Por Raúl Cuello.-

Ocurrió una tarde del mes de octubre de 1966, en que estaba esperando en la antesala del Ministro de Economía, que entonces era el Dr. Néstor Jorge Salimei para verlo pues me había convocado para tratar temas impositivos habida cuenta que entonces yo era el Director General de la Dirección General Impositiva.

Debía de esperarlo porque estaba en audiencia concedida al entonces   l Secretario de la CGT Augusto Timoteo Vandor (que fuera asesinado más adelante). Fue entonces que se me acercó un ordenanza de nombre Costa para ofrecerme un café. Era un negro mota, de mediana estatura, gordito, de unos 55 años, muy simpático y querido en el Ministerio. Por lo demás hacía mucho tiempo estaba en esa función.

Mientras me servía el pocillo de café, me dijo: ¿“doctor, el Ministro es amigo suyo? a lo que le contesté que no, que era conocido desde hacía poco tiempo. Entonces ligeramente agachado y en voz baja me dijo: “si Vd. no se ofende quiero decirle que este Ministro no sirve”. ¿Por qué Costa? repliqué y su respuesta fue “Porque cada uno que lo viene a ver se va sonriendo y no es posible que un Ministro deje contento a todo el mundo”.

Efectivamente, cuando salió Vandor de la audiencia se fue a las carcajadas. Eso fue una lección para mí que nunca he olvidado. Porque de las decisiones económicas, siempre hay alguien que queda bien y otro mal. Es como ocurre con la frazada corta, no es posible tapar la cabeza y los pies al mismo tiempo.

Es oportuno que mencione que Vandor quería un gremialismo “sin Perón” que él conduciría, dado que suponía que el General Perón no podría manejar el movimiento desde su residencia en Madrid. Su error lo pagó con la muerte en manos de quienes lo consideraron un traidor a la “causa peronista”.

Ahora en vísperas de elecciones es bueno que los políticos aprendan que en política hay que saber quiénes han de estar a favor de las propuestas y quienes en contra, de modo que el discurso nunca podrá ser abarcativo del conjunto, porque de allí devendrán las frustraciones y el fracaso de la gestión. Un hombre simple como Costa tenía la sabiduría suficiente para saberlo.

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