Por Máximo Luppino.-

¡Nada más revolucionario que un poeta!

Falleció Ernesto Cardenal. Fue sacerdote, teólogo, escritor, político, traductor y escultor; esencialmente, un poeta del universo. Ernesto nació en Nicaragua para constituirse en un ciudadano del firmamento. Su culto celestial por la belleza jamás lo alejó de los compromisos cotidianos para con su pueblo. Cardenal militó fervientemente en la doctrina Teológica de la Liberación en América Latina. Fue ministro de cultura del gobierno de la Revolución Nicaragüense desde 1979 hasta 1987.

Sus múltiples actividades políticas produjeron que la Iglesia Católica lo inhibiera de conducir oficios religiosos como sacerdote. Esto ocasionó un dolor tremendo en Ernesto. El cura tercermundista, ante este hecho, dijo: “¡Hazme justicia, Señor / Porque soy inocente!” El Papa Francisco dejó sin efecto esta restricción. Así, Cardenal pudo volver a oficiar La Santa Misa antes de fallecer.

La vida de Ernesto Cardenal es tremendamente inspiradora. Un luchador indómito de las causas que sentía como justas. Jamás temió confesar sus más íntimos pensamientos. Vivió acorde a sus convicciones y falleció para reinar eternamente bajo la luz de los discípulos de la verdad del mundo.

A nuestro entender, su vida es un legado de belleza infinita regalada a la humanidad. Sin embargo, deseamos establecer que su obra Cántico Cósmico es la joya dilecta de su tesoro de pura sabiduría.

En homenaje a Ernesto Cardenal compartimos un pequeño fragmento de su obra CÁNTICO CÓSMICO.

“venidos de estrellas lejanas
son los de nuestro planeta.
Todos los cuerpos celestes sólidos o gaseosos
están compuestos de carbono, oxígeno, nitrógeno y metales
en la misma proporción que la tierra.
¿Son sólo para mirarse las estrellas?
Tanta materia extraterrestre ha caído sobre la tierra
que tal vez el suelo que pisamos es extraterrestre.
De las profundidades del cosmos.
Ciudadanos del universo por nuestra tierra
que es un cuerpo celeste entre los otros.”

Cardenal volaba con las alas de los poetas a insondables regiones de belleza sin parangón; verdad y belleza, dos hermanas inseparables en el sendero de la existencia.

De Cardenal celebramos su valentía de existir con su realidad, hija de las coordenadas crueles del “tiempo y el espacio”. Él evadía su inmediatez con su arte siempre encantador.

Sus sandalias, análogas a las de los pescadores discípulos del gran Maestro, su boina negra sobre su blanco pelo de pureza singular, comprometida en la acción cotidiana, la sencillez de su palabra a la cual le rendía sublime culto. Pienses como quieras pensar, uno de los hijos de DIOS más sutiles se dirigió a abrazar las estrellas que tantas veces contempló. Nos dejó la promesa viviente de nuestra heredad de belleza e infinitud eterna. Legiones de jóvenes entusiastas, sedientos de ideales, con guitarra en mano y estrellas románticas en noches azules cantarán con amor el ejemplo emocionante de sus heroicos días.

El misticismo creativo latía galopante en cada instante de su poética vida.

¡Gracias, Ernesto Cardenal! ¡Siempre presente en nuestra alma!

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