Por Sebastián Dumont.-
Trascendió por estas horas que Cristina Kirchner estaba molesta con algunos intendentes. En particular, apareció el nombre de Martín Insaurralde y de Fernando Espinoza, que no es jefe comunal pero tiene mucha influencia en La Matanza. Al parecer, la cosa no es así, sino al revés. Los que están algo disgustados con la ex presidente son los intendentes, que volvieron a sentir el “ninguneo” al cual estaban acostumbrados cuando los llamaban sólo para ir a aplaudir a la Casa Rosada. Por tal razón, y algunas más de índole territorial, ha empezado tibiamente a rearmarse la liga de intendentes peronistas de la misma manera que surgió a principios del año 2016, cuando buscaban formar parte de un rearmado del peronismo desde las comunas, únicos bastiones institucionales donde el peronismo conserva poder en la provincia de Buenos Aires. Sobre todo en el conurbano bonaerense. ¿Será esta vez la vencida?
La pregunta no es antojadiza. Y se remite a la dificultad histórica que tienen los intendentes para poder encarar un proceso de transformación propio que los tenga como líderes y no dependan de figuras nacionales y provinciales. Saben que administran territorios amplios y que muchas veces se tienen que hacer cargo de los problemas que no se resuelven desde la Nación o la Provincia. Pero a la hora de las votaciones, muchas veces terminan arrastrados por la ola nacional. Y no pueden zafar. Esta vez no fue la excepción. Por eso, aún a disgusto, muchos decidieron postergar la idea de la renovación del peronismo para asegurar los votos en sus distritos. A la luz de los resultados, se activo el modo GPS “recalculando”.
Luego de las PASO, los intendentes peronistas volvieron a juntarse. Hasta allí fueron la mayoría de los que se quedaron con Cristina y se sumaron al encuentro Gabriel Katopodis y Juan Zabaleta, además del joven Francisco Echarren, de breve paso por el gobierno de María Eugenia Vidal. Allí se evaluaron los pasos a seguir después de octubre, aunque primero hay que pasar la elección. No habrá dudas que en los casos de San Martín y Hurlingham, allí funcionará el voto “delivery”. Buscarán salvar la lista local y sumar todo lo que puedan de Cristina Kirchner, pero también de la boleta de Cambiemos. Sin descartar, de ser necesaria, la de Massa. Es la vieja tradición. El tema es que se pueden repartir las combinaciones más insólitas, pero eso no es garantía de acompañamiento.
En dicha conversación se volvió a plantear la idea de estar todos juntos como lo pensaron a principios de 2017 cuando impulsaban un sólo grupo de jefes comunales. Eran los tiempos donde hasta armaron un operativo clamor para que Cristina Kirchner no se presente como candidata, bajo el argumento de no poder pedirle que haga ese esfuerzo para suplir lo que no habían podido realizar en su conjunto los dirigentes del peronismo. Era la manera de avanzar en la construcción de algo novedoso. Pero no se dio. Por muchas circunstancias. Hubieran esperado de Florencio Randazzo una decisión más prematura. Eso quedó ahora en el pasado. Y tendrán que lidiar con lo que viene.
El tema es que varios alcaldes ven con preocupación el futuro. El avance de Cambiemos es un llamado de atención que podría dejarlos en condiciones preocupantes hacia el 2019. Ese es el verdadero problema y no tanto la conformación ahora de los Concejos Deliberantes. Con algo de habilidad y buenas negociaciones, los concejales suelen amoldarse al oficialismo local.
La primera escala, será reforzar sus propios territorios. Buscarán mostrar que ellos son los que suman los votos y no al revés. Para eso, es fundamental que sus boletas sean más votadas que la de los candidatos nacionales. En varios casos, sucedió al revés. Fue Cristina más votada que la lista de los concejales. Las deliberaciones seguirán.
La idea de armar la nueva liga de intendentes está vigente. Habrá que ver si esta vez es distinta a lo de siempre. O volverán a quedar atrapados en sólo la intención. Superar esa dicotomía requiere de varios esfuerzos. Entre ellos, deponer egos personales. Quizá el escollo más difícil.
25/08/2017 a las 3:50 PM
«…un operativo clamor para que Cristina Kirchner no se presente como candidata /// era la manera de avanzar en la construcción de algo novedoso, pero no se dio, por muchas circunstancias.»
Básicamente yo diría una sola: En la fila de dominó, si cae la primera caen todas.