Por Hernán Andrés Kruse.-
“Cuando comparamos, sin embargo, debemos resolver también otro problema: instituir un aceptable equilibrio entre el momento ideográfico y aquel nomotético, entre individualizar y generalizar. El comparatista, en efecto, debe, por un lado, tomar en cuenta las irreductibles especificidades de los distintos objetos que compara y, por el otro, no perder de vista su brújula, que consiste en el intento de controlar empíricamente la validez o no de las generalizaciones law-like, que aspiren a volverse “leyes”. Sartori confirma aquí, como ya lo ha hecho en muchos escritos anteriores, que a su juicio el mejor método para vincular universal y particular es el de utilizar correctamente la escala de abstracción. Mediante la escala de abstracción que, estipula una relación inversa entre denotación y connotación del concepto, es posible “tratar” los conceptos, o sea hacerlos ascender y descender a lo largo de la escala, volviéndolos así capaces de viajar prolíficamente en el tiempo y espacio.
La referencia a la escala de abstracción vincula estrechamente el tema de la comparación al argumento de mi ensayo, es decir a la teoría política. Hacer teoría política significa, al menos en la fase preliminar, partir de conceptos colocados muy arriba en la escala de abstracción y después proceder descendiendo a lo largo de la escala, reduciendo la denotación de los conceptos en modo gradual conforme las categorías conceptuales son afinadas y precisadas. Ya se ha dicho que, para Sartori, es el nivel intermedio de la escala de abstracción aquel que exige la máxima atención. Es precisamente aquí en donde toman forma las clasificaciones que debemos utilizar para el control comparado de nuestras hipótesis. Después, comparando estaremos obligados a descender aún más a lo largo de la escala, o sea acrecentar la connotación de nuestros conceptos en detrimento de su denotación, para adaptarlos a las especificidades de los casos que estamos comparando. La etapa sucesiva y final será un nuevo ascenso hacia el nivel intermedio de la escala.
Si, en efecto, el control comparado da los frutos esperados, si las hipótesis de investigación resultan confirmadas, la consecuencia es la posibilidad de formular una “teoría de medio rango”, que es precisamente ubicable en un punto intermedio de la escala de abstracción. El vínculo entre teoría política y comparación en Sartori, me parece que puedo decir, está por lo tanto en esto: la teoría política es el punto de partida, pero después, a partir de que el trabajo de afinación procede, la tarea del estudioso (si, antes que un filósofo, es un investigador interesado en el examen empírico de sus hipótesis) es descender a lo largo de la escala de abstracción en modo tal que la teoría genere hipótesis empíricamente controlables (cuanto más, mediante el método comparado). A su vez, la comparación es el instrumento principal que tienen a su disposición los científicos con el fin de construir “teorías empíricas” de medio rango. Pero para comprender mejor este aspecto conviene considerar el modo con el cual Sartori, razonando sobre los diversos fenómenos políticos, construye sus teorías políticas”.
DICTADURA E IDEOLOGÍA: LA CONSTRUCCIÓN DE LA TEORÍA POLÍTICA
“Sartori jamás ha contradicho ni traicionado su propia lección metodológica estudiando los fenómenos políticos. Existe, antes bien, una notable coherencia entre la metodología de Sartori y su modo de hacer teoría política. De algún modo, esta coherencia es también en determinados puntos sorprendente si se considera que, objetivamente, jamás es fácil quedarse hasta el fondo fiel a las propias convicciones metodológicas mientras se trabaja sobre problemas de sustancia. En cambio, en Sartori esta coherencia existe realmente.
Haré dos ejemplos del modo en los cuales metodología y teoría política se funden en Sartori: su análisis de la dictadura y aquel otro de las ideologías. A diferencia del ensayo sobre la ideología, del cual hablaré en un momento, que fue publicado originalmente en la American Political Science Review, y que por consiguiente tuvo una amplia circulación, influyendo la reflexión y la investigación sobre las ideologías, el ensayo sobre la dictadura, que es de los primeros años setenta, ha tenido, creo, menor fortuna; es, por ejemplo, mucho menos citado que otros tantos trabajos de Sartori. Sin embargo, vale la pena hablar de ellos ya que en modo transparente y muy claro, surge de este ensayo eso que para Sartori significa hacer teoría política.
El título original fue “Apuntes para una teoría general de la dictadura”. Sartori, fiel a sus convicciones metodológicas, parte naturalmente de la palabra –dictadura– y lo primero que hace es seguir los cambios de su significado, de la dictadura romana al significado que la palabra asumiría en el siglo XX. Ocupado para indicar una magistratura extraordinaria creada para hacer frente a las emergencias en la Roma republicana, sólo hacia el fin de una larguísima parábola histórica el término dictadura sustituirá al antiguo término “tiranía”. La dictadura esta vinculada con la república moderna, dice Sartori, representa la degeneración, así como la tiranía estaba vinculada con la monarquía y representaba su degeneración. Después de un excursus histórico que permite seguir los cambios de significado del término, Sartori, fiel a su método, pasa a la cuestión preliminar de su definición. Y muestra que definir la dictadura contrariamente a todo aquello que con frecuencia se cree, no es para nada fácil. Por ejemplo, no se llega muy lejos, dice Sartori, si se sigue el camino, muy común, de definirla en negativo, de recurrir a definiciones a contrario. Por la cual la dictadura sería una forma de gobierno que se caracteriza por el hecho de ser un gobierno no democrático, no constitucional, y que se rige sobre todo por la violencia.
Sartori muestra los inconvenientes de estas definiciones. A través de un análisis que, incluso, recurre a la clasificación aristotélica de las formas de gobierno, Sartori define la dictadura como poder personalizado. Polemizando con ciertas corrientes jurídicas, Sartori muestra que el dictador jamás es un órgano de gobierno. Es siempre y solamente una persona física. La personalización del poder es la característica principal de la dictadura. Esto no excluye la posibilidad de que existan también dictaduras colegiadas, es decir gobiernos dictatoriales guiados por pocas personas físicas, pero Sartori advierte también que la opacidad de los regímenes dictatoriales es tal que hace difícil entender cuáles son en realidad las relaciones de fuerza dentro de las llamadas dictaduras colegiadas.
El análisis de la dictadura debe considerar la estructura del poder, las modalidades de su ejercicio y el número de los detentadores del poder. Pero debe también tomar en cuenta otro criterio de análisis: el modo de sucesión del poder. En cambio, no es concluyente, dice Sartori, el modo de adquisición del poder, siendo cualquier sucesión de régimen político ilícita a la luz del ordenamiento preexistente. Lo que es característico de las dictaduras es que ellas, a diferencia de las democracias, tienen una incapacidad constitutiva para someterse a normas creadas con el fin de disciplinar la sucesión del poder. Esto es lo que hace de las dictaduras sistemas de una duración discontinua o intermitente.
Una vez examinada la dictadura en sus elementos de base (y comunes a todas las dictaduras), el siguiente paso consiste en clasificar correctamente los regímenes dictatoriales. Sartori sostiene que los criterios más útiles para clasificar las dictaduras son aquellos que ponen a jugar la intensidad (es decir el grado de control coercitivo ejercido sobre la sociedad de la dictadura), la finalidad, el origen, la ideología. La clasificación por intensidad permite distinguir entre dictaduras totalitarias y dictaduras autoritarias. La clasificación por finalidad distingue entre dictaduras revolucionarias, dictaduras de orden o de defensa del status quo. La clasificación por origen permite distinguir entre dictaduras cuyo personal proviene de una clase política preexistente: dictaduras militares, dictaduras burocráticas o de aparato. La clasificación por la ideología, finalmente, permite distinguir entre dictaduras carentes de contenido ideológico y dictaduras dotadas de contenido ideológico. Cada una de estas clasificaciones puede ser útil y la utilización de una o de otra dependerá de los fines de la investigación y de las hipótesis que el investigador se propone controlar empíricamente. En la parte de las conclusiones de su ensayo Sartori discute el tema de la supuesta provisoriedad de los regímenes dictatoriales mostrando la escasa consistencia de muchos de los argumentos que se arrojan al respecto.
Un procedimiento similar al empleado para estudiar la dictadura es utilizado por Sartori para poner a punto las características de la ideología. Como siempre, Sartori parte de la clarificación del concepto. La ideología se conecta con el sistema de creencias. Representa una sub-clase de esta última. Denota la “parte política” del sistema de creencias. En específico, define un particular modo de ser de los sistemas de creencia política. Un sistema de creencia política puede en efecto ser ideológico o bien pragmático. Tanto la ideología como el pragmatismo han sido modalidades del sistema de creencia política. La “mentalidad” ideológica está conectada a una estructura cognitiva “cerrada”, dogmáticamente impermeable a los argumentos y las evidencias discordantes. La mentalidad pragmática está conectada, en cambio, a una estructura cognitiva “abierta”.
Resuelto el problema de la definición, Sartori pasa a la construcción de un esquema de análisis de los fenómenos ideológicos. Asume, en primer lugar, que los sistemas de creencias varían tanto en el plano cognitivo (ideología versus pragmatismo) como en el plano emotivo (las creencias pueden ser fuerte o débilmente percibidas). Cruzando el grado de apertura/clausura (a las argumentaciones contrarias) de los sistemas de creencia con la intensidad (fuerte/débil) de las creencias, Sartori construye una primera tipología que deberá permitir tanto medir la tasa de ideologismo/pragmatismo como dar cuenta de las transformaciones de los sistemas de creencias.
El análisis de la ideología y del pragmatismo considerados como sistemas de creencias concretos obliga, sin embargo, a tomar en consideración también otras dimensiones. En particular, la pobreza o la riqueza internas de la articulación del sistema de creencia; su poder constrictivo (el poder constrictivo es fuerte si los elementos que componen el sistema de creencias están conectados entre ellos en modo “casi lógico”); finalmente, la estratificación y, por ello, la identificación de los distintos estratos de “públicos creyentes”, distintos en base a la cantidad de información política absorbida.
Encontrando puntos de apoyo sobre todo en las investigaciones empíricas de Converse, Sartori introduce aquí sus hipótesis principales: “i) un sistema de creencias rico, articulado, casi-lógico, y por lo tanto constructivo, corresponde a un sistema de creencia de élite; ii) en contraste, los públicos de masa exhibirán probablemente, en cualquier país, un sistema de creencias pobre, no articulado, desconectado, y por consiguiente relativamente noconstrictivo”. De esto resultan varias consecuencias. La principal es que mientras los sistemas de creencias ricos, de élite, son auto-constrictivos, los sistemas de creencias pobres, de masa, son hetero-directos. “Los primeros proveen un sistema de orientación intra-directo y autodirigido; los segundos necesitan, por lo menos para fines dinámicos, de hetero-dirección. De aquí se deduce que los públicos de élite están ampliamente en grado de manipular a los públicos-masa”. Pero si es así, lo que verdaderamente importa o cuenta, es todo cuanto sucede en las cabezas de los que pertenecen a la élite.
La cuestión de la ideología y la relación entre ideología y pragmatismo, antes que nada debe ser analizado en el nivel de la élite. ¿Qué se puede explicar de este modo? Esencialmente dos fenómenos, según Sartori. En primer lugar, los grados de conflicto, de consenso y de cohesión en el interior de distintos países. En segundo lugar, la movilización y la manipulación de masas. En relación al primer punto, según Sartori, si en el interior de una comunidad política están presentes dos o más sistemas de creencias se permitirá el éxito en distinta velocidad según la naturaleza de dichos sistemas. Si los elementos distintivos de cada sistema de creencias son “fijos” (o sea, en la definición de Sartori, cerrados y fuertemente vivos) y, por lo tanto de tipo ideológico, dichos sistemas serán entre ellos incompatibles y resultará necesariamente conflicto entre los distintos grupos de creencias. Si, al contrario, los elementos distintivos de cada sistema de creencias son flexibles (abiertos y poco aprehensivos), ellos estarán amalgamados y las relaciones entre los grupos de creyentes serán de tipo consensual. Si, finalmente, los elementos distintivos están “solidificados” (o sea, abiertos pero muy vivos), los sistemas de creencias resultarán compatibles y las relaciones negociadas prevalecerán en las relaciones entre los grupos de creyentes.
Los sistemas de creencias presentes en las distintas comunidades políticas pueden no ser homogéneos entre ellos. En dos sistemas de creencias determinados, uno puede ser de tipo ideológico y otro de tipo pragmático. El efecto sería, en este caso, un desfase de la comunicación. Los dos grupos de creyentes no están en grado de comprenderse y cada uno proyecta sobre el otro su propia forma mentis: “resulta un juego vendado distinguible por una mala percepción, una mala interpretación y una espiral de sospechas recíprocas. Por ejemplo, el actor pragmático es obligado a sostener que los intereses y los conflictos de intereses son suficientes para explicar y predecir los comportamientos políticos, pero en el actor ideológico, la lógica de los intereses se combina con una lógica de los principios”. En efecto, la política ideológica se configura como una escala de utilidad alterada por una escala ideológica. Por lo tanto, y con perenne sorpresa por parte del pragmatista, la lógica de los intereses no sirve para interpretar y prever los pasos del “ideólogo”.
Por último, la ideología, concebida de este modo, explica la manipulación masiva que ha distinguido al siglo XX. Las ideologías, como se ha observado, son sistemas de creencias hetero-coercitivos, lo que las hace instrumentos formidables a disposición de las élites para manipular y movilizar a las masas. El siglo del sufragio universal ha sido también el siglo en el cual la mentalidad ideológica ha tenido una difusión máxima. De cualquier modo, parece sugerir Sartori que la difusión de las ideologías aparece como un elemento de la democratización del mundo occidental y explica aquellos fenómenos de movilización colectiva que han caracterizado muchas veces a este siglo.
Bastan estos dos ejemplos, dictadura e ideología, para esclarecer el punto de fondo. Tanto el ensayo sobre la dictadura como el de las ideologías han sido pensados claramente como propedéuticos para eventuales investigaciones empíricas. Para Sartori, la teoría política es, en efecto, como ya se ha expresado, la precondición de la investigación. A ello, como lo hemos visto, se le confía la tarea de tratar los conceptos y de proveer a la investigación las hipótesis y las clasificaciones necesarias. Las investigaciones preexistentes proveen conocimientos y sugerencias a la teoría política, pero estos conocimientos preexistentes pueden ser valorizados si y sólo si, hacemos un uso correcto del lenguaje y del método lógico. El intento es aquel de favorecer el engranaje de un círculo virtuoso para el cual la teoría política debe generar investigación cuyos resultados, a su vez, retroactúen, por decirlo de algún modo, sobre la teoría, permitiéndole las adaptaciones necesarias para los nuevos conocimientos.
Regreso, concluyendo, a mi punto de partida. Conjuntamente a la teoría de la democracia y a la teoría de los sistemas de partido, la lección metodológica de Sartori y su modo de entender la teoría política han ejercido, y creo que ejercerán también en el futuro, muchas influencias positivas sobre la ciencia política. Seguramente le confieren a Sartori, entre los estudiosos de su generación, una posición original casi única. Si a la teoría de la democracia, además de Sartori, ha dado una contribución muy relevante Robert Dahl, si a la teoría de los sistemas de partido, además de Sartori, han dado una contribución crucial estudiosos como Stein Rokkan, Seymour M. Lipset y Juan Linz (hablo siempre de la generación de Sartori), no hay duda que no encontramos en ninguno de estos autores, aunque todos ellos son muy finos, el rigor metodológico que es particular de Sartori. Y creo que esto es al final el verdadero secreto de su obra, la razón por la cual sabemos que no sólo nosotros, sino también las próximas generaciones de científicos políticos, deberán necesariamente vérselas con la obra de Sartori”.
(*) Angelo Panebianco (Universidad de Boloña-Italia): “Sartori y la ciencia política”.
26/05/2025 a las 4:56 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Elecciones porteñas: el silencio de los inocentes
Ignacio Zuleta
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
25/5/025
El ganador de las elecciones porteñas fue el 47% de los vecinos que se mostraron indiferentes al llamado de las urnas. A ese padrón hay que ponerle la lupa para sacar un balance sincero de quiénes deben festejar, llorar o preocuparse.
Quien primero debiera preocuparse es el gobierno nacional, que mandó a uno de sus voceros a ganar y apenas logró repetir el porcentaje de votos (30,13%) que había alcanzado en 2023 la fórmula Milei-Villarruel (29,9%).
CABA es el distrito del presidente y en donde buscó desplazar la fuerza que le ha copado el gobierno con funcionarios y proyectos, el PRO macrista que gobierna con la coalición Cambiemos. Este resultado pone en emergencia la validez de la narrativa oficial de que en la Argentina hay un cambio de época.
Si fuera así, el candidato del presidente hubiera ganado por más del 50% de los votos. Ese es el porcentaje con el cual ha gobernado el sistema Macri en la Ciudad desde hace casi 20 años. La indiferencia del vecino es el hecho a desmenuzar en sus efectos políticos. El más obvio es que en unas elecciones que el gobierno nacional logró nacionalizar, volvió a imponerse otra vez un oficialismo.
Es la tendencia en la Argentina contemporánea, que sólo interrumpió la peste Covid. La pandemia llevó a muchos oficialismos a la derrota, desde Donald Trump al peronismo criollo.
TODOS FESTEJAN PORQUE ALGO GANARON
El público advirtió con esa indiferencia la naturaleza de la disputa porteña. Fue una elección sin épica: apenas un cambio de camiseta y la abstención como mensaje. Cada cual tiene su percepción. Se entrecruzan las explicaciones proselitistas del gobierno, de la oposición, de la gestión local.
Todos festejan porque algo ganaron. Y están también las miradas más crudas y realistas. Como sucede con el voto, cada elector deposita una interpretación a la carta. Desde esta perspectiva, la elección no tiene gran trascendencia. No fue más que un cambio de pecheras dentro de la misma familia política. Ha sido otra etapa en la transferencia de poder que se inició en 2023 desde el PRO macrista hacia el mileísmo.
Más allá de las pullas, los funcionarios que fueron parte de Cambiemos, especialmente del PRO, hoy ocupan los lugares más relevantes del gabinete nacional. La fórmula presidencial de Cambiemos 2023 está incorporada al gabinete, los ministros clave (Caputo, Sturzenegger) lo confirman. Los planes de gobierno provienen todos del archivo técnico de Cambiemos – la ley de Bases, el DNU/70, etc. -. Son la herencia vacante de la fórmula de Cambiemos. Milei no inventó el programa: lo adoptó.
Presentar esta elección como una batalla entre dos fuerzas opuestas es una ficción. No fue una guerra de secesión. Fue una cesión ordenada. La confirmación es el gesto político de Macri: un vuelo al exterior la misma noche de la elección, y el reiterado de (alg)ún acuerdo.
ADORNI REAL VALE UN 15,99%
La baja participación es el dato estructural. El 47% de los votantes se quedó en la casa. Cuando se calcula el respaldo real sobre el total del padrón, el panorama se vuelve aún más claro.
Adorni obtuvo el 15,99% de los votos del total de vecinos de la ciudad. Santoro, el 14,52%. El PRO, el 8,46%. Larreta, el 4,29%, la Izquierda 1,68%, Marra 1,39%, La Coalición Cívica 1,32%, los radicales el 1,22%. Esa es la real representación de los candidatos respecto de los 3.088.750 habilitados para votar.
Cuando la asistencia al voto es alta, es una observación impertinente. Pero cuando es tan baja, como ocurrió en CABA, es la cantera donde hay que encontrar el verdadero mensaje de las urnas. El voto que ganó fue el del desinterés. Este resultado no indica ni una revolución ni una nueva mayoría.
La falta de entusiasmo no puede desligarse de la actitud del principal referente del distrito, que es Mauricio Macri. No quiso ser candidato en ninguna categoría desde 2019, cuando perdió la reelección. Se negó a ser candidato en 2023. Ha avisado que no lo será este año ni a diputado ni a senador. Además, respalda la orientación general del gobierno nacional, porque es su programa, ejecutado por sus exfuncionarios. No hay fuerza en su liderazgo. No hay disputa de rumbo.
XENOFOBIA DELIBERADA
El 15% en el distrito del presidente es un resultado que debería preocupar al oficialismo. Tras meses de confrontación, medidas ruidosas y declaraciones altisonantes, ese respaldo parece escaso. No se puede hablar de una nueva fuerza con el 15% de los votos y con un candidato-vocero, no líder.
El padrón creció desde 2018 con la habilitación de los extranjeros residentes a votar. Son 500.000 electores nuevos, segmento donde el ausentismo fue récord.
¿Cómo interpretaron esos migrantes el anuncio del gobierno, antes de la elección, sobre políticas más duras hacia los extranjeros? Posiblemente, como una señal hostil. La respuesta fue quedarse en la casa.
Del total de 500.000 extranjeros votó apenas el 14%. Quienes creen que el gobierno nacional desalentó la participación, entienden que esas amenazas de mano dura con los hermanos latinoamericanos fueron deliberadas.
APARATOS EN CÁMARA LENTA
Cuando la asistencia es baja los aparatos partidarios son más importantes en el resultado. ¿Movilizó La Libertad Avanza su aparato, más allá de la campaña de viralización del Macri trucho? Este recurso canalla le hizo perder al PRO 4 puntos en el tracking de intención de voto entre el viernes y el domingo.
Si el gobierno nacional buscó beneficiarse de la baja participación, no movilizó el aparato. Dejó que el voto fluyese según la demografía de cada barrio. Lo ilustra la diferencia de resultados que hubo en la zona de Retiro.
Esa pedanía está divida por la línea del tren. En Retiro Sur – la Villa 31 – ganó Santoro, segunda Lospennato y tercero Adorni. Cruzando el riel, en Retiro Norte, ganó Adorni, segunda Lospennato y tercero Santoro. En los barrios del Sur tampoco se advirtió que el peronismo movilizase su aparato.
Un aburguesado radical como Santoro se apartó de las algaradas callejeras que le meten miedo al público no peronista. Cerró la campaña en la aséptica aula magna de Medicina. Al votante peronista hay que llevarlo a votar, compañero.
Santoro llevó a pocos. Es radical, de un partido cuyos militantes van solos a votar, aunque no haya elecciones. Adoptó la estética que había traído Jorge Telerman en 1999 para la campaña de Eduardo Duhalde, con escenarios minimalistas con tonalidades de verde. «- Ese no es un color peronista, compañero», le escuché susurrar a un militante.
DEMOCRACIA MALVERSADA
El gobierno de Milei es un gobierno de minoría y puede convenirle la menor participación posible del público que elige legislaturas. Ha demonizado al Congreso, y justificó el video de Macri construido con AI dentro de los márgenes de la libertad de expresión. Este correr por el borde de la legalidad es uno de los recursos de las “illiberal democracies” que estudió Fareed Zakaria. Se valen de la legalidad republicana para malversarla.
Los politólogos Steven Levitsky y Daniel Ziblatt aportan esta reflexión: “Los asesinos de la democracia siempre tienen cómplices: gente inmersa en la política, que aparentemente acata las reglas del sistema, pero que a la vez abusa de ellas sin hacer ruido. Estos son los que Linz denomina «demócratas semileales».
Los políticos convencionales pueden matar a la democracia cuando dan alas al extremismo antidemocrático, aunque también la pueden socavar de otras maneras. Una de ellas es a través de las tácticas constitucionales duras, conducta que, a grandes rasgos y según la teoría, es conforme a lo que dicta la ley, pero que al mismo tiempo y de forma deliberada mina su espíritu.” (La dictadura de la minoría, Barcelona, Ariel, 2024).
JORGE M FUERA DEL RADAR
La nacionalización de las consignas le quitó a estas elecciones el carácter de plebiscito sobre la gestión de Jorge Macri. La respuesta fue la indiferencia hacia el pis que olía Larreta, con olfato digno de mejor causa.
Horacio desplegó una campaña municipal que sólo tuvo réplica en la campaña también comunal de Santoro. Pero donde éste ganó y se criticó con más fuerza a la gestión fue también donde hubo menor participación. Si hubiera existido un verdadero rechazo, la asistencia habría sido mayor, en particular en los barrios del sur donde dominó el peronismo. En esas comunas votó el 43% del padrón.
Esta es una señal tranquilizadora para Jorge Macri. Tiene por delante salvar los dos años que le quedan en el cargo. Las cosas ahora pasan por la recomposición en la legislatura con los socios de la coalición: si se suman los votos de Lospennato, los de Horacio, la Coalición y los radicales puede intentar una sobrevida razonable. Perdió, sí, pero en una elección de bajo voltaje, sin épica. Nadie dio la vida a favor ni en contra de su gestión.
EL VOTANTE PIDE FUTURO, NO PASADO
¿Fue acertada la campaña que montó Horacio de reivindicar su gestión de 16 años, más que exitosa? Quizás debió proponer futuro, que es lo que pide el votante. Es legítimo que festeje los 8 puntos, que valoraron su tarea. Abundan testimonios de gente que afirma aún que Larreta pertenece al PRO.
En el rango nacional de la campaña también es afónico el llamado de Mauricio hacia las realizaciones de su gobierno, que querría que Milei le reconociese. El jefe político del PRO insistió en que desea un acuerdo con el gobierno nacional. Quiere ser parte de la fiesta. Milei, como todo político en ejercicio del poder, quiere conservar el control total. No comparte la lapicera. Usa la de otro, pero firma él.
FICHA SUCIA MATA A FICHA LIMPIA
Quedan rumbos abiertos que van a determinar la suerte de los Macri y los Milei en el distrito. ¿Puede el PRO salir del ensimismamiento y la endogamia crónica (lúcidas calificaciones que hicieron, respectivamente Jesús Rodríguez y Elisa Carrió)? Lospennato fue una decisión de urgencia de Mauricio. El 28 de diciembre pasado se firmó el decreto de desdoblamiento de las elecciones. Para esa fecha María Eugenia Vidal era la candidata. Se fue de vacaciones y al volver dijo que solo sería jefa de campaña. Huidiza como su jefe ¿por qué sería candidata si Mauricio decía que no? Lospennato no es del distrito y estaba identificada con una campaña como la de Ficha Limpia, que convoca al eticismo de un sector minoritario de una sociedad liberal y perdonavidas. En el país de las marchas y los piquetes nadie ha visto avanzar columnas con pancartas que pidan ese producto tan refinado. A Lospennato le sirvió para crecer en conocimiento, pero no para ganarle a Adorni, el vocero de la Ficha Sucia que significó esa derrota en el Senado, provocada por el mileísmo y el peronismo.
LA DELGADA LÍNEA DEL ABORTO
La urgencia de su candidatura no dio quizás tiempo para medir su inserción en la compleja demografía del distrito. Entre los motivos de la derrota de PRO hay analistas que señalan la condición «verde» de Lospennato, que le restó votos en los barrios del Norte de la ciudad en donde le fue mejor a Adorni.
La cuestión del aborto separa aguas, acá y en todo el mundo. El electorado medio y medio alto es predominantemente «celeste», como el electorado más pobre. Pregunta uno: ¿influyó la Iglesia, conmovida por la muerte cercana del papa Francisco? «- La Iglesia esta vez no jugó», le dice uno de los responsables de la campaña macrista que no es español.
Los curas villeros tampoco jugaron todos en este partido. Fueron neutrales el Padre Tonga (Gastón Colombres, Barrio 15, ex Ciudad Oculta), el Padre Andrés (Villa Fátima y Piletones), Padre Martín (Villa 1-11-14). Pudieron inclinarse en favor de Santoro el Padre Toto (Barrio Zabaleta Villa 21/24), el Padre Nacho (Barrio 31), el Padre Damián (Soldati) y el Padre Facundo (Barrio 20).
26/05/2025 a las 5:38 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El newsletter de Luciana Geuna
Fuente: TN
(*) Notiar.com.ar
24/5/025
Quedaron del domingo electoral anécdotas deliciosas y perversas de malicia política. Son infinitas. De mínima, hay una reubicación de posiciones después del triunfo de LLA en Ciudad, el desastre del PRO y el segundo lugar del peronismo porteño, que son ahora el punto de partida para la próxima gran batalla: la provincia de Buenos Aires.
La pugna por definiciones en ese territorio venía de antes, pero se aceleró desde el lunes. Y sólo se va a complejizar dentro de La Libertad Avanza y, ni hablar, en el peronismo, que después de la derrota porteña, intenta encontrar un camino de salida en el laberinto entre CFK y Kicillof.
Ella reaparecerá el domingo en un acto en la Ciudad de Buenos Aires. Él todavía no mandó emisarios a conversar. Mientras tanto, el Gobierno nacional concentra la agenda como en sus mejores momentos: el anuncio del uso de dólares se demoró por muchas curvas jurídicas. Ahora que ya se hizo: ¿cuál es la expectativa real? ¿qué les dijeron banqueros y empresarios a Caputo?
COMPLIANCE
El lunes, en una reunión que difundió el ministerio de Economía con los directivos para América Latina de la automotriz Ford, Toto Caputo se mostró eufórico. No sólo arrastraba el triunfo de Manuel Adorni la noche anterior -lo que lo animó a ponerse una remera con la cara de Javier Milei para las fotos oficiales del encuentro-, sino que también celebraba los tópicos de la conversación con el Presidente de la compañía en LATAM, Martín Galdeano.
Se habló de incremento en la producción, de financiamiento en dólares, de mayores inversiones. Todo eran risas hasta que apareció la palabra compliance. Esa definición en inglés, que es palabra santa en compañías multinacionales porque se trata de las normas que deben cumplir por orden de sus casas matrices en temas de regulación de lavado de dinero, fue la respuesta que las autoridades de Ford le dieron cuando Caputo y el secretario de Coordinación Productiva, Pablo Lavigne, le comentaron sobre las medidas que lanzarían esta semana sobre el uso de dólares sin chequear su origen para comprar autos nuevos.
El resultado quedó a la vista: en la conferencia de prensa con los detalles del nuevo plan, se informó que el fin de la obligación de reportar compras de autos se aplica a los usados pero no a los 0 km. Simplemente porque esas compañías crearán registros de todos modos por sus reglamentaciones internas.
El Gobierno, que diseñó con tiempo y expectativa el plan “tus dólares, tu decisión”, fue chocando con la realidad a medida que avanzaba el proyecto. Esa fue la verdadera razón de la demora: encontrar soluciones administrativas que pudieran evitar el paso por el Congreso. Sin embargo, no pudo ser.
A esta hora, con las medidas publicadas en el Boletín Oficial, Caputo milita personalmente la confianza en los tenedores de dólares bajo el colchón para que los saquen sin miedo. El objetivo son los ahorristas moderados, esos que si se animan, gastarán sus fondos en negro y le implementarán movimiento a la economía y dólares al mercado. A los más sofisticados, parece difícil tentarlos hasta que no se produzca la pata legislativa de este lanzamiento: lo escribimos acá la semana pasada, si no hay una modificación de la Ley Penal Tributaria, el Gobierno no puede garantizar que una gestión de otro color político no persiga a los que pongan su plata en el sistema.
Un hombre del mundo de las finanzas con excelente relación con funcionarios de Economía decía ayer: “Yo en esta no sé si me animo a entrar. ¿Quién me garantiza que después no me vengan a buscar?” El Gobierno lo sabe y por eso el anuncio salió con un proyecto de ley que busca modificar los topes que están vigentes para denuncias por evasión desde la gestión Macri (hoy es de 1200 dólares/1.5 millones de pesos para evasión y 12 mil dólares/ 15 millones de pesos para evasión agravada por año fiscal).
Es una batalla que la Rosada piensan dar desde ahora y con vehemencia. Saben que si no logran esa modificación en el Congreso, será muy difícil que la confianza de los contribuyentes se produzca. El objetivo es lograr su aprobación rápida. ¿Es posible en este contexto político? “Que expliquen los diputados y senadores por qué no le dejarán gastar su plata a la gente”, dicen en Gobierno. Ahora, si logran elevar esos topes se producirá una ecuación histórica donde comprar propiedades, bienes de todos tipos y hacer gastos suntuosos sin justificar origen del dinero, no tendrá ni control ni persecución penal.
La medida se montó sobre una realidad: el sistema estaba funcionando con un nivel de control policíaco aún hasta para un cuentapropista, pero en ese sendero y para volver más atractiva la reforma, los topes dejarán en el camino controles que sirvieron en muchos casos para detectar corrupción y enriquecimiento ilícito.
Como contamos acá la semana pasada, utilizaron el régimen de Ganancias para concentrar los cambios: ahora no habrá alertas por desequilibrios de gastos versus ingresos, y tampoco se discutirá el flujo de ganancias. ¿Qué pasa entonces con los controles, por ejemplo a funcionarios públicos? Todavía hay que leer en detalle la letra chica. En Economía, aseguran que las Personas Expuestas Políticamente (PEP) quedarán exceptuadas de este nuevo esquema.
Un pequeño párrafo merece el nombre con el que bautizaron la medida: “Plan de Reparación Histórica de los Ahorros”, otra maldad para Mauricio Macri que en el inicio de su Gobierno usó esa frase para el anuncio a los jubilados. “Nosotros somos como los romanos: cuando ganamos un territorio, no sólo nos quedamos con la tierra, también lo colonizamos culturalmente”, se ríen en la Rosada.
FOTO Y PRAGMATISMO
Ya se sabe que fue una semana bisagra en la vida política del PRO y de Macri en particular. Es interesante mirar lo que está pasando en el vínculo con su primo, el jefe de Gobierno. Desde la noche del domingo, donde la tensión fue evidente, no volvió a conversar con él. Jorge Macri tampoco lo llamó para pedirle su opinión en estos días postderrota donde los rumores de cambio de gabinete crecían al mismo ritmo que el Gobierno porteño los desmentía.
El expresidente, por su parte, tomó decisiones veloces cuando tuvo el resultado cantado: dio una entrevista a TN la noche del domingo con fuerte autocrítica, mandó mensajes de conciliación para un armado bonaerense, no bajó el perfil, y el martes decidió escribirle un WhatsApp a Javier Milei desde Madrid. Lo contó ayer Manuel Adorni, su vocero, sin revelar el pequeño detalle del delay temporal. Milei le respondió amorosamente, pero un día y medio después del chat que había iniciado el jefe del PRO. De todos modos, la decisión de las dos partes es avanzar.
Se está produciendo una negociación múltiple encabezada por Lule Menem y Santiago Caputo con los referentes del PRO y del radicalismo. Las elecciones desdobladas de provincia de Buenos Aires son una madeja desafiante: ocho secciones electorales son ocho competencias distintas, cada una con una cabeza de lista que sea atractiva, sobre todo si en el peronismo se presenta CFK en la tercera sección y Massa en la primera. Ahora ampliaremos sobre este punto. Ahí es donde funcionaría la idea de un frente donde el liderazgo se lo lleve el que tenga un candidato con más rating.
Antes de que Macri vuelva de Europa, es muy posible que suceda una foto al estilo de la que tuvieron hace un tiempo Ritondo, Santilli, Karina, Lule Menem y Sebastián Pareja, el armador bonaerense que está siendo el foco de atención de Santiago Caputo: el asesor presidencial y estratega sofisticado no quiere que el armado de Pareja sea un impedimento para poner en cada distrito el mejor candidato que tengan, sin importar su origen partidario.
Para las nacionales, nadie duda de que quién sea del PRO que participe con LLA, lo harán pintados de violeta aún bajo el paraguas de un acuerdo. Y todos saben que, aún con su convalidación, el expresidente no aparecerá como pieza clave de ese pacto.
EL AFTER DEL LIBERTADOR
Por la dinámica vertiginosa de este país y de este Gobierno, ya quedan prehistóricas las escenas del triunfo del domingo pasado de LLA. Pero el detrás de escena de esos festejos deja todavía recuerdos coloridos: no sólo algunos momentos del Presidente eufórico por “arrasar a los amarillos”; Karina Milei tuvo sus pequeñas revanchas personales: “No lo conocí a Marra”, dijo sonriente frente a sus íntimos.
Hay un secreto nunca revelado de la razón profunda por la cual ese quiebre la ofendió tanto que la llevó a sacarse de encima a un integrante original del movimiento. Hablaron de todos, inclusive de Larreta: “Finalmente mató al padre”, comentó hablando obviamente de Macri. Son pequeñas anécdotas en una noche en la que hubo de todo.
Desde el peronismo, que sentían la victoria garantizada, se mostraron desahuciados en el escenario. Fue una elección en donde le pidieron a Cristina que se retirara de la escena. Ella aceptó pero esa noche era inevitable que hablara en su intimidad con ironía de si había sido buena la idea de no mostrar kirchnerismo.
Sucede algo en ella y su grupo chico que no deja de ser particular. Miran por momentos con fascinación las movidas del Presidente. “Esa noche, Milei salió, nombró a los dos integrantes del triángulo de hierro para ordenar la interna, dio la dirección política con tabula rasa y después dejó pasar a Adorni al que miró con cariño genuino. Es eso, nada más, lo que hay que hacer en política», dice un integrante imprescindible del universo cristinista. Es casi un reflejo por contraposición.
El resultado en Ciudad solo ratificó la certeza de que es una mala idea salir peleados en una interna a la elección. Faltan menos de dos meses para definir quiénes irán a competir en la provincia de Buenos Aires y poco tiempo más para los candidatos nacionales. La furia del kirchnerismo contra el gobernador Kicillof por ese desdoblamiento, lejos de apaciguarse, se complejiza. “Es como Houdini, nos metió adentro de la jaula con el agua que nos tapa, cerró el candado y tiró la llave. Con la diferencia de que él nos es Houdini y nadie sabe cómo vamos a abrir la puerta”.
Cristina hizo un silencio ruidoso después del resultado porteño. Lo romperá este domingo justamente en ese territorio. Hay tiempo para definiciones pero, si finalmente se concretara el plan de ir con Sergio Massa a pelear en la provincial, cuesta creerlo porque jamás adelantó tanto una jugada política.
Hay una pieza loca suelta ahí. Su acuerdo con Juan Manuel Olmos en Ciudad fue que ella no se metía en las desdobladas pero opinaba fuerte y decidía candidaturas porteñas para la nacional de octubre donde se renuevan senadores y diputados.
¿Y si finalmente va por ahí?
Podría pasar.
26/05/2025 a las 5:49 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Una mayoría vacante desafía la hegemonía de Milei
Jorge Liotti
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
25/5/025
El sábado a la tarde Mauricio Macri estaba en su quinta con actitud reflexiva. Faltaba un día para la elección porteña e intuía el vendaval. Se reunió largamente con Cristian Ritondo con la mira puesta en la elección bonaerense. Volvieron a hablar el domingo antes y después de la triste escenificación de la derrota. También el lunes, a horas de que el expresidente partiera hacia España.
En todas las conversaciones hubo una consigna compartida: hay que dar vuelta la página y lograr el mejor acuerdo posible con La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires. Con ese espíritu Ritondo fue el martes al encuentro de Amcham y fijó postura. Dijo que iban a seguir acompañando el rumbo económico del Gobierno y que ratificaba su voluntad frentista para las elecciones del 7 de septiembre.
Esta secuencia reseteó en forma decisiva el escenario postelectoral. Congeló el certamen de garrochismo cuentapropista que se estaba preparando en las filas de Pro para saltar a los brazos libertario y diluyó el clima de confrontación que había prevalecido en la campaña porteña, y que tuvo su epílogo en el video fake del sábado a la noche (el Gobierno todavía no respondió a un pedido de la Cámara Nacional Electoral para que solicite a la ONU un software llamado E-monitor, que permite identificar este tipo de excesos y minimizar impactos electorales). Este clima se extendió hasta el lunes inclusive, cuando Javier Milei dijo: “Quizás Macri deba entender que su momento pasó”. Después todo cambió.
Desde la Casa Rosada hubo correspondencia y señales muy claras de estar en una sintonía renovada. Santiago Caputo habló varias veces con Ritondo, transformado en el interlocutor habilitado por Macri, y avaló la idea de hacer una alianza. Milei ya había bajado la orden de confluir. También se comprometió a evitar gestos de humillación hacia el macrismo para descomprimir la presión.
Así quedó allanado el camino para el mensaje que le envió el expresidente a Milei con una frase que al mandatario le pareció genuina: “Felicitaciones de alguien que siempre quiere que te vaya bien”. Vuelta de página con el objetivo de intentar derrotar al kirchnerismo en la provincia.
Estos intercambios concluyeron el jueves en la noche, en la cena de dos horas en la que el Presidente hizo de anfitrión de Ritondo en Olivos. Allí Milei reafirmó una idea que ya le había transmitido antes al diputado: que no puede darse el lujo de perder la provincia contra el kirchnerismo porque el efecto en los mercados y en el mundo sería muy nocivo. Rescató a un Macri (Mauricio) y hundió al otro (Jorge). Un giro pragmático de los dos líderes que marcó el nuevo contexto.
La línea de negociación ya está trazada y validada en ambos campamentos. Consiste en una división de estrategias entre la elección provincial y la nacional de octubre. En el capítulo de septiembre el acuerdo consiste en sellar un frente electoral entre LLA y Pro, ya que los libertarios no tienen suficientes figuras para armar listas competitivas en las ocho secciones electorales y el macrismo tiene 13 intendentes que representan el 22% del electorado. Además podrían sumarse a ese esquema radicales y fuerzas vecinales. En esta instancia habría un esquema formal de alianza y un reconocimiento a la capilaridad territorial en la que Pro aventaja a los libertarios.
Otro diseño distinto se utilizaría para la elección de diputados nacionales. Allí competirían con la marca LLA, y Pro se sumaría con una adhesión. Esto quiere decir que referentes del macrismo podrían integrar la lista unificada en lugares más modestos, pero una vez electos podrían ser parte de la bancada amarilla. Utilizarían el instrumental electoral libertario, pero supuestamente sin perder su identidad partidaria. Alquimias de un sistema descompuesto. Utilidades para resolver las diferencias. Acá habría un reconocimiento implícito de que el violeta hoy es más competitivo para derrotar al kirchnerismo en la provincia.
Este abordaje electoral dual tiene la aceptación directa de Macri, quien previamente sondeó que sus intendentes estén de acuerdo. También cuenta con el aval de Caputo y de Karina Milei, a quien muchos señalaban como la más refractaria. El indicio de que la hermana presidencial estaba en la misma línea la dio esta semana Martín Menem, uno de sus referentes, cuando sostuvo: “Vamos a ir juntos en la provincia”. Ayer salió el propio Presidente a dar su bendición definitiva.
Este es el paradigma general con el que van a avanzar las conversaciones. Por debajo, van a continuar las fricciones entre los armadores Sebastián Pareja, hombre de confianza de Karina que sostiene que no es necesario un acuerdo formal con Pro, y las Fuerzas del Cielo representadas por Agustín Romo, espada bonaerense de Caputo. Ellos seguramente se desgastarán en el punteo de nombres y de roles. Encarnan dos versiones de LLA, al igual que sus jefes. Pero tanto Caputo como Karina eludirán la disputa directa entre ellos.
UNA ELECCIÓN SIN LECCIÓN
Así como libertarios y macristas interpretaron rápidamente que debían cerrar el capítulo porteño y unificar sus proyecciones en la provincia, en el campamento peronista ocurrió todo lo contrario. La primera semana posterior a la elección en la ciudad dejó una colección de desencuentros y diferencias, que por ahora parecen alejar la posibilidad de un entendimiento amigable entre Cristina Kirchner y Axel Kicillof.
La expresidenta había dado una señal en favor de la unidad en dos reuniones que encabezó hace diez días y que convocó a intendentes propios, como Mayra Mendoza y Federico Otermín, y del esquema del gobernador, como Fernando Espinoza, Julio Alak, Pablo Descalzo y Andrés Watson. “Ella bajó un mensaje claro de que iba a trabajar por la unidad y de que teníamos que ir todos juntos”, resumieron en el entorno camporista, en claro gesto de regresó la versión más pragmática de Cristina.
Sin embargo, esta semana todas las señales fueron en un sentido opuesto y quedaron reflejadas en las declaraciones de Carlos Bianco, el hombre de más confianza de Kicillof, quien el martes demostró que el ánimo de confrontación sigue vigente. “Hay que volver a discutir condiciones para la unidad y ver si estamos todos de acuerdo en esos términos”, sentenció.
Tan disímiles son las posturas, que hasta leyeron el resultado porteño con prismas totalmente opuestos. Mientras el kirchnerismo dice que la elección de la ciudad demostró la inconveniencia de desdoblar la elección, en el kicillofismo aducen que, por el contrario, el problema es que LLA fue exitoso en nacionalizar la campaña y por eso ganó, un riesgo que se incrementaría en el caso de unificar todo en octubre.
En el kirchnerismo dicen que la frustración de Leandro Santoro demuestra que es imperioso ir unidos en la provincia a cualquier precio, y en el kicillofismo entienden que justamente demostró que la unidad por sí misma no alcanza si no hay un propósito común.
En el kirchnerismo ven que el lanzamiento del Movimiento Derecho al Futuro que realizará Kicillof es un gesto de emancipación, y cerca del gobernador se quejan de que cuando ellos definieron la fecha para esa presentación que debía hacerse ayer (después se postergó), Cristina fijó su reaparición pública para el día siguiente, es decir hoy.
“Están en una visión imposible. No pensamos como un espacio común. Así es muy difícil acordar porque tenemos miradas distintas”, se lamenta un referente del espacio del gobernador. “Esta semana no hubo reuniones ni movimientos. Nadie respondió al mensaje de unidad que envió Cristina en la reunión con los intendentes. Los libertarios están actuando con inteligencia electoral; nosotros deberíamos acelerar ese proceso”, se quejan en el Instituto Patria. Sólo señales de discordia.
La mayoría de los actores confía en que al final del camino habrá una convergencia porque sería suicida regalarle tan fácil el triunfo a los libertarios. Cree que habrá una conversación entre Cristina y Kicillof y allí se ordenará el tablero. Pero hoy todavía no hay indicios.
Las elecciones de medio término siempre fueron un karma para el kirchnerismo, tanto cuando le tocó ser oficialismo como cuando estuvo en la oposición. De hecho no ganan una desde 2005, al menos en la provincia. Pasaron exactamente 20 años desde que Cristina arrasó a Hilda “Chiche” Duhalde. Después, las legislativas sirvieron para darle su momento de gloria a Francisco de Narváez (2009), Sergio Massa (2013), Esteban Bullrich (2017) y Diego Santilli (2021). Nunca más una alegría.
Esas divergencias entre las dos alas del peronismo bonaerense ocurren frente a la perspectiva de una elección que se prevé que sea la más caótica de la historia en la provincia. La justicia electoral de Buenos Aires está muy preocupada por sus implicancias porque hay poca claridad respecto de aspectos cruciales: ¿cómo se inscriben los frentes (a nivel provincial o por sección)?, ¿pueden competir con denominaciones diferentes?, ¿pueden tener una configuración distinta entre el tramo a legislador provincial y el de concejales?
Apunta a ser un festival de la política territorial en el momento en el que la sociedad expresa su mayor lejanía de la dirigencia. Además, sin las PASO, las internas partidarias serán feroces. Por eso el viernes la Junta Electoral publicó una resolución que obliga a las fuerzas políticas a informar el método de selección de candidatos. Un espectáculo de punteros y sellos en medio de un profundo deterioro de los compromisos cívicos.
EL LIDERAZGO ANARCO-DEMOCRÁTICO
Los festejos en el Gobierno por el triunfo electoral en la ciudad tuvieron una importante señal de advertencia que quedó titilando en el tablero: el histórico nivel de ausentismo, que llegó al 47%. Más allá de que era una elección legislativa local, usualmente poco atractiva, las huestes de Santiago Caputo entendieron que allí anida un enigma a descifrar, que también los interpela a ellos.
“Era el único factor que no podíamos controlar y al final fue mayor al esperado, aunque creo que perjudicó más al peronismo. Lo analizamos internamente y nunca terminamos de tener en claro si teníamos que incentivar el voto, y por eso no lo hicimos. Es un tema que vamos a seguir estudiando porque es muy importante”, señaló un referente a cargo de la estrategia oficial.
El día de la elección hicieron un push por mensajes de texto destinado a los votantes sub 35 que decía: “Levantá el culo del sillón para votar. Tenés tiempo hasta las 18”. Apenas un gesto ante la previsión de lo que podía ocurrir entre sus votantes más fieles.
Hay quienes se preocupan por el elevado ausentismo por lo que exhibe en términos de erosión democrática. Pero en el Gobierno lo miran con pragmatismo político. Se trata de un océano de votantes sin representación. Si hubiera habido alguien que hubiese convocado a no votar se habría transformado en el principal ganador del domingo pasado. Sería un liderazgo anarco-democrático que podría competir con el anarco-capitalismo de Milei. Reflejo del clima de época.
Allí anida una mayoría vacante a la que los libertarios les encantaría cautivar. Es un activo muy seductor, pero al mismo tiempo elusivo. ¿Cómo conmover a ese universo? ¿Qué demandan? Hoy no les preocupa tanto porque se sienten cómodos ejerciendo una hegemonía minoritaria, pero es un riesgo latente.
En el oficialismo entienden que ellos, como exponentes de la fuerza más novedosa y disruptiva, son quienes están en mejores condiciones de convocarlos. El resto de las fuerzas políticas emerge totalmente desconcertado frente al cambio de paradigma y con menos chances de conectar con ese electorado desencantado y desconectado.
Según las previsiones de todas las fuerzas políticas, el mismo fenómeno de ausentismo se repetirá en la ininteligible elección bonaerense de septiembre, y habrá que ver si se recupera para la nacional. Según un estudio de Federico Aurelio, un 43% hoy manifiesta no tener ganas de acercarse a las urnas en octubre.
Hay un latido social muy profundo en la decisión de no ir a votar. No representa ni siquiera el acto contestatario de sufragar en blanco; es una exhibición de indiferencia absoluta. Además contiene un componente muy importante de anomia porque implica en los hechos la alteración de la ley que establece la obligatoriedad del voto. Es decir, una acción no coordinada pero masiva que resuelve violar las normas.
“Es una bomba de tiempo debajo del país. Hay un 50% que no se siente atraído por los cantos de sirena de ningún espacio, que está vacante y a disposición. Todos los partidos, como pasó en otros países de la región, tienden a desaparecer. Y ahora lo que hay que ver es si se está desgastando también la figura de Milei. Si está pasando eso, es grave”, analiza Jaime Durán Barba, desde la impotencia de ver cómo se derrumba el castillo de Pro que ayudó a construir, y desde el padrinazgo intelectual que siente sobre la escudería de Santiago Caputo.
El director de Isonomía Rodrigo Martínez complementa la idea al decir que “lo que estamos viendo es que el concepto de cambio es lo que prima. El 87% dice que quiere cambiar, aunque elija al oficialismo porque el oficialismo apela a una narrativa de cambio. Al mismo tiempo demanda nitidez. El escenario argentino se perfila hacia los nichos. Hay una necesidad de empatizar con el estado emocional de la gente”.
Hasta ahora el Gobierno ha sido el más exitoso en responder a esa fórmula. Milei representa el cambio, sintoniza con el enojo de la mayoría de la sociedad y es tremendamente intenso en el discurso que le dirige a su núcleo duro. Sus logros económicos le permitieron darle sustento a esa empatía.
De hecho, los únicos dos momentos en los que bajó su índice de aprobación fueron en los períodos julio-septiembre del año pasado y febrero-abril de este año, que coincidieron con períodos de turbulencia en los mercados e incertidumbre económica. Hoy las encuestas siguen marcando que la evaluación de la situación económica personal deja un saldo negativo (59% a 35 %, según midió Aurelio), pero en términos de expectativas a futuro es claramente positivo (49% a 38%).
Estos indicadores le dan aire a Milei para transitar con holgura el calendario electoral de este año. Si además llega a ganar en la elección bonaerense, octubre será un regocijo libertario y se multiplicarán las fuerzas dispuestas a aliarse y acompañar en el Congreso. Eso le da margen y tiempo para avanzar en su plan.
Pero el Gobierno no podrá pasar por alto que imprevistamente le surgió una competencia, no desde la anquilosada partidocracia tradicional, sino desde el mismo terreno del que él mismo irrumpió hace pocos años: el indescifrable ánimo social de la Argentina. Una mayoría agazapada en silencio que no reconoce liderazgos y que cultiva desde hace tiempo el arte del escepticismo. Que permanece insensible ante el coro de voces políticas, especialmente las de quienes protagonizaron el Ancien Régime, pero que también observa las piruetas libertarias y aún se pregunta si el experimento podrá responder a sus demandas. En el contexto global de hoy, la democracia de derecho cruje cuando no hay democracia de resultados. Las urnas fueron un júbilo para Milei. También un interrogante oculto.
26/05/2025 a las 6:01 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
La democracia del que grita más fuerte
Martín Rodríguez Yebra
Fuente: La nación
(*) Notiar.com.ar
25/5/025
Javier Milei ejercita la misericordia estratégica. A Mauricio Macri lo perdonó en el mismo instante que recibió, el jueves, un chat de felicitación por el triunfo libertario en las elecciones porteñas del domingo pasado. Volvió a hablar del “afecto” que le tiene y hasta aventuró que “todavía tiene cosas para hacer”. A Jorge Macri, en cambio, lo acusa de las peores aberraciones y jura hacerle una oposición implacable en el gobierno de la ciudad.
Sabe el Presidente que los primos Macri decidieron juntos desafiarlo con unos comicios anticipados que lo forzaron a jugar a su vocero, Manuel Adorni, en una batalla por cargos menores. Pero, consumado el resultado, Milei direcciona su furia de acuerdo con necesidades objetivas. Acepta a Mauricio porque su claudicación facilita el tránsito hacia un acuerdo electoral en Buenos Aires que asoma indispensable para superar al kirchnerismo. Desprecia a Jorge porque ansía conquistar la fortaleza porteña en 2027 y no piensa regalarle oxígeno para que se levante de la lona.
Así administra Milei un éxito que lo dejó afónico tres días de tanto gritar y celebrar. Los dirigentes del Pro empezaron a caer como fichas de dominó, dispuestos a aceptar las condiciones del ganador. Cristian Ritondo asumió el reto de negociar una rendición sin humillación. Mauricio Macri lo validó desde España, mientras veía cómo las fichas se montaban una sobre la otra. Milei lo presionó un poco más cuando le reprochó en público no haberlo llamado después del escrutinio. “Su tiempo pasó”, “está grande y hay cosas que no entiende”, “su partido está obsoleto”, dijo sobre el expresidente. Al final entró el mensaje esperado. Esa misma noche, Milei invitó a Ritondo a cenar en Olivos.
Fue una victoria casi tan grande como la de las urnas. La urgencia del partido amarillo por sumarse a la boleta violeta constituye una refutación de todo aquello que el Pro, su líder y sus candidatos dijeron durante la campaña. ¿No era que enfrentaban a Milei en rechazo a sus conductas poco republicanas?, ¿que consideraban inaceptable su desprecio al disenso?, ¿que avaló una trampa electoral al difundir un video falso en plena veda electoral?, ¿que los había “decepcionado profundamente” con un pacto espurio con el kirchnerismo para impedir una ley de ficha limpia? ¿Cuántas lágrimas lloró Silvia Lospennato aquel día, en el que –se dijo– pensó en dejar la política para siempre?
Milei vive las consecuencias del batacazo porteño como una reivindicación moral. Ve a sus críticos de ayer retratados como profesionales que disputan ferozmente por cargos y no por valores. Es una de las características de lo que llama “la casta política”, un concepto vital para la constitución de su personaje público. Él puede permitirse pasar del odio al amor, ida y vuelta, porque “en campaña se dice cualquier cosa”. Pero no deja que esos deslices lo definan.
Incrementa de ese modo una ventaja decisiva sobre sus potenciales rivales. Tiene todo lo que la mayoría de ellos carece: unas ideas que parece defender con la vida, una iniciativa arrolladora y un pragmatismo táctico que aplica como alumno perfecto de sus guionistas políticos.
“El León” parece un camello: más que el rey de la selva, él manda en el desierto. Sus opositores no consiguen salir de una lógica aritmética. Hacen sumas y restas, pero no se plantean cómo conectar con una sociedad que rompió el sistema anterior y todavía no termina de asimilar el actual.
LA INDIFERENCIA
Esto último quedó en claro en las elecciones porteñas, pero la dinámica se constata en todas las contiendas anteriores. El récord de ausentismo exhibe que hay porciones enormes de la población que no quiere ni oír hablar de la política. No acuden al llamado de Milei, que planteó la campaña de Adorni como un ampuloso duelo de vida o muerte, ni al de aquellos que claman por ponerle un límite al proceso libertario, que describen como poco menos que demoníaco.
Milei hizo en público un análisis superficial del fenómeno. Dijo que cuando la gente está bien no va a votar. La caída de participación ya había sido alarmante en todo 2023, cuando el caos económico y moral del gobierno de Alberto Fernández abrió la puerta al triunfo de La Libertad Avanza.
Detrás de esa explicación de compromiso, al Gobierno encargó estudios para entender mejor el mensaje de los que no se expresan. Temen que la indiferencia sea el germen de una reacción contra las políticas de ajuste y el cambio de régimen económico en marcha en la Argentina.
Creen, sin embargo, que la inflación a la baja y el dólar estable previenen contra cualquier cisne negro electoral. Un alto abstencionismo crónico podría incluso configurar un futuro a la medida de Milei.
La Libertad Avanza no aspira a ser un proyecto de mayorías. Le alcanza con ser una primera minoría sólida, intensa y con una identidad muy marcada. Es más que suficiente para extraer gobernabilidad de un sistema roto, sin alternativas.
EL FAVOR DE CRISTINA
La apuesta medular de Santiago Caputo, que es quien programa la conducta política de Milei, no es simplemente la polarización con Cristina Kirchner, como se suele interpretar. La clave del plan es la fragmentación extrema. En ese esquema resulta vital la subsistencia de la expresidenta como una jugadora importante.
Ella achicó al peronismo hasta convertirlo en un partido del conurbano, sectario y con una oferta anclada en el pasado. Su popularidad decrece irremediablemente, sin opciones aparentes de pelear por volver al poder nacional. Pero ningún líder se anima a competir sin la base de votantes que ella parece retener. Es el tapón perfecto.
Axel Kicillof se plantó, pero quedó en una encerrona. Para hacer creíble su independencia primero debe resignarse a competir contra ella y La Cámpora, lo que lo empujaría a una derrota casi segura en la provincia que gobierna frente a la alianza de derecha que pergeña Milei. Después, le tocaría elaborar en esas condiciones una propuesta a la sociedad en la que se distinga cuál es la diferencia que lo separa de su antigua mentora.
Al igual que el peronismo, el Pro también se achicó hasta quedar como presa fácil de los libertarios. Macri interpretó en 2023 que Milei le abría la puerta para reconfigurar una alianza de derecha. Algo así como un repechaje después de la derrota de Juntos por el Cambio. Los amarillos se desprendieron de los radicales, de Elisa Carrió y otras “almas bellas” a las que se consideraron un lastre. No oyeron el estruendo que traía el viento: los Milei y Santiago Caputo no quisieron nunca un cogobierno, una coalición ni nada que implicase compartir el poder.
El asesinato de Juntos por el Cambio dejó a Jorge Macri desguarnecido en la ciudad. Sus colegas de Santa Fe (Maximiliano Pullaro), Jujuy (Carlos Sadir) y San Luis (Claudio Poggi) eludieron ese error y salvaron la ropa en sus elecciones locales.
Al desprenderse del centro y la pata progresista, el Pro se encorsetó en la defensa del ajuste fiscal y la lucha contra el kirchnerismo. Pero, ¿quién representa hoy mejor esas ideas que Milei?
Redujo las diferencias con lo que ofrecía el Gobierno a una cuestión de formas, en busca de un momento soñado en el que Milei, al fin, se domesticara. Acumularon frustraciones a lo largo de un año y medio: el relativismo moral que implicó la designación de Ariel Lijo en la Corte, el ataque sistemático a los que piensan distinto, el realineamiento de la diplomacia en contra del multilateralismo, el rechazo a la igualdad de género y la diversidad sexual, la negación del cambio climático o la apelación a destruir el Estado. El apoyo clave que el Pro le dio a los libertarios en el Congreso no desencadenó ninguna contrapartida generosa.
La derrota porteña parece cerrar la ilusión de un acuerdo orgánico entre distintos. La noche electoral Adorni prometió “tabula rasa”, pero lo que hay sobre la mesa es un contrato de adhesión. Nadie en el Pro se engaña. Habrá algunas concesiones distritales en la elección bonaerense de septiembre. En octubre, para diputados y senadores nacionales, Milei exige que todo el que quiera estar en el barco oficialista adhiera a la sigla La Libertad Avanza. No hay indicios de que haya dejado de pensar que los del Pro son los “amarillos fracasados”, como dijo hace dos semanas.
La idea de los Macri de adelantar las elecciones porteñas se sostenía en preservar la “utilidad del Pro”. La traducción era: si a Milei no termina de irle bien, hay que dejar en pie un partido de ideas promercado que pueda reemplazarlo. La Casa Rosada cree que frustró para siempre ese sueño. El camino es el que vio Patricia Bullrich desde el día uno: “Nuestros destinos están atados”.
El radicalismo también se domestica ante el hombre que jugaba a tirar dardos sobre una foto de Raúl Alfonsín. La mayoría de la dirigencia bonaerense pide aceptar las condiciones del Gobierno para defender las porciones de poder que le quedan en la Legislatura y los municipios que administran. Por momentos la política se resigna a la estrategia del parásito.
Otra vez festeja Milei: “¿No era que peleaban por valores?”, ironiza uno de los armadores libertarios, a quien no para de sonarle el teléfono. Juegan con la casta como gato maula con el mísero ratón.
Con adversarios jibarizados, desprestigiados y sin ideas, el Presidente puede ilusionarse con reinar en el país de la indiferencia. Se instala la democracia del que más grita, y ahí no hay quien le gane. “No me psicopateen porque me puedo poner más psicópata”, dijo el lunes en una entrevista para responder a quienes lo acusaban por el video falso que circuló en redes para perjudicar a Macri.
CONTRA EL PERIODISMO
El grito da gobernabilidad cuando del otro lado hay vacío. El 30% que sacó Adorni entre el 53% de los porteños habilitados para votar se asimiló en la Casa Rosada a un cheque en blanco.
En los días sucesivos Milei limitó por decreto el derecho a huelga, sin más reacción que bufido por parte de los popes sindicales, cuyo descrédito no encuentra piso. Anunció una relajación de controles para captar los dólares que los argentinos tienen fuera del sistema, que pareció la promesa de crear un paraíso fiscal para quienes no tienen la sofisticación de moverse en refugios del Caribe. “Si tenés cinco palos verdes y querés ir con los crocantes, te vas y te lo gastas, no pasa nada”, dijo el viernes. En la misma nota, con un conductor amigo, justificó sus formas por momentos violentas porque “del otro lado están los orcos, está (José) López con los bolsos y la carabina”. Siempre hay gente que llega tarde.
Otro gusto que se dio Milei fue confirmar el nuevo régimen para los periodistas acreditados en la Casa Rosada. Es una maraña kafkiana de regulaciones que deja en manos del funcionario la posibilidad de sancionar a quienes incomoden al Gobierno. Qué eslogan se perdió Adorni: “Tus preguntas, mi decisión”. La motosierra de Federico Sturzenegger se rindió a la burocracia de la empleada de Gasalla.
El desprecio al periodismo tuvo un capítulo más oscuro en la marcha de los jubilados del miércoles cuando la Gendarmería detuvo con violencia inusitada a fotógrafos que retrataban los sucesos. El Presidente mantuvo su campaña de “odio” a los críticos, complementada por la indulgencia hacia quienes difunden falsedades en nombre de la revolución libertaria. Todo pelota.
Acaba de dar un paso de gigante en la cruzada de blindar el plan económico a fuerza de votos. Su ascenso atolondrado al poder en 2023 le impidió captar de antemano el instrumento de representación de la derecha, como hizo por ejemplo Donald Trump con el Partido Republicano previo a su primera presidencia. La absorción en curso del Pro y parte del radicalismo busca completar la tarea pendiente.
La hiperactividad y la centralidad de Milei acalla cualquier señal de alarma sobre el futuro. La sustentabilidad del modelo de dólar barato, sueldos pisados y aliento al consumo con ahorros es alimento para futurólogos. El Gobierno vende presente y pide confianza a cambio de estabilidad. Sin eufemismos. Cuando le preguntaron a Luis Caputo cómo podía estar seguro un ciudadano que use plata no declarada de que en el futuro no será perseguido por el Estado, respondió, entre risas: “La forma más directa es votando bien”.