Por Hernán Andrés Kruse.-

El 24 de febrero de 2022 tuvo lugar un hecho que conmocionó al mundo. Vladimir Putin, el autócrata que maneja Rusia con mano de hierro desde hace un poco más de dos décadas, ordenó a su ejército invadir el país vecino de Ucrania. Las imágenes transmitidas por la televisión mundial estremecieron a la humanidad. Confieso que en ese momento supuse que la resistencia ucraniana podía durar unos días. Mi suposición se basaba en el hecho de que el invasor era nada más y nada menos que una de las máximas potencias militares del mundo, cuyo arsenal nuclear es comparable con el de Estados Unidos. Los hechos me demostraron lo equivocado que estuvieron mis cálculos.

Han pasado dos años desde que Rusia invadió un país soberano gobernado por Volodímir Zelenski, quien rápidamente se ganó el respeto y la simpatía de buena parte de los gobernantes del mundo. Desde Argentina viajaron en calidad de corresponsales de guerra varios periodistas muy conocidos, como Chiche Gelblung, Nelson Castro y Carolina Amoroso, entre otros. Ellos experimentaron en carne propia el sufrimiento de los ucranianos pero también su orgullo nacional, su fe inquebrantable en la victoria final de su país sobre el cruel invasor.

Han pasado dos años del comienzo de la invasión y me pregunto, como tantos otros, por qué Putin tomó semejante decisión. Buceando en Google me encontré con un ensayo de Pablo Telman Sánchez Ramírez (Profesor Investigador del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Campos, Ciudad de México) titulado “El conflicto en Ucrania: el primer enfrentamiento serio de Rusia con Occidente durante la etapa de la Post-Guerra Fría” (Foro Internacional, volumen 56, número 2, Ciudad de México, 2016). Si bien el ensayo, como puede observarse, es anterior a la invasión rusa a Ucrania, brinda una ayuda inestimable a quienes desean comprender la naturaleza de un conflicto que, reitero, puede alterar gravemente la paz mundial. A continuación paso a transcribir las partes que me parece son las más relevantes.

Antecedentes históricos

“Para entender la dimensión y el alcance de la estrategia desplegada por el gobierno ruso ante el escenario de inestabilidad y conflicto del país vecino, se deben tomar en cuenta los antecedentes históricos de la compleja, pero a la vez estrecha, interdependiente e intensa relación bilateral que ha existido entre Rusia y Ucrania a lo largo de más de mil años, desde la creación de la Kievskaya Russ (Rusia Kievita) en el siglo IX. El territorio conocido como Ucrania tiene un pasado plagado de guerras y continua división tanto étnica, como territorial, política e ideológica. El pasado de Ucrania puede ser comprendido con base en la historia de varios imperios europeos, incluido el otomano. Dentro de las conquistas del Imperio Otomano se encontraba el Kanato de Crimea, cuyo territorio era ocupado por una mayoría tártara. Este territorio perteneció a los otomanos hasta el año 1774, posteriormente se efectuó la anexión de Crimea al Imperio Ruso en 1783, durante el gobierno de la emperatriz Catalina la Grande. Por ejemplo, en el caso de Crimea y las acusaciones de anexión por parte de Rusia, habría que señalar que esta península fue la base naval de la fuerza marítima del imperio ruso desde el siglo xviii, cuando Catalina la Grande dispuso la anexión de la península al imperio ruso, luego de la victoria sobre el Imperio Otomano.

Con Catalina la Grande se emprendieron varias campañas de «rusificación» mediante las cuales se influyó de manera cultural y política a la población de Ucrania para que adoptaran las costumbres rusas, incorporando a los practicantes de la Iglesia Uniata dentro de la Iglesia Ortodoxa. En el lado oeste de Ucrania ha existido siempre una mayor identificación cultural, histórica e ideológica con una raíz europea occidental debido a la pertenencia de estos territorios a Polonia y al Imperio Austro-Húngaro a partir del siglo xviii. Por el contrario, la parte oriental de Ucrania tiene un contexto mucho más cercano a Rusia a partir de su conquista por parte del Imperio Ruso tras las particiones de Polonia. Durante gran parte del siglo XIX, fueron prohibidas las publicaciones en ucraniano, así como la alfabetización en esta lengua en el territorio ucraniano.

Durante los primeros años de la existencia de la Unión Soviética (durante el mandato de Lenin fundamentalmente), se llevó a cabo una política de inclusión de las etnias no rusas dentro del incipiente Estado soviético. Como consecuencia de esta estrategia multicultural del Estado bolchevique, se permitió el uso, estudio y publicación de obras en lengua ucraniana. Por el contrario, a partir de 1924 y durante el régimen de Iosif Stalin se adoptó una política de rusificación forzosa, en la que se persiguió al nacionalismo ucraniano de manera extremista y sanguinaria.

En 1954, Nikita Jruschov tomó la decisión de ceder el territorio estratégico de Crimea a la República Socialista Soviética de Ucrania. La dirigencia soviética jamás imaginó que exactamente sesenta años después de haber adoptado esta decisión se desataría un conflicto de tal magnitud entre Rusia y Ucrania por ese enclave estratégico, que también guarda un valioso legado histórico producto de la victoria soviética sobre el fascismo en el año 1945. Finalmente, el hecho de ceder la región de Crimea a Ucrania fue un hecho ilegítimo debido a que el Presidium del Soviet Supremo de la Unión Soviética no tenía las facultades necesarias para ceder territorios de una república soviética a otra y ese acontecimiento contradijo los postulados de la Constitución de la URSS de 1937. Se demostraba una vez más el poder de decisión que tenía la figura del Presidente del Buró Político del PCUS, del Presidium del Soviet Supremo y del Comité Central, que como dijimos en ese momento recaía en Nikita Jruschov.

Durante el mandato de Mijaíl Gorbachov se abrieron las oportunidades para que los pueblos y nacionalidades que formaban parte de la Unión Soviética adquirieran un espacio para defender sus intereses y preocupaciones nacionales. Así comenzó el fin del Estado soviético al tomar fuerza las tendencias separatistas, que finalmente vencieron al régimen soviético con la desintegración de la Unión Soviética.

El 20 de enero de 1991 se realizó un referéndum en Crimea en el cual la mayoría aplastante de los votantes (93.26%) se pronunció a favor de la reconstrucción de la República Socialista Soviética Autónoma de Crimea como sujeto de la URSS y miembro del Tratado de la Unión. Esta consulta popular demostró la inconformidad de los ciudadanos con el traspaso de su territorio a Ucrania en 1954 y con la abolición en 1945 de la República Autónoma Socialista Soviética de Crimea y la creación en su lugar de la región de Crimea. Sin embargo, a finales de ese mismo año desaparecía la URSS como Estado y Ucrania y Rusia se convertían en dos países independientes, por lo que Crimea permanecería bajo el control de Ucrania.

En 1992, la Federación Rusa reclama la devolución de Crimea a lo que el gobierno de Leonid Kravchuk se opone y le conceden el estatuto de república autónoma. En 1997 se firma un acuerdo para que Rusia conservase la base naval de Sebastopol y otras instalaciones militares de Crimea por un plazo de veinte años. En 2010, con la llegada de Víctor Yanukovich, se firma un acuerdo con Rusia para extender hasta el año 2042 la permanencia en Crimea de la Flota Rusa del Mar Negro, a cambio de la rebaja en un 30% del precio del gas para Ucrania”.

Posturas oficiales de la Unión Europea y de Estados Unidos en relación con el conflicto en Ucrania

“Es importante señalar que las posturas de apoyo llevadas a cabo por representantes de la Unión Europea y de gobiernos occidentales -incluido Estados Unidos-, en relación con las manifestaciones antigubernamentales en Kiev funcionaron como un detonante mayor, que lejos de lograr un apaciguamiento del descontento popular, sirven para acelerar el proceso de caída del régimen del corrupto y autoritario, pero también electo democráticamente presidente Yanukovich. Como dijimos, la causa principal de las revueltas lo constituyó la negativa de Yanukovich a firmar un acuerdo con la Unión Europea. Al cabo de siete meses de conflicto, se logró finalmente firmar un acuerdo similar con la Unión Europea (27 de junio de 2014) que también incluiría a Georgia y Moldavia.5

A pesar de que la política exterior de Ucrania durante todo el mandato del presidente Víctor Yuschenko (2004-2010) estuvo concentrada en mantener como prioridad sus nexos con Europa y Estados Unidos, la respuesta de la contraparte, sobre todo de la Unión Europea, resultó cautelosa y denotó falta de interés hacia la profundización de los vínculos con Ucrania. Una de las razones fundamentales de esta estrategia europea era la falta de credibilidad del gobierno ucraniano a causa de escándalos de corrupción y vacío de poder en que se vio envuelto. Asimismo, la derrota sufrida por el partido del presidente frente a su opositor -a sólo dos años de su arribo al poder- en las elecciones parlamentarias de marzo del 2006, demostraron el rápido desencanto de la población ante el régimen de Yuschenko, lo cual provocó aún mayor cautela por parte de Europa. La Unión Europea promovió una negociación con los países post-soviéticos para buscar una solución que respondiera a sus intereses de integración, pero que no afectara sus relaciones con Rusia: la creación de la Asociación Oriental. La Unión Europea ratificó el 7 de mayo del 2009 en Praga la creación de la Asociación Oriental, que, a propuesta de Polonia y de Suecia, pretendió profundizar las relaciones bilaterales del bloque comunitario con sus vecinos postsoviéticos europeos: Ucrania, Moldavia, Bielorrusia, Georgia, Armenia y Azerbaiyán. La propuesta de Asociación Oriental representó una manera inteligente de estrechar los vínculos con estos países, al tiempo que no se les ofrecía la membrecía inmediata ni permanente en la Unión Europea. Esto resultaba provechoso tanto para la Unión Europea como para Rusia, que no veía de buena manera la entrada de estos países en la Unión Europea. Sin embargo, el objetivo de estos países y, en primer lugar, la Ucrania de Yuschenko, era convertirse en miembros permanentes de la organización europea.

La estrategia del gobierno de Yanukovich mucho más cercana a Rusia que a Occidente, así como su decisión de interrumpir y rechazar de manera definitiva el proceso de negociación con la Unión Europea y continuar adelante con el proceso de firma de un acuerdo económico, comercial y energético con Moscú que facilitaría su posterior entrada en la Unión Económica de Eurasia incomodaba a las autoridades comunitarias europeas. Los llamados a respetar el orden democrático, los derechos humanos de los ciudadanos y el sentir popular antigubernamental fueron los mayores reclamos de la Unión Europea a Ucrania. Precisamente las tensiones y roces que prevalecen desde hace varios años en las relaciones bilaterales de países como Gran Bretaña, Polonia, Lituania, Rumania, Suecia, Bulgaria (recién anunció la suspensión de la construcción en su territorio del gasoducto South Stream proveniente de Rusia) con Rusia predeterminaron el apoyo más entusiasta y activo de parte del bloque comunitario hacia las fuerzas de oposición al gobierno proruso de Kiev, así como la imposición de sanciones más severas a Rusia desde el inicio, mientras que Alemania -dependiente del gas ruso y con un liderazgo regional favorecido por la posguerra fría- una vez más demostraba una postura conciliadora y mediadora hacia Rusia, sobre todo en los inicios del conflicto, sin dejar de mantener su apoyo formal a la política comunitaria de presión, advertencias diplomáticas e incluso aplicación de sanciones económicas, políticas y militares contra el gobierno de Moscú. Alemania y Francia fueron los dos Estados comunitarios con los que Rusia mantuvo más contactos bilaterales desde el inicio”.

Estrategia de Estados Unidos y la OTAN en la región

“La estrategia actual del presidente Obama es aumentar los ejercicios de entrenamiento militar y la presencia de soldados estadounidenses y de la OTAN en los países de Europa del Este fronterizos con Rusia, o sea, llevar a cabo una estrategia que es considerada por Rusia como una amenaza directa a su seguridad nacional. En 2014, Estados Unidos mantiene 21 bases militares en Europa, pero lo que más preocupa a Rusia es que desde abril este país tiene estacionados más de 600 soldados en Polonia, Lituania, Letonia y Estonia, o sea, en su propia frontera noroeste. Washington también anunció el aumento de la participación de su Marina en los despliegues navales de la OTAN en el Mar Mediterráneo y el Mar Negro, para ir en ayuda de «amigos cercanos», como Georgia, Moldavia y Ucrania, países que son considerados por Rusia como su zona de influencia directa. Finalmente, los ministros de Defensa de la OTAN, reunidos en Bruselas (junio de 2014), apoyaron el plan de Obama al considerarlo como «otra señal de liderazgo y determinación» dentro de la OTAN. Todo esto no hace más que reforzar la paranoia del Kremlin y su patológica desconfianza ante Occidente, que por momentos se torna lógica y fundamentada, a la vez que refuerza su discurso nacionalista y patriótico dentro del país para justificar sus posturas militaristas. Ucrania siempre ha sido un objetivo clave para la OTAN por tener el segundo ejército más numeroso de Europa (después del ruso) y contar con la frontera europea más extensa con Rusia, pero luego del fallido intento de alejamiento de Rusia con la Revolución Naranja en el año 2004 no se les había presentado una oportunidad como ésta.

Es evidente que para Occidente -Estados Unidos en primer lugar- es preferible una Ucrania gobernada por fuerzas ultranacionalistas de extrema derecha, que podrían resultar inestables y poco confiables, antes que aceptar un gobierno subordinado a Rusia, como fue el caso de Yanukovich. Los objetivos geoestratégicos de Occidente son aislar territorial y militarmente a Rusia de manera definitiva, al costo que sea necesario y, en este caso, Ucrania ha sido el escenario propicio. Se mantienen impávidos ante un escenario golpista que colocó en el poder a unos personajes que no representan de manera democrática a todos los sectores de la sociedad ucraniana y que incluso llegaron a pronunciarse por la eliminación del idioma ruso como segunda lengua oficial del Estado, sin tomar en cuenta los derechos e intereses de millones de ciudadanos del país. El gobierno de Obama juega también la carta doméstica dentro de su propio país al intentar convencer a la opinión pública estadounidense, pero también al partido republicano, de su liderazgo internacional y de su mano firme frente a Rusia, luego de haber sido tan criticado por haber claudicado ante el gobierno de Putin en el caso de Siria”.

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