Por Jorge Augusto Cardoso.-

En 1969, el gobierno argentino decidió comprar a los astilleros Vickers, del Reino Unido de Gran Bretaña, un destructor misilístico al que se bautizó ARA Hércules, similar al Sheffield de la marina inglesa hundido por la aviación naval durante la guerra de Malvinas. El contrato preveía la construcción de una segunda nave, similar a la anterior, en los Astilleros Navales Río Santiago. En enero de 1973 comenzó la construcción del destructor que se llamaría Santísima Trinidad. El 22 de septiembre de 1975 la nave estaba a punto de ser botada, pero los Montoneros decidieron atacarla.

El jefe fue Arturo Lewinger, quien, con buzos de montoneros, llegó en un bote de goma camuflado y colocaron 170 kg. de gelamón en uno de los pilotes del muelle. La violenta explosión hundió parcialmente la nave. La reparación de ésta demoró su puesta en servicio, que finalmente hizo en 1981.

Ese acto vandálico, con la intención de destruir parte del patrimonio nacional destinado a velar por la seguridad en el mar argentino, fue realizado por aquellos que las organizaciones de derechos humanos llaman “jóvenes idealistas”

Le cupo a la Santísima Trinidad entrar a la historia cuando el 2 de abril de 1982, llevó a los Infantes de Marina que tomaron las Islas Malvinas.

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