Por Hernán Andrés Kruse.-

Una pregunta fundamental

El panorama se ensombrece con el transcurrir de las horas. Las opiniones de los médicos intensivistas es coincidente: el sistema está al borde del colapso. Ello significa que en poco tiempo se verán obligados a elegir a quién salvar y a quién condenar. Si tiene lugar semejante escenario los médicos que se vean forzados a semejante elección quedarán marcados de por vida. Es tal la obsesión por el Covid-19 que pareciera que el sistema sanitario sólo debe ocuparse de esa patología. En consecuencia, a partir de ahora queda terminantemente prohibido tener una hemorragia gástrica, un infarto o una peritonitis aguda. El escenario es, pues, sencillamente dantesco.

Es lógico, por ende, nuestra desesperación. Nos sentimos abandonados, indefensos. Mientras tanto la clase política está poniendo al descubierto una miseria moral que insulta la condición humana. La pelea entre el gobierno nacional y el gobierno porteño por la presencialidad en las escuelas lo ha puesto en evidencia. Horacio Rodríguez Larreta, cuyas ambiciones presidenciales son obvias, afirma que la presencia de los chicos en las aulas no provoca un aumento del número de contagios. En consecuencia, tomó la decisión de ignorar el DNU del presidente que ordena lo contrario. Para el gobierno nacional Larreta no ha hecho otras cosa que cometer el delito de desobediencia. Hubo quienes, como el jurista Eduardo Barcesat, se mostraron partidarios de intervenir la CABA.

Para Alberto Fernández la segunda ola del coronavirus tiene un único responsable: Rodríguez Larreta. Kicillof acaba de ser muy claro al afirmar que el virus se genera en la CABA y se expande por la provincia de Buenos Aires. De esa manera se desentiende de su propia responsabilidad por el altísimo nivel de contagios diarios que viene azotando al conurbano desde hace varias semanas. Ahora el problema debe ser resuelto por la Corte Suprema que, como todo el mundo sabe, se toma su tiempo para dictar sentencia. Es altamente probable que dicte una sentencia salomónica, es decir tratará de quedar bien con todo el mundo. Pero en política nunca se sabe. En una de esas los supremos sorprenden con una sentencia a favor de la CABA o del gobierno nacional. Y esta cuestión excede con creces lo jurídico. Y los supremos, que son fundamentalmente hombres de la política, son perfectamente conscientes de ello.

Este escándalo dio comienzo a la campaña presidencial. Aunque algunos se resistan a creerlo la clase política está pensando en la crucial elección de octubre de 2023. Rodríguez Larreta quiere ser presidente, envalentonado por algunas encuestas que por ahora lo ubican en un lugar de privilegio. Su principal competidor interno será Mauricio Macri quien seguramente no ve con buenos ojos las ambiciones de quien siempre lo consideró un segundón. Según varios medios Larreta estaría muy interesado en que el gobernador de Córdoba sea su candidato a vicepresidente. Ello significa que Larreta tendría en mente imitar a Macri quien fue secundado en la última elección por Miguel Ángel Pichetto.

En el oficialismo no queda ninguna duda que el elegido por Cristina Kirchner para competir en 2023 es Axel Kicillof. Ello explica la decisión del gobernador bonaerense de embestir con extrema dureza contra Larreta. ¿Y Alberto Fernández? Todo parece indicar que pasará a la historia como un presidente de transición. Pero, reitero, en política nunca se sabe.

Lo dramático es que ambas fuerzas políticas han decidido utilizar la tragedia de la pandemia como el arma electoral para pulverizar al enemigo. El gobierno nacional está recibiendo fuertes presiones del cristinismo para imponer una cuarentena estricta. Por el momento Alberto Fernández se resiste porque es consciente de que la economía no resistiría un retorno a marzo de 2020. En la vereda de enfrente Larreta, al menos hasta ahora, se resiste a un retorno a la fase 1. El Covid-19 ha provocado una fenomenal grieta entre los partidarios acérrimos de la cuarentena y los enemigos acérrimos de la cuarentena. La pregunta fundamental es ¿qué decisión final tomará Alberto Fernández? Creo que ni el propio presidente lo sabe.

El coronavirus y la desnudez de nuestras almas

“Lo peor de la peste no es que mata a los cuerpos, sino que desnuda las almas y ese espectáculo suele ser horroroso”. Albert Camus.

Afirman los entendidos que esta genial frase no le pertenece a Albert Camus. Sin embargo, es de una profundidad filosófica innegable. Es una frase que pone al descubierto la esencia de la condición humana en épocas de pandemia, cuando la peste arremete con la fuerza de un tsunami.

El coronavirus comenzó a azotarnos a comienzos de marzo de 2020. Nuestra vida se modificó de manera dramática, quizás para siempre. Nos vimos obligados a utilizar el tapabocas, a respetar el distanciamiento social, a evitar aglomeraciones, a lavarnos todo el tiempo nuestras manos con alcohol en gel, a estar muy atentos ante la aparición de cualquier síntoma asociado con el virus: tos seca, fiebre, pérdida del olfato y el gusto, etc. Durante los primeros meses del año pasado nos vimos obligados a hacer largas colas para ingresar al supermercado y a la farmacia, dos de los pocos servicios considerados esenciales. También nos acostumbramos a prender la televisión sabiendo de antemano qué tema estarían tratando todos los programas de cable: la pandemia. Todos los atardeceres aguardamos con paciencia franciscana el reporte diario de contagios y muertos. Estábamos muertos de miedo, literalmente ateridos.

Estoy seguro que la inmensa mayoría del pueblo tomó conciencia desde el principio de la gravedad de la pandemia. Lamentablemente una minoría bastante importante decidió ignorar olímpicamente lo que estaba sucediendo. Decidieron continuar viviendo como si nada pasara. Para estos argentinos y argentinas el virus jamás osaría infectarlos. Durante todo este tiempo se mostraron indiferentes respecto a lo que sucedía a su alrededor, al número creciente de contagios y muertes de compatriotas. Quedó dramáticamente en evidencia su miseria moral, su absoluto desprecio por el otro. El coronavirus no había hecho más que desnudar sus almas.

También desnudó el alma de los máximos referentes de la política. Hasta el momento Cristina Kirchner no ha pronunciado palabra alguna sobre la pandemia. Realmente cuesta entender un silencio tan atronador. ¿Será, como sostienen sus detractores, que sólo le interesa su situación procesal y la de sus dos hijos? A esta altura de los acontecimientos nos asiste el derecho a tener en cuenta tales acusaciones. El presidente de la nación politizó la pandemia cuando en aquel lejano 19 de marzo de 2020 impuso una cuarentena por dos semanas. Con el paso del tiempo se dio cuenta, encuestas en mano, que la gran mayoría de la población estaba de su lado. Luego la realidad le demostró que con la cuarentena sola era imposible detener el avance del virus. ¿Qué fue lo que hizo? Comenzó a hablar de un imponente plan de vacunación que protegería al grueso de la población. Llegó a afirmar que para fines del primer trimestre de 2021 estarían vacunados varios millones de compatriotas. Ante el fracaso de la vacunación no tuvo mejor idea que culpar a la oposición del desastre sanitario. Acorralado por la pandemia y CFK, decidió apostar su futuro político a la radicalización de su gobierno.

Los referentes opositores no se quedaron atrás. Su emblema, Horacio Rodríguez Larreta, acaba de lanzar la hipótesis de una eventual fórmula presidencial con el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti. El lord porteño tiene su mente puesta en las presidenciales de 2023. En consecuencia, todo lo que viene haciendo desde que el presidente impuso su DNU contrario a la presencialidad escolar tiene como única meta sentarse en el Sillón de Rivadavia a partir del 10 de diciembre de 2023.

Es probable que el genial Camus no haya sido el creador de la frase que encabeza esta breve reflexión. Pero eso no le quita hondura filosófica ya que, al menos en la Argentina, una pandemia de este calibre no hace más que dejar en evidencia hasta qué punto puede llegar a ser abyecta la conducta humana.

Mientras la lucha continúa el sistema de salud se acerca al colapso

Esteban Furnari, juez federal en lo Contencioso Administrativo, tuvo ayer (20/4) su momento de gloria. Cuando caía la tarde revolvió que las escuelas porteñas debían permanecer cerradas hasta que la Corte Suprema se expida sobre el tema. La decisión del juez golpeó fuerte a Rodríguez Larreta, quien aparentemente lo habría tomado con la guardia baja. Minutos más tarde el jefe de gobierno porteño, sus principales funcionarios y su equipo de abogados se reunieron para analizar los pasos a seguir. Horas más tarde Rodríguez Larreta emitió un comunicado en el que rechaza la decisión del magistrado. En consecuencia, hoy los alumnos porteños tuvieron clases. En dicho comunicado las autoridades porteñas expresaron: “Con relación al fallo recientemente dictado por un Juez de Primera Instancia de la Justicia Federal, y ante la opinión jurídica de la Procuración General de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que corresponde seguir acatando el fallo dictado por la Cámara de Apelaciones de la Ciudad hasta tanto el conflicto sea resuelto de forma definitiva por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, el Gobierno de la Ciudad ratifica que las clases continuarán siendo dictadas de forma presencial como hasta el día de hoy” (fuente: Infobae, 20/4/021).

¿Se está en presencia de una encarnizada lucha electoral o hay algo más detrás de este grave conflicto? Lo mejor que podría pasar sería que se tratase de una de las tantas campañas electorales a cara de perro, como se dice coloquialmente. Lo que no quita que sea lamentable que en medio de una pandemia ingobernable los dos políticos más importantes de la Argentina en estos momentos, el presidente y el jefe de gobierno porteño, estén protagonizando esta verdadera riña de gallos, impropia de una democracia que se precie de tal. Sin embargo, hay quienes creen que hay algo más detrás de este duelo. Esta semana el doctor Eduardo Barcesat, un lúcido jurista marxista, expresó sin pelos en la lengua que había llegado el momento de intervenir la CABA, lo que en la práctica significaría un golpe de estado contra Horacio Rodríguez Larreta. ¿Es posible que haya sectores ultras dentro del gobierno que estén manejando semejante hipótesis? Como en la Argentina todo es posible no hay que descartar semejante locura. Sin embargo, da toda la sensación de que estamos en presencia de una lamentable manifestación de irresponsabilidad e insensibilidad tanto del gobierno nacional como del gobierno porteño.

Mientras tienen lugar estas lamentables escenas de boxeo me parece que conviene leer con toda la atención posible las siguientes manifestaciones del médico intensivista Arnaldo Dubin (fuente: Página/12, 21/4/021).

“La situación, en el día a día, es verdaderamente dramática. La Sociedad Argentina de Terapia Intensiva lo dejó en claro con el relevamiento que hizo hace poco: hay un 95% de ocupación de camas en el AMBA, tanto en el sector público como en el privado”. “Los malabarismos que hacemos para conseguir una cama en terapia intensiva son increíbles. Están los pacientes que pasan horas arriba de una ambulancia antes de conseguir un lugar para ellos, así como también los que son ventilados en áreas que no son apropiadas”. “Para nosotros lo que ocurre es extraordinario y brutal; estamos exhaustos, las condiciones laborales son malas y los sueldos insuficientes. Tenemos una fatiga terminal y, para colmo, no solo nos afecta a nosotros sino también a los pacientes”. “En la terapia intensiva, la fatiga del profesional implica que se mueran más pacientes. No es una opinión mía, un parecer, es un conocimiento basado en evidencia científica”. “El sistema vas a colapsar en pocos días y si se colapsa hay que prepararse para vivir la situación de Brasil, donde los hospitales ya saturaron, falta oxígeno y sedantes. Hasta los propios cementerios ya no tienen lugar en los que enterrar a los fallecidos, es muy triste. En este marco, lo único que podemos hacer es cuidarnos y si con las responsabilidades individuales no alcanza, es vital que el estado, ejerza su propia responsabilidad”.

Mientras recrudece la pandemia la clase política piensa en las elecciones

Hoy (20/4) el número de contagios y de muertes provocados por el coronavirus volvió a sacudir: 29.145 y 316 respectivamente. En consecuencia, dentro de muy poquito el número de fallecidos superará la barrera de los 60 mil. Se trata, qué duda cabe, de una cifra escalofriante. Ante semejante panorama la clase política centra su atención en las elecciones de medio término. Para sus referentes más importantes la tragedia de la pandemia ha pasado a ser el instrumento más eficaz para hacer campaña electoral.

Ayer el jefe de Gobierno porteño embistió contra él, gobierno nacional. Sin pelos en la lengua Rodríguez Larreta acusó al presidente de no entregar las suficientes dosis para vacunar a los maestros. “Todavía no terminamos de vacunar a los mayores de 60. Y por la cantidad de vacunas que nos dio Nación todavía no llegaron vacunas para los docentes. Ojalá el gobierno nacional nos hubiera dado vacunas más rápido y ya estarían todos los docentes vacunados”, sentenció. Y agregó: “El gobierno nacional distribuye de acuerdo al porcentaje de población de cada distrito. La ciudad tiene el 7% de la población total del país y nos dan el 7% de vacunas. Por otro lado nos dice el gobierno nacional que vacunemos primero al personal de salud y luego a los adultos mayores. Nosotros tenemos el 19% del personal de salud de todo el país. Lo lógico sería que nos den vacunas de acuerdo a la proporción de personal de la salud de cada distrito”. En relación con el amparo presentado por su gobierno a la Corte consideró que “las presentación que hicimos en las Corte es respecto de que la Ciudad tiene autonomía para decidir sobre el sistema educativo. Si es nuestra responsabilidad la educación yo creo que tenemos que poder decidir respecto de las clases”. “Hoy está probado que en las escuelas no hay mayor nivel de contagio en el promedio de la ciudad. El nivel de contagio en la Ciudad de 750 mil personas que circulan alrededor de la escuela, es menos de 1. Es un nivel muy bajo comparado con el resto de la ciudad”. “Estamos muy preocupados por la situación sanitaria, por el nivel de contagios, por la ocupación de camas de terapia, por los fallecidos. Pero la forma de encarar la pandemia no es dejando a los chicos sin clases” (fuente: Infobae, 20/4/021).

Hace unas horas, mientras promulgaba la ley que modifica el impuesto a las Ganancias y anunciaba un nuevo plan de viviendas, dijo: “Debemos seguir cuidándonos, entender la gravedad del tiempo que atravesamos más allá de la negación que algunos hacen. Frente a los que niegan, asumamos la realidad y la verdad. Frente a los que niegan la verdad, asumamos que hay una verdad que nos corre, nos castiga, nos contagia y hasta nos mata. Tenemos que ser muy cuidadosos para sufrir lo menos posible este tiempo tan trágico que nos ha tocado vivir” (fuente: Infobae, 20/4/021).

No es verdad que Rodríguez Larreta niega la pandemia. Por el contrario, está tan obsesionado como el presidente por un virus que por el momento es incontrolable. Sucede que Larreta tomó este fin de semana la decisión de enfrentar al oficialismo en un tema harto delicado: la imperiosa necesidad de que los alumnos continúen asistiendo a las escuelas. El presidente, cuya postura contraria quedó plasmada en el histórico DNU de la semana pasada, sintió que Larreta estaba desafiando su autoridad. Para colmo, este domingo un tribunal porteño avaló la postura de Larreta. Para Alberto Fernández fue demasiado. Decidió, pues, salir con los tapones de punta o, para expresarlo más “académicamente”, decidió profundizar la grieta entre el FdT y JpC. La intención del presidente es presentar a Larreta como el emblema de los anticuarentena, de quienes niegan la existencia del virus, de hacer prevalecer la economía sobre la salud. En el fondo, lo que intenta es responsabilizarlo por los efectos devastadores de la pandemia. Larreta, en cambio, tomó la decisión de representar a quienes no quieren saber nada con retornar a la fase 1. Lo que intenta es, me parece, destacar la importancia de la responsabilidad individual.

Frente a tan desolador panorama, una excelente noticia. Laboratorios Richmond comenzó a producir en nuestro país la vacuna Sputnik V y en junio daría comienzo la producción en gran escala, siempre y cuando cuente con la aprobación del Centro Gamaleya. Este acuerdo no hace más que poner en evidencia la calidad de nuestros investigadores. Desde el cielo Houssay, Leloir y Milstein deben estar aplaudiendo a rabiar.

Estalló la guerra entre el gobierno nacional y el gobierno porteño

Ayer por la noche (18/4) estalló la guerra entre el gobierno nacional y el gobierno porteño o, si se prefiere, entre Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta. ¿Cuál fue el detonante? No fue otro que la decisión de la Justicia porteña de fallar a favor de la apertura de las escuelas de la CABA. Horas más tarde el jefe de gobierno porteño, en conferencia de prensa, dio una pormenorizada explicación sobre la manera como se organizará la educación en un contexto dominado por la pandemia. Los miembros de la cámara de Apelaciones en lo contencioso Administrativo, doctores Marcelo López Alfonsín, Laura Alejandra Perugini y Nieves Machiavelli, ordenaron la habilitación de las clases presenciales en la CABA, en detrimento del DNU publicado por el gobierno nacional el viernes.

Flanqueado por sus funcionarios más importantes Rodríguez Larreta expresó: “La Justicia acaba de determinar que en la Ciudad, a partir de la autonomía con la que cuenta la Ciudad, debemos garantizar la continuidad de las clases por esenciales en las escuelas”. “Los chicos van a estar sentados en las aulas, gracias al esfuerzo de una sociedad que está comprometida con la educación y su futuro”. “Tenemos que llevar tranquilidad a las casas, sepan que todas las decisiones que tomamos son basadas en las evidencias”. “La educación no puede ser un motivo para profundizar la grieta, por el contrario, nos tiene que ayudar a cerrarla”. “Sabemos que el virus está aumentando su circulación con más rapidez que antes, pero no podemos quedarnos en esto de tener que elegir entre educación y salud. Justamente el desafío es buscar el bienestar integral”. “Para mí es un gran orgullo comunicarles que mañana en la Ciudad de Buenos Aires las escuelas van a estar abiertas”. “Si la situación sanitaria se llegara a agravar ya tenemos previsto cómo va a ser la modalidad escolar para cada una de las etapas epidemiológicas”. “Les voy a pedir tres cosas para poder defender la educación. Es muy importante que cumplamos con evitar las reuniones sociales en espacios cerrados. En segundo lugar, que sigan cumpliendo con la misma rigurosidad todas las pautas de cuidado. Y tercero, que tratemos de evitar el uso del transporte público en la franja horaria que los chicos van y vuelven de las escuelas” (fuente: Infobae, 19/4/021).

El lunes a la mañana la televisión mostró a numerosos alumnos primarios y secundarios, flanqueados por sus padres, ingresando a sus respectivos colegios. Pero también registró las imágenes de padres y alumnos abrazando colegios bonaerenses y entonando el himno nacional. Horas más tarde habló el presidente de la nación, visiblemente ofuscado por la decisión de Larreta de desafiar su autoridad. En un acto público en el que anunció una inversión de 10.155 millones de pesos para reforzar el sistema de salud, el presidente enfatizó la necesidad de no politizar la tragedia del Covid-19 y recordó que “es importante que los maestros estén vacunados”. “Si hacemos política con el virus estamos condenando a los argentinos y argentinas” (fuente: Infobae, 19/4/021). Horas más tarde la Corte Suprema tomó la decisión de tratar el amparo presentado por el gobierno porteño sobre el conflicto con el gobierno nacional por el DNU que impuso la suspensión de las clases presenciales. En principio, la Corte se expediría esta misma semana.

Aunque cueste creerlo comenzó la competencia por la presidencia de la nación cuya culminación será en octubre de 2023. Aquí coinciden Alberto Fernández, Rodríguez Larreta y Kicillof, y obviamente Cristina y Macri. La única bandera que hoy el gobierno nacional está en condiciones de hacer flamear es el éxito de la vacunación. A fines del año pasado estaba convencido de que para esta altura del 2021 estarían vacunados por lo menos 10 millones de ciudadanos. Lamentablemente sólo ha logrado vacunar hasta este momento una cantidad muy inferior de ciudadanos. Para colmo desde hace varios días estamos padeciendo la segunda ola de la pandemia con su secuela de contagios y muertes. El gobierno no puede permitir que la situación epidemiológica se descontrole porque si ello llegara a suceder será barrido en las elecciones de octubre, dinamitando desde muy temprano sus posibilidades de victoria en 2023. Ello explica la obsesión del kirchnerismo por imponer nuevamente la cuarentena estricta aunque ello atente contra la economía. Para el kirchnerismo sólo interesa el control de la pandemia, evitar su desmadre y como el número de vacunas es insuficiente no queda más remedio que retornar a la fase 1.

Por su parte, Rodríguez Larreta decidió tomar el toro por las astas. Su conferencia de prensa del 18/9 significó el quiebre definitivo de la relación entre el gobierno porteño y el gobierno nacional. Pensando en las elecciones de 2023 decidió radicalizarse o, si se prefiere, apostar por la grieta. Su desafío a Alberto Fernández obedece, por ende, a razones estrictamente electorales. Su estrategia consiste en ganarse el afecto de los votantes duros del macrismo, es decir de quienes esta mañana salieron a la calle a hacer flamear la causa de la presencialidad escolar, y de los sectores “independientes”, léase radicales, y, si se puede, de algunos votantes de Massa. Rodríguez Larreta pasó a ocupar el centro del ring al lado del presidente de la nación. Ello significa que el DNU de Alberto Fernández no hizo más que favorecer a Larreta, quien encontró el pretexto perfecto para opacar la figura de Macri.

Este mediodía Alberto Fernández acusó a Larreta de politizar la pandemia. Justo el presidente que no viene haciendo otra cosa desde que estalló el desastre en marzo de 2020. A partir de ahora el encono entre ambos dirigentes se intensificará o, si se prefiere, el antagonismo entre el FdT y JpC. Ello demuestra que en la Argentina sólo se llega a la Rosada poniendo en práctica la concepción de Carl Schmitt que consideraba a la política esencialmente como la relación amigo-enemigo.

Gaetano Mosca y la clase política (primera parte)

Ser y Sociedad-3/1/012

Gaetano Mosca (1858-1941) fue un intelectual italiano que centró su análisis en el fenómeno del elitismo político. Refiriéndose a su país natal, Italia, Mosca destaca el hecho de que todos coinciden en afirmar la existencia de la clase política. En Italia hay una élite que dirige los destinos del país y un pueblo que acepta su mando.

Hay un hecho constante corroborado a lo largo de la historia: tanto las sociedades desarrolladas como las menos desarrolladas se componen de dos clases de personas: por un lado, están los que mandan, los que ejercen el poder; por el otro, los que obedecen, los que son recipiendarios del poder. Toda sociedad se apoya, entonces, en la dualidad gobernante=gobernados. La clase gobernante o clase política desempeña las funciones políticas y es siempre la menos numerosa. La otra clase es mucho más numerosa y es dirigida y regulada por la clase política. Refiriéndose a su país natal Mosca destaca el hecho de que todos coinciden en afirmar la existencia de la clase política. En Italia hay una élite que dirige los destinos del país y un pueblo que acepta su mando. Lo mismo acontece en todos los países. La realidad política es uniforme en todos lados y resulta impensable el funcionamiento del régimen político sin la presencia de la dualidad gobernante=gobernados. El establecimiento de una jerarquía entre los miembros de la sociedad hace a la esencia del mundo político y quienes sueñan con una sociedad sin la presencia de la clase política viven en un mundo de utopías.

Hay dos hechos políticos que son innegables. “El primero de esos hechos consiste en la fácil comprobación de que en todo organismo político hay siempre una persona que está por encima de la jerarquía de toda la clase política y que dirige lo que se llama el timón del Estado” (“La clase política”, FCE, México, 1984, pág. 107). Dentro de la propia clase política se profundiza el proceso de diferenciación emergiendo un líder que impone su voluntad sobre los demás. Dice Mosca: “Esta persona no siempre es la que legalmente tendría que disponer del poder supremo: muchas veces ocurre que, junto al rey o al emperador hereditario, hay un primer ministro o un mayordomo de palacio que tiene un poder efectivo por encima del soberano; o que, en lugar del presidente elegido, gobierna el político influyente que lo ha hecho elegir. Algunas veces, por circunstancias especiales, en vez de una persona sola, son dos o tres las que toman a su cargo la dirección suprema” (pág. 107). Nuestro país es pletórico en ejemplos que corroboran estos conceptos. En diciembre de 2007 asumió como presidenta de todos los argentinos Cristina Kirchner. Qué duda cabe que desde ese momento hasta el 27 de octubre de 2010 su esposo, el ex presidente Néstor Kirchner, ejerció el poder en las sombras. En 1976 María Estela Martínez de Perón fue derrocada por un golpe cívico-militar. El poder quedó en manos de una Junta Militar compuesta por los máximos jefes de las tres ramas de las fuerzas armadas. Durante el siglo XIX hubo momentos en que el mando estuvo a cargo de triunviratos (primero y segundo).

El segundo hecho alude a las constantes presiones que sufre el que manda provenientes de un pueblo siempre insatisfecho. “El segundo hecho es igualmente de fácil percepción, porque cualquiera que sea el tipo de organización social, se puede comprobar que la presión proveniente del descontento de la masa de gobernados, las pasiones que agitan a ésta, pueden ejercer cierta influencia sobre la dirección de la clase política” (pág. 107). En diciembre de 2001 la insatisfacción popular elevó la temperatura política en tal magnitud que el presidente se vio obligado a renunciar, atrapado por su inoperancia e ineptitud. Dos años más tarde, los asesinatos de dos piqueteros obligaron al presidente Eduardo Duhalde a adelantar los comicios presidenciales. En 2008 la rebelión del poder agropecuario estuvo cerca de ocasionar una crisis institucional de impredecibles consecuencias. Estos ejemplos, bastante extremos, evidencian hasta qué punto todo gobierno está siempre expuesto a las presiones provenientes de la sociedad, cuyos diversos actores pugnan denodadamente por hacerse escuchar.

El gobernante no puede ejercer el poder por sí mismo. Necesita, inexorablemente, contar con la ayuda y el respaldo de una élite que le garantice el cumplimiento de sus órdenes. Por más poderoso que sea, por más amplio que sea el apoyo que le brinda el pueblo, el gobernante no puede enemistarse con la clase dirigente y pretender destruirla. Porque en caso de que ello fuera posible inmediatamente ese vacío sería ocupado por otra clase dirigente. Entre octubre de 2000 y marzo de 2001 gran parte de la clase dirigente que rodeaba a Fernando de la Rúa abandonó el gobierno de la alianza. Inmediatamente ese vacío fue ocupado por domingo Felipe Cavallo quien se hizo cargo del ministerio de Economía. Cada recambio ministerial corrobora las reflexiones de Mosca.

Es fácilmente demostrable, por ende, que uno sólo no puede ejercer el poder sin la presencia de una minoría que le sirva de sustento político. ¿Puede demostrarse con igual facilidad que es lógico y natural que una minoría mande a la mayoría? Mosca considera que esta última proposición no es tan fácil de corroborar empíricamente como la anterior. “Pero éste es uno de los puntos, como tantos otros que se dan en las demás ciencias, en el que la apariencia de las cosas es contraria a su verdadera realidad” (págs. 109/110). La minoría organizada siempre se impone sobre la masa desorganizada. Cien hombres organizados son más fuertes que mil carentes de unidad y cohesión. Elitismo y organización van de la mano; son hermanos siameses. ¿Cuál es la consecuencia de esta supremacía? “De este hecho se deduce fácilmente la consecuencia de que, cuanto más vasta es una comunidad política, tanto menor puede ser la proporción de la minoría gobernante con respecto a la mayoría gobernada, y tanto más difícil le resultará a ésta organizarse para actuar contra aquélla” (pág. 110).

Pero la organización no constituye el único factor que ayuda a comprender el porqué de la dominación de la minoría sobre la mayoría. No debe descartarse el hecho de que los miembros de las minorías gobernantes poseen determinadas aptitudes que les permiten diferenciarse de la masa de los gobernados. Para Mosca quienes forman parte de las minorías gobernantes poseen ciertas cualidades que les otorgan un hálito de superioridad, tanto intelectual como material-e incluso moral-, sobre el pueblo. “En otras palabras, deben poseer algún requisito, verdadero o aparente, que sea altamente apreciado y se valores mucho en la sociedad donde viven” (pág. 110). La historia de nuestro país lejos está de corroborar esta proposición. El gobierno de Isabel Perón, por ejemplo, estuvo compuesto por “personajes”, incluida la propia presidenta, carentes por completo de idoneidad técnica y ética.

Mosca recuerda aquellos valores que desde los comienzos de la civilización permitían a los hombres el acceso a la clase política. En las sociedades primitivas lo más apreciado eras el valor demostrado en combate. En aquel entonces la guerra era algo habitual y el heroísmo en el campo de batalla era muy valorado, hasta tal punto que quien lo poseyera no tenía inconveniente alguno en pasar a ser miembro del selecto grupo de los que mandaban. “La guerra, que en la sociedad de civilización avanzada puede considerarse como un estado excepcional, en cambio se puede ver casi como normal en las que están al comienzo de su desarrollo; y entonces los individuos que despliegan en ella mejores aptitudes, adquieren fácilmente la supremacía sobre los otros; los más valientes serán los jefes. El hecho es constante, pero las modalidades que puede asumir difieren según los casos” (págs. 110/111).

La guerra fría (primera parte)

Ser y Sociedad-6/1/012

El 1 de enero de 1907 nació en Kámenskoye-actual Dniprozerzhybsk (Ucrania)-quien durante 18 años (1964-1982) sería la autoridad política más relevante de la Unión soviética: Leonid Brézhnev. Hijo de un obrero metalúrgico, recibió educación técnica, centrada especialmente en la gestión de tierras. En 1923 pasó a formar parte del Komsomol (organización juvenil del Partido Comunista) y seis años más tarde, del propio partido. Entre 1935 y 1936 (ya era ingeniero metalúrgico) le tocó el servicio militar obligatorio y luego cursar en una escuela de tanques, ejerció funciones de comisario político en una fábrica de tanques. En 1936 ocupó un cargo de Director de una escuela técnica y en ese mismo año fue trasladado al centro regional de Dnipropetrovsk. Tres años más tarde se transformó en el secretario del Partido Comunista en esa localidad, quedando a su cargo las industrias de defensa más relevantes de esa localidad. En junio de 1941 la Alemania de Hitler invadió la Unión soviética. Brézhnev, al igual que la mayoría de los funcionarios comunistas de jerarquía media, fue reclutado. Tuvo a su cargo la evacuación de las industrias de Dnipropetrovsk hacia la zona oriental de la Unión Soviética antes de que la ciudad cayera en poder de los nazis, y con posterioridad fue designado comisario político. En octubre Brézhnev fue nuevamente ascendido con el nombramiento de subdirector de la administración política del Frente Sur. Al año siguiente, Ucrania fue invadida por las tropas de Hitler, siendo enviado Brézhnev al Cáucaso ostentando el cargo de subjefe de la administración política del Frente de Transcaucasia. En 1943 se convirtió en jefe del Departamento Político del ejército 18, fuerza militar que ese año pasó a formar parte del Primer Frente Ucraniano, bajo el mando de quien llegaría a ejercer una influencia gravitante en el futuro de la Unión Soviética y a quien Brézhnev había conocido en 1931: Nikita Jrushchov.

Luego del fin de la guerra, Brézhnev abandonó el ejército con el rango de Mayor General. En 1950 comenzó a dar los pasos que lo depositarían años más tarde en la cima del poder político. En el despertar de los cincuenta fue diputado del soviet Supremo de la URSS, el máximo órgano legislativo del país. Paralelamente, fue designado como Primer Secretario del PC en Moldavia. Dos años más tardee, fue designado miembro del Comité Central del PC y se presentó como candidato a miembro del Presidium (el antiguo Politburó). Vale decir que la carrera política de Brézhnev abarcaba al mismo tiempo el ámbito propiamente partidario y el ámbito estatal. En 1953 murió Stalin e inmediatamente se produjo un reordenamiento de la estructura estatal del país. Se decidió la abolición del Presidium y la reconstitución de un pequeño Politburó. Mientras tanto, Brézhnev fue nombrado jefe de la Dirección Política del Ejército y la Marina, con el rango de Teniente General. Su estrella política iba, qué duda cabe, en franco ascenso. ¿Cómo Hizo Brézhnev para ocupar un sitio tan relevante? Resulta por demás evidente la influencia que ejerció el reemplazante de Stalin en la Secretaría General del PC: Jrushchov.

En 1955, Brézhnev asumió un nuevo cargo: Primer Secretario del PC de la URSS de Kasajistán. Tenía como misión central la de transformar las tierras vírgenes en tierras agrícolamente productivas. A comienzos del año siguiente, ya de regreso en Moscú, fue ascendido a candidato a miembro del Politburó y se le encomendaron las tareas de la industria de defensa, el programa espacial, la industria pesada y la construcción de capital. Miembro relevante de la comitiva de Jrushchov, en 1957 Brézhnev lo apoyó fervorosamente en su lucha contra los antiguos seguidores de Stalin por el control partidario. Con la victoria de Jrushchov sobre la vieja guardia, Brézhnev se transformó en un miembro de pleno derecho del Politburó. Su carrera continuó en ascenso: en 1959 se convirtió en el segundo Secretario del Comité Central, y al año siguiente fue promovido al cargo de Presidente del Presidium del Soviet Supremo. Sin embargo, el poder real estaba en manos de Jrushchov. Pero en poco tiempo el escenario político soviético cambiaría radicalmente. Hasta 1962 la posición de Jrushchov era sólida. Nadie osaba cuestionar su legitimidad política. Sin embargo, su avanzada edad hizo de él una figura política poco confiable, lo que socavó la confianza que habían depositado en él sus compañeros dirigentes. Además, la crisis económica que afectaba a la Unión Soviética no hacía más que ensombrecer el panorama. En 1963, Brézhnev probablemente participó en forma activa en un complot para remover a Jrushcov. Ese mismo año, sucedió a Kozlov (otro mimado de Jrushchov) como Secretario del Comité Central, emergiendo como un eventual sucesor de Jrushchov. Quizás no sospechando que Brézhnev estaba esperando sucederlo, Jrushchov lo nombró Segundo Secretario, con lo cual surgió como un líder del PC adjunto.

Luego de regresar de Escandinavia y Checoslovaquia, Jrushchov decidió tomarse vacaciones en una localidad cercana al Mar Negro. Era octubre de 1964. Al regresar, comprobó en carne propia la traición de sus “camaradas”. Semichastny, jefe de la KGB, supuestamente debió informarle de lo que estaba ocurriendo. El 12 de octubre, el conspirador Súslov le solicitó a Jrushchov que regresara a Moscú para discutir sobre la situación de la agricultura en el país. Jrushchov, consciente de lo que estaba pasando, le dijo a otro conspirador, Mikoyán, que si su presencia en la cúspide del poder constituía una molestia, estaba dispuesto a dar un paso al costado. En ese momento, la conspiración tenía dos vertientes: una, comandada por el mencionado Mokoyán, propiciaba la destitución de Jrushchov como Primer Secretario pero resguardándolo como Presidente del Consejo de Ministros; otra, comandada por Brézhnev, propiciaba su retiro definitivo de la política. Ésta gozaba de un amplio consenso. Brézhnev y Podgorni, líderes de la conspiración, culparon a Jrushchov por los fracasos de la economía. Los aliados de Brézhnev presionaron y lograron que los miembros del Politburó votaran a favor de la remoción de Jrushchov. Hubo, incluso, algunos miembros del Comité Central que querían someterlo a algún castigo. Pero Brézhnev, satisfecho con su nuevo cargo-Primer Secretario-se opuso. En ese momento hubo quienes creyeron que Brézhnev sería un líder de transición. Cometieron un grueso error de cálculo. La jefatura de Gobierno cayó en manos de Kosygin y la jefatura de Estado fue capturada por Mikoyán. La nueva élite soviética estaba convencida de que las reformas propiciadas por Jrushchov luego de la muerte de Stalin-y que habían apoyado al principio-habían terminado por desestabilizar al país. Además, cuestionaban el estilo de conducción de Jrushchov, demasiado personalista, a su criterio. No fue casualidad que Pradva, uno de los periódicos de la URSS, hirviera mención del “liderazgo colectivo”, de la “planificación científica”, de la “consulta de expertos”, de la “regularidad organizativa” y del “fin de las conspiraciones”.

Fuentes (Google):

-Leonid Brézhnev; Wikipedia, la enciclopedia libre.

-Leonid Brézhnev: Metapedia, la enciclopedia alternativa.

-Biografía y vidas: Leonid Brézhnev.

-Doctrina Brézhnev: Wikipedia, la enciclopedia libre.

La dramática y fascinante historia argentina. Lo que nos pasó a partir del 25 de mayo de 1810

La etapa pos alvearista

Acosado por un vacío de poder cada vez más profundo Carlos De Alvear decidió pegar un clásico manotazo de ahogado: la invasión a la provincia de Santa Fe. Para ello ordenó al coronel Álvarez Thomas que se hiciera cargo de la misión. Nunca imaginó que al arribar a Fontezuela el militar, apoyado por la oficialidad, se pronunciaría en contra del Director Supremo y a favor del fin de la guerra civil. La sublevación de Álvarez Thomas se extendió como reguero de pólvora por otros cuerpos militares. Presionado por sus allegados Alvear renunció al cargo de Director Supremo pero al mismo tiempo trató de conservar el mando castrense. El 15 de abril de 1815 el Cabildo le ordenó que hiciera entrega del mando militar y asumió el gobierno de la provincia. Alvear intentó una última e irracional maniobra: entrar a la ciudad por la fuerza. Ante el pedido de ayuda del Cabildo el coronel Álvarez Thomas marchó hacia la Capital Federal declarando a Alvear “reo de lesa patria”. Siguiendo el consejo de los pocos amigos que le quedaban Alvear se embarcó en una nave inglesa hacia el exterior.

El primer problema con que se enfrentaron los vencedores fue la elección del sucesor de Alvear. El órgano facultado para hacerlo era la Asamblea. Cómo ésta había sido disuelta el Cabildo porteño decidió constituir un poder provisional. El elegido fue el general José Rondeau, quien ese momento estaba a cargo del ejército del Perú. A raíz de ello fue designado en carácter de Director interino el coronel Álvarez Thomas. Para evitar que se reiterara una experiencia como la alvearista el Cabildo, tan responsable como el coronel del derrocamiento de Alvear, creó una Junta de Observación y dictó un Estatuto Provisional cuya vigencia terminaría con la reunión de un nuevo Congreso General de todas las provincias. Álvarez Thomas fue, desde el comienzo de su gestión, un Director Supremo débil que debió lidiar con un serio problema: cómo congeniar la pluralidad de objetivos de la revolución de abril. Ya en la proclama quedaba en evidencia la colisión entre dos posturas políticas: por un lado, la que enarbolaba las banderas de la unidad del interior y el conflicto con España; por el otro, la que enarbolaba la paz con el caudillo oriental (Artigas) y una Buenas Aires alejada del gobierno central. Álvarez Thomas no ignoraba que la caída de Alvear se debió al accionar del ejército pero también al protagonismo del Cabildo porteño. Ambos actores ocuparon el centro del escenario. Tampoco podía desentenderse de la existencia de varios centros de poder, muchos de ellos rivales entre sí, inmunes al poder central. Ello significa que Álvarez Thomas lejos estaba de poder legitimar su poder a lo largo y ancho del territorio nacional. En lenguaje weberiano, no estaba en condiciones de garantizar el monopolio del uso legítimo de la fuerza. En consecuencia, no había propiamente un gobierno nacional.

Consciente de su débil posición Álvarez Thomas intentó mantener buenas relaciones con Rondeau y San Martín, y sellar con Artigas un acuerdo de paz. Este objetivo naufragó rápidamente porque Artigas era consciente no sólo de su poder sino también del precario equilibrio que sostenía a Álvarez Thomas. Ello explica la decisión del Director Supremo de convocar a un Congreso General en la provincia de Tucumán. De esa forma tranquilizó a varias provincias, temerosas de que el centralismo porteño continuara vigente. Además, logró un mayor apoyo de San Martín porque con dicha convocatoria era más factible su viejo anhelo: la declaración de la independencia. Mientras tanto, emergía en toda su magnitud el grave problema político que ocasionó el Estatuto Provisional sancionado por el Cabildo. Si sus miembros creyeron que iba a tener un amplio apoyo cometieron un grosero error de cálculo, ya que sólo fue reconocido por Salta. El resto de las provincias acusaron al Cabildo de haber tomado una decisión tan importante sin consultarlas (1).

(1) Floria y García Belsunce, Historia de… capítulo 17

Álvarez Thomas y su relación con Artigas

Por su parte, Álvarez Thomas prefirió no dejarse atrapar por semejantes enredos políticos y centró todas sus energías en afianzar sus relaciones con Artigas, quien en ese momento había tomado la decisión de convocar a los pueblos orientales a un Congreso en la localidad de Mercedes. El coronel Blas J. Pico y el presbítero Bruno Rivarola fueron los encargados, en representación del Director Supremo, de hacerle saber a Artigas la intención del gobierno de enhebrar un acuerdo sobre la base de las siguientes propuestas: a) reconocimiento de la independencia de la Banda Oriental, b) unidad de fuerzas contra los españoles, c) reconocimiento de Buenos Aires como gobierno independiente del gobierno central, d) libertad de acción de las provincias de Entre Ríos y Corrientes para elegir el gobierno protector de su preferencia (Álvarez Thomas o Artigas, en suma). Haciendo gala de su personalidad volcánica Artigas les demostró a los enviados del gobierno central lo que significa el ejercicio del poder demorando bastante su recepción. En términos coloquiales, los obligó a padecer una amansadora de aquéllas.

Artigas no aceptó las propuestas de Álvarez Thomas pero ello no implicó el fin de las negociaciones. En efecto, su reacción consistió en efectuar una contrapropuesta que se apoyaba en los siguientes puntos: a) la separación de la Banda Oriental hasta que el Congreso decidiera, y b) el control político de Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y Córdoba. Artigas le demostró a Álvarez Thomas que “iba por todo”. Álvarez Thomas consideró inaceptables semejantes exigencias y se percató de inmediato que no le quedaba otro camino que el de recuperar el control sobre las provincias situadas al oeste del río Paraná, única forma de garantizar el éxito de la futura reunión del Congreso. Para ello organizó una expedición, bajo el mando de Viamonte, con el objetivo de ocupar Santa Fe, lo que finalmente se produjo el 25 de agosto de 1815 sin tener que lamentar víctimas. El éxito se debió en buena medida a la decisión de Álvarez Thomas de arrestar en un buque de guerra a los enviados artiguistas, temeroso de que tuvieran conocimiento de sus planes. Pero en poco tiempo el escenario s emodificó de manera radical. El 3 de marzo de 1816 el teniente Estanislao López se sublevó contra Viamonte. Al contar con el apoyo de Artigas, logró vencer a Viamonte luego de un mes de acciones bélicas (1).

(1) Floria y García Belsunce, historia de… capítulo 17.

El liderazgo de Güemes en el norte

Los primeros pasos dados por Álvarez Thomas habían sido un fracaso. Sus primeros intentos por lograr la paz habían naufragado, al igual que el objetivo de asegurarse por las armas el control de Santa Fe. Para colmo, en el norte la autoridad de Rondeau se desmoronaba como un castillo de naipes mientras el ejército era ganado por la política y la indisciplina. Era el escenario ideal para que apareciese un caudillo de los quilates de Güemes. Injustamente despojado de su mando se retiró del ejército acompañado por sus hombres. Estaba dominado por la decepción y el enojo. Pese a que fue elegido gobernador interino en Salta reconoció la autoridad de Rondeau como Director Supremo y la de Álvarez Thomas como interino. Primó en Güemes su ética de la responsabilidad ya que era consciente de la gravedad de la situación. Lamentablemente, el escenario empeoró a raíz de las derrotas de los patriotas en Venta y Media (20 de octubre de 1815) y en Sipe Sipe (29 de noviembre del mismo año). El Alto Perú, con excepción de Santa Cruz de la Sierra, había caído en manos del enemigo español. Carente de autoridad, un desprestigiado Rondeau no tuvo mejor idea que declarar a Güemes enemigo del Estado (5 de marzo de 1816). Pese a ocupar Salta, cayó en la trampa tendida por el caudillo salteño. Aislado, fue incapaz de frenar el avance realista sobre las provincias abandonadas. Afortunadamente Rondeau recuperó la cordura y acordó con Güemes un pacto de amistad el 17 de abril de 1816 (ya estaba en funciones el Congreso de Tucumán) que permitió asegurar la frontera norte ante una eventual invasión del agresor (1).

(1) Floria y García Belsunce, Historia de… capítulo 17.

Cuyo y Santa Fe

Asfixiado por doquier Álvarez Thomas encontró en Cuyo el oasis que necesita cualquiera que transita un desierto para no morir en el intento. En efecto, la provincia conducida por San Martín apoyó con fervor la decisión del Director Supremo de convocar al Congreso en la ciudad de Tucumán. Mientras tanto, el ilustre militar se fortalecía para estar en perfectas condiciones de luchar contra los realistas. Convencido de que si lograban asentarse en territorio chileno el proceso independentista correría serio riesgo, decidió pasar a la ofensiva invadiendo el país trasandino en la primavera de ese año (1816).

Obsesionado con Santa Fe el Director Supremo designó nuevamente a Belgrano jefe de las tropas (el Ejército de Observación) encargadas de intentar tomar posesión de la provincia por enésima vez. Consciente de lo dificultosa que podía ser la operación militar Belgrano intentó un acercamiento pacífico con las autoridades santafesinas para negociar algún tipo de acuerdo que satisficiera a ambas partes. Pare ello designó como representante a su segundo, el coronel Díaz Vélez. Lamentablemente, éste lo traicionó pactando con Santa Fe el relevo de Álvarez Thomas y del propio Belgrano, asumiendo el liderazgo del Ejército de Observación. Esta canallada pasó a la historia como “el Pacto de Santo Tomé”, que tuvo lugar el 9 de abril de 1816. La historia volvía a repetirse (Fontezuela).

Mientras tanto, la influencia de Artigas no paraba de crecer luego de la adhesión de Córdoba y las muestras de simpatía provenientes de Santiago del Estero. La traición de Díaz Vélez, aborrecible desde el punto de vista moral, no hacía más que poner en evidencia la escasa predisposición del ejército nacional de luchar contra el caudillo oriental. Incluso en ciertos cenáculos porteños se lo miraba con cierta simpatía. Además, muchos estaban convencidos de que el accionar del Director Supremo atentaba contra los intereses de Buenos Aires ya que la privaba de autonomía y la transformaba en el blanco preferido del rencor de las restantes provincias. Aprovechando la incertidumbre reinante el Cabildo porteño ejecutó lo que mejor sabía hacer: provocar un golpe palaciego. Abrumado por la situación Álvarez Thomas aceptó el “pedido” de renuncia formulado por los golpistas el 16 de abril de 1816, siendo sustituido por el brigadier Antonio González Balcarce (1).

(1) Floria y García Belsunce, Historia de… capítulo 17.

El Congreso de Tucumán

El 24 de marzo de 1816 fueron inauguradas las sesiones del Congreso de las Provincias Unidas, convocado por un desfalleciente Álvarez Thomas. Con la excepción de Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos y La Banda Oriental, el resto de las provincias estuvieron representadas. También hubo representantes de las provincias del Alto Perú (Charcas, Cochabamba, Tupiza y Mizque). Si bien hay quienes menospreciaron la personalidad e inteligencia de los representantes, cabe coincidir con Bartolomé Mitre que fueron los mejores hombres que podían enviar las provincias. La mayoría de ellos eran abogados y clérigos, provenientes de las universidades de Córdoba, Charcas, Lima y Santiago de Chile. Poseían una gran capacidad intelectual y, fundamentalmente, se caracterizaban por su prudencia política. Los diputados Serrano (Charcas) y Darragueria (Buenos Aires) eran los más destacados. Pero también imponían su presencia los diputados Castro barros (La Rioja), Paso, Sáenz y Anchorena (Buenos Aires) y Malabia (Chuquisaca). Como bien señaló Joaquín V. González “Es justo decir que el Congreso de Tucumán ha sido la asamblea más nacional, más argentina y más representativa que haya existido jamás en nuestra historia” (1). Además, hay que tener en cuenta el clima político que se vivía en aquella época. El Alto Perú (la actual Bolivia) estaba en poder de los realistas; varias provincias respondían a Artigas (las que no estuvieron representadas en el Congreso); Santiago del Estero y La Rioja estaban convulsionadas; el Ejército de Observación, comandado por Díaz Vélez, no reconocía la autoridad de Álvarez Thomas; la amenaza española de enviar una poderosa expedición militar lejos estaba de ser una utopía; y cundían los rumores acerca de una posible invasión lusitana. Como frutilla del postre cabe decir que las monarquías europeas, una vez caído Napoleón, reafirmaban la legitimidad de la restauración del régimen político basado en la autoridad suprema del rey. Ante semejante situación límite los congresales no tuvieron más remedio que consolidar las bases sobre las que se sustentaba el régimen político surgido en mayo de 1810, porque de no hacerlo todo lo realizado en ese sentido entre mayo de 1810 y 1816 habría sido en vano. Realmente había que tener un gran coraje para declarar la independencia en semejante contexto. Y esos diputados lo tuvieron.

(1) Leoncio Gianello, Historia del Congreso de Tucumán, Bs. As., Academia Nacional de la historia, 1966, pág. 122, en Floria y García Belsunce, Historia de…, pág. 402.

Juan Martín de Pueyrredón, nuevo Director Supremo

El Congreso fue un ejemplo de convivencia democrática, pese a ser bastante heterogéneo. Había un grupo compuesto por algunos diputados de Buenos Aires, los de Cuyo y algunos de las provincias del interior (los centralistas); otro grupo integrado por diputados cordobeses, algunos de Buenos Aires y otros del interior (los localistas); y un tercer grupo compuesto por los representantes del Alto Perú (los altoperuanos).

El primer problema a resolver por el Congreso era la designación del nuevo Director Supremo. La tarea no era sencilla porque la elección debía recaer en un hombre que fuera, al mismo tiempo, de fuerte personalidad pero dispuesto al diálogo. Ni un ególatra autoritario pero tampoco un pusilánime. Los diputados por Córdoba propusieron como candidato a Moldes, diputado salteño que mucho se acercaba al ególatra autoritario. La solución la tuvo San Martín. Consideró que el candidato adecuado era el diputado entrerriano Juan Martín de Pueyrredón, a quien conocía desde hacía dos años. Los diputados cuyanos se alinearon de inmediato y muy pronto su candidatura recibió el apoyo de Güemes y de los diputados por Buenos Aires y el Alto Perú. Al conocerse en Tucumán el pacto de Santo Tomé y la renuncia de Álvarez Thomas, Pueyrredón se encontró con el camino totalmente despejado. El 3 de mayo de 1816 Pueyrredón recibió el apoyo de 23 diputados y su competidor, Moldes, solamente el de 2 diputados. Era la primera vez que el “Poder Ejecutivo” gozaba de legitimidad de origen.

Consciente de la difícil situación que reinaba en Salta, el flamante Director Supremo no perdió tiempo. Se dirigió a la provincia norteña para apaciguar los ánimos, “amigar” a Rondeau y Güemes, para luego asegurarse la fidelidad de las tropas. Pueyrredón no podía darse el lujo de enemistarse con Güemes porque la defensa de la frontera norte dependía, hasta ese momento, de las guerrillas que lideraba. Ya en Buenos Aires Pueyrredón sustituyó a Rondeau por Belgrano, cuyo prestigio se mantenía incólume pese a las duras derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. La respuesta de Rondeau fue la menos adecuada: consideró su reemplazo una ofensa y redactó una carta de renuncia en la que daba a entender que las tropas resistirían la designación de Belgrano. Era una clara incitación a la rebelión. Pueyrredón reaccionó como correspondía: sin perder un minuto de su valioso tiempo efectivizó el nombramiento de Belgrano lo que enervó cualquier atisbo de malestar castrense.

Para Pueyrredón la situación chilena era por demás delicada. Decidió, por ende, colocarla en la cima de sus prioridades. En consonancia con San Martín tomó la decisión de invadir al país trasandino. De esa forma el Director Supremo procuró alcanzar la unidad en torno a un objetivo supremo: la independencia. Mientras tanto, el Congreso reunido en Tucumán era presionado por San Martín para que finalmente declarara la independencia. El 9 de julio los congresistas la declararon de la siguiente forma: “Nos los representantes de las Provincias Unidas de Sud América, reunidos en Congreso General, invocando al Eterno que preside el universo, en el nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al cielo, a las naciones y a los hombres todos del Globo la justicia que regla nuestros votos; declaramos solemnemente a la faz de la tierra que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueran despojados, e investirse del alto carácter de nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli. Quedar en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de las actuales circunstancias. Todas y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta voluntad, bajo el seguro y garantía de sus vidas, haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda, para su publicación, y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállese en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración. Dada en la sala de sesiones del Congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios. Francisco Narciso de Laprida, presidente, Mariano Boedo, vicepresidente”. El proceso comenzado el 25 de mayo de 1810 culminaba con esta solemne declaración el 9 de julio de 1816. Había triunfado claramente la concepción americanista de la revolución (1).

(1) Floria y García Belsunce, Historia de… capítulo 17.

Bibliografía básica

-Germán Bidart Campos, Historia política y constitucional argentina, Ed. Ediar, Bs. As. Tomos I, II y III, 1977.

-Natalio Botana, El orden conservador, Ed. Sudamericana, Bs. As., 1977.

-Natalio Botana y Ezequiel Gallo, De la República posible a la República verdadera” (1880/1910), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo III, Ariel, Bs.As., 1997.

-José Carlos Chiaramonte, Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina (1800/1846), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo I, Ariel, Bs. As., 1997.

-Carlos Floria y César García Belsunce, Historia de los Argentinos, Ed. Larousse, Buenos Aires, 2004.

-Tulio Halperín Dongui, Vida y muerte de la República verdadera (1910-1930), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo IV, Ariel, Bs. As., 1999.

-Tulio Halperín Donghi, Proyecto y construcción de una nación (1846/1880), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo II, Ariel, Bs. As., 1995.

-Daniel James (director del tomo 9), Nueva historia argentina, Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Ed. Sudamericana, Bs. As., 2003

-John Lynch y otros autores, Historia de la Argentina, Ed. Crítica, Barcelona, 2001.

-Marcos Novaro, historia de la Argentina contemporánea, Edhasa, Buenos aires, 2006

-David Rock, Argentina 1516-1987, Universidad de California, Berkeley, Los Angeles, 1987.

-José Luis Romero, Las ideas políticas en Argentina, FCE., Bs. As., 1956.

-Juan José Sebreli, Crítica de las ideas políticas argentina, Ed. Sudamericana, Bs. As., 2003.

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