La geopolítica de los alimentos
Por Carlos Pissolito.-
En concordancia con su significado etimológico, a la Geopolítica, en términos generales, se le atribuye como objeto de estudio el impacto de la Geografía sobre la Política, y viceversa. Pero, con los años, este campo de acción se ha visto ampliado. Especialmente, se la ha orientado hacia el diseño de estrategias vinculadas al posicionamiento, al desplazamiento y al empleo de fuerzas en relación a las masas terrestres y a los espacios marítimos circundantes y a su mutua interacción.
Es en este concepto que la Geopolítica nos puede aportar el marco conceptual para que podamos entender la compleja evolución que están sufriendo los distintos espacios geográficos sometidos a diferentes variables. A saber: el aumento poblacional, los cambios que introduce el Cambio Climático en la capacidad de todos los espacios para satisfacer la necesidades básicas de esa población y, finalmente y más importante, qué estrategias desarrollan los actores estatales y supraestatales, para adaptarse a estos cambios de situación.
Empecemos por describir esta situación
A través de la historia conocemos numerosas situaciones en las que un cambio en la condiciones climáticas produjo una escasez de recursos naturales (fundamentalmente agua y alimentos) en determinadas zonas, lo que, a su vez, impulsó a grandes migraciones/invasiones humanas en dirección a lugares más favorecidos.
Actualmente, aunque se desconozcan las causas del denominado Cambio Climático, ya no hay dudas de que el mismo está produciendo una mutación importante en las condiciones climáticas y que éstas, a su vez, está generando fenómenos como una creciente carencia de agua, tanto de la potable como de la destinada a los cultivos para consumo humano y animal.
Se suma a esta condición natural, diversas deficiencias humanas. Las que van desde un mal aprovechamiento de los recursos naturales disponibles hasta una sobreexplotación de los mismos.
Sea como sea, hay dos fenómenos que marchan paralelos: un incremento del número y de las necesidades de la población mundial y una decreciente capacidad para satisfacer dichas necesidades. Lo dicho no implica adoptar la famosa tesis malthusiana ni suscribir a los límites del crecimiento propugnado por el Club de Roma. Es simplemente, reconocer la existencia de un problema.
El precio de los alimentos es el problema
El precio de los alimentos, por ejemplo, es un factor que permite seguir la interacción entre los fenómenos señalados. Veamos.
Históricamente, sabemos que los picos de precios de los alimentos tendieron a subir cada vez que se produjeron grandes desórdenes climáticos como una gran tormenta monzónica en la India, una sequía en la antigua Unión Soviética o una ola de calor en el medio oeste de los EEUU.
Cuando estos fenómenos ocurrían, en un pasado reciente, los grandes productores de alimentos como los EEUU, Brasil o la Argentina, pudieron usar sus excedentes para concurrir a satisfacer a los mercados de los países menos favorecidos para que no sufrieran hambre.
Por ejemplo, cuando el monzón afectó a la India en 1965, el gobierno del presidente de los EEUU, Lyndon Johnson, envió una quinta parte de la cosecha de trigo a la India, Lo mismo hizo la Argentina con respecto de España, luego de su Guerra Civil o cuando la ex URSS sufrió el boicot cerealero en los años 80.
Los expertos en clima nos vienen diciendo que por cada grado Celsius de aumento de la temperatura por encima de las medias, es de esperar una disminución del 10% en los rendimientos de la cosecha de granos. Hoy, sabemos que se están registrando temperaturas máximas records en el verano boreal.
Pero, a diferencia de lo ocurrido en el pasado cercano, si la creciente ola de calor que afecta, actualmente, al Hemisferio Norte malograra las cosechas de granos, el mercado mundial encontraría varias desventajas para reaccionar en una forma similar que impidiera la escasez y, eventualmente, la hambruna de millones.
En principio, porque, hoy, esa demanda, no solo es mayor, ya que la población ha aumentado. Es más difícil de satisfacer, porque el destino de esos granos ya no es la alimentación humana directa, sino que sirven de forraje para el engorde del ganado destinado a esa tarea. Por lo que el tema es más complejo.
Paralelamente, las porciones de granos, especialmente de maíz, que son destinados a la producción de biocombustibles no han dejado de aumentar. Y los seguirá haciendo, mientras los precios del petróleo sigan en alza.
Ante estos hechos las respuestas de los respectivos Estados nacionales han variado en función de su mayor o menor facilidad para lograr lo que se denomina su “soberanía alimentaria”. Vale decir, su capacidad para darle de comer a su población con sus propios recursos.
Desde el punto de vista de los Estados nacionales. En un extremo, se ubican aquellos favorecidos por la naturaleza, como los EEUU, Brasil y la Argentina que no solo disponen de todo lo necesario para alimentar a sus poblaciones, también, cuentan con excedentes que pueden vender y colocar en otros mercados que los necesiten.
En el otro extremo, se encuentran países como China, la India y Vietnam que no disponen de suficientes recursos naturales para obtener la ansiada soberanía alimentaria.
En épocas de escasez, como la actual, ambos grupos de Estados reaccionan en forma similar y opuesta. Por un lado, los grandes productores de granos, tienden a privilegiar sus respectivos mercados internos, por lo que suelen aportar menos volúmenes de su producción a los internacionales. Mientras que los países en los que reina la escasez están desarrollando diversas estrategias destinadas a mitigar esta falencia vital.
Entre los primeros, los de la abundancia, se encuentra Rusia y la Argentina, dos de los principales exportadores de trigo. Vietnam, el segundo exportador mundial de arroz, por ejemplo, prohibió las exportaciones durante varios meses a principios del 2008. También, lo ha hecho la Argentina en su pasado reciente.
Entre los segundos, los de la escasez, pero que no carecen de otros recursos y ante el temor de que no poder comprar el grano necesario, como Arabia Saudita y Corea del Sur dieron un paso inusual. El de comprar o arrendar tierras en otros países en los cuales cultivan los granos para ellos mismos. La mayoría de estas adquisiciones de tierras se han realizado en África, donde algunos gobiernos les arriendan tierras por menos de U$ 0,5 por hectárea, por año.
Paradójicamente, los países receptores de tales inversiones, como es el caso de Etiopía o el de Las Filipinas, también, carecen de una buena soberanía alimentaria. Pero, sus gobiernos están hambrientos de inversiones y de obras de infraestructura. Por lo que terminan entregando sus tierras cultivables a estas grandes empresas.
Pero, las burbujas de comida más grandes están en la India y en China. En la primera, han sido sus propios agricultores los que han perforado unos 20 millones de pozos de riego, pero los niveles freáticos están cayendo y los pozos están comenzando a secarse. Al respecto, El Banco Mundial nos informa que 175 millones de indios están siendo alimentados con granos producidos por el exceso de bombeo. En la segunda, por su parte, el exceso de bombeo se concentra en la llanura del norte de China, que produce la mitad del trigo y un tercio del maíz. Por lo que, un estimado de 130 millones de chinos son alimentados, actualmente, con este sistema.
Llegado a este punto, las preguntas se acumulan: ¿Cómo compensarán estos Estados las inevitables deficiencias cuando se agoten sus acuíferos o se traben las negociaciones comerciales por alimentos en otros países o cuando las compañías arrendatarios intenten sacar su producción de esos países transidos por hambre?
Concretamente, nadie sabe a dónde iremos a parar con esta competencia, cada vez más intensa, por el suministro de alimentos, ya que el mundo parece estar alejándose de la cooperación internacional que se desarrolló a lo largo de varias décadas después de la 2da GM. Y el nacionalismo alimentario parece ser la ideología de reemplazo, una que si bien puede ayudar a asegurar el suministro de alimentos para los países ricos; hace poco por una mejora en la seguridad alimentaria mundial.
En pocas palabras, los suministros mundiales de alimentos se están convirtiendo, rápidamente, en una nueva forma de presión geopolítica. Ya que cualquier civilización puede evolucionar y manejar la pérdida de varios de sus recursos, pero no puede sobrevivir sin un abastecimiento seguro de comida.
La particular situación geopolítica de la Argentina
La economista Iris Speroni, respecto a la posición relativa de la Argentina en el mercado de granos, nos dice lo siguiente:
“La Argentina es un país pequeño en el comercio internacional como un todo. Constituye una parte ínfima del total medido en millones de dólares.” (…) “Sin embargo la Argentina no es pequeña en todos los productos. Uno es grande si puede influir en el precio”. (…) “Nuestro país no sólo es grande en maíz. Lo es en innumerables productos: soja, miel, maní, poroto, garbanzos, pesca. Ha dejado de ser un país grande en carne (ahora en vías de recuperación) y en trigo (ídem)”. (1)
Iris Speroni se pregunta y se responde, luego, que la Argentina es “grande” en el comercio de granos. Le agrego que esa grandeza viene, hoy, unida a una importancia geopolítica. Sobre la que debemos interrogarnos. Veamos.
Por un lado, China se ha lanzado a una campaña por la supremacía mundial. Para ello, necesita, entre otras cosas, de recursos materiales, especialmente materias primas y comida. A los efectos de poder transportarlas hacia sus centros de poder a puesto en marcha la denominada “Nueva Ruta y Cinturón de la Seda”. Una red de carreteras terrestres y rutas marítimas. También, ha puesto en funcionamiento “rutas” virtuales a través del ciberespacio y se ha lanzado a la conquista del espacio exterior. (2)
Por otro lado, los EEUU han decidido enfrentar esta pretensión, ya que ven amenazada su supremacía mundial. Para ello, ya durante la presidencia de B. Obama, los EEUU cambiaron su centro de gravedad geopolítico del Océano Atlántico hacia el Pacífico. Con el consecuente cambio de sus dispositivos de defensa estratégica y una reformulación de su sistema de alianzas.
Las características más agresivas de Donald Trump han disparado un conflicto que ya se encontraba planteado. El que ya se desarrolla en forma abierta en lo comercial y en lo tecnológico. Pero, que muy bien, puede escalar a otros niveles más duros.
En el medio de esta puja se encuentra la República Argentina. En principio, por lo ser uno de los principales proveedores de granos y, potencialmente, de carne de China y siguiendo, porque los EEUU han reinstalado su vieja Doctrina Monroe para dificultar, precisamente, este comercio. (3)
La puja se manifiesta, por el momento, en forma discursiva. Vale decir en el campo de la comunicación estratégica. Por ejemplo, no han sido pocas las manifestaciones y las visitas de altos funcionarios de los EEUU a la Argentina que han hayan “aconsejado” al gobierno argentino de tener cuidado y no profundizar sus relaciones con China.
Por su parte, China, fiel a sus tradiciones estratégicas, ha guardado silencio. Pero, sin duda que debe estar consciente de esta situación y adoptando contramedidas.
Nos queda a nosotros, los argentinos desarrollar un entendimiento, primero, y una estrategia acorde, después, con esta grave situación geopolítica. Ya que no hacerlo constituiría una grave omisión.
Notas:
(1) SPERONI, Iris. “El Maíz, la Pachamama y el presidente Pagano”. http://restaurarg.blogspot.com/2019/07/el-maiz-la-pachamama-y-el-presidente.html
(2) KUO, Lily y KOMMENDA. Niko “¿Qué implica la iniciativa china de la ruta y el cinturón de la seda?” https://espacioestrategico.blogspot.com/2019/07/que-implica-la-iniciativa-china-de-la.html
(3) PISSOLITO, Carlos. “EEUU: de Truman a Monroe”. https://espacioestrategico.blogspot.com/2018/08/eeuu-de-truman-monroe.html
En su interesante articulo, la lectura de la realidad nos deja el sabor amargo de que no tenemos opositores capaces con quienes interactuar para elaborar, a largo plazo, estrategias y politicas comunes al bienestar de la Nacion, especialmente en los temas vinculados a lo agropecuario.
Estas estrategias empiezan y terminan con el gobierno que tiene el ejercicio del poder.
Pensar que podriamos consensuar politicas a largo plazo con los inventores de la 125, es imposible. La grieta no tiene posibilidades de correccion…, todavia……, hay que esperar.
SR. PISSOLITO LO FELICITO POR SU EXPLÉNDIDO ARTÍCULO .- ME RECONFORTA LEER LOS RAZONAMIENTOS DE UNA MENTE SUPERIOR .-
Sr. Carlos:
Lo felicito por el artículo. Lamento compartir con Carlos 1950 sobre que no hay espacio para este debate, hoy. Pero, como se dice en el campo: «no hay tiento que no se corte, ni plazo que nos se cumpla».
Un saludo cordial,
Susana
Ni el gato ni la yegua han elaborado ninguna politica a largo plazo que contemple simple y puramente el bienestar de la Nación. Solo oportunisticamente ambos bandos utilizaron el Poder, hasta el hartazgo para beneficiarse ellos y sus complices. Solo por esa razón el pais se encuentra en el estado de quiebra total. Lo del FMI es simplemente para garantizar la renta a los mercenarios de siempre.
Basta de excusas la realidad lo demuestra.
https://www.youtube.com/watch?v=Y4cP9Q35-ws
CAMBIO CLIMÁTICO JAJAJAJAJA
https://elquijotesiglo21.blogspot.com/2019/07/grandes-cientificos-italianos-sueltan.html
randes científicos italianos sueltan una bomba sobre el cambio climático
ElManifiesto.com 30 de julio de 2019
Sí, hay cambio climático, si hay calentamiento atmosférico, dicen 83 grandes científicos italianos. Pero no es causado por el hombre, sino por la naturaleza.
Los abajo firmantes, ciudadanos y científicos, instamos encarecidamente a los responsables políticos a que adopten políticas de protección medioambiental compatibles con los conocimientos científicos. En particular, existe una urgente necesidad de combatir la contaminación donde ocurra, como lo indicas las prueba científicas. En este sentido, es de lamentar que los conocimientos disponibles en el mundo de la investigación se estén utilizando demasiado tarde para reducir las emisiones antropogénicas de contaminantes que están generalizadas en los sistemas medioambientales tanto continentales como marinos.
Sin embargo, uno debe ser consciente de que el dióxido de carbono, en sí, no es un contaminante. Por el contrario, es indispensable para la vida en nuestro planeta.
En las últimas décadas, se han formulado hipótesis de que el calentamiento global de la superficie de la Tierra de aproximadamente 0,9 ° C, observado desde 1850, es anormal y se debe a actividades humanas, en particular a las emisiones de CO2 procedentes del uso de combustibles fósiles.
Esta es la tesis del calentamiento global antropogénico promovida por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (PICC), cuyas consecuencias serían cambios ambientales tan graves que harían temer que se produzca un daño enorme en un futuro próximo, a menos que se adopten de inmediato medidas drásticas y muy costosas. Muchas naciones de todo el mundo se han unido a programas para reducir las emisiones de dióxido de carbono, y una propaganda cada vez más virulenta invita a adoptar programas cada vez más exigentes cuya implementación, muy costosa para las economías de estos Estados, sería necesaria, según se pretende, para controlar el clima y “salvar” el planeta.
Sin embargo, el origen antropogénico del calentamiento global es una conjetura no probada, deducida únicamente de ciertos modelos climáticos, es decir, de programas informáticos complejos, llamados modelos de circulación general.
Por el contrario, la literatura científica ha destacado la existencia de una variabilidad climática natural que los modelos no pueden reproducir, variabilidad natural cada vez mejor verificada.
Esta variabilidad natural representa una parte significativa del calentamiento global observado desde 1850.
La responsabilidad antropogénica del cambio climático observado en el último siglo es, por lo tanto, excesivamente exagerada y los pronósticos catastróficos no son realistas.
El clima es el sistema más complejo de nuestro planeta, por lo que debemos abordarlo con métodos apropiados que se adapten a su nivel de complejidad. Los modelos de simulación del clima no reproducen la variabilidad natural del clima y, en particular, no reconstituyen los períodos cálidos de los últimos 10,000 años. Estos se han repetido cada mil años: existe el período cálido medieval, bien conocido, el período cálido romano y, en general, los grandes períodos cálidos durante el Holoceno Óptimo [hace 8.000 años].
Estos períodos del pasado fueron más cálidos que el actual, aunque la concentración de CO2 fue más baja que la actual; están vinculados a los ciclos milenarios de la actividad solar. Estos efectos no son reproducidos por los modelos.
Recuérdese que el calentamiento observado desde 1900 hasta la actualidad comenzó, de hecho, en 1700, es decir, en el punto menor de la Pequeña Edad de Hielo, que es el período más frío de los últimos 10,000 años, y corresponde a un mínimo milenario de actividad solar que los astrofísicos llaman mínimo solar de Maunder . Desde entonces, la actividad solar, siguiendo su ciclo milenario, ha aumentado y calentado la superficie de la Tierra.
Además, los modelos no logran reproducir las oscilaciones climáticas bien conocidas de periodo de unos 60 años. Estas fueron responsables de un período de calentamiento (1850-1880) seguido de uno de enfriamiento (1880-1910), y posteriormente de un período de calentamiento (1910-1940), su un período de enfriamiento (1940-70) y de un nuevo período de calentamiento (1970-2000) similar al observado hace 60 años.
Los años siguientes (2000-2019) no vieron el aumento predicho por los modelos, de aproximadamente 0.2° C por década, sino una clara estabilidad climática interrumpida esporádicamente por las rápidas oscilaciones naturales del Océano Pacífico ecuatorial, denominadas El Niño Southern Oscillation (ENOS), como la que provocó el calentamiento temporal en 2015 y 2016.
Los medios de comunicación también dicen que los eventos extremos, como los huracanes y los ciclones, han aumentado de manera alarmante. ¡No! Estos eventos, como muchos sistemas climáticos, están modulados por el ciclo de 60 años que se acaba de mencionar. Veamos, por ejemplo, los datos oficiales desde 1880 sobre los ciclones tropicales del Atlántico que afectaron a América del Norte: muestran una fuerte oscilación de 60 años, correlacionada con la oscilación térmica del Océano Atlántico llamada tlantic Multi-decadal Oscillation (AMO). Los picos observados durante diez años son comparables para los años 1880-90, 1940-50 y 1995-2005. De 2005 a 2015, el número de ciclones disminuyó, siguiendo el ciclo anteriormente mencionado.
Por lo tanto, durante el período 1880-2015, no hay correlación entre el número de ciclones, que oscila, y el CO2 que aumenta monótonamente.
El sistema climático aún no es suficientemente comprendido. Si bien es cierto que el CO2 es un gas de efecto invernadero, la sensibilidad del clima a su aumento en la atmósfera es, según el propio IPCC, todavía extremadamente incierta. Se dice que una duplicación de la concentración atmosférica de CO02 de aproximadamente 300 ppm antes de la era industrial a 600 ppm, podría elevar la temperatura media del planeta entre un mínimo de 1° C y un máximo de 5° C.
Esta incertidumbre es enorme. Sin embargo, muchos estudios recientes basados en datos experimentales estiman que la sensibilidad del clima al CO2 es significativamente más baja que la estimada por los modelos del IPCC.
Así pues, es científicamente irrealista atribuirle al hombre la responsabilidad del calentamiento observado desde 1900 hasta la actualidad. Las predicciones alarmistas por lo tanto no son creíbles, ya que se basan en modelos cuyos resultados están en contradicción con los datos observados.
Hay motivos para creer que estos modelos sobrestiman la contribución antropogénica y subestiman la variabilidad climática natural, especialmente la inducida por el sol, la luna y las oscilaciones oceánicas.
Finalmente, los medios de comunicación difundieron el mensaje de que habría un consenso casi unánime entre los científicos sobre la causa antropogénica del cambio climático actual y que, por lo tanto, el debate científico estaría cerrado. Sin embargo, debemos ser conscientes, en primer lugar, de que el método científico requiere que sean los hechos, y no el número de creyentes los que hagan de una conjetura una teoría científica consolidada.
Sea como sea, incluso este supuesto consenso no existe. Las opiniones de especialistas (climatólogos, meteorólogos, geólogos, geofísicos, astrofísicos) son muy variables y muchos de ellos reconocen la importancia de la contribución natural al calentamiento global observado desde el período preindustrial, e incluso al calentamiento del período que va de la posguerra hasta hoy.
También ha habido peticiones firmadas por miles de científicos en las que se ha expresado su desacuerdo con la hipótesis del calentamiento global antropogénico. Cabe destacar la lanzada en 2007 por el físico F. Seitz, expresidente de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, y la lanzada por el Panel Internacional No Gubernamental sobre el Cambio Climático (NIPCC), cuyo informe de 2009 concluye que “la naturaleza, y no la actividad humana, gobierna el clima”.
En conclusión, dada la importancia crucial de los combustibles fósiles para el suministro energético de la humanidad, sugerimos que nos neguemos a adherirnos a las políticas para reducir las emisiones atmosféricas de dióxido de carbono bajo el ilusorio pretextode gobernar el mundo. climático.
COMITÉ DE LANZAMIENTO
Uberto Crescenti, profesor emérito de geología aplicada, Università G. D’Annunzio, Chieti-Pescara, ex Rectore magnifique et Président de la Société italienne de géologie.
Giuliano Panza, profesor de sismología de la Universidad de Trieste, académico de Lincei y de la Academia Nacional de Ciencias, conocido como el XL, Premio Internacional 2018 de la Unión Americana de Geofísica.
Alberto Prestininzi,profesor de geología aplicada, Universidad de La Sapienza, Roma, ex editor científico jefe de la Revista Internacional IJEGE y director del Centro de Investigación sobre Predicción y Control de Riesgos Geológicos.
Franco Prodi, profesor de física atmosférica, Universidad de Ferrara.
Franco Battaglia, profesor de química física, Universidad de Módena; Movimento Galileo 2001.
Mario Giaccio,profesor de tecnología y economía de las fuentes de energía, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara, ex decano de la Facultad de Economía.
Enrico Miccadei, profesor de Geografía, Física y Geomorfología, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
Nicola Scafetta, profesora de física atmosférica y oceanografía, Universidad Frederico II de Nápoles
FIRMAS
Antonino Zichichi, profesor emérito de Física, Universidad de Bolonia, fundador y presidente del Centro Ettore Majorana para la Cultura Científica en Erice.
Renato Angelo Ricci, profesor emérito de física de la Universidad de Padua, ex presidente de la Sociedad Italiana de Física y de la Sociedad Europea de Física; Movimiento Galileo 2001.
Aurelio Misiti, profesor de Salud-Ingeniería Ambiental, Universidad La Sapienza, Roma.
Antonio Brambati, profesor de sedimentología, Universidad de Trieste, director del proyecto Paleoclima-mare de PNRA, ex presidente de la Comisión Nacional de Oceanografía.
Cesare Barbieri, Profesor Emérito de Astronomía, Universidad de Padua.
Sergio Bartalucci, Físico, Presidente de la Asociación Científica y Tecnológica de Ricerca Italiana.
Antonio Bianchini, profesor de astronomía, Universidad de Padua.
Paolo Bonifazi, ex director del Instituto Interplanetario de Física Espacial, Instituto Nacional de Astrofísica.
Francesca Bozzano, profesora de Geología Aplicada, Universidad Sapienza de Roma, Directora del Centro de Investigación CERI.
Marcello Buccolini, profesor de geomorfología, Universidad de G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
Paolo Budetta, profesor de geología aplicada, Universidad de Nápoles.
Monia Calista, Investigadora en Geología Aplicada, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
Giovanni Carboni, profesor de física, Universidad Tor Vergata, Roma; Movimiento Galileo 2001.
Franco Casali, profesor de física, Universidad de Bolonia y Academia de Ciencias de Bolonia.
Giuliano Ceradelli, ingeniero y climatólogo, ALDAI.
Domenico Corradini, profesor de geología histórica, Universidad de Módena.
Fulvio Crisciani, profesor de dinámica de fluidos geofísicos, Universidad de Trieste e Instituto de Ciencias Marinas, CNR, Trieste.
Carlo Esposito, Profesor de Teledetección, Universidad La Sapienza, Roma.
Mario Floris, profesor de Teledetección, Universidad de Padua.
Gianni Fochi, químico, Scuola Normale Superiore de Pisa; periodista científico.
Mario Gaeta, profesor de volcanología, Universidad de La Sapienza, Roma.
Giuseppe Gambolati, miembro de la American Geophysica Union, profesor de métodos numéricos, Universidad de Padua.
Rinaldo Genevois, profesor de geología aplicada, Universidad de Padua.
Carlo Lombardi, profesor de Plantas Nucleares, Politécnica de Milán.
Luigi Marino, Geólogo, Centro de Investigación de Control y Predicción de Riesgos Geológicos, Universidad La Sapienza, Roma.
Salvatore Martino, profesor de Microzonación Sísmica, Universidad La Sapienza, Roma.
Paolo Mazzanti, profesor de interferometría satelital, Universidad de La Sapienza, Roma.
Adriano Mazzarella, profesor de meteorología y climatología, Universidad de Nápoles.
Carlo Merli, profesor de Tecnologías Ambientales, Universidad La Sapienza, Roma.
Alberto Mirandola, profesor de Energética Aplicada y presidente del Doctorado en Energética de la Universidad de Padua.
Renzo Mosetti, profesor de oceanografía, Universidad de Trieste, ex director del Departamento de Oceanografía, Istituto OGS, Trieste.
Daniela Novembre, investigadora en Geo-recursos mineros y aplicaciones mineralógicas y petrográficas, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
Sergio Ortolani, profesor de Astronomía y Astrofísica, Universidad de Padua.
Antonio Pasculli, Investigador de Geología Aplicada, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
Ernesto Pedrocchi, Profesor Emérito de Energía, Politécnico de Milán.
Tommaso Piacentini, profesor de Geografía Física y Geomorfología, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
Guido Possa, ingeniero nuclear, ex viceministro Miur.
Mario Luigi Rainone, profesor de geología aplicada, Universidad de Chieti-Pescara.
Francesca Quercia, geóloga, directora de investigación, Ispra.
Giancarlo Ruocco, profesor de Estructura de la Materia, Universidad La Sapienza, Roma.
Sergio Rusi, profesor de hidrogeología, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
Massimo Salleolini, profesor de hidrogeología aplicada e hidrología ambiental, Universidad de Siena.
Emanuele Scalcione, Jefe del Servicio Regional de Agrometeorología de Alsia, Basilicata.
Nicola Sciarra, profesora de geología aplicada, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
Leonello Serva, geólogo, director de servicios geológicos de Italia; Movimiento Galileo 2001.
Luigi Stedile, geólogo, Centro de Investigación de Control y Control de Riesgos Geológicos, Universidad de La Sapienza, Roma.
Giorgio Trenta, físico y médico, presidente emérito de la Asociación Italiana de Protección de Radiación Médica; Movimiento Galileo 2001.
Gianluca Valenzise, Directora de Investigación, Instituto Nacional de Geofísica y Volcanología, Roma.
Corrado Venturini, profesor de geología estructural, Universidad de Bolonia.
Franco Zavatti, investigador de astronomía, Universidad de Bolonia.
Achille Balduzzi, geólogo, Agip-Eni.
Claudio Borri, profesor de ciencias de la construcción, Universidad de Florencia, coordinador del Doctorado Internacional en Ingeniería Civil.
Pino Cippitelli, geólogo Agip-Eni.
Franco Di Cesare, Ejecutivo, Agip-Eni.
Serena Doria, Investigadora de Probabilidad y Estadística Matemática, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
Enzo Siviero, profesor de Ponti, Universidad de Venecia, Rector de la Universidad e-Campus.
Pietro Agostini, Ingeniero, Asociación de Científicos y Tecnolgi para la Investigación Italiana.
Donato Barone, ingeniero.
Roberto Bonucchi, maestro.
Gianfranco Brignoli, geólogo.
Alessandro Chiaudani, Doctor en Agricultura, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
Antonio Clemente, Investigador en Planificación Urbana, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
Luigi Fressoia, arquitecto urbano, Perugia.
Sabino Gallo, ingeniero nuclear.
Daniela Giannessi, primera investigadora, Ipcf-Cnr, Pisa.
Roberto Grassi, ingeniero, director de G&G, Roma.
Alberto Lagi, Ingeniero, Presidente de Restauración de Plantas Complejas Dañadas.
Luciano Lepori, investigador del Ipcf-Cnr, Pisa.
Roberto Madrigali, Metereologo.
Ludovica Manusardi, física nuclear y periodista científica, Ugis.
Maria Massullo, Tecnologia, Enea-Casaccia, Roma.
Enrico Matteoli, Primer Investigador, Ipcf-Cnr, Pisa.
Gabriella Mincione, profesora de ciencias y técnicas de medicina de laboratorio, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
Massimo Pallotta, primer tecnólogo, Instituto Nacional de Física Nuclear.
Enzo Pennetta, profesor de ciencias naturales y divulgador científico.
Nunzia Radatti, química, Sogin.
Vincenzo Romanello, Ingeniero Nuclear, Centro de Investigación, Rez, República Checa.
Alberto Rota, ingeniero, investigador en Cise y Enel.
Massimo Sepielli, Director de Investigación, Enea, Roma.
Ugo Spezia, Ingeniero, Gerente de Seguridad Industrial, Sogin; Movimiento Galileo 2001.
Emilio Stefani, profesor de fitopatología, Universidad de Módena.
Umberto Tirelli, científico superior visitante, Istituto Tumori d’Aviano; Movimiento Galileo 2001.
Roberto Vacca, ingeniero y escritor científico.
https://www.youtube.com/watch?v=Dqj9r3j3l-k