Por Carlos Pissolito.-

Sabemos que desde el inicio de su pontificado el papa Francisco nos viene advirtiendo de lo que llama la «tercera guerra mundial». Una combatida «por partes» y que ya consintió atrocidades en el pasado. Lo expresó así en una encendida homilía que pronunció durante su visita al cementerio de Fogliano Redipuglia y que alberga los restos de 14 mil soldados del Imperio Austro-Húngaro y de su enemiga Italia caídos en este frente del Tirol del Sur durante la 1ra GM. Explicó que en la guerra convergen los «planificadores del terror», los «intereses, estrategias geopolíticas, codicia de dinero y de poder» y una industria armamentística cuyo corazón está «corrompido» por «especular con la guerra».

En función de lo anunciado por Francisco, la 3ra GM no tendría un inicio ni un final definido como la tuvieron las dos guerras mundiales anteriores. Ya que está se estaría librando, actualmente y por partes. Por lo que nos preguntamos, si una de esas partes, una importante, no acaba de terminar.

Antes de dedicarnos a explicar este enredo, repasemos a las otras guerras mundiales. No en el desarrollo de sus operaciones militares, sino en la descripción de las condiciones geopolíticas, “de codicia y de poder” que la motivaron.

Para empezar, la 1ra GM fue una puja entre la potencia dominante de la época, la Gran Bretaña, con la de Prusia que la desafiaba. Como sabemos, finalmente, la primera de ellas venció, no sin un gran esfuerza y con el concurso de sus aliados, siendo los más importantes Francia, Serbia y la Rusia Imperial (a las que más tarde se unieron Italia, Grecia, Portugal, Rumania y los Estados Unidos) a las Potencias Centrales de Alemania y Austria-Hungría (a las que más tarde se incorporaron la Turquía Otomana y Bulgaria).

Los historiadores suelen citar al nuevo imperialismo, a la Segunda Revolución Industrial, a la Primera globalización y al espíritu de la Belle Époque o una combinación de todos ellos como los antecedentes de este conflicto. También, resumen sus consecuencias a la desaparición de 4 imperios: el alemán, el austrohúngaro, el ruso y el otomano. En forma paralela, admiten que numerosas naciones recuperaron su independencia y otras nuevas se crearon.

Todo ello, sin mencionar, los 10 M de soldados muertos y de otros 20 M de heridos. Además, del adicional estimado de unos 7 M víctimas civiles.

Por su parte, la 2da GM, a la que varios autores la consideran una mera continuación de la 1ra tuvo lugar por una doble rivalidad. La de la Gran Bretaña y de Alemania, por un lado y la de los EEUU y el Japón por el otro. También, como sabemos los Aliados (Gran Bretaña, EEUU, la Unión Soviética, la Francia Libre) vencieron en forma decisiva al Eje (la Alemania del III Reich, el Imperio del Japón y el Reino de Italia).

Como los antecedentes de este gran conflicto se citan: en Occidente, el deseo del III Reich alemán de expandir su zona de prosperidad hacia las planicies rusas y, en Oriente, la negativa de los EEUU de permitir una área de coprosperidad japonesa en Asia.

A la gran cantidad de víctimas militares y civiles, la 2da GM sumó algunas novedades, tales como: las deportaciones y los campos de concentración masivos para civiles, bombardeos aéreos indiscriminados contra blancos civiles, incluyendo el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre dos ciudades japonesas.

Tras la 2da GM, emergieron dos superpotencias que buscaban repartirse el mundo: los EEUU y la URSS. Al no dirimirse, por completo, esta disputa los enfrentamientos continuaron bajo la forma de la denominada Guerra Fría y que concluyó con el colapso de la 2da en la década de 1990. Por su parte, la Sociedad de Naciones, fue reemplazada por la ONU.

Volviendo al presente, vemos una cierta analogía geopolítica entre la situación de los antecedentes de la 2da GM en Oriente respecto del actual enfrentamiento entre los EEUU y China.

En los prolegómenos de la 2da GM, nos encontramos con los EEUU tratando de evitar el surgimiento de un competidor asiático en la Cuenca del Océano Pacífico. Particularmente, ese competidor en la década de 1930 era Japón, quién había invadido la Manchuria en busca de recursos naturales y aprovechando la debilidad china que sufría una guerra civil. Ante las críticas internacionales, Japón se retiró de la Sociedad de Naciones al año siguiente. Por su parte, los EEUU y la Gran Bretaña reaccionaron apoyando a la resistencia china contra los japoneses y, también, levantando bloqueos de materias primas y petróleo contra Japón, haciendo que su comercio exterior cayera hasta un 75%.

Hoy, ese competidor asiático no es otro más que China. Uno con el cual EEUU buscó cooperar, durante la Guerra Fría, como un tercero en discordia que lo apoyara en su lucha por la hegemonía mundial contra la URSS; pero que su crecimiento acelerado y, posterior, desafío por la supremacía global, lo ha llevado a elegirlo como su nuevo enemigo.

Sin embargo, entre ambas situaciones geopolíticas, la de la 2da y la de la 3ra GM, más allá de las similitudes, hay una gran diferencia. Mientras el Japón imperial buscó remediar la situación de aislamiento impuesta por los EEUU y por la Gran Bretaña apelando al recurso de una guerra convencional, estilo clausewitziano, mediante un ataque aeronaval a la Base militar de Pearl Harbor (Hawai), lo que consideró el centro de gravedad del poder de su enemigo en el Océano Pacífico. China ha decidido echar mano a sus viejas tradiciones guerreras basadas en procedimientos de aproximación indirecta.

Concretamente, China ha retomado la filosofía de guerra de Sun Tzu, expresada modernamente, por los coroneles Qiao Liang y Wang Xiangsui del Ejército Popular de Liberación Chino, en su manual la de la “Guerra Irrestricta”. El mismo explica cómo China puede derrotar a un oponente tecnológicamente superior como los EEUU, mediante la guerra en todos los ámbitos y dominios de poder más allá del militar; tales como el uso de las finanzas internacionales, la economía y la tecnología para colocar al oponente en una mala posición y así evitar la necesidad de una acción militar directa.

Teniendo en mente este esquema doctrinario no resulta aventurado asumir que la pandemia producida por el COVID19 no ha sido otra cosa que una acción de guerra genética/biológica utilizada por China con la finalidad neutralizar a su enemigo principal que son los EEUU y a sus aliados más cercanos como la Gran Bretaña y los países de la OTAN.

Es más, como vemos en estos días las consecuencias de la pandemia ya superan, con creces, a las meramente sanitarias; ya que incluyen una violenta detención de la actividad económica en todo Occidente, a lo que hay que sumar la expansión, todavía en germen, de guerras civiles moleculares en sus sociedades, especialmente, en la Norteamérica en la que dormían varios demonios que acaban de ser despertados.

También, se aprecia sobre el horizonte problemático que China no está dispuesta a dejar pasar esta oportunidad y que sus planes incluyen el lanzamiento de un yuan digital con el cual destronar al dólar como la moneda preferida de los intercambios y terminar de desplazar a los EEUU como superpotencia global.

Otro elemento importante a ser tenido en cuenta es que Rusia, que es la única potencia con capacidad de respuesta nuclear masiva similar a los EEUU y de la que China, por el momento carece, está bloqueando cualquier acción de represalia violenta del primero contra la segunda.

Llegado a este punto, puede uno preguntarse si se trata solo de un gran pedazo de esta 3ra guerra por pedacitos o, si por el contrario, es el definitivo y que este “Pearl Harbor” no tendrá su correlato en la batalla de Midway, por la cual los EEUU retomaron la iniciativa y terminaron derrotando al Japón que los había atacado por sorpresa.

Sinceramente, no lo sabemos. Pero continuando con la analogía de Pearl Harbor, que como sabemos fracasó en su objetivo de destruir a la flota de portaaviones norteamericana, la que había salido, casualmente, a navegar por esos días. Al parecer, los chinos han tenido más suerte que los japoneses ya que, esta vez, los buques fueron encontrados en puerto y sin capacidad de combatir.

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