Por Enrique Guillermo Avogadro.-

«Y rendirá cuentas con esas manos tan pulcramente limpias que rehuyen estrechar las otras para no contaminarse». Arturo Pérez-Reverte.

La foto de un barbado Amado Guita-rrita Boudou, abrazado a Luis D’Elía en la Plaza de Mayo, en el acampe organizado allí por organizaciones kirchneristas y otros partiduchos de izquierda requiriendo la libertad de Milagro Sala, hubiera debido ser la gota que derramara el vaso de la paciencia ciudadana; sin embargo, nada de eso sucedió y la sociedad continuó impávida su ardua tarea de intentar sobrevivir en medio del desastre en que convirtió la realidad, no el «relato», la auto-exiliada en el Calafate. Días antes, también habían comparecido en la carpa allí instalada Agustín ¡Hundido! Rossi, Guillermo Patotín Moreno y hasta el inefable Raúl Proxeneta Zaffaroni.

El cuadro pintado en el párrafo anterior es revelador: un ex Vicepresidente multiprocesado, hermanado con un pseudo dirigente social inexplicablemente rico, en protesta por la prisión preventiva que afecta a una corrupta caudillo que esclavizaba a sus pares apoyada en dineros públicos malversados, en medio de la ocupación de un espacio emblemático que pertenece a todos; si a ese llamativo cocktail le sumamos a un ex Ministro al que se le fueron a pique buques de guerra en sus amarraderos mientras nombraba a su adolescente hija Directora del Banco de la Nación, a un ex Secretario de Comercio también procesado y autor intelectual de los mayores desaguisados económicos, y a un ex Juez supremo, dueño de prostíbulos, evasor de impuestos y líder de la corriente penal que privilegia a los delincuentes en perjuicio de sus víctimas, tenemos un combo letal que prueba cuán bajo hemos caído. ¿Qué lleva a estos nefastos personajes a desafiar así a los demás, convocando a la resistencia frente a un gobierno democrático que asumió hace sesenta y cuatro días y que ha dado acabadas muestras de pluralidad y respeto?

Resulta evidente el nivel de tolerancia que hemos adquirido frente a la impúdica exhibición de impunidad que los mayores jerarcas del régimen destronado realizan diariamente; eso constituye un peligrosísimo defecto social que sólo los jueces están en condiciones de corregir, ya que el Poder Ejecutivo debe limitarse a formular las denuncias del caso. Pero los magistrados deberán actuar rápidamente ahora, porque sólo así podrán evitar que el 1° de marzo, cuando el Presidente Macri inaugure las sesiones del Congreso y nos informe oficialmente del estado de la Nación que ha recibido, que muchos de los que deberán ajustarse el cinturón hasta la extenuación (los jubilados, los maestros, los médicos, los cuentapropistas, los trabajadores informales, los enfermos, los padres de hijos desnutridos, las víctimas de la violencia y de la droga, etc.) se dispongan al linchamiento de los responsables directos de todas estas calamidades, que los privan hasta de vivir mientras disfrutan de las fortunas amasadas sobre tantos sufrimientos ajenos.

No se trata de venganza sino de justicia, porque los sacrificios que la crucial hora en que nos toca vivir por obra y gracia de la faraona destronada y su cohorte de testaferros y cómplices públicos y privados sólo estaremos dispuestos a hacerlos si, en compensación, vemos que hay juicio y castigo a los culpables, incluyendo la apropiación por el Estado de sus patrimonios; no se nos podrá pedir nada si esos indispensables procesos no se corporizan, son resueltos con independencia y seriedad y, sobre todo, en tiempo hábil. Los dos distinguidos profesionales -Dres. Horacio Rosetti y Carlos Rosenkrantz- que Mauricio Macri ha propuesto al Congreso para integrar la Corte Suprema son una verdadera garantía en tal sentido y, una vez integrados al tribunal, deberán asumir esa responsabilidad de cara a la sociedad.

Resulta aún más inexplicable el -aunque magro- militante y persistente apoyo que concita la ex Presidente Kirchner, si pensamos que la terrible inflación que padecemos se debe a los disparates que ella misma y su «principal asesor» (sic), Axel Chiquito Kicillof, impusieron a la economía: déficit de más de ocho puntos del producto bruto interno, un gasto público imparable, el saqueo de fondos de todos los organismos, la desaparición de las reservas internacionales, la emisión de dinero bastardo, la colonización del Estado con millones de empleados «para la resistencia», la absurda pelea con los holdouts y con la Justicia norteamericana (elegida por su marido muerto) después de las sentencias condenatorias, el consecuente destierro de los mercados internacionales de crédito, la pérdida del autoabastecimiento energético, las economías regionales arruinadas, la destrucción de la presencia de nuestras carnes en el mundo, etc.; ¿qué hace, entonces, que respetados artistas continúen respaldando a figuras como la propia Cristina, inexplicablemente enriquecida más allá de cualquier límite mientras encabezaba un gobierno que dejó muchos más pobres que los que encontró al llegar y a un país postrado por el descrédito y la inflación?

Este breve inventario, aunque incompleto, enmarca la fotografía sin photoshop del país que heredó Mauricio Macri, que tanto le costará refundar. Como siempre digo, espero que Dios, que recordó ser argentino en las últimas elecciones, no pierda la memoria otra vez, como sucedió durante los doce años y medio que las precedieron.

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