Por Susana Merlo.-

La repentina irrupción de una protesta creciente de productores sobre las rutas del país en los últimos días, es tan justificada como previsible. Más aún, lo sorprendente es que haya comenzado recién ahora, y no hace meses atrás.

Al igual que en 2008, a los pocos meses de haber asumido a la presidencia del país Cristina Fernández ahora, a apenas medio año de su alejamiento del cargo, se repiten como entonces los reclamos activos de sectores productivos imposibilitados de seguir adelante.

Hay sin embargo, una diferencia significativa. En aquel momento el eje era el “malhumor” por el destrato, las medidas abusivas unilaterales (la Resolución 125 de retenciones móviles) y la seca que impedía trabajar, lo que impulsó a los hombres de campo a llevar su protesta a los caminos, adonde “los vieran”, y una buena parte de la población urbana acompañó, más que por comprensión del problema rural, como catarsis para sus propias frustraciones.

Ahora, el panorama es mucho más desolador, a pesar de que el clima se está portando algo mejor. Los precios internacionales de los productos cayeron significativamente desde entonces, por caso, la soja vale casi la mitad que a fines de 2012. Por el lado de las restricciones comerciales, como Roes, cupos, permisos, etc., siguieron creciendo, al igual que los costos de producción, mientras que el tipo de cambio real, prácticamente, dejó a los productos argentinos fuera de los mercados internacionales.

La sumatoria, imposible de ocultar en los magros resultados de la balanza comercial, arroja números de quebranto a buena parte de las ecuaciones empresarias, tanto de los productores, como de las agroindustrias, muchas de las cuales comienzan también a “saltar el cerco” del silencio autoimpuesto ante el Gobierno, para alertar sobre la crisis que viven.

No hay que ir demasiado lejos. Se saben los resultados de los balances de las principales usinas lácteas, de la molinería (a pesar de las ventajas relativas que le da poder comprar en un mercado interno manipulado por medidas oficiales). Las maquinarias agrícolas, por su parte, reconocen una abrupta caída en las ventas que ya supera 35%-40% según los rubros, y ni hablar de la industria frigorífica que ya acusa el cierre de al menos de un centenar de plantas, y ahora se le suma el alerta de los exportadores, incapaces ya de mantener semejantes estructuras con ventas al exterior en un mínimo por debajo de las 200.000 toneladas.

La vitivinicultura, el azúcar, la pesca, la fruticultura…, cada uno fue tratando de llamar la atención sobre lo que venía, sin ningún tipo de respuesta.

Tal vez el caso más explícito sea el de la fruticultura, a la que le habían prometido unos $ 300 millones (de pesos!) para poder afrontar los costos de cosecha y acarreo. Les llegó solo un tercio de esa cifra (a pesar de que el Ministro de Agricultura, además de ser técnico en la materia, es de aquella zona), y terminaron quedando más de 200.000 toneladas sin cosechar en marzo, y con productores en las rutas tirando fruta.

La reapertura del mercado estadounidense para la carne vacuna local, que mereció un exagerado anuncio que contó con la presencia de los ministros de Economía (Axel Kicillof), de Agricultura (Carlos Casamiquela) y hasta del canciller Héctor Timerman, no tuvo más de un docena de asistentes (incluyendo a los periodistas). Por supuesto que allí no se dijo que el atraso de 10 años (¡!!) en lograr la nueva autorización de parte del gran mercado del norte se debió a moras, en general, de la parte Argentina y a restricciones autoimpuestas. Menos aún, se dijo que ahora tampoco hay mercadería para abastecer esa fantástica cuota de 20.000 toneladas, como tampoco las de la 481 para la Unión Europea, ni para la más codiciada (a nivel mundial) Cuota Hilton de cortes de altísimo valor para Europa, y que Argentina se da el lujo de incumplir hace ya 8 años…

Claro, en medio, desaparecieron los frigoríficos, unos 10.000 productores ganaderos y se destruyó casi un cuarto del rodeo nacional (unas 12 millones de cabezas vacunas) para “defender” la “mesa de los argentinos”…

Lo que tampoco explican las autoridades a la población, a pesar de la cantidad de discursos que dan, es que fuera de las 2-3 grandes ciudades, la economía del resto del país vive casi exclusivamente de la actividad del sector. Cuando cierra un tambo, una usina, un frigorífico, una bodega, o un molino, es muy probable que la actividad de toda la localidad (que muchas veces tiene apenas una o dos fábricas como máximo) se pare. Esto se está percibiendo ya desde el año pasado.

Y eso representa miles de familias hoy sin trabajo, en garantía horaria, a los que los “subsidios inclusivos” no les llegan. Son muchos miles más, también, los que temen ingresar a ese grupo.

Y si eso se suma a la cantidad de productores, transportistas, pequeños y medianos empresarios, que temen perder lo que tienen, que no pueden seguir por falta de liquidez, porque la cooperativa ya no los refinancia, y la carpeta del banco no califica (digamos, además, que los créditos de la banca oficial van, en su mayoría, a los que no lo necesitan), entonces se va a entender lo que está ocurriendo nuevamente en las rutas.

Es que ahora comienza a haber, ni más ni menos, que “desesperación”, y eso es lo que finalmente está logrando vencer hasta la apatía y el escepticismo que venía caracterizando a muchos en los últimos tiempos.

Ahora comienzan, otra vez, a salir a las rutas, y se prevé que el próximo 17 de julio (aniversario de aquel famoso “No, positivo…”, del vicepresidente Julio Cobos en 2008) se conmemore a nivel nacional, lo que podría constituir una especie de “despedida” presidencial, del mismo tenor que la recepción del primer mandato, hace más de 7 años atrás.

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