Por Susana Merlo.-

A pesar del marco aún de muy alta inestabilidad en diferentes puntos, el mundo parece querer encaminarse, nuevamente, hacia el crecimiento económico.

La irrupción del Brexit, la profundización de los fundamentalismos y los actos de terrorismo, el shock Trump en los Estados Unidos, el tembladeral Brasil, o el avance de la derecha en Europa no impidieron, hasta ahora, que las principales regiones revirtieron su tendencia declinante e, incluso, estarían comenzando el camino hacia un nuevo período de crecimiento económico después de casi un quinquenio de caída.

Los datos son muy nuevos, y el despegue incipiente, pero la gran pregunta que surge es: estará la Argentina ahora en condiciones para aprovechar los “brotes verdes” que podría volver a ofrecer el mundo?

El pasado inmediato indica que, tras haber desaprovechado absurdamente el “viento de cola” de la “Década ganada”, debido a erróneas políticas internas que provocaron fuertes caídas de la producción, incluida la más competitiva, como es la agroindustria, la Argentina debió enfrentar un ambiente mucho menos propicio para los negocios internacionales, frenados por el amesetamiento y/o caída de la economía mundial. El proceso fue largo y alcanzó a todas las regiones, incluídos los gigantes asiáticos de India y China que, si bien siguieron creciendo, lo hicieron a un ritmo mucho menor del que traían.

En ese lapso, simultáneamente, se produjo un fuerte crecimiento de la producción agrícola mundial lo que determinó que las cotizaciones de los granos se ubicaran un poco más abajo de los extremos que habían alcanzado años atrás. Sin embargo, podrían haber caído más todavía si no fuera porque la demanda de consumo se siguió mostrando particularmente firme a pesar del “achicamiento” económico global, situación que continúa hoy.

Pero en ese mismo lapso, fue cuando la Argentina retrocedió comparativamente más. Se descapitalizó. Retrocedió en el nivel de tecnología. Hoy el parque camionero y de maquinaria está atrasado, hay endeudamiento pendiente, faltan niveles de fertilización para recuperar los suelos, las áreas de servicios todavía están atrasadas, falta energía, y el dinero todavía resulta demasiado caro para la producción. La capacidad industrial global ronda apenas el 60%, con importantes porcentajes ociosos aún.

En ese escenario es cuando comienza a percibirse una leve reacción mundial que puede, sin embargo, llegar a alcanzar especial vigor. Por caso, mientras los indicadores muestran que habría terminado la recesión en Rusia y también en Brasil, el principal cliente de la Argentina, otros datos indican que la Unión Europea, con Alemania y España a la cabeza, acelera su crecimiento, Japón también despega, y es clara la apuesta de Estados Unidos al repunte de su actividad económica. Obvio que todo esto sin desconocer la alta inestabilidad que implica el Efecto Temer en Brasil, la separación de Gran Bretaña de la Unión Europea, o la relación de Rusia con el resto del mundo, entre otros problemas.

Según el Estudio Broda a hoy, se registra una apreciación de casi todas las monedas de los países emergentes, y cae el riesgo país en Chile, Asia y Brasil.

“El mercado descuenta la aceleración del crecimiento mundial”, dicen los especialistas, mientras los metales industriales se afirman, aparece un nuevo acuerdo para recortar la producción de petróleo por otros 6 meses (lo que también consolidaría los valores), y los granos mantienen firmeza relativa a pesar de la presión y el gran volumen de las cosechas.

Sin duda, un panorama mucho más alentador que el de hace unos meses atrás…

Sin embargo, Argentina todavía no se pliega plenamente a esta tendencia, aunque comienza a percibirse la mejora en ciertos indicadores. A pesar de eso, con el consumo interno planchado y cada vez con menos posibilidades de exportación por la creciente falta de competitividad, el panorama es todavía incierto.

El caso es que lo que está mostrando el país determina que no resulte aún demasiado atractivo para las inversiones externas (a pesar de la baja de la inflación, en 2016 siguió siendo el país latinoamericano que recibió menor cantidad de capitales externos).

A su vez, con un dólar que, según Broda, está nominalmente más bajo que en marzo del año pasado, lo que determina que el mayor destino para su adquisición siga siendo turismo y atesoramiento, las exportaciones se vuelven cada día más trabajosas, complicando globalmente el panorama, a pesar, de las mejoras de demanda que puedan comenzar a mostrar distintas países del mundo.

Por supuesto que el valor de la divisa no es la única causa de los problemas del comercio exterior local, ni de lo poco atractivo que sigue resultando el país para los inversores productivos externos de largo plazo. Hay una larga lista de razones que pesan en la cual, la muy alta presión fiscal que se mantiene, el atraso en la racionalización del sector público, o los crecientes conflictos sindicales, que indefectiblemente siguen operando en contra.

El último tiempo, además, cierto enrarecimiento político y alguna inestabilidad social, se agregaron a la lista negativa, más que nada, por los antecedentes que muestra Argentina en la materia.

Por supuesto que el año electoral, atrasando una serie de decisiones oficiales imprescindibles, pero impolíticas, completan un panorama que deja clara su inestabilidad, y que hace que las perspectivas sean muy volátiles.

Pero ahora el mundo puede volver a ofrecer un viento de cola que el país desaprovechó en el ciclo anterior, hecho por el que todavía está pagando.

¿Habrá conciencia suficiente, entre funcionarios y dirigentes, de que el tren podría estar por pasar por segunda vez??

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