Por Carlos Tórtora.-

Por primera vez en mucho tiempo, Alberto Fernández da señales de tener planes políticos para el 2023. Su alejamiento de Cristina Kirchner ya tuvo dos manifestaciones concretas en cuestión de horas. La primera fue la designación inconsulta de tres nuevas ministras, ninguna de las cuales comulga con el cristinismo. La segunda fue la frase hiriente que pronunciara en el plenario de IDEA en Mar del Plata, donde enfatizó que en su gobierno nadie le había pedido plata a los empresarios por obras publicas, en clara alusión a la corrupción imperante en el gobierno de ella.

Tal como está la pulseada, el objetivo de Alberto es llegar al comienzo del calendario electoral con las opciones abiertas. Esto incluye la posibilidad de presentarse como candidato a presidente en una PASO contra un candidato de Cristina o contra ella misma. El presidente no desconoce obviamente lo mal que lo posicionan las encuestas pero especula con que la vicepresidenta, si es condenada en la causa Vialidad en los próximos meses, podría sufrir un gran deterioro político. Si este clima se da, Alberto también contaría con que algunos gobernadores se desmarquen y empiecen a hablar de que es necesario un candidato que no sea puesto a dedo por CFK. La realidad es que se estarían dando condiciones para una reacción: después del fallido atentado contra su vida, no se reflejó en las encuestas ningún fenómeno de solidaridad por victimización y ella se encuentra paralizada en los números.

Pero lo más grave para Cristina es la carencia de un candidato competitivo para una elección que muchos dan por perdida.

La suspensión

Si se suspenden las PASO, es de suponer que a ella le resultará más fácil imponer un candidato a dedo. Pero en el camino hay problemas. Sin PASO, la elección de los candidatos pasará por una interna partidaria y en el PJ nacional, cuyo presidente es justamente Alberto. Despreciada por La Cámpora, la estructura partidaria está en manos de una conducción con no pocos albertistas y peronistas ortodoxos. Los camporistas, que quieren suspender las PASO, se dan cuenta recién ahora de su error en no ocuparse del PJ nacional.

Si todo sigue como hasta ahora, Alberto podría presentarse en las PASO sólo con juntar los avales necesarios que marca la ley. Para el kirchnerismo duro, tener que poner un candidato para competir con el presidente sería desde ya una derrota. Hoy por hoy, cuatro diputados albertistas (tres del Movimiento Evita y Leandro Santoro) impiden que el oficialismo tenga número suficiente para sancionar la suspensión de las PASO en Diputados. Los seguidores de Emilio Pérsico quieren que haya PASO, porque se preparan para competir con el kirchnerismo en distritos claves como La Matanza. Si el albertismo consigue evitar la suspensión de las primarias, se anotaría un éxito y colocaría a la vicepresidenta en una situación compleja.

De llegarse a esta situación, La Cámpora presionaría para que Cristina sea candidata para que nadie -empezando por Alberto- se atreva a enfrentarla. Pero una sentencia condenatoria en la causa Vialidad le jugaría en contra, porque en caso de perder la elección no tendría fueros y debería cumplir prisión domiciliaria.

La esperanza dorada del kirchnerismo es que JxC se fracture, lo que no parece fácil pero tampoco imposible.

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