Por Hernán Andrés Kruse.-

El tema de Crimea y el reavivar del sentimiento nacionalista en Rusia

“El gobierno ruso continúa aprovechando la veta nacionalista-patriótica de su política. En el cuestionado aspecto de la anexión de Crimea, el gobierno de Putin recibió el apoyo prácticamente unánime, no sólo por parte de los ciudadanos de su país, sino incluso de los partidos de oposición y de todos los diputados del Consejo de la Federación, que autorizaron de manera unánime al presidente Putin a inicios de marzo el uso de la fuerza militar dentro del territorio de Ucrania, para salvaguardar los derechos y la integridad física de los ciudadanos rusoparlantes en el territorio vecino.

La prominente activista opositora e influyente personalidad de los medios rusos Ksenia Sovchak aprobaba desde un inicio la gestión de Putin en el conflicto en Crimea: «Si Putin logra el retorno de Crimea a Rusia sin derramamiento de sangre, él será recordado como una gran figura histórica dentro de nuestro país y nadie podrá evitarlo». Por el contrario, en Occidente y, sobre todo en Estados Unidos, los ciudadanos consideran al Estado ruso como una continuación de la Unión Soviética «por su naturaleza agresiva e impredecible».De acuerdo con una encuesta del periódico The Wall Street Journal y el canal nbc News, 72% de los estadounidenses consideran a Rusia un adversario y solamente 5% ven a Putin como un líder confiable y positivo, mientras que 63% lo consideran una figura negativa.

Los resultados abrumadoramente favorables a la separación de las regiones de Donietsk y Lugansk del territorio de Ucrania como resultado del referendo celebrado el 11 de mayo pasado reforzaron las posturas nacionalistas de la contraparte rusa. El presidente ruso goza del más alto respaldo popular a su gestión en su actual tercer mandato y ello es resultado de su actuación en el conflicto con Ucrania y sobre todo de la adhesión exitosa de Crimea a su territorio. Desde el mes de marzo de 2014, la popularidad de Putin ha aumentado 15% y ha alcanzado 75.7%, el puntaje más alto de los últimos cinco años de acuerdo con el Centro de Investigación de la Opinión Pública de toda Rusia que publicó un informe en su sitio electrónico. Como ya dijimos, la Unión Europea y el gobierno de Estados Unidos incitaron a las fuerzas de oposición a llevar a cabo estrategias de presiones contra el gobierno de Kiev con el objetivo de derrotarlo y sacar a Ucrania del eje de influencia de Rusia. Sin embargo, hasta el momento se vislumbra un fortalecimiento del liderazgo ruso y un claro margen de maniobra a favor de Moscú en este conflicto que ha trascendido las fronteras del Estado ucraniano.

¿Será que Occidente obtendrá precisamente lo que no aspiraba en relación con Rusia como resultado del conflicto en Ucrania? Es muy probable.

En primer lugar, un evidente fortalecimiento del liderazgo de Rusia tanto en el escenario regional como global. Por sólo citar un ejemplo, la Sexta Cumbre de los BRICS en Fortaleza, Brasil (julio de 2014), resultó un éxito para Putin. En esa ocasión, el presidente ruso recibió un apoyo sólido de los presidentes de los países miembros y se firmó una serie de importantes acuerdos que fortalecen los lineamientos de la política exterior rusa y sus afanes de consolidar un orden mundial multipolar, tanto en el aspecto político, como económico y financiero. Las coincidencias de Putin con Dilma Rousseff y Xi Jinping en los asuntos mundiales son cada vez más sólidas. A diferencia de lo que ha declarado el presidente Obama, Rusia no ha quedado aislada luego del conflicto en Ucrania. Por el contrario, este país gana «simpatías» fuera del marco de la CEI, que ha demostrado ser un mecanismo obsoleto e ineficaz. América Latina se convierte en una región alternativa en mercados para Rusia, luego de que países como Brasil, Argentina, Ecuador, Chile, Uruguay y Paraguay hayan demostrado su interés e intención de ofrecer productos, sobre todo alimenticios, que hasta el momento eran importados por Rusia desde los países de la Unión Europea.

En segundo lugar, se inicia una nueva escalada de rearme militar por parte de Rusia en todos los sectores, pero sobre todo el rearme de la aviación estratégica y de la defensa aeroespacial. En una reciente reunión sobre el programa armamentístico ruso para el periodo 2016-2025, Putin planteó la necesidad de conseguir avances importantes en el «desarrollo de todos los componentes de las armas de alta precisión» y subrayó que el país debe producir por sí mismo todos los equipos de importancia vital. La necesidad de prescindir de las importaciones para la industria de la defensa nacional ya en un corto plazo se convierte en una prioridad para Rusia, luego de las recientes sanciones de Europa y Estados Unidos en este rubro. El Ministerio de Defensa anunció que se prepara una nueva versión de la Doctrina militar de Rusia, la cual será presentada en diciembre próximo. La necesidad de introducir modificaciones a la doctrina militar vigente obedece, según explicó el subsecretario del Consejo de Seguridad ruso, Mijaíl Popov, al surgimiento de «nuevas amenazas militares», que se manifiestan, por ejemplo, en la crisis ucraniana.

En tercer lugar, como consecuencia del conflicto en Ucrania, Rusia obtiene un mayor y rotundo apoyo interno para su gobierno y, sobre todo, para la figura del presidente Putin, luego de que su tercer mandato fuese resultado de unas elecciones mucho menos favorables que las anteriores. Putin aspira a reelegirse nuevamente en las elecciones de 2018 por un plazo de otros seis años; este conflicto lo ayudó a ganar apoyo interno, incluso entre sus detractores.

El apoyo de Occidente al nuevo gobierno de Kiev ha logrado que el nacionalismo ruso gane mayor peso e influencia, tanto dentro del marco interno del Estado, como en su proyección exterior. Como señala el profesor de la Universidad de San Francisco, Andrei Tsygankov, «los intentos por explicar la intervención de Putin en Crimea sobre la base de la debilidad económica de Rusia y de su temor a la expansión de la democracia en la región son poco creíbles e ignoran las bases genuinas del nacionalismo ruso y del papel que tiene Occidente en su reciente fortalecimiento». Existen sectores influyentes alrededor de Putin que presionan desde dentro del Kremlin para lograr que la política exterior y de defensa rusa se vuelva aún más nacionalista y coloque como su máxima prioridad la defensa del interés nacional del Estado ruso, lo cual incluye el rotundo rechazo a la ampliación de la OTAN hacia los territorios fronterizos con Rusia. Precisamente el actual conflicto en Ucrania y las presiones de Occidente contra Rusia han servido de motivación a estos sectores para justificar una línea más conservadora y nacionalista en la actual política exterior.

La fuerza más importante dentro de este mecanismo lo constituyen los siloviki, entre los que se encuentran el exministro de Defensa y actual jefe del Consejo Presidencial Serguei Ivanov, el excanciller Igor Ivanov y el presidente de la compañía petrolera estatal Rosneft y exviceprimer ministro, Igor Sechin, quien también había sido considerado el máximo responsable de la política económica durante una década. La fuerza de los siloviki radica no sólo en que son un grupo de personalidades que mantienen vínculos estrechos con la FSB (órgano sucesor de la KGB), el Ministerio del Interior, el sector militar, sino que también pertenecieron al círculo de San Petersburgo, muy cercano a Putin, que controlan sectores clave de la economía nacional, comparten similares puntos de vista políticos y militares y se encuentran en posiciones estratégicas. También ocupan posiciones clave en las empresas Rosoboronexport y Almaz-Antei, los dos gigantes del sector militar-industrial más importantes del país, en la línea aérea más grande del mundo Aeroflot, en los ferrocarriles rusos y en algunos de los bancos más importantes, como Vneshekonombank, Mezhprombank y Rossiya Bank.

Desde su llegada al poder, Putin señalaba que «aunque Rusia ha dejado de ser un imperio, no ha perdido su condición de gran potencia». A partir de ese periodo, la política exterior rusa ha insistido en la definición de dierzhavnost, no como una condición de poderío militar y hegemonía estratégica global, sino como una habilidad de transformarse en un líder mundial con la capacidad de defender sus propios intereses nacionales en el orden internacional desde una postura ofensiva, más que defensiva. Se insiste en la condición de gran potencia de Rusia y en su papel decisivo dentro del orden mundial, en primer lugar, sobre la base de su condición de potencia nuclear.

La sociedad rusa sufrió una profunda decepción moral y material durante la década de 1990, luego del fracaso económico, financiero y social del régimen de Yeltsin. Como consecuencia de ello, el discurso nacionalista de Putin favoreció el fortalecimiento de la desconfianza y rechazo ciudadano a las políticas del gobierno estadounidense en relación con Rusia. La publicación Russia Today publicó recientemente una entrevista al presidente de la Asociación de la Academia de Cuestiones Geopolíticas Konstantin Sivkov, en la que el entrevistado señalaba que era muy probable que el avión malayo hubiese sido derribado por la defensa antiaérea ucraniana y enumeraba una serie de hechos que, en su opinión, así lo demostraban. Ésta es precisamente la opinión de la mayoría de los ciudadanos rusos en relación con el derribo del avión malayo: culpan al gobierno de Kiev. Por lo tanto, la casi unánime condena a Rusia por este acto terrorista, tanto por parte de los medios de información, como de los círculos políticos occidentales logró fortalecer la cohesión interna de la sociedad rusa y el apoyo a su gobierno. Esto favoreció a Putin.

Desde un inicio, se vislumbraban ciertos riesgos que no fueron tomados en cuenta por las potencias europeas y por el gobierno de Obama, pero que vinieron a complicar aún más el escenario de negociación, tanto interno en Ucrania, como con el gobierno de Rusia. En primer lugar, el hecho de que precisamente las fuerzas que lideraban las manifestaciones en Kiev estuviesen mayormente compuestas por organizaciones y partidos de tendencia de centro-derecha, pero que también participaban fuerzas radicales de extrema derecha -con algunos representantes incluso catalogados como de tendencia neofascista (Partido Sbovoda)-, despertó la desconfianza en parte de la sociedad ucraniana y sobre todo del gobierno ruso, que las calificó de neofascistas y extremistas. Lo que se conoció como el Praviy Sektor dentro de la oposición ucraniana era una especie de confederación de organizaciones y agrupaciones de tendencia de derecha y extrema derecha, tales como los Patriotas de Ucrania, la Asamblea Social-Nacional, la Asociación de todos los Ucranianos de Stepan Bandera «Trident», la organización de Kiev «White Hummer», entre otras. La premisa de Bandera era justamente que si los no ucranianos comprendían la urgencia de los ucranianos en consolidar su Estado nación y estaban dispuestos a ayudarnos en su lucha, entonces nosotros estaríamos dispuestos a colaborar con ellos también; si eran neutrales y no entorpecían nuestra lucha nacionalista, entonces nosotros seríamos neutrales también con ellos; pero si rechazaban nuestro derecho a crear un Estado nación independiente y trabajaban contra nosotros, entonces seríamos hostiles con ellos.

Durante la Guerra Fría, el gobierno de Estados Unidos utilizó a los veteranos de las fuerzas de Bandera en su lucha contra la Unión Soviética, sin tomar en cuenta su colaboración con los nazis. En la actualidad, las organizaciones del Praviy Sektor y de Svoboda utilizan y difunden muchas de las convicciones, prácticas y símbolos neonazis. El uso de la simbología, bandera y saludos nazis tales como «Gloria a Ucrania-Gloria a los Héroes» recuerda a la etapa del movimiento de Bandera, quien juró fidelidad a Hitler y luchó contra los partisanos soviéticos. Estos dos movimientos extremistas fortalecidos luego del golpe de Estado en Ucrania se destacan por sus tendencias antisemitas, el odio a los pueblos vecinos postsoviéticos, la propagación de los sentimientos de rusofobia, la lucha violenta en contra de los opositores a sus ideas, y la glorificación de los veteranos nazis, así como la negación de los crímenes cometidos por ellos.

Algo preocupante era que la extrema derecha había asegurado un predominio y un nivel de representación importante en los órganos representativos de poder que no tenía paralelo alguno con el resto de los países europeos, donde sí existen partidos de extrema derecha representados en el parlamento, pero no en el gobierno como fue el caso de este país. Por ejemplo, los puestos de Ministro de Defensa y de Presidente del Consejo de Defensa y de Seguridad Nacional del gobierno de transición fueron ocupados por miembros del partido Sbovoda, a la vez que otros puestos importantes del gobierno eran ocupados también por miembros de este partido de extrema derecha, así como también en las altas instancias de los gobiernos regionales de las provincias del oeste. Dentro del parlamento, uno de los representantes de este partido, Mijaíl Golovko, señalaba que «nosotros recuperaremos nuestra condición de potencia nuclear y esto cambiará las condiciones de negociación. Ucrania dispone de todos los medios tecnológicos necesarios para crear un arsenal nuclear propio en un plazo de 3 a 6 meses». Esta retórica belicista que contradice el compromiso adoptado por Ucrania en 1994 con la firma del acuerdo internacional de no proliferación nuclear no es nuevo para los dirigentes de Svoboda.

Su máximo líder, Oleg Tyagnibok ya había prometido regresar al país a su condición de potencia nuclear, durante su campaña en las elecciones presidenciales del año 2010. Un resultado favorable para intentar un clima de cierta moderación interna ha sido las recientes elecciones parlamentarias (26 de octubre). En esta ocasión, tanto los partidos de extrema derecha como el Partido Comunista quedaron fuera del parlamento al no lograr el mínimo de 5% de los votos, lo cual indica que la voluntad de los ciudadanos ucranianos es apoyar un régimen mediador, tanto en el plano interno como en sus relaciones exteriores. Sin embargo, en la provincia de Donetsk se votó solamente en 12 de los 21 distritos electorales y en Lugansk en 5 de 11, por lo que el porcentaje de abstención en las elecciones generales fue el más alto de los últimos años. De igual forma, apenas una semana después se celebraron elecciones independientes en esas regiones del Este, las cuales fueron apoyadas por el Kremlin y no han sido reconocidas por el gobierno de Kiev”.

(*) Pablo Telman Sánchez Ramírez (Profesor Investigador del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Campos Ciudad de México): “El conflicto en Ucrania: el primer enfrentamiento serio de Rusia con Occidente durante la etapa de la Post-Guerra Fría (Foro Internacional, volumen 56, número 2, Ciudad de México, 2016).

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