, los Sarmiento, los Roca, etc.? De haber cultivado la moderación hubieran sido devorados por los caudillos provinciales. Muy a menudo los enemigos de Sarmiento lo acusan de haber sido impiadoso con las montoneras del interior. Efectivamente, Sarmiento no tuvo piedad con los caudillos. ¿Pero podía darse el lujo de ser un blando? Cuando se analiza el comportamiento de un presidente siempre hay que tener en cuenta el contexto social, político y cultural que lo rodea y la tradición histórica del país que gobierna. Es imposible ejercer el poder con moderación en un país como la Argentina, donde la tradición caudillista es muy fuerte.

Creo que a partir de ahora Alberto Fernández deberá olvidarse de los buenos modales. De aquí a las elecciones la oposición actuará con el cuchillo entre los dientes, será implacable. Ante semejante escenario el presidente deberá imitar, por ejemplo, a Néstor Kirchner. El santacruceño siempre comprendió cómo se debe gobernar en la Argentina: con mano de hierro. Así lo hizo en Santa Cruz y luego en la Casa Rosada. El presidente deberá tener en cuenta que, en el fondo, la Argentina del siglo XXi no se diferencia demasiado de la Argentina del siglo XIX.

El escándalo del “vacunagate” y la hipocresía de la oposición

El gobierno jamás imaginó que el más grave escándalo que lo sacude desde diciembre de 2019 fuera consecuencia de la decisión de Horacio Verbitsky de prender el ventilador. Al reconocer que fue vacunado en el Ministerio de Salud gracias a su amistad con Ginés González García, la opinión pública se estremeció. Y con justa razón. Porque las vacunas que deberían haber sido utilizadas para vacunar al personal sanitario fueron a parar al hombro de los amigos del poder. Nada más injusto e irritante que la existencia de privilegios en materia de salud. Porque en medicina todos somos iguales, todos somos importantes. El vacunagate es la inmoralidad en su máxima expresión. Para algunos que saben derecho el ahora ex ministro podría haber incurrido en el delito de incumplimiento de los deberes de funcionario público. Un escándalo fenomenal cuyas consecuencias electorales son por ahora imposibles de mensurar.

El presidente se encuentra desbordado por la situación. Tomó la decisión de echar al ministro ese mismo viernes creyendo que de esa forma lograría darle un corte definitivo al asunto. El despido de Ginés fue tan sólo el comienzo. Como expresó una periodista de A24 “esto recién es el comienzo”. Tiene razón. Los grandes medios de comunicación harán lo imposible por mantener viva la llama de la indignación popular, si es posible hasta el día anterior de las elecciones (si es que las hay). El presidente deberá, pues, resignarse a convivir con semejante estado de ánimo por varios meses más, salvo que dentro de un tiempo se produzca otro escándalo de envergadura que haga olvidar al vacunagate.

Para la oposición el vacunagate fue un regalo inesperado. El gobierno le sirvió en bandeja la cabeza de Ginés. Lo único que consiguió fue envalentonar a la fiera. Fue entonces cuando emergió en toda su magnitud la hipocresía de la oposición, su doble moral. Uno de los invitados que más está recorriendo los estudios televisivos es el doctor Adolfo Rubinstein, quien tuvo a su cargo el manejo de la salud pública durante la presidencia de Macri. Pues bien, este médico, que ahora no se cansa de criticar con dureza a Fernández y González García, fue el responsable del vencimiento de 2 millones de vacunas. Ello significa que miles y miles de personas no pudieron ser vacunadas por esa “negligencia”. Si lo de Ginés fue incumplimiento de los deberes de funcionario público, ¿no lo es también lo de Rubinstein? Y desde el punto de vista ético es tan reprochable la actitud de Ginés de permitir la vacunación de los amigos del poder como la de Rubinstein de no impedir el vencimiento de las vacunas.

Pero esto no es todo. En las últimas horas se tuvo conocimiento de otro escándalo sanitario en la CABA. Aparentemente Larreta y su ministro de Salud, el doctor Ferrán Quirós, serían los responsable de la privatización de la vacunación en la Ciudad de Buenos Aires. En las últimas horas el juez federal Ariel Lijo decidió el envío de la Gendarmería al Ministerio de Salud porteño y a una asociación civil ligada a JpC que habría funcionado como vacunatorio. Luana Volnovich, titular del PAMI, manifestó que la obra social de los jubilados no fue convocada para esos convenios. No sería de extrañar que en un futuro no tan lejano haya jubilados vip, es decir, jubilados que, por ser clientes de una prepaga, estén en condiciones de vacunarse mientras que los jubilados del PAMI quedarían a la intemperie.

Si hay algo positivo para rescatar de esta pandemia es que puso al descubierto todas nuestras miserias morales. Porque hay que ser miserable para priorizar la vacunación de los amigos del poder, permitir el vencimiento de vacunas o dar el visto bueno a la privatización de la vacunación. No se trata del FdT ni de JpC en particular. Se trata de una clase política que a la luz de los acontecimientos no hace más que confirmar lo que todos sospechamos desde hace muchísimo tiempo: que es miserable, egoísta y amoral.

El mal humor presidencial

Alberto Fernández estuvo hoy en Yapeyú donde participó de un homenaje al general San Martín. Al hacer uso de la palabra no logró ocultar su malhumor provocado por el vacunagate. “Que me dediquen las tapas que quieren”, fue su frase más sonora dedicada, obviamente, a los medios de prensa que no han ahorrado críticas a su gobierno a raíz del escándalo. Criticó a quienes le dijeron “que traía una vacuna que era veneno y ahora todos parecen querer envenenarse”. Luego expresó: “Sentimos que el esfuerzo que ponemos en el gobierno nacional para ir a buscar vacunas en el mundo, vemos que nos enredan en discusiones y debates que no son los importantes. Porque nadie vino a decirme que hizo una gestión en China para conseguir una vacuna, o una gestión en Estados Unidos para conseguir una vacuna, o una gestión en Inglaterra para conseguir una vacuna, nadie vino a ofrecerme eso, lo tuvimos que hacer solos en compañía con los gobernadores”. “Cuando pienso en claudicar, pienso en San Martín” (fuente: Infobae, 25/2/021).

Es entendible su estado de ánimo. Está furioso no por el hecho de que amigos del poder se hayan vacunado sino porque ese acto inmoral fue descubierto. Para colmo no logra frenar la onda expansiva provocada por el hecho. Seguramente creyó que bastaba con tomar una decisión drástica, como lo fue el despido de Ginés González García, para apagar el incendio. No sólo no lo logró sino que a partir de entonces el fuego creció a pasos agigantados. Como era previsible los medios de comunicación enfrentados con el gobierno dieron comienzo a una tarea que conocen de memoria: dedicar varias horas por día al tratamiento del tema, en una evidente intención de esmerilar la autoridad presidencial. Ello explica la bravuconada de Alberto en Corrientes: “que me dediquen las tapas que quieran”. Aludía fundamentalmente a Clarín y La Nación, los popes del establishment mediático.

Cabe reconocer que el presidente reaccionó al mejor estilo kirchnerista: dobló la apuesta. Su mensaje fue: “publiquen lo que se les de la gana, no me importa”. Pero todo el mundo sabe que sí le importa lo que publican esos medios. Sus palabras olieron más a catarsis que a otra cosa. Después de todo es un ser humano, no un dios del Olimpo. Lo ideal hubiera sido que el mismo viernes a la noche o durante el fin de semana antes de emprender el viaje a tierra azteca, hubiera brindado una conferencia de prensa para explicar al pueblo lo que había pasado. Seguramente pensó en esa alternativa pero la debe haber desechado por considerarla extremadamente peligrosa. Prefirió descerrajar munición gruesa contra los medios desde México, en compañía de AMLO. Creo que no fue la estrategia más aconsejable. Pero bueno, el presidente y sus asesores saben mucho más de política que uno y se convencieron de que vociferando al lado de un anfitrión amigable era lo mejor que podía hacer.

También manifestó algo realmente increíble: nadie vino a ofrecerme ayuda para conseguir vacunas, “lo tuvimos que hacer solos en compañía con los gobernadores”. Se presenta como un ser indefenso, débil, que con poca ayuda se vio obligado a acometer una empresa gigantesca. Pero Alberto Fernández no es cualquier ciudadano. Es el presidente de la nación, el político más poderoso del país. Es cierto que sigue teniendo serias dificultades para adquirir el número necesario de vacunas para garantizar la inmunidad de rebaño, pero también lo es que a un buen número de presidentes les viene pasando lo mismo. Pero como se dice coloquialmente “el calavera no chilla”. Nadie lo obligó a ser presidente. Está sentado en el sillón de Rivadavia porque aceptó la invitación de Cristina de encabezar la fórmula del FdT y fundamentalmente porque el pueblo lo eligió. Sabe muy bien que en un sistema hiperpresidencialista como el nuestro casi toda la responsabilidad de gobierno recae sobre sus espaldas. Y uno de los deberes esenciales es el de velar por la salud de la población, aun en situaciones extraordinarias como la actual.

La dura sentencia contra Lázaro Báez: la grieta insalvable

La oposición y los medios hegemónicos están de fiesta. El motivo: la dura sentencia contra Lázaro Báez, sus hijos y otras personas en la causa “ruta del dinero K”. Anoche, en La Nación+ los periodistas Eduardo Feinmann y Jonathan Viale, por ejemplo, no ocultaban su alegría. Ni qué hablar de Jorge Lanata y Nicolás Wiñazki en TN. El antikirchnerismo está eufórico porque cree ver en el horizonte la posibilidad cierta de una condena a la enemiga perfecta: Cristina Kirchner. En el día de la fecha (25/2) Clarín y La Nación publicaron una serie de artículos que reflejan ese estado de ánimo. La idea medular es la siguiente: se hizo justicia. Los miembros del Tribunal Federal 4 supieron estar a la altura de las circunstancias. Con una sentencia ejemplar derribaron el principal argumento esgrimido por el kirchnerismo: el lawfare.

Así se expresa, por ejemplo, Daniel Santoro (Clarín, “Los argumentos de la condena a Lázaro Báez podrían complicar a Cristina Kirchner”, 25/2/021):

“El fallo del tribunal oral federal 4 en el juicio oral por la Ruta del Dinero K aplicó severas condenas de prisión y elevadísimas multas por la operatoria de lavado de dinero de Lázaro Báez, el socio comercial de Cristina Kirchner. Pero los argumentos de la sentencia recién se conocerán el 26 de abril. En la instrucción de la causa el juez federal Sebastián Casanello dictaminó una falta de mérito, es decir no la sobreseyó ni la procesó a la ex presidenta, en esta operatoria. A pesar de que el financista Leonardo Fariña confesó que Báez había ido a la residencia de Olivos donde Cristina le recriminó que estaba lavando tantos euros en la city porteña que la embajada de EE.UU. había advertido la maniobra, entre otros indicios. Casanello pedía una prueba directa de ese supuesto vínculo financiero, más allá de que eran socios en la construcción de casas y el alquiler de los hoteles familiares de los Kirchner. Pero los argumentos que se conocerán el 26 de abril podrían complicar a la vicepresidenta. El TOF 4 en la mayoría de las condenas siguió los pedidos del fiscal del juicio Abel Córdoba, y su auxiliar Juan Manuel Gaset. En su alegado, Córdoba consideró que “los delitos precedentes al lavado de activos -fraude en la obra pública y evasión fiscal-, conforme se habían descripto en el requerimiento de elevación a juicio, se encontraban acreditados con la suficiencia que exige una investigación de estas características”. Si el TOF 4 hace suya esta posición de la fiscalía complicaría a la vicepresidenta Cristina Kirchner en la causa Vialidad donde sí esta procesada. Sucede que si el delito precedente del lavado era la obra pública concedida a Austral Construcciones con sobreprecios y otras irregularidades, los argumentos podrían ser expuestos en la causa Vialidad.

En la condena a Báez hay otra pista. El tribunal rechazó la nulidad del juicio por haberlo realizado separadamente de las causas conocidas como “Hotesur”, “Vialidad”, “Los Sauces”, y las demás causas de evasión impositiva. Este pedido fue introducido por la defensa de Julio Mendoza, el socio de Báez en Austral. Baste recordar, que los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner le dieron 3 mil millones de dólares en contratos a una empresa constructora puesta en marcha unos días antes de que el santacruceño asumiera la presidencia en el 2003. La cámara federal porteña, con Martín Irurzun a la cabeza, había sugerido sin éxito que se investigara el argumento de la obra pública como delito precedente de la Ruta del Dinero K. Es más quería que los juicios Vialidad, La Ruta del Dinero K y Hotesur se hicieran juntos. Este es uno de los motivos por los cuales Cristina quiere echar a Irurzun de ese cargo. Otro argumento que complicaría a Cristina es que el TOF 4 no escuchó ni uno de los reclamos de lawfare que hizo Báez y su contador Daniel Pérez Gadín, argumentando ser víctimas de una conspiración de la embajada de EE.UU., los medios y Comodoro Py. El tribunal solo escuchó argumentos jurídicos. Báez y Pérez Gadín trataron de sumarse como querellantes en la causa creada en Dolores por el Operativo Puf y denunciaron conspiraciones de todo color. Al margen de este debate sobre el delito precedente, la promesa del cristinismo a Báez de que sería recompensado si no se arrepentía no se cumplió. Ya tiene una primera condena a 12 años, más otros tres juicios en marcha, y cuatro hijos también condenados. Al margen de una multa de 1.320 millones de dólares que lo dejará sin patrimonio”.

(*) OPI Santa Cruz

Fuente: Clarín, 25/2/021

Para el kirchnerismo la sentencia fue una típica manifestación de lawfare, una nueva demostración de persecución política contra Cristina Kirchner. En su edición del día de la fecha (25/2) página/12 publicó un artículo de Raúl Kollmann (“Caso Lázaro Báez: un fallo contra Cristina Kirchner que ni siquiera figuró en el juicio”) que demuestra detalladamente las arbitrariedades en que habrían incurrido los magistrados.

“Jornada de lawfare. Tras una intensa presión mediática sobre una de las juezas, tal como anticipó PáginaI12, el Tribunal Oral Federal número 4 dio a conocer este mediodía otro fallo que se inscribe en la persecución orientada, en última instancia, contra Cristina Kirchner. Como se preveía, hubo una dura sentencia en la causa que los grandes medios llamaron Ruta del Dinero K, en el que finalmente no hubo ningún K, ya que no se encontraron ni cuentas ni sociedades ni bóvedas ni dinero oculto de los Kirchner. El empresario Lázaro Báez, principal imputado, fue condenado a 12 años de prisión, su hijo Martín a 9 años y el otro hijo, Leandro, a 5 años. El arrepentido Leonardo Fariña resultó con cinco años de prisión, lo que contempló un descuento de tres años por haber declarado como colaborador, es decir que la condena hubiera sido de ocho. En paralelo, el veredicto fue duro con el contador Daniel Pérez Gadin y el abogado Jorge Chueco, que trabajaban con Báez, ocho años cada uno; para el armador de sociedades ocultas Fabián Rossi fueron 5 años y el financista Federico Elaskar, cuatro. Las dos hijas del constructor santacruceño, Melisa y Luciana a tres años, pese a que no tuvieron participación alguna: el padre les usó los nombres para abrir cuentas, pero ellas ni siquiera firmaron. Todo es apelable ante la Cámara de Casación a partir del 26 de abril, cuando se conozcan los fundamentos, y la lógica es que las cosas terminen en la Corte Suprema. Lo que no se pudo conseguir con pruebas se intenta con los fundamentos. Dos de los magistrados, Costabel y Pallioti, sin que siquiera haya aparecido alguna evidencia en el juicio, dirán que el origen del dinero de Báez fueron ilícitos en la obra pública. Lo asombroso es que, en paralelo, se está haciendo el juicio específico sobre la construcción de rutas en Santa Cruz y la acusación está recibiendo una descomunal paliza: hasta los propios testigos de la fiscalía sostienen que es falsa la imputación.

Uno de los jueces del TOF 4 está claramente alineado con el macrismo, Néstor Costabel, por lo que la presión se ejerció sobre otra jueza, Adriana Pallioti, para que votara con Costabel. Tras dos feroces notas de grandes medios contra ella, la magistrada cambió su decisión y votó todo con Costabel. La otra magistrada, Gabriela López Iñiguez, votó en disidencia, tanto en los fundamentos como también en el monto de las penas, aunque también condenó prácticamente a todos. La jueza sostiene, en un texto que dio a conocer, que “Lázaro Báez amasó una fortuna en dinero negro, millonaria en dólares, producto de la defraudación tributaria, que luego escondió en diversos sitios que abarcaron desde guaridas fiscales offshore a la simple acumulación de dinero físico, trasladado mediante bolsos en vuelos privados a Buenos Aires para ser finalmente externado mediante cuevas financieras de la city porteña”. La clave de la discrepancia está en lo que se llama el delito precedente. Para Costabel y Pallioti -lo dirán así el 26 de abril- el dinero provino de irregularidades en la obra pública en Santa Cruz, algo que casi no se tocó en este juicio. López Iñiguez, en cambio, dice que esa hipótesis no se probó de ninguna manera y que la plata viene de estafar al fisco. Asesorado por contadores y abogados de nivel evadió IVA y Ganancias. La jugada de Costabel y Pallioti va por otro lado: fundamentando que la plata venia de la obra pública, los dos jueces tienen el objetivo de apuntar a CFK, sea como sea, aunque en el juicio ni se tocó la construcción de rutas en la provincia sureña. Otros dos aspectos marcaron las diferencias. Mientras la mayoría impuso los 12 años de prisión para Báez -a todas luces una desmesura-, López Iñiguez se inclinó por una pena que de ninguna manera era baja: siete años y seis meses de prisión. El concepto fue el siguiente: que no puede haber desproporción en las penas entre el cliente (Báez) que usa cuevas, financieras y agentes de bancos internacionales para ocultar dinero y los dueños de esas cuevas, financieras y bancos internacionales. Nadie de los bancos suizos estuvo sentado en el banquillo de los acusados, siendo que sin ellos no hay lavado posible. También fueron sacados de la acusación los verdaderos dueños de la cueva a través de la cual se sacó el dinero a Suiza.

Una crítica mucho más feroz expresa López Iñiguez respecto de la condena a las hijas de Báez. Considera que se trata de la expresión de una justicia sin perspectiva de género porque todo lo que ocurrió es que Báez desarrolló una conducta patriarcal apropiándose de los nombres de Melisa y Luciana, disponiendo de esos nombres para abrir cuentas cuando ninguna de las dos estaban ni siquiera enteradas y, por supuesto, no obtuvieron ningún beneficio de la utilización de sus nombres. El veredicto es el último episodio de las maniobras de este expediente que, sin dudas, baten récords. Presionaron al juez Sebastián Casanello para que dictamine que Báez era testaferro de los Kirchner, pero como no se encontró ni una prueba, intentaron sacarlo de la causa con dos testigos falsos, armados por la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), que declararon que el juez estuvo en Olivos hablando con CFK. Ambos testigos ya reconocieron la falsedad y se está definiendo la condena. Pero, por supuesto, el aparato de Comodoro Py frena la investigación sobre quién los mandó, es decir la AFI y Cambiemos. Casanello sostuvo que no existe ninguna evidencia de que el dinero de Báez tuviera relación con los Kirchner, esencialmente porque las sociedades y las cuentas ocultas estaban todas a nombre de Báez y sus hijos y hasta hubo un testamento en el que también los únicos beneficiarios eran los integrantes de la familia. O sea, no había vínculo con sociedades que tuvieran terminales en otros paraísos fiscales, la modalidad que se le descubrió ahora, en Luxemburgo, a Gianfranco Macri en el caso de los parques eólicos. En las maniobras intervinieron sociedades que eran propiedad de otras sociedades y al final del hilo existía una sociedad propiedad de Gianfranco. No fue el caso de Báez: sólo estaban sus hijos en las sociedades, las dos chicas sin saberlo.

Fue en este expediente que tuvieron a Báez cuatro años en la cárcel, con prisión preventiva, pero sujeto a una descomunal presión para que declare contra CFK. Encarcelaron a sus hijos, le grabaron los diálogos con sus abogados y con su pareja, los difundieron en los programas amigos. Todo el objetivo fue quebrarlo y que se convierta en “arrepentido”. En el juicio, la defensa de Báez admitió que el constructor sacó fondos a Suiza, a través de sociedades armadas en Panamá, pero sostuvo que el dinero se originó en las ganancias que retiró oficialmente de Austral Construcciones. Lo asombroso es que Báez trajo de regreso la mayor parte de los 55 millones de dólares escondidos en el exterior y lo hizo para participar de la licitación por las dos grandes represas de Santa Cruz. En ese concurso, Báez se presentó en asociación con Angelo Calcaterra, titular de Iecsa, del Grupo Macri. La alianza no pudo ganar aquella licitación. A lo largo del juicio, la defensa de Báez, encabezada por Juan Villanueva, presentó los boletos de venta de terrenos de un country que, a través de un fideicomiso, Báez puso en marcha en un enorme terreno comprado al colegio Northlands en Escobar. El barrio, llamado Norhville, fue loteado y Báez sostiene que ese dinero, en dólares como ocurre en la Argentina, fue el que se contó en SGI, una financiera que usaban muchísimas grandes empresas. Después, Báez compró SGI y gran parte del conflicto por el que se ventilaron aquellas imágenes, provino de que supuestamente no pagó la mitad de lo comprometido. Había dudas acerca de cómo abordarían los jueces esta cuestión. Pero como el objetivo es CFK, lo que más importa es la obra pública.

En el juicio sobre las rutas de Santa Cruz, la acusación está recibiendo una demoledora paliza. Ya se comprobó -incluso en una auditoría hecha por el propio macrismo- que el estado no pagó nada que no se hubiera construido; que es falsa la versión de que las rutas llevaran a la nada; también se demostró que las demoras en las obras fueron las habituales en todas las provincias argentinas. En las audiencias de este lunes y martes, declararon Omar Riveros y Julio César Romero, ambos integrantes de la Comisión Permanente de la Verificación de la Deuda de la Dirección Nacional de Vialidad. Ambos sostuvieron que los pagos adelantados de obras no fueron ninguna irregularidad, no fueron exclusivos de Santa Cruz sino que se otorgaron en casi todas las provincias y están contempladas en la legislación. En el juicio también declararon los dueños de otras constructoras de Santa Cruz que fueron absorbidas por Báez y contaron que no hubo ninguna presión, que el pago fue lento pero que les terminaron pagando y que vendieron sus empresas por razones familiares. Todos eran testigos de la fiscalía y terminaron declarando a favor de la defensa. En todo juicio no hay mención alguna a Cristina Kirchner: las obras se votaron en el Congreso y las licitaciones, adjudicaciones y control los hizo cada provincia, no el estado nacional. A lo largo del juicio sobre lavado de dinero no hubo referencias a la obra pública. Sólo alguna declaración del arrepentido Leonardo Fariña, pero está probado que desde la AFI, a través de un grupo de abogados, le guionaron lo que tenía que decir, porque Fariña no tuvo nunca relación con la obra pública, no sabía de licitaciones ni adjudicaciones y fue manejado por Cambiemos para meter por la ventana una acusación contra CFK. El aparato judicial-político-mediático de Comodoro Py se dedica a eso y, como en Brasil con Lula, dio a luz un veredicto teñido de persecución política”.

Como puede observarse Santoro dice “Blanco” y Kollmann, “negro”. Son tan antagónicos sus argumentos que impiden al lector imparcial arribar a una conclusión que considere adecuada. La única solución para ese lector es tomarse todo el tiempo del mundo para leer pacientemente el expediente y sacar sus propias conclusiones. Pero como casi con seguridad no es abogado deberá necesariamente contar con la ayuda de un experto penalista. Como esa solución es de imposible realización no le queda más remedio que optar entre la postura de Santoro y la de Kollmann. Aquí entran en juego los factores ideológicos y emocionales. Si el lector es macrista apoyará fervientemente la postura de Santoro. Si, por el contrario, es kirchnerista, abrazará la causa de Kollmann. Si es macrista dirá que Santoro tiene razón y que Kollmann miente. Si es, por el contrario, Kirchnerista dirá que Kollmann dice la verdad y que Santoro es un mentiroso.

Sonará un tanto superficial lo que estoy exponiendo pero es exactamente lo que sucedió anoche en los canales de cable. En los programas políticos de TN y La Nación+ Lanata, Wiñazki, Feinmann y Viale no se cansaron de alabar el fallo. Al mismo tiempo en el canal C5N Sylvestre y los suyos no hicieron más que despotricar contra los magistrados. La pregunta es, pues, la siguiente: ¿se hizo justicia? Es decir ¿Báez y compañía fueron justamente condenados? La feroz grieta impide todo intento por responder con imparcialidad. Santoro y Kollmann brindan argumentos tan convincentes que pareciera que ambos tienen razón. Lo real es que uno dice la verdad y el otro miente. Para los antikirchneristas Santoro dice la verdad. Para los kirchneristas Kollmann dice la verdad. ¿Y la justicia? Bien gracias.

Un duro golpe para el kirchnerismo

La Justicia acaba de propinarle otro duro golpe al kirchnerismo. El Tribunal Federal 4 condenó hace unas horas al empresario Lázaro Báez a 12 años de cárcel por la maniobra de lavado de dinero (55 millones de dólares). Es la famosa ruta del dinero K. Sus hijos también fueron condenados. Los magistrados decidieron luego de largos intercambios de opiniones no dar a conocer durante la sentencia qué delito previo fue tomado en consideración para acreditar la maniobra de lavado de dinero. El tema es por demás relevante ya que el fiscal Abel Córdoba había mencionado la causa de la obra pública, donde Cristina Kirchner es la principal acusada, y la de evasión fiscal. Según una importante fuente judicial si el tribunal decía que el dinero de Báez provenía de la obra pública, Cristina hubiera quedado en una situación sumamente delicada. Al final los magistrados, luego de un acuerdo, omitieron revelar la naturaleza del delito precedente. Sin embargo, pudo saberse que dos de los magistrados votaron por tener en cuenta ambos delitos, la obra pública y la evasión, y el restante magistrado votó por tener en cuenta solamente la evasión. Cabe recordar que en abril de 2013 el juez Sebastián Casanello y el fiscal Guillermo Maijuán dieron comienzo a la investigación judicial luego de un informe brindado por Jorge Lanata en su programa Periodismo para Todos (fuente: Infobae, informe de Nicolás Pizzi, 24/2/021).

No se necesita ser un fino analista político para percatarse de que en estos momentos están festejando con champagne JpC y todo el poder mediático anti K. Este mediodía habló en TN Graciela Ocaña, una de las denunciantes, y la satisfacción desbordada su rostro. En la vereda de enfrente todo debe ser bronca e impotencia. También miedo. El gobierno en general y el cristinismo en particular están pasando por el momento más delicado de los últimos tiempos. El viernes Verbitsky prendió el ventilador y estalló el escándalo denominado “vacunagate”. Ahora, la justicia condenó a gran parte de los acusados en la famosa causa que pasará a la historia como “la ruta del dinero K”.

Para los antikirchneristas los jueces que condenaron a Lázaro Báez y compañía no hicieron otra cosa que dignificar a la Justicia, honrar su profesión. Para los kirchneristas se trató de una nueva demostración de lawfare, de persecución política cuyo objetivo de máxima es encarcelar a Cristina Kirchner. Hace un rato leí en Facebook una reflexión de un importante funcionario del gobierno de Omar Perotti sobre este fallo. Dijo, palabras más, palabras menos, lo siguiente: “Ahora sólo nos queda resistir. La resistencia la llevamos en la sangre”. Para el kirchnerismo lo que acaba de hacer el Tribunal Federal 4 no fue un acto de justicia sino un acto de persecución política avalado por la corporación judicial, el poder mediático concentrado y JpC. Es un capítulo más de la guerra contra el kirchnerismo iniciada durante la presidencia de Macri y avalada, obviamente, por el presidente.

Semejante politización de una decisión judicial tan importante impide responder la pregunta fundamental: ¿estuvieron mal o bien sentenciados Báez y compañía? Es tal la profundidad de la grieta que resulta imposible brindar una respuesta conforme a derecho. Por más que el fallo sea impecable y que sus fundamentos sean incuestionables, para el kirchnerismo se trató de una nueva demostración de lawfare o simplemente de una venganza de la corporación judicial por la decisión del presidente de reformar la Justicia. Mientras que para el antikirchnerismo fue un magnífico ejemplo de justicia. Por mi parte, confieso mi impotencia. Realmente a esta altura de los acontecimientos no sé realmente si Báez y compañía son inocentes o culpables, si los jueces actuaron conforme a derecho o actuaron políticamente en sintonía con el antikirchnerismo. A este estado de ánimo conduce la politización de la justicia provocada por el deseo del presidente de turno de contar con una Justicia adicta.

El histórico triunfo de Perón el 24 de febrero de 1946

Hace exactamente 75 años un acto eleccionario cambiaba para siempre a la Argentina. El domingo 24 de febrero de 1946 la fórmula Perón-Quijano derrotaba por diez puntos a la fórmula Tamborini-Mosca que representaba a una coalición conformada por los radicales, los socialistas, los comunistas y los demócrata-progresistas.

¿Cómo fue posible que un militar como Perón llegara al poder mediante el voto popular? Creo que quienes le allanaron el camino fueron los militares que derrocaron a Yrigoyen el 6 de septiembre de 1930. Ese día marcó el fin del régimen conservador que siempre enarboló las banderas del desarrollo económico y la democracia restringida. Ese régimen funcionó hasta que comenzó a hacer eclosión en 1916 cuando Yrigoyen venció en las presidenciales de aquel año. Su presencia en la Rosada jamás fue tolerada por el orden conservador. Si bien “el peludo” jamás tocó los intereses de los poderosos y fue capaz de ordenar una feroz represión para aplacar la violencia durante la semana trágica, la oligarquía siempre lo consideró un intruso, un “sapo de otro pozo”. La gota que rebalsó el vaso fue su retorno al poder en 1928. El orden conservador no estaba dispuesto a soportar otros seis años de Yrigoyen en el poder. Dos años más tarde auspició su derrocamiento que fue rápidamente legitimado por la Corte suprema.

El militar golpista que asumió fue el general Uriburu, de innegable tendencia fascista. Como el orden conservador era pro británico la presencia de un admirador del Duce en la Rosada le provocaba escozor. En noviembre de 1931tuvieron lugar las elecciones presidenciales que le permitieron al general Agustín P. Justo ser el nuevo presidente de la nación. Justo era un militar “desarrollista” y pro británico. El orden conservador había retornado al poder. Pero el escenario era diferente en comparación con el que imperaba hasta el ascenso del yirigoyenismo al poder. Había una fuerza política, el radicalismo, capaz de desafiar al régimen. Por eso fue proscripto durante gran parte de la denominada “década infame”. En 1938, fraude mediante (igual había acontecido en las elecciones de 1931) el candidato de Justo, Ortiz, le ganó al ex presidente radical Alvear. El régimen conservador había vuelto a triunfar.

En 1942 Ortiz debió renunciar a la presidencia por estar gravemente enfermo y fue reemplazado por el vicepresidente, el conservador Ramón S. Castillo. El 4 de junio de 1943 Castillo fue derrocado por una secta militar denominada Grupo de Oficiales Unidos (GOU) de inocultable tendencia por nazi. A partir de ese momento comenzó a brillar la figura de Perón quien rápidamente ocupó la Secretaría de Trabajo y Previsión, el Ministerio de Guerra y finalmente la vicepresidencia de la nación secundando al general Farrell. En 1945 Perón se había transformado en el hombre fuerte del régimen militar. Su innegable carisma y la influencia que ejercía sobre los trabajadores y los sectores pro fascistas de las fuerzas armadas lo convirtieron en un enemigo peligroso para el régimen conservador. Luego del histórico 17 de octubre de 1945 Farrell convocó a elecciones presidenciales. Los partidos opositores a Perón constituyeron la Unión Democrática, con el beneplácito de Spruille Braden, embajador de Estados Unidos en la Argentina. Braden militó fuertemente a favor de la UD ya que su país consideraba a Perón un nazi. De esa forma quedó configurado un escenario marcado por el antagonismo entre dos fuerzas políticas enemigas. Era justo lo que ansiaba Perón. Hábil y perspicaz, Perón forzó al pueblo a elegir entre él y Braden. La estrategia le dio el resultado esperado. El 4 de junio de 1946 asumió como presidente de la nación. Una etapa histórica había concluido. Otra etapa histórica comenzaba.

No es ninguna payasada

El presidente perdió los estribos en un lugar inapropiado. Flanqueado por el presidente mexicano no dudó en considerar una payasada la intención de la Justicia de considerar a la vacunación vip un delito tipificado en el Código Penal. En su carácter de docente de la Facultad de Derecho de la UBA Alberto Fernández afirmó con vehemencia que es ridículo acusar de haber violado la ley a quien permitió la vacunación vip. A sus espaldas AMLO lo escuchaba impertérrito.

Emerge con toda claridad la magnitud del escándalo que sacude al gobierno desde el momento en que Horacio Verbitsky prendió el ventilador. A partir de ese momento el gobierno quedó a la defensiva, como el boxeador que recibió un duro golpe de su adversario y espera con desesperación que acabe el round para intentar recuperarse. Es evidente que el presidente creyó que echando a Ginés González García la mecha encendida por el ex jefe de inteligencia de los montoneros se extinguiría. Supuso que con una drástica decisión de su parte enviaría a la sociedad una clara demostración de autoridad. Cometió un grosero error de cálculo. El despido del ministro de Salud y su reemplazo por Carla Vizzotti echaron más leña al fuego.

Semejante decisión fue interpretado como un cambio de figuritas o, si se prefiere, como una grosera demostración de camaleonismo político. Además, el presidente no pareció advertir que con semejante designación no hacía más que ofender a los argentinos. En efecto, Alberto Fernández creyó que nadie se formularía la más elemental de las preguntas: ¿podía Vizzotti desconocer que se estaban vacunando los amigos del poder? La respuesta es tan obvia que no vale la pena siquiera manifestarla por escrito. Lo que no se entiende es por qué el gobierno insiste en asegurar que la denuncia de Verbitsky aludía a hechos puntuales. Pareciera no ser consciente de que con semejantes manifestaciones no hace más que horadar su ya endeble credibilidad. ¿No es lo suficientemente inteligente Santiago Cafiero como para no darse cuenta de que al decir públicamente que la vacunación vip es un invento de los periodistas, no hace más que pegarse un tiro en el pie?

Desconozco si vacunarse en la clandestinidad es un delito. Hay quienes comenzaron a hablar de la existencia de varios delitos, entre ellos el de incumplimiento de deberes de funcionario público. Es probable. Pero de lo que nadie duda es que se trata de una falta absoluta de respeto por quienes deben ser los primeros en recibir la vacuna. Me refiero a los miembros del personal sanitario. En las últimas horas se supo que los médicos del Hospital Posadas están furiosos por lo que está sucediendo. No debe ser fácil para ellos tolerar que mientras aguardan pacientemente ser vacunados en dependencias de dicho nosocomio amigos del poder reciben la vacuna impunemente.

Por su parte la oposición se está haciendo un festín. Para JpC la denuncia de Verbitsky fue un regalo navideño anticipado. Por primera vez desde que Alberto es presidente Cornejo, Bullrich y compañía sienten que recuperaron la iniciativa política, que pueden golpear sin misericordia a un gobierno que se muestra impotente para frenar el vendaval. Seguramente con el correr de las semanas la oposición y los grandes medios de comunicación intensifiquen el ataque. Será entonces cuando quede en evidencia la capacidad de resistencia del presidente, su fortaleza espiritual, su espíritu de lucha.

¿La punta del iceberg?

Da toda la sensación de que, mal que le pese al gobierno nacional, el escándalo de vacunados vip recién comienza. Hace unos minutos Diario Mundo Político (al igual que Urgente 24) se hizo de lo que habría expresado el renunciado ministro Ginés González García a su entorno. “Si hablo se derrumba el gobierno”, habrían sido sus palabras. Soy perfectamente consciente de que hay que tomar esta noticia con calma. Por eso empleo el potencial. Pero es tan grave lo que habría manifestado el histórico dirigente justicialista y reconocido médico sanitarista que uno no puede darse el lujo de ignorar la información. Es de desear que, por el bien del país, se trate de un malentendido o de una “frase sacada de contexto”.

He aquí lo que acaba de publicar Diario Mundo político.

Ginés González García, furioso con Alberto Fernández: “Si yo llego a abrir la boca, se cae el Gobierno”

“El escándalo desatado por la “Vacunación VIP” habilitada por el Gobierno Nacional, en complicidad con el Ministerio de Salud de la Nación, sigue dando tela para cortar. Lejos de calmarse las aguas, el tema parece estar recién comenzando y, con este marco, es que ahora empiezan a surgir datos que podrían llevar a una auténtica implosión a niveles gubernamentales. Y las consecuencias serían tremendas. La cuestión pasa por saber si efectivamente el presidente Alberto Fernández fue tomado “por sopresa” o si, en cambio, estaba perfectamente al tanto de lo que sucedía tras bambalinas. No resulta creíble la teoría que indica que el mandatario no sabía nada, o al menos, cuesta creerla. Y como si todo esto no fuera ya suficiente para embarrar la cancha, se dan a conocer las supuestas declaraciones -en ámbitos privados- del ahora renunciado exministro de Salud, Ginés González García.

Sobre estas cuestiones, el periodista Beto Valdez -que tiene su programa en la radio FM Millenium 106.7- hizo un sugestivo posteo en su cuenta personal de Twitter; que podría derivar en insospechadas derivaciones y serios problemas para la Administración del presidente Alberto Fernández y el país todo. Puede leerse en el tuit: “Si yo llego a abrir la boca, se cae el gobierno”, cuenta Ginés haciendo catarsis con sus amigos. Muy enojado con Alberto, hasta recuerda que hace un año tuvo que minimizar la llegada del COVID a la Argentina porque se lo pidió expresamente el presidente. El mensaje, de confirmarse, deja en claro que se ha desatado una guerra interna en el seno mismo del Gobierno, y los daños podrían ser mayores. Entre tanto, del posteo puede inferirse que -al reconocer que también él mintió a pedido del presidente respecto de la situación real por el coronavirus en Argentina- Ginés González García, incurrió en otra falta grave, al menos desde lo ético. Como fuera, el escándalo de la “Vacunación VIP” deja al descubierto los desmanejos arbitrarios y caprichosos del Gobierno de Fernández, su falta de liderazgo y -según los dichos de su exministro- la falta de respeto que muchos le tienen”.

(*) Diario Mundo político, 23/2/021

Un presidente ofuscado y malhumorado

Alberto Fernández se encuentra en México para estrechar los vínculos económicos y políticos con el gobierno de AMLO. Hace unas horas, en una conferencia de prensa, no ocultó su estado de ánimo provocado por el vacunagate.

Dijo Alberto Fernández: “Cuando tomé nota de lo que había pasado, reaccioné, y perdí a un ministro”. “He leído que han hecho una denuncia, el hecho es lo suficientemente grave como para que un ministro de la talla de Ginés González García haya debido dejar su cargo, pero terminemos con la payasada. Les pido a los fiscales y a los jueces que hagan lo que deben. No hay ningún tipo penal en la Argentina que diga “será castigado el que vacuna a otro que se adelantó en la fila” y no se pueden construir delitos graciosamente, ya lo hemos vivido”. “No sé en qué universidad aprobaron, pero ya hicieron demasiadas sinvergüenzazas para que sigan haciéndolas. Podemos dar respuestas de todo lo que hacemos y, en este punto, ya dimos respuestas”. “No se puede construir delitos graciosamente. Si quieren trabajar tienen que investigar. Pueden investigar el negocio de los peajes de Macri, el terrible y lamentable endeudamiento que la Argentina vivió, que no fue otra cosa que un negocio para los amigos del poder; pueden investigar el vaciamiento del Congreso; pueden investigar el negocio de los parques eólicos, pueden investigar la responsabilidad de un ministro que mandó un submarino para que mueran 44 tripulantes”. “Algunos protocolos se saltearon por cuestiones de la actividad estratégica que realizaron esas personas. Y algunos protocolos se saltearon porque en sus diarios ustedes escribían que estábamos envenenando gente y le daban mucho eco a las barrabasadas que decía la oposición” (fuente: La Nación, Rafael Mathus Ruiz, Gira en México. Vacunas vip: Alberto Fernández pidió a la justicia terminar con la payasada, 23/2/021).

Estas palabras del presidente dejan al descubierto lo que realmente piensa sobre este affaire: “Ginés González García cometió un error. Y grave por cierto. Pero un error lo puede cometer cualquier. Nadie es perfecto. Consciente de lo que había sucedido hice lo que correspondía: le pedí al ministro su renuncia indeclinable. La confesión de Verbitsky a una radio cercana a mi gobierno alude a casos puntuales y aislados. En las últimas horas mi gobierno publicó la lista completa de los vacunados vip para que el pueblo conociera sus nombres. El caso está cerrado. Pero la oposición y los medios hegemónicos se están aprovechando del error de Ginés para esmerilarme. Algunos hablan muy sueltamente de un delito que habría cometido Ginés. Es una barbaridad ya que dicho error no está tipificado en ningún artículo del Código Penal. Si están tan interesados en investigar conductas delictivas les recomiendo revisar en profundidad varias de las decisiones tomadas por mi antecesor, Mauricio Macri. No tengo nada más que decir”.

Creo que esto es lo que piensa el presidente sobre el escándalo que está sacudiendo a su gobierno. Es evidente su estrategia de minimizarlo y de presentarse como una víctima de una oposición despiadada y de unos medios hegemónicos que no le perdonan el mínimo traspié. Yerra el presidente al pretender restarle trascendencia al escándalo. Se trata de un serio problema que lejos está de haber terminado. Contando con la complicidad del gobierno, importantes referentes políticos, sindicales y de la farándula ocuparon el lugar reservado a quienes deberían haberse vacunado. Me refiero a miembros del personal de salud. Se trata, cuanto menos, de una falta absoluta de respeto por quienes arriesgan su vida todos los días en este duro combate contra el coronavirus. Al principio el presidente lo reconoció al afirmar que con la vacuna no se jode. Totalmente de acuerdo. Ahora, en México, optó por minimizar el vacunagate.

Resulta por demás evidente que el gobierno no esperaba semejante cimbronazo, que la actitud de Verbitsky lo tomó con la guardia baja. El presidente está golpeado y el tiempo dirá si fue capaz de sobreponerse. Como lo indica el manual en estos momentos está rezando para que las aguas se calmen lo antes posible. De ahí su enojo con los medios hegemónicos que desde el viernes no han hecho más que referirse al escándalo. Pero Alberto Fernández es un político avezado y no debería sorprenderlo ese ataque sistemático. ¿Acaso esperaba otra actitud del poder comunicacional? Lo que aún resulta un misterio tiene nombre y apellido: Horacio Verbitsky. En estos casos lo más conveniente es analizar el comportamiento de las personas y los efectos que provocan. Verbitsky provocó en cuestión de horas la renuncia de un peso pesado del peronismo. ¿Fue un tiro por elevación al propio presidente? Lo real y concreto es que este domingo podrá disponer de tres horas en una radio amiga. ¿Se trata de un premio? Si es así ¿quién lo premió? Otra cuestión por demás llamativa es el sonoro silencio de Cristina Kirchner…

Acerca de la democracia

Comenzaré esta breve reflexión a partir de la pregunta que se formula Emir Sader en la edición de hoy de Página/12 (23/2): ¿Es la democracia un fin en sí mismo o un instrumento?

Hay quienes consideran que la democracia se reduce a un mecanismo electoral en virtud del cual quien gana las elecciones pasa a detentar el poder. El hecho de haber accedido a la presidencia por el voto popular hace de él un presidente democrático. La democracia es sinónimo, pues, de legitimidad de origen. Es una legitimidad por demás relevante ya que permite diferenciar nítidamente a un presidente elegido por el pueblo de un presidente impuesto por la fuerza de las armas.

Pero inmediatamente surge una cuestión por demás inquietante. ¿Es suficiente la legitimidad de origen para tildar de democrático a un presidente? Para quienes reducen la democracia a un mecanismo electoral competitivo la respuesta no admite ninguna duda: por supuesto que es suficiente. Pero aquí es donde comienzan los problemas. La historia es pletórica en ejemplos de presidentes que arribaron al poder por el voto popular pero que luego ejercieron el poder de manera despótica. El caso más notable es el de Adolph Hitler quien llegó al poder por el voto popular en 1933. Su legitimidad de origen era incuestionable. Después, la humanidad observó con horror lo que hizo con el poder en sus manos. Implantó un sistema totalitario que aplastó las libertades y derechos individuales. Dividió a la sociedad alemana en puros e impuros. Los primeros eran los arios, los que estaba predestinados a dominar el mundo. Los segundos eran los impuros, los culpables de los males que aquejaban a Alemania. Debían, por ende, ser exterminados. La voluntad de Hitler fue omnímoda. Cada orden suya debía ser cumplida, aunque se tratara de una orden abyecta. El Führer no podía ni debía ser cuestionado porque él encarnaba el espíritu superior alemán.

El nazismo fue un totalitarismo con legitimidad de origen. Sin embargo, a nadie con dos dedos de frente se le ocurriría afirmar que fue democrático. ¡Cómo puede ser tildado de democrático un régimen que implantó Auschwitz! Aquí surge el otro aspecto de la legitimidad democrática: la legitimidad de ejercicio, la manera como el gobernante ejerce el poder. Si un gobernante hace de la violación sistemática de los derechos humanos la “norma” fundamental de su gobierno es imposible calificarlo como un demócrata por más que haya sido elegido por el pueblo.

Este ejemplo, obviamente, es extremo. En Argentina hubo un caso que aún acapara nuestra atención. Me refiero al peronismo, más específicamente a Perón. ¿Fue Perón un presidente democrático? Los peronistas no dudan: fue el presidente más democrático de la historia porque fue elegido por el pueblo y porque representó sus sagrados intereses. Nadie duda de la legitimidad de origen de Perón. Ganó en 1946, en 1951 y en 1973. Fue, en este sentido, un presidente democrático. ¿Pero tuvo legitimidad de ejercicio? Para los peronistas la respuesta se cae de madura. Obvio que la tuvo. Pero para el otro sector de la población Perón fue un dictador. Y razones no le faltan para tildarlo de esa forma. Entre 1946 y 1955 Perón persiguió a la oposición, a la iglesia y confiscó La Prensa. ¿Son medidas de un presidente democrático? No, por supuesto. Para los peronistas lo que hizo Perón en ese sentido fue bien democrático porque protegió a la democracia de los antipatria, los enemigos del pueblo.

Como puede observarse nítidamente la legitimidad de ejercicio presenta mayores complejidades que la legitimidad de origen. El ejemplo de Perón demuestra que la legitimidad de ejercicio está fuertemente influenciada por el factor ideológico y fundamentalmente por la cuestión emocional. Para los peronistas Perón es intocable. Punto. No hay discusión posible. Quien lo cuestiona es un cipayo. Para los antiperonistas fue un presidente megalómano, prepotente y mesiánico. Punto. Es el maniqueísmo en su máxima potencia.

Creo que la democracia alberga ambas legitimidades: la de origen y la de ejercicio. Un presidente es democrático cuando es elegido por el pueblo y cuando, al ejercer el poder, se subordina al estado de derecho. El haber sido plebiscitado en las urnas no le da derecho a hacer lo que quiera. La democracia implica fundamentalmente respeto a las minorías, a quien piensa diferente, al disidente, a la libertad de expresión, al pluralismo ideológico. La democracia es más, mucho más, que un mecanismo de elección de los gobernantes. Lejos de ser un instrumento es un fin en sí mismo.

La casta política

El escándalo provocado por los amigos del poder que se vacunaron de manera clandestina en el Hospital Posadas y el Ministerio de Salud ha puesto en evidencia la existencia de una casta monolítica, impenetrable y hermética: la casta política. No es un problema exclusivo del peronismo. Ahora está en los primeros planos porque está en el poder pero si el gobierno lo ejerciera JpC la vacunación clandestina también se hubiera producido. El lunes tuve la oportunidad de escuchar una entrevista televisiva al analista político Raúl Timerman quien en un pasaje expresó que había hablado con un antiguo amigo radical sobre el escándalo. Este amigo le confesó que había decidido guardar silencio porque era consciente de que si el radicalismo estuviera en el poder también hubiera apañado la vacunación cómplice. En las últimas horas el intendente de Rosario, el radical Pablo Javkin, confesó que se había vacunado en enero. Estos hechos demuestran que los dirigentes políticos que ocupan espacios de poder actuaron de la misa manera en relación con la vacunación. ¿Por qué actuaron de esa manera? Porque como bien señaló anoche en TN Jorge Lanata ellos se consideran miembros de una casta. En consecuencia, es lógico que se vacunen antes que el resto de los mortales porque, como se expresa coloquialmente, “tienen coronita”.

La casta política nada tiene que ver con la democracia liberal. Para esta filosofía de vida todos somos iguales en derechos y obligaciones. En consecuencia, todos tenemos el derecho a ser vacunados contra el Covid-19 porque, aunque algunos se resisten a reconocerlo, todos somos personas. Cuando se confirmó el envío de las primeras dosis de vacunas al país el gobierno nacional dejó en claro que los primeros en vacunarse eran los miembros del personal de salud. Nada más justo que quienes están desde el principio en la primera línea de combate arriesgando la vida todos los días, sean los primeros en recibir la vacuna. Pero los políticos no piensan lo mismo. Están convencidos de que ellos son merecedores de ser los primeros en vacunarse porque se consideran personal indispensable, en mucha mayor medida que el personal sanitario. Como las dosis que recibió el país son por ahora insuficientes cada dosis utilizada para vacunar a un miembro de la casta política causa un grave perjuicio al personal sanitario, ya que uno de sus miembros se queda sin vacunar.

Las dosis aplicadas a Daniel Scioli, Eduardo Duhalde, Chiche Duhalde, Carlos Zannini y esposa, Pablo Javkin y muchos más, son dosis que no fueron utilizadas para vacunar al personal sanitario. Para la casta política Daniel Scioli, por ejemplo, es más importante que un intensivista. Si hay un contagio que sea el intensivista la víctima y no Scioli. Para la casta política el trabajo de Scioli es esencial y el del intensivista no. Si alguno de los dos tiene que morir que sea el intensivista. Ahora bien ¿qué sucedería si por salvar a todos los miembros de la casta política dejamos librados a su suerte a los miembros del personal sanitario? Porque en poco tiempo habrá un segundo brote del coronavirus. Imaginemos el peor escenario, el más dantesco: la mayoría del personal sanitario se contagia de coronavirus y comienza a presentar un cuadro clínico grave. ¿Quiénes los atenderán? ¿Los Scioli, los Zanini, los Duhalde, los Javkin? ¿Ellos atenderán a los ancianos que se contagien y al resto de las personas de riesgo que corran igual suerte?

En estos momentos en que el virus está causando estragos en el país los únicos privilegiados son los miembros del personal sanitario: médicos, enfermeros y todos aquellos que trabajan en los hospitales y sanatorios. Después vienen los ancianos y las personas de riesgo mayores de 60 años. Si hay políticos entre las personas de riesgo mayores de 60 deberán ser vacunados, obviamente, pero no por ser políticos sino por pertenecer a ese grupo de riesgo. La existencia de privilegios en un asunto tan delicado como la vacunación contra la pandemia atenta contra la moral, la decencia, el decoro. Los políticos que se han vacunado son inmorales o, si se prefiere, amorales. Cabe aclarar que también son amorales los sindicalistas, empresarios y miembros de la farándula que se vacunaron en la oscuridad. Son miembros de otras castas tan abyectas como la casta política.

Los políticos parecen no tener en cuenta algo obvio: ellos son empleados del pueblo. Ellos ocupan puestos de relevancia en la política porque los votamos. En consecuencia, están obligados a rendir cuenta de sus actos. Este razonamiento vale tanto para un concejal del pueblo más chico de Jujuy como para el presidente de la nación. Ellos no son más que el pueblo. No son más importantes que un maestro, un colectivero y, ni qué hablar, un médico. El día que desaparezca esta nociva cultura política comenzaremos realmente a vivir en democracia.

La asombrosa afirmación de Carla Vizzotti

En diálogo con Radio Con vos la flamante Ministra de Salud afirmó que desconocía lo que sucedía en el edificio del ministerio. “No hay un vacunatorio vip, fue una situación puntual de vacunación de 10 personas en una situación incorrecta, reprochable”, sentenció. Además, negó rotundamente que el gobierno tenga a su disposición 3000 vacunas para usar discrecionalmente. Agregó que Ginés González García “no estaba en el ministerio, lo dijo en la carta de renuncia, dijo que esas personas tenían que ir al Posadas y que por un error se generó la vacunación en el ministerio; él asumió ese error y se fue del ministerio, no puede quedar más claro”. Por último, no dudó en respaldar la vacunación de Hugo Moyano (fuente: Infobae, 22/2/021).

Se equivoca ministra. No sólo no puede quedar más claro sino que cada minuto que pasa el asunto se oscurece. Hace unas horas se tuvo conocimiento de que uno de los vacunados vip es nada más y nada menos que Carlos Zannini, quien acompañó a Daniel Scioli en la elección presidencial de 2015. Y hace minutos también se tuvo conocimiento que Sergio Massa permitió la vacunación de sus suegros. Seguramente con el correr de los días el pueblo sabrá quiénes fueron los beneficiados con esta vacunación muy bien calificada de “clandestina” por el doctor Kambourian. El gobierno tiene la obligación de brindar esa información porque, como estamos en democracia, tenemos el derecho a saber de qué se trata. Tenemos el derecho a saber, también, el nombre de todos los funcionarios (de todos los niveles) involucrados en esta vergüenza. También nos asiste el derecho a exigir la dimisión de todos ellos. Aunque sea por un mínimo respeto por quienes fallecieron a causa de la pandemia deberían presentar la renuncia. Lo que sorprende es que todavía no lo hayan hecho. Pero como estamos en la Argentina exigir a los funcionarios acciones dignas es prácticamente una misión imposible.

¿Pero por qué habrían de renunciar si su jefe hasta hace unas horas, el doctor Ginés González García, no dio el ejemplo? En efecto, el doctor González García no renunció por convicción sino que fue echado por su superior, Alberto Fernández. ¿Pero acaso no está su carta de renuncia como constancia de que efectivamente renunció a su cargo? No hay que pecar de ingenuo. Tanto el presidente como González García actuaron presionados por una situación que los había desbordado. Las declaraciones de Verbitsky los descolocaron de tal manera que no tuvieron más remedio que actuar como lo hicieron. Otra opción no les quedaba. Es probable que durante toda la tarde del viernes hasta que el presidente tomó la decisión de desprenderse de su ministro estrella el ambiente haya sido irrespirable. Tanto el presidente como el ministro seguramente estallaron en cólera al enterarse de las declaraciones de Verbitsky, lo que demostraría que fueron tomados por sorpresa. González García debe haberse aferrado a su sillón del ministerio de Salud. Su ira debe haber sido gigantesca. Es fácil imaginar cómo se debe haber acordado de la progenitora de Verbitsky. Es probable que la ira haya dominado también al presidente. No es difícil imaginar lo tenso que debe haber sido el diálogo telefónico entre ambos. Seguramente llovieron los insultos. Finalmente, la lógica política impuso sus códigos. Alberto Fernández seguramente le exigió a González García que renunciara y éste, al ser consciente de que se había quedado solo, no tuvo más remedio que irse a su casa. Pero tanto el presidente como su ministro estrella coincidieron, me parece, en algo: ninguno actuó por convicción. De no haber Verbitsky prendido el ventilador hoy Ginés González García seguiría en el cargo. Y Alberto Fernández hubiera hablado todo el fin de semana de la importancia del Consejo Económico y Social, y de su inminente viaje a México.

¿Alguien puede suponer que quien fuera la segunda de González García desde el 10 de diciembre de 2019 hasta este viernes no tuviera la menor idea de lo que sucedía en el interior del Ministerio de Salud? Por supuesto que lo sabía, como lo sabía todo el gobierno, incluido Alberto Fernández. Por lo que se ve la estrategia que decidió adoptar el gobierno es presentar este escándalo como un hecho muy grave pero excepcional. Especula con que prontamente la gente se olvidará del affaire, como históricamente lo hizo con affaires mucho más terribles que éste. Fue un hecho muy grave, es cierto, pero puntual. No volverá a suceder. Hay que dar vuelta la página y seguir adelante. He aquí el mensaje del oficialismo. Esto no hace más que confirmar lo endeble que es la democracia en Argentina y con qué facilidad nos resignamos a que nos subestimen intelectualmente. Porque en otras democracias mucho más desarrolladas el presidente se hubiera visto obligado a rendirle cuentas a la opinión pública, a informarle con lujo de detalles quiénes fueron los que se beneficiaron clandestinamente con la vacunación y por qué el gobierno lo permitió. Y se hubieran visto obligados a atenerse a las consecuencias tanto políticas como judiciales. Pero estamos en Argentina.

Una oposición sin vergüenza

El vacunagate ha sacudido con dureza al gobierno nacional. En medio de una feroz pandemia que en poco tiempo cobrará la vida a 60 mil argentinos, que las escasas vacunas conseguidas hasta ahora por el gobierno no sean aplicadas en su totalidad al personal sanitario es un escándalo mayúsculo, una inmoralidad repugnante. El sábado 20 los medios publicaron el siguiente comunicado a propósito de los amigos vacunados de manera clandestina, como bien acaba de señalar el doctor Kambourián.

“Los argentinos recibimos con estupor la noticia de la vacunación de funcionarios, sindicalistas, periodistas y militantes del oficialismo en contra de todo protocolo responsable frente a quienes en verdad la necesitan. Entendemos que esta situación es de una absoluta inmoralidad, hipocresía y apropiación de lo público, que desde el oficialismo pretenden minimizar con la sola renuncia de Ginés González García. El renunciante ministro nunca estuvo a la altura de las circunstancias de la pandemia. Desde Juntos por el Cambio ya lo veníamos advirtiendo, pero el Presidente no quiso escuchar las voces que se lo advertían, tal vez porque le era funcional esa falta de idoneidad”, comienza el comunicado.

“Hoy, este escándalo de corrupción en la vacunación; cuando aún faltan dosis para el personal de salud, de seguridad, docentes y los adultos mayores, nos obliga a repetir la exigencia de la publicación de datos y protocolo, que hasta ahora se ha ocultado a la ciudadanía y que permitió que se lleve adelante la aplicación de dosis a los amigos del oficialismo. Tenemos en claro que la soberbia con la que se maneja el Gobierno los encegueció y se creyeron su propio discurso pandémico, que aniquiló la economía y generó una catástrofe en la educación”, continúa el comunicado de la agrupación política opositora.

“Han decepcionado a todos los argentinos, a sus votantes y a los opositores. Mintiendo desde el inicio de la pandemia hasta con la compra de las vacunas. Es hora de que rindan cuentas y de que los vacunados en forma ilegal rindan cuenta a la justicia por este delito. No robaron ningún bien material, se robaron la esperanza y la salud de muchos argentinos. Empezando por el Presidente, siguiendo por cada uno de sus funcionarios y funcionarias, y los responsables del ministerio de Salud, deben dar explicaciones en el Congreso Nacional de esta estafa a la Nación. Asimismo, exigimos que informen el inventario de las vacunas, los vacunatorios habilitados y el registro de todos las personas vacunadas”, finaliza (fuente: El Cronista, 20/2/021).

¿Quién puede estar en desacuerdo con su contenido? El comunicado expresa el sentir de millones de argentinos que se sienten, con justa razón, estafados por un gobierno que dejó en evidencia su escaso apego por lo nacional y popular. Los firmantes son Alfredo Cornejo, Patricia Bullrich, Maximiliano Ferraro, Mario Negri, Luis Naidenoff, Juan Manuel López, Cristian Ritondo, Humberto Schiavoni y miguel Ángel Pichetto. Se trata de la cúpula de JpC, la fuerza política que estuvo en el poder entre el 10 de diciembre de 2015 y el 10 de diciembre de 2019. Se trata de quienes estuvieron al lado de Mauricio Macri, el presidente que dejó como legado una deuda externa imposible de pagar. ¿Qué autoridad moral tienen para criticar al presidente por semejante escándalo? Ninguna. Porque antes de solazarse con las penurias del oficialismo hubiera sido digno que reconocieran todo el daño que le hicieron al país cuando estuvieron en el poder. Porque no hay que olvidar que, en materia sanitaria, el gobierno de Macri nada hizo por impedir que se vencieran cerca de dos millones de dosis de vacunas contra la gripe. Se trata de una negligencia tan reprobable moralmente como el vacunagate. En consecuencia, un comunicado como éste pierde toda relevancia por haber sido firmado por dirigentes políticos que pusieron en evidencia cuando fueron gobierno una absoluta carencia de idoneidad, tanto técnica como ética.

Dos días más tarde quien no tuvo mejor idea que salir con los tapones de punta fue el ex presidente Macri. Muy suelto de cuerpo afirmó este domingo su “repudio” y su “indignación” por la actitud de aquellos que “decidieron ponerse por delante de tantas otras personas de riesgo”. Y aclaró que “no me di ninguna vacuna contra el coronavirus y tampoco lo voy a hacer hasta que el último de los argentinos de riesgo y de los trabajadores esenciales la haya recibido” (fuente: Infobae, 22/2/021). Realmente no deja de sorprender su cinismo. Porque al día siguiente del comienzo de la cuarentena Macri le aconsejó a Alberto Fernández que privilegiara la economía sobre la salud ya que, en última instancia, se morirán los que se tengan que morir. Si bien es contrafáctico lo más probable es que si Macri hubiera obtenido la reelección, al día de la fecha el número de fallecidos hubiese sobrepasado con creces los 51 mil. ¡Cuántos libros sobre la mediocracia hubiera escrito José Ingenieros de haber vivido en este tiempo histórico!

Giovanni Sartori y la sociedad teledirigida

(segunda parte)

6/9/011

La primacía de la imagen

Sartori se muestra desolado con la aparición del vídeo-niño, el niño que ha pasado la mayor parte de su etapa de crecimiento sentado delante del televisor. Inexorablemente, cuando ingrese en la etapa de la madurez seguirá siendo víctima del poder que imana ese aparato todopoderoso que lo apartó para siempre del placer de la lectura. Para Sartori se trata de un “adulto sordo”· a los estímulos provenientes de la lectura y el conocimiento transmitido por la cultura escrita. Se trata de un adulto que sólo reacciona ante los estímulos audiovisuales, que cuando orilla los treinta años cabe considerarlo un “adulto empobrecido”, una persona que se aburre si le hablan de cultura, que no soporta leer cinco minutos seguidos, que se queda boquiabierto cuando se enciende la televisión. Se trata de un adulto “marcado durante toda su vida por una atrofia cultural” (“Homo videns. La sociedad teledirigida”, ed. Taurus, Buenos Aires, 1998, pág. 38). Es interesante el argumento que utiliza Sartori para explicar la atrofia cultural que padece el adulto de nuestros días. El vocablo “cultura” puede entenderse de dos formas. Por un lado, está la vertiente antropológica y sociológica que sostiene que todo hombre, en definitiva, vive inmerso en un ámbito social y cultural. En consecuencia, tanto el hombre ilustrado como el iletrado son poseedores de cultura, están imbuidos por un plexo de valores, creencias y conceptos que constituyen la cultura. He aquí la cultura en sentido amplio. Por otro lado, la cultura alude al saber. Alguien es culto cuando sabe, cuando es portador de una serie de conocimientos. Se está en presencia de un sentido restringido, elitista, del vocablo. La cultura es propiedad de los que saben, no de los ignorantes. “Y éste es el sentido que nos permite hablar (sin contradicciones) de una cultura de la incultura y asimismo de una atrofia y pobreza cultural” (pág. 39).

Sartori no oculta su desprecio por la “nueva cultura” (la cultura audio-visual). Critica que se presente, a manera de auto-elogio, como la cultura del pueblo, diferenciándose nítidamente de la cultura del libro, a la que acusa de “elitista”. En este párrafo destila indignación e impotencia: “Pero el número de beneficiarios-sean minoría o mayoría-no altera la naturaleza ni el valor de una cultura. Y si el coste de una cultura de todos es el desclasamiento en una subcultura la operación representa solamente una pérdida. ¿Es tal vez mejor que todos seamos incultos a que haya unos pocos cultos? ¿Queremos una cultura en la que nadie sepa nada? En definitiva, si el maestro sabe más que el alumno, tenemos que matar al maestro; y el que no razona de este modo es un elitista. Esta es la lógica de quien carece de lógica” (pág. 40).

Nadie discute que la televisión cumple con las premisas básicas de entretener y divertir. El hombre que goza-el homo ludens-jamás se sintió tan satisfecho en su historia. El altísimo rating que acompaña desde hace dos décadas a Marcelo Tinelli lo corrobora. Es el imperio de la “televisión espectáculo”. La televisión implica, por ende, un gran estimulante. Cada mañana la humanidad entera es despertada por ese aparato. Sartori no vacila en calificar este hecho de “movimiento colosal, del cual aún no podemos sopesar el impresionante impacto” (pág. 43). Sin embargo, cada mañana la humanidad es víctima de una regresión fundamental: la disminución de su capacidad de entender lo que sucede a su alrededor.

El hombre se vale de palabras concretas para designar aquello que observa en la realidad: casa, auto, mujer, mesa, etc. Pero su lenguaje no se reduce a las palabras denotativas (concretas). Gracias a su capacidad de abstracción es capaz de elaborar conceptos abstractos como los de democracia, nación, soberanía, autocracia, etc. Son abstracciones no visibles. Nadie ve la democracia o la legitimidad de un gobierno. Toda la capacidad humana para administrar la realidad política y social en la que el hombre está inserto se basa esencialmente “en un pensamiento conceptual que representa-para el ojo desnudo-entidades invisibles e inexistentes” (pág. 46). He aquí la diferencia medular entre el hombre primitivo y el contemporáneo. El lenguaje de aquél se nutría sólo de palabras concretas, lo que significa que era nula su capacidad de abstracción. El avance de la humanidad se tradujo en su capacidad para adquirir un lenguaje abstracto que le permitió acceder al conocimiento analítico-científico. El progreso científico del hombre sólo fue posible gracias a su capacidad para desarrollar el lenguaje simbólico, el poder de abstracción.

En definitiva, el saber del homo sapiens se desarrolla en un mundo de conceptos y concepciones intelectuales, que nada tiene que ver con el mundo sensible, la realidad que percibimos a través de nuestros sentidos. Es aquí donde adquiere toda su nitidez el efecto devastador de la televisión sobre la capacidad de abstracción del hombre. “(…) la televisión invierte la evolución de lo sensible en inteligible y lo convierte en el ictu oculi, en un regreso al puro y simple acto de ver. La televisión produce imágenes y anula los conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender” (pág. 47). Emerge en toda su magnitud la relevancia de este párrafo. La televisión provoca un proceso de involución mental en el hombre. Sentado horas y horas delante de la pantalla el hombre se parece cada vez más a su antecesor de la prehistoria, incapaz de elaborar abstracción alguna. Fagocitado por Marcelo Tinelli, Susana Jiménez y el fútbol, pierde lentamente su capacidad de elaborar conceptos abstractos lo que aniquila su capacidad de comprensión. La consecuencia última es inevitable: se transforma en masa amorfa, apta para ser manipulada políticamente.

El aporte de Werner Goldschmidt

El orden de las adjudicaciones

(primera parte)

11/9/011

El ordenamiento de los repartos obedece a dos causas: el plan de gobierno en marcha y la ejemplaridad. En toda sociedad existe un plan de gobierno elaborado y ejecutado por los gobernantes, por los supremos repartidores (Goldschmidt). El plan de gobierno en marcha, la política arquitectónica, pone en evidencia quién detenta el poder y con qué criterios supremos de reparto el gobernante puso en marcha su política arquitectónica. La ejecución del plan de gobierno en marcha dota de previsibilidad al accionar del gobernante. Goldschmidt se pregunta, como excelente filósofo del derecho que era, si la previsibilidad es un valor natural absoluto o relativo. Llega a la conclusión de que es un valor natural relativo. “La previsibilidad es un valor natural. Se puede dudar de si es un valor relativo o un valor absoluto. En efecto, si se tiene en cuenta lo valioso o disvalioso de lo que resulta previsible, la previsibilidad es un valor relativo, toda vez que es evidente que lo previsible puede ser bueno o malo. La situación cambia si nos atenemos a la previsibilidad en sí, puesto que se puede sostener que siempre es valioso prever lo que va a ocurrir, aun siendo lo previsible terrible. No obstante, como esta tesis es fundada sólo si la previsión es útil para tomar alguna medida pertinente, y no siempre ello es posible, la previsibilidad es un valor relativo cualquiera fuese el ángulo desde el cual la miremos. La previsibilidad, en efecto, es mala si se prevé algo malo sin poder hacer nada para impedirlo, alejarlo o aliviarlo: es el caso de Casandra previendo la caída de Troya” (Introducción filosófica al derecho”, editorial Depalma, Buenos Aires, 1973, págs. 83/84). Al finalizar el siglo XVIII la mayoría de los planes generales de gobierno se cristalizaron en constituciones escritas que se expandieron por todo el mundo “conocido” (Europa y Estados Unidos). El texto constitucional únicamente contiene la descripción del plan. Resulta, por ende, insuficiente para tener una idea cabal de cómo funciona el régimen político. Para lograrlo es fundamental adentrarse en lo que Bidart Campos denominaba “constitución real”, en el real funcionamiento del plan de gobierno y en la manera como la sociedad lo recepciona.

Goldschmidt estipula varias clasificaciones de los planes de gobierno en marcha en función del ámbito espacial de acción, del ámbito objetivo de acción, de su contenido y de su realización.

Respecto al ámbito espacial de acción Goldschmidt distingue los planes de gobierno en marcha locales, provinciales, nacionales, regionales e internacionales. Cuando el intendente de Rosario toma decisiones que atañen a las necesidades que aquejan a los ciudadanos, ejecuta un plan de gobierno local. Cuando el gobernador de Santa Fe inaugura obras, ejecuta un plan de gobierno provincial. Cuando la Comunidad Económica Europea decide proteger los intereses de los bancos, ejecuta un plan de gobierno regional. Finalmente, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas condena a un gobernante por actos de genocidio y ordena sanciones económicas, ejecuta un plan de gobierno internacional. En relación con el ámbito objetivo de acción Goldschmidt distingue los planes de gobierno generales y especiales. La constitución formal, como la de 1853, suele contener un plan de gobierno de índole general, aunque ello no impide que los gobernantes pongan en marcha planes de gobierno especiales. Los planes quinquenales ejecutados por Perón mientras ejerció el poder entre 1946 y 1955 ejemplifican lo que Goldschmidt entiende por plan de gobierno en marcha especial.

En este punto Goldschmidt recalca la clásica división que la doctrina constitucional esboza entre la parte orgánica de la constitución y la parte dogmática. En la primera condensa todo lo vinculado con los tres poderes del Estado, mientras que en la segunda quedan consagrados los derechos y garantías individuales. En cuanto a su contenido Goldschmidt distingue los planes de gobierno religiosos, metafísicos y laicos. El “fuero de los españoles” del 17 de julio de 1945 es un ejemplo de plan de gobierno religioso. El artículo 1 implica la proclamación del Estado español del respeto a la dignidad, libertad e integridad del ser humano como principio rector de sus decisiones, al ser aquél titular de derechos y deberes que ninguna autoridad política puede violar. Por su parte, el artículo 6 consagra al catolicismo como la religión oficial del Estado español y garantiza el derecho de todos a no ser perturbados por sus creencias religiosas ni por ejercerlas de manera privada. Además, garantiza la libertad de expresión, condena la reducción del trabajo a la categoría de simple mercancía y protege el derecho de propiedad. Goldschmidt asocia los planes de gobierno metafísicos con los regímenes políticos totalitarios. Pone como ejemplo a China cuando aprobó la nueva Constitución de la República Popular en septiembre de 1954. Dicho documento define a la República Popular China como un Estado democrático popular, en cuyo ámbito el poder es ejercido por la clase obrera y cuyo sostén está constituido por la alianza entre obreros y campesinos. El poder, pues, pertenece al pueblo y quienes son ciudadanos de la República Popular “gozan de libertad de palabra, de prensa, de reunión, de asociación y de manifestación pública; también gozan de libertad de conciencia. Se declaran inviolables la libertad individual y el domicilio, el secreto de la correspondencia, el derecho al trabajo, la libertad en la investigación científica y en la redacción literaria” (pág. 86). Ante la evidente contradicción entre el contenido del texto y el carácter totalitario del régimen chino, Goldschmidt se esmera por aclarar que a veces la constitución formal se estrella contra la constitución material, contra la realidad social y política del régimen.

Otros países están orientados por constituciones laicas. Tal el caso de la otrora República Federal alemana cuya Constitución de 1949 consagra la intangibilidad de la dignidad humana, la obligatoriedad estatal de su protección y resguardo, y la existencia de derechos inviolables o inalienables que constituyen el basamento de toda sociedad libre y pacífica. Por último, en cuanto a la realización Goldschmidt distingue los planes de gobierno que realmente están en marcha y aquellos que sólo son deseados, como las constituciones formales incumplidas. El pueblo argentino puede brindar seminarios a todo el mundo sobre el incumplimiento de los gobernantes de todo lo que prometieron en la campaña electoral y prometen una vez instalados en la Casa de Gobierno. Los planes de gobierno en marcha aluden exclusivamente a grupos limitados de hombres. El plan de gobierno en marcha que abrace a toda la humanidad aún es una utopía. Sin embargo, para Goldschmidt el desarrollo histórico marcha hacia una especie de “gobierno mundial”. Si bien cabe hablar de la existencia de una comunidad internacional a raíz del nacimiento del derecho internacional público en el siglo XVI, debe admitirse que de los dos modos constitutivos de las comunidades nacionales, el plan de gobierno en marcha y la ejemplaridad, sólo el último está vigente a nivel internacional. Ello explica por qué la comunidad internacional se presenta, en comparación con las comunidades nacionales, mucho más endeble y precaria.

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