Por Juan Manuel Irala.-

Con importantes titulares los diarios dan información del inminente inicio de la construcción de la línea de subte “F” y, si bien es una obra que va a unir todas las líneas subterráneas de manera transversal, con los inmensos beneficios que ello traerá a la ciudad, no puedo dejar la depresión a un lado pensando en la interminable (y ¿frustrada?) del soterramiento del Sarmiento.

Es increíble lo que ha sucedido con este ambicioso proyecto nacido en 1901 y que entre 1903 y 1905 se construyó el primer tramo, que es el que hace que el tren, desde Once hasta Caballito, funcione por debajo de trincheras.

Muchas razones e imprevisiones explicarían que la misma empresa que heredó el citado (cuando compró la empresa Ferrocarril del Oeste) tenía proyectado y en ejecución la línea A de subte, al que priorizó por sobre el ferroviario, sumándole que las dos guerras mundiales que soportó el siglo XX con los descalabros económicos que generaron en el mundo occidental (que Argentina no supo aprovechar) postergaron este proyecto hasta el siglo XXI. En 2001 el entonces Jefe de Gobierno Aníbal Ibarra lo relanzó como “Corredor verde del Oeste”.

Cinco años después comenzó a proyectarse el soterramiento, que pareció tener “por fin” concreción cuando en 2008 la ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner adjudicó la obra (como siempre hacen los gobiernos, anunciándola con bombos y platillos) que finalmente comenzó en 2016.

En el medio, como suele ocurrir con las grandes obras en manos del Estado, hubo grandes aportes en miles de dólares con los que Odebrecht endulzaba decenas (o centenas) de bolsillos de políticos inescrupulosos de varios países de Latinoamérica, donde la multinacional brasileña pretendía realizar obras, pero, ¿qué cree usted que sucedió en nuestro país con nuestra justicia? Sí, adivinó, nada.

En 2019 la obra se volvió a paralizar, archivándose la gigantesca máquina tuneladora en un lugar subterráneo, detrás de la Cancha de Vélez Sarsfield y todos los obradores construidos para el abastecimiento de agua y herramientas necesarios para semejante obra abandonados.

Transitar por Yerbal, en la Plaza Flores y 2 cuadras más adelante o por Rivadavia al 8200 genera en el visitante una sensación de desánimo inconmensurable.

Es como que nuestro país, diría el dicho popular, es una farmacia o iglesia abandonada, no tiene remedio ni cura.

¿Por qué razón (leía en un comentario, de las varios artículos consultados, para completar esta Carta) no se le entrega esta obra al sector privado (con los beneficios post culminación, que todo contrato deberá contemplar a quien haya aportado la importante inversión económica necesaria para finalizarla en tiempo y forma)?

Este gobierno, que es un detractor del Estado, como ejecutor de obras de infraestructura, debería desempolvar este proyecto, que se volvió a suspender (y van…) hace ya 6 años, analizando la inmensa mejoría que produciría en mejoras en el tránsito, accidentes viales, tiempo de retraso de todos los trámites que se deban realizar en esa vasta zona del oeste que divide la ciudad en 2, contaminación ambiental y luego buscar uno o varios empresarios privados (ajudicándoles por tramos) los trabajos necesarios para finalizar esta obra.

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