Por Guillermo Cherashny.-

El 25 de enero de este año, el mundo se asustaba cuando Alexis Tsipras, el líder de la izquierda antisistema, ganaba las elecciones y se convertía en primer ministro de Grecia. Casi todos pensaron que este país se saldría del euro volviendo al dracma y generando una crisis en la comunidad europea. Cristina Fernández de Kirchner se vio reflejada en este líder de 42 años que provenía del Partido Comunista Griego y que tuvo imitadores en España, con Diego Iglesias, líder de PODEMOS, en detrimento de los tradicionales Partido Popular y el PSOE, a los que Cristina calificaba de partidos del ajuste. Durante varios meses, Tsipras negoció con el gobierno alemán sin llegar a un acuerdo y negándose a un ajuste como el que venia sufriendo Grecia desde hace ya varios años. Pero sorpresivamente, un mes y medio atrás, aceptó el ajuste que le proponía Angela Merkel y firmó, poniendo como garantía, entre otras cosas, los puertos y aeropuertos griegos.

La máquina de criticar

Y anteayer dio la nueva sorpresa, renunciando a su cargo para presentarse nuevamente a las elecciones parlamentarias del próximo el 20 de septiembre. Para éstas, las encuestas le dan un triunfo cercano a la mayoría absoluta, lo que motivó que la presidente, en la cadena oficial, lo criticara al griego, diciendo con sorna que los aeropuertos quedaron en manos de Alemania, con lo cual dio por terminadas las simpatías del Frente para la Victoria para con el líder helénico. Y acto seguido, le pegó a Mauricio Macri como el candidato del ajuste en la Argentina, pero pareció que lo estaba criticando a Tsipras. Como no quiso crear un conflicto internacional, le arrojó los dardos a Macri, pero su desilusión con el gobierno griego fue evidentemente asesorada por Axel Kicillof, quien en diciembre, gane Scioli u otro candidato, se tiene que ir al congreso como diputado nacional porque su fracaso se demuestra con la escapada actual del dólar blue y la inminencia de un acuerdo con los holdouts que hará el próximo presidente, sea quien sea. En tanto, la amiga de Cristina, Dilma Rousseff, acosada por denuncias de corrupción, sigue el mismo rumbo económico de Tsipras, Cristina y Kicillof: se quedaron solos en el mundo.

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