Por Hernán Andrés Kruse.-

Una vez más hay que recurrir a aquella afirmación de Jorge Luis García Venturini, según la cual “la historia no es lo que pasó sino lo que nos pasó”. En consecuencia, es fundamental tener memoria histórica, recordar lo que nos pasó porque de esa manera estaremos en condiciones de entender lo que nos pasa ahora y, fundamentalmente, de no reiterar viejos errores que fueron trágicos.

Estoy seguro que si a los estudiantes del colegio secundario de quinto año de Rosario se les peguntase qué fue el ERP, la inmensa mayoría sería incapaz de responder correctamente. Y si se les preguntara qué sucedió el 10 de abril de 1972 en la Cuna de la Bandera, en Buenos Aires y qué rol jugó el ERP, seguramente su respuesta sería un sonoro silencio. Pero no hay que ser injustos con los adolescentes. Creo no equivocarme si afirmo que desde hace mucho tiempo hay una política deliberada tendiente a fomentar el olvido de lo que sucedió en el país en aquella trágica década del setenta. De ahí la enorme importancia de hacer recordar, cada vez que se presenta la oportunidad, hechos que marcaron a fuego a los argentinos.

¿Por qué es importante recordar qué fue el ERP y qué vinculación tiene con la fecha señalada más arriba? Es importante recordar al ERP porque fue un actor fundamental de la violencia desatada en el país en la década señalada. Y es importante recordar lo que sucedió hace medio siglo porque en aquella jornada el ERP protagonizó dos hechos de sangre que enlutaron a la sociedad.

El ERP es la sigla del denominado Ejército Revolucionario del Pueblo. Este grupo guerrillero fue fundado el 30 de julio de 1970 por iniciativa de Mario Roberto Santucho (su jefe histórico), Ana María Villarreal (esposa de Santucho), Luis Pujals, Enrique Gorriarán Merlo, Benito Urteaga, Domingo Menna, José Joe Baxter y Jorge Carlos Molinas. Su objetivo era tomar el poder en el país a través de una guerra revolucionaria de índole obrera y hacer de la provincia de Tucumán un territorio liberado. Los erpianos eran partidarios de una guerra popular prolongada, sustentada en el “foco”, las insurrecciones y las puebladas. Su meta era lograr que el pueblo abrazara el socialismo (es decir, el marxismo) para luego extender esas ideas al resto del territorio latinoamericano. Para ello contaban con la ayuda del Movimiento de Liberación Nacional (Tupamaros) de Uruguay, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Bolivia (Fuente: Wikipedia, la enciclopedia libre).

El ERP protagonizó entre 1970 y 1975 una serie de operaciones militares y secuestros extorsivos que conmocionaron a la opinión pública. Dos hechos resonantes tuvieron lugar el 10 de abril de 1972. Uno, en Rosario; el otro, en Buenos Aires. Ese mismo día el ERP fusiló a Juan Carlos Sánchez, quien en ese momento se desempañaba como titular del Cuerpo de Ejército II, con sede en Rosario, y al empresario Oberdam Sallustro, director de Fiat-Concord.

En su edición del 10/4 Infobae publicó dos artículos de Juan Bautista Tata Yofre referidos a ambos atentados erpianos. Por razones de espacio sólo destacaré el artículo referido al asesinato de Sánchez (“El día que el ERP asesinó al general Sánchez”). Escribió Yofre:

“El 10 de abril de 1972 la Argentina estaba gobernada por el presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse y vivió otra jornada perturbadora. En un mismo día, en Rosario, fue asesinado el general de división Juan Carlos Sánchez (también murió en el ataque Dora Elcira Cucco de Ayala, dueña de un quiosco de diarios), comandante del cuerpo II, por un comando conjunto del PRT-ERP y las FAR y, en el barrio bonaerense de Lugano, fue asesinado la autoridad máxima de la empresa FIAT, Oberdan Sallustro, que estaba secuestrado por el ERP.

El atentado a Sánchez fue denominado “Operación Sonia II”. Como silencioso testigo del asesinato del general Sánchez quedó un cofre de madera y vidrio que guardaba un secreto en su interior y que al abrirlo, cual caja de Pandora, salieron los peores momentos de un país al borde de la desintegración, atacado por argentinos con ayuda extranjera. En los primeros momentos, con la conmoción, nadie reparó en lo que había quedado en el asiento de su automóvil. El rodado fue rodeado por militares y policías para resguardarlo, hasta que fue sacado del lugar del crimen para realizar las pericias correspondientes. Ahí quedaron, como mudos testigos del drama, su gorra de diario y una carpeta manchada con su sangre (…).

Luego de detallar con lujo de detalles la investigación del atentado que se tradujo en la detención y enjuiciamiento de todos sus responsables, Yofre escribe:

“De aquel 10 de abril de 1972 quedó una caja de madera con tapa superior de vidrio en la que podía verse un bulto de tamaño rectangular envuelto en papel seda y prolijamente atado con cintas con los colores nacionales, que descansaba sobre un fondo de terciopelo negro (los colores de un General de la Nación). Sobre la tapa de vidrio resalta una placa con una dedicatoria de sus subordinados a su Jefe, en la que sobresalen las palabras “Testamento Político”. Se trata del cofre clásico que los subordinados entregan a su comandante, el día que deja la jefatura, conteniendo la insignia de mando en el caso de los oficiales superiores. Contiene la carpeta que llevaba Sánchez en la mano en el momento de morir (…).

La carpeta contiene cerca de cuarenta páginas escritas a máquina pero hay también reflexiones manuscritas del propio jefe militar. El trabajo que sobresale es de 29 carillas y luego vienen tres informes de situación de fechas: “Mes de Junio de 1971”; “Análisis sintético de aspectos políticos”, del 27 de junio (1971) y “Algunas observaciones sobre el momento político”, del 1 de noviembre de 1971”. Horas antes del 10 de abril de 1972, Sánchez comentó en familia que en la reunión de Altos Mandos que se realizaría en Formosa el viernes 14, iba a discutir con Lanusse. Debe entenderse: Iba a decir cosas-que estaban en su ánimo y el de muchos de sus subordinados-que al Presidente de la Nación y Comandante en Jefe del Ejército no le iban a gustar. El desarrollo de su exposición iba a resultar demoledor. La misma llevaría como título “Apreciación del comandante Cuerpo Ejército II sobre la situación nacional existente en marzo de 1972 y proposiciones tendientes a regular su evolución a partir de abril de 1972”.

El Capítulo II se titulaba “La actual situación nacional”. Se lee lo siguiente:

“Al iniciarse la tercera etapa del proceso de la Revolución Argentina, se conformó una situación inicial favorable, debido a la conjunción de las siguientes circunstancias:

1-Cambio de imagen de la figura presidencial.

2-Ubicación exacta de la verdadera fuente del poder revolucionario (FFAA).

3-Cohesión entre las FFAA y dentro del ejército.

4-Desaparición de los 3 tiempos, de perspectivas de larga permanencia en el poder y de la imagen del nuevo estado corporativista.

5-Proclamación de lo político como verdadera esencia de la problemática argentina.

6-Profunda fe ciudadana en verdaderas actitudes revolucionarias.

7-Apertura y diálogo político, iniciación de los estudios para la reforma institucional y promesa de orden y seguridad.

8-Posibilidad de terminar con la antinomia existente entre la concepción política y la concepción económica.

9-Posibilidad de despolitizar la CGT, la Universidad y el Clero.

10-Posibilidad de terminar y castigar ostensiblemente el peculado económico.

“Pero paulatinamente, nuevos factores modificaron la situación ambiental, llevando a la masa ciudadana a una nueva frustración, caracterizada por su indiferencia ante lo político, su irritabilidad ante lo económico-social y su estupor ante el peculado económico y la subversión terrorista. Entre tales factores podemos citar los siguientes:

1-Pérdida de contacto directo entre el Presidente y la ciudadanía.

2-División dentro de las FFAA, particularmente en el Ejército.

3-Falta de drásticas medidas verdaderamente revolucionarias.

4-Aumento del grado de politización de la CGT, el clero y la Universidad.

5-Inexistencia de castigos ejemplares-masivos o altamente selectivos-para peculado en sus formas más encumbradas.

6-Carencia de una doctrina económica definida, integralmente concebida, públicamente explicada y firmemente aplicada.

7-apresuramiento del reordenamiento de los partidos políticos; simple búsqueda de soluciones electoralistas; falta de plataformas políticas verdaderamente programáticas; reaparición de dirigentes caducos y resurgimiento de Perón como figura rectora de la solución política.

8-apoyo encubierto o indirecto a la subversión de parte del alto clero, de Perón y de dirigentes de la CGT, poniendo en un mismo nivel ético al Gobierno y al terrorismo, bajo el capcioso lema de que “la violencia engendra la violencia”.

A continuación Yofre traza el siguiente diagnóstico:

“La exposición que iba a realizar no sólo trazaba un poco edificante diagnóstico del gobierno de Lanusse. Avanzaba sobre los errores y también proponía soluciones, fijaba objetivos. Ellos están contenidos en las siguientes nueve páginas. Cada párrafo era un mazazo al tiempo que reclamaba: “Energía antes que popularidad, eficiencia antes que legalidad; sentido práctico de las cosas antes que posturas estilistas o principistas; esto es lo que nuestro pueblo espera de nosotros”.

Según Yofre “el general Juan Carlos Sánchez fue macerando, en los meses anteriores, la presentación crítica que iba a leer ante Lanusse y los Altos Mandos cuatro días antes de la fecha en que lo asesinaron (…)

Hay algo más que surge de los inmutables escritos hasta ahora poco conocidos: Sánchez se encontraba crítico, muy crítico, con la gestión del presidente Lanusse. Lo que queda como interrogante es hasta dónde hubiera llegado para hacer valer su pensamiento-del pensamiento a la acción-y si tenía aliados dentro o fuera del Ejército para torcer o condicionar el curso de los acontecimientos. Tomado el documento, hoy, con el pasado conocido, con la visión que otorga el siglo XXI, puede entreverse que Sánchez transitaba la velocidad crucero de una crisis militar o un golpe a su comandante en Jefe. Pero Lanusse no fue cualquier Jefe del Ejército. Fue el último caudillo militar del siglo XX y habría que ver cómo hubiera reaccionado frente a las palabras del comandante del Cuerpo II, y lo que es más importante cuál habría sido la reacción de la sociedad civil ante la posibilidad-sostenida por Sánchez-de retrasar el calendario político (…)”.

El documento preparado por Sánchez es por demás interesante para analizarlo. Confieso que me enteré de su existencia al leer el artículo de Yofre. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de unas reflexiones de hace medio siglo. En aquel momento Lanusse había llegado a la conclusión de que no había otro camino que el retorno a la democracia, que la subversión fogoneada por Perón desde Puerta de Hierro estaba causando estragos y que la economía marchaba a los tumbos. Un escenario harto diferente al actual. Sin embargo, en aquel momento Sánchez señala dos cuestiones que gozan de una vigencia aterradora. Por un lado, la pérdida de contacto de Lanusse con las penurias que estaba soportando el pueblo. En otros términos: Lanusse vivía en una burbuja. Lo mismo sucede con Alberto Fernández. Vive en un mundo paralelo, alejado por completo de la cotidianeidad. Por otro lado, la ausencia de un plan económico. Lo mismo sucede hoy. Es más, Alberto Fernández reconoció que no cree en los planes económicos. Los resultados están a la vista.

Pero lo más inquietante del documento de Sánchez lo revela Yofre al final de su nota. ¿Cómo hubiera reaccionado, se pregunta, Lanusse al enterarse del diagnóstico de Sánchez? Lo hubiera tomado como un desafío a su autoridad. En consecuencia, lo hubiera eyectado de su cargo de inmediato. ¿Cómo hubiera reaccionado el ejército? Yofre no brinda una respuesta concreta pero si Sánchez tomó la decisión de enfrentarlo es probable que hubiera contado con sólidos respaldos dentro de su arma. Hubiera podido producirse una crisis institucional de impredecibles consecuencias. Pero no se produjo porque no tuvo lugar tal encuentro y Lanusse jamás leyó el documento de Sánchez. Ello fue posible porque el 10 de abril de 1972, en Rosario, un comando erpiano ejecutó a Sánchez a mansalva.

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