Por Mario Cadenas Madariaga.-

El clima de fin de época.

Hace setenta años la Argentina inició una etapa bajo el ideal de la justicia social. A su término nos encontramos en una situación en que hemos progresado menos que otros países y en cuanto a la justicia social, la desigualdad se ha acentuado y número de pobres y carenciados ronda el 30% de la población.

Esto explica que en reciente elección donde los programas de gobierno se sintetizaron en las ideas del continuismo y el cambio, predominaron los representantes de esta última.

La gestión de gobierno se ha iniciado con distintas iniciativas por la transformación con diferentes grados de intensidad, en medio de una sociedad donde presionan muchas fuerzas en favor de la inercia.

Siempre fue así en los períodos bisagras de la historia en que lo viejo trata de subsistir y lo nuevo parece que se demora en nacer con suficiente vigor definitorio.

Curiosamente la izquierda populista se embandera con la idea conservadora de la continuidad y el centro combate tras el ideal del cambio.

Pero ninguna de las dos corrientes sopla con fuerza arrolladora, aunque prevalece el cambio, porque siempre en un comienzo el escenario de la transformación, no se inclina abruptamente, pero lo hace a mayor velocidad inmediatamente después. Así lo enseñan todos los procesos revolucionarios.

El propósito de este artículo es sugerir desde la platea algunos modos de acelerar la transformación en los próximos sesenta días.

En 15 días se ha realizado una labor extraordinaria.

El gobierno de Mauricio Macri en 15 días ha cumplido una labor extraordinaria, por dos razones: por las profundas transformaciones introducidas en ciertas áreas fundamentales -política cambiaria, de comercio exterior, internacional, comunicaciones, libertad de prensa, independencia del poder judicial-, como por el modo utilizado, que se caracterizó por un grado exacto de prudencia y audacia, de tal manera que no causaron resistencias imprevistas, capaces de alterar la paz pública.

La opinión, ha valorado especialmente la modificación del modo de hacer política, en particular el espíritu dialoguista, porque veníamos de una práctica sistemática de cesarismo populista, que escudado en la invocación de las mayorías, gobernaba un matrimonio de vocación egocéntrica, que despreciaba la opinión de los opositores y de los propios servidores, y utilizaba el engaño sistemático para seducir al pueblo. Creyó haber descubierto la forma de gobernar eternamente, mediante la alternancia del matrimonio en el poder, sin resistencia institucional, felizmente interrumpida por la acción divina o de la sabia naturaleza.

Al instituirse la práctica del diálogo como norma vigente, surgió por contraste la alta virtud de la diferencia del modo, que valoriza al otro, ubicándolo en la categoría de un igual, al que se debe escuchar como tal, en particular cuando se toman decisiones que conciernen a todos. El cambio de modo fue en los hechos una derrota del cesarismo populista, por el estilo de la democracia.

El diálogo se debe mantener y al mismo tiempo acelerar los cambios.

El diálogo es la expresión del respeto por el otro y la forma de ampliar el consenso, pero en ningún caso debe ser motivo de postergar o no realizar el cambio.

El cambio ha sido votado, no obstante lo cual hay enormes fuerzas que tienden a mantener el status quo, pero el gobierno y su programa ha sido el único elegido y por tanto el que ostenta la autoridad y la responsabilidad, del mandato recibido.

Una parte muy importante de la acción de gobierno debe ser la explicación de sus objetivos y fundamentos. No es suficiente remitirse a la opinión de la gente, porque las estrategias son responsabilidad de la conducción, o a la pobreza cero, objetivo no alcanzado por ningún país. Pero se puede indicar como objetivo a alcanzar un país como Australia que tiene un alto ingreso y un excepcional nivel de bienestar.

La falsa alternativa de la política de transformación: shock o gradualismo.

Shock o gradualismo es una diferencia intelectual sin base -en la que yo mismo he incurrido- pues en todo proceso de cambio de ciclo la única alternativa es el cambio o la inercia. Si no hay transformación, el nuevo gobierno fracasa, a pesar del resultado electoral.

Aquí y ahora, el tiempo de las grandes transformaciones vence el 1º de marzo. En ese momento el nuevo gobierno debe de haber definido el cambio en las principales áreas, con principio de ejecución, cumpliendo el mandato recibido.

El éxito de lo realizados en 15 días, y su amplia aceptación, debe servir de ejemplo. Con la reiniciación plena de la actividad en marzo del 2016, los argentinos deben hallarse con un nuevo escenario, lleno de posibilidades, pero también de desafíos, con los recursos necesarios para realizarlos.

La intensificación de la estrategia de cambio debe comprender:

1) Salir de la situación de insolvencia internacional.

De acuerdo con el régimen jurídico hoy vigente en el orden internacional, la Argentina es un país deudor que no cumple con sus obligaciones. Se encuentra en situación de incumplimiento o default, y en consecuencia no puede usar el crédito externo. Es una situación de insolvencia formal, no real, porque puede pagar todas sus obligaciones pendientes. Es decir una situación debida a la estupidez del gobierno anterior, de la que se debe salir, estimando las pérdidas que nos ha costado el falso alarde de autonomía de CFK.

2) Preparar las denuncias por corrupción contra el gobierno nacional anterior e iniciarlas el 1º de febrero.

Hay sobrados elementos de juicio de que los más notorios hechos de corrupción se han cometido en la cartera del Ministro De Vido, por ejemplo en la obra pública, por comparación de sus costos con los países europeos. Con esa base se deben iniciar denuncias por decenas de miles de millones de dólares, contra dicho ministro y la ex Presidente de la República. Después se deben enviar al Congreso las leyes que facilitarán la investigación, la recuperación de lo perdido, las medidas cautelares a trabar en el país y en el extranjero y un sistema de protección para el arrepentido.

Esto producirá un efecto político de destrucción de los falsos prestigios acumulados en el país por el kirchnerismo, con el consiguiente efecto favorable en la salud moral de nuestro país.

3) La lucha contra la inflación.

La Argentina tiene setenta años de inflación, con un período de hiperinflación, y una falsa estabilidad fundada en una imposible paridad con el dólar. Dicho período coincide con un largo lapso de menor crecimiento relativo con el resto del mundo.

Se puede decir que la población argentina actual, no conoció un período de verdadera estabilidad monetaria. Por tanto este fenómeno que preocupa a todo el mundo, tiene una mayor tolerancia en la Argentina, y en los cuadros de sus economistas.

Sin embargo se debe modificar con toda decisión. Ser débil en esta materia es poner en riesgo todo el futuro.

Teóricamente es muy sencillo. Se trata de reducir la emisión monetaria a la evolución del PBI y de equilibrar el presupuesto nacional, de las provincias y municipios. La primera operación es muy simple de adoptar, desde el punto de vista técnico, al principio por decisión del Banco Central y luego por una reforma de su Carta Orgánica. La segunda es más complicada.

El gran déficit se halla en el orden nacional. Con un PBI equivalente a 540 mil millones de dólares, y a 5,400 billones de pesos, – antes de la devaluación – el déficit calculado en el 7 por mil, sería igual a 378.000 millones de pesos.

Ese déficit se elimina si se derogan los subsidios económicos a las empresas, (220.000 millones de pesos), economías sobre las compras del Estado ($ 64.000 millones), economías por ahorro y menor corrupción, ($ 120.000 millones), por crecimiento de la recaudación ($ 160.000 millones) total $ 564.000 millones de pesos. Superávit $ 186.000. Por derogación total de retenciones e impuesto al cheque, desaparece el superávit y el presupuesto se equilibra. El plan de inversiones se debe financiar con créditos internos y externos y a costos internacionales.

El aumento de tarifas que puede resultar de la derogación de los subsidios se debe compensar con un aumento de salarios, que el sector privado puede solventar con los mayores ingresos que recibirá por la reforma económica operada.

4) La ampliación del crédito bancario al sector privado.

El problema es de fundamental importancia. Antes de la última devaluación el crédito bancario al sector privado se hallaba en el 12% del PBI, y en Chile alcanzaba al 80% del PBI. Sobre un PBI argentino estimado en 540.000 millones de dólares, la diferencia entre el nivel de Chile y el de Argentina, para el sector privado argentino significa recibir 368.000 millones de dólares más en créditos en pesos, que alcanza para modernizar toda la actividad privada, y resolver el déficit de la vivienda.

Puede a la vez dedicar un porcentaje del crédito interno a solventar las inversiones del sector público, por ejemplo hasta un 20% del PBI, de manera que el crédito interno alcance al100% del PBI -para el sector privado el 80% y para inversiones del sector público hasta el 20% del PBI.

Ésta es la única forma que la Argentina puede dar un salto extraordinario en la productividad de todos sus sectores económicos y por eso mismo, formar parte de acuerdos de libre comercio, con Europa, EEUU y el Pacífico.

Federico Sturzenegger, actual Presidente del Banco Central, en su gestión al frente del Banco Ciudad, aumentó la eficiencia de esa institución, transformando la inversión en títulos públicos en préstamos al sector privado, y recibió distinciones internacionales por esta transformación. (1) Como Presidente del Banco Central es la persona indicada para operar la reforma en este sentido de la banca argentina, siguiendo el ejemplo de la banca en los países desarrollados.

5) El federalismo bien comprendido.

Significa un cambio de 180 grados, respecto del concepto que hoy predomina. Este concepto confunde el concepto del federalismo, que hace a la economía, los intereses sociales y culturales de las provincias y regiones, con el interés de las administraciones provinciales y municipales. Y lo que debe ser para las sociedades del interior lo pretenden ganar para las burocracias locales, que son las más ineficientes del país, y por tanto responsables de los peores servicios, En realidad con 2.600.000 empleados como mínimo, de un muy bajo nivel de capacitación, son una de las causas principales del atraso del interior. Además desde el año 2002 a la fecha han aumentado sus gastos desde el 11% del PBI al 16%.

La convocatoria de una nueva reunión de gobernadores, debe ser después que se elaboren las bases de un Nuevo Pacto Federal, que siguiendo el ejemplo del Tratado de Mastrich, deben fijarse las metas a lograr en materia presupuestaria, de seguridad, de educación, de atención a la salud, de inversión, para que se revierta la situación y las administraciones provinciales y locales, se transformen en factores de progreso de las economías privadas del interior.

6) La reforma de la Densa Nacional.

Me remito a lo expuesto en mi artículo “Por una nueva política efectiva de defensa Nacional”. (2) Solamente agrego que en la actual circunstancia de indefensión en que nos encontramos, Chile podría tomar con sus modernas divisiones de tanques y fuerza aérea de bombarderos, en 24 horas, el yacimiento completo de Vaca Muerta, uno de los más ricos del mundo en combustibles no convencionales. Esta realidad, responsabilidad total del kirchnerismo, que es conocida por todos los especialistas, nacionales y extranjeros, se ha mantenido oculta al pueblo argentino.

7) La modernización de la educación.

El kirchnerismo en doce años de gobierno elevó el presupuesto de la educación al 6% del PBI, y la calidad de la educación bajó a extremos sin precedentes, en nuestro país, como lo revelan las valuaciones internacionales del sistema PISA.

En toda Ibero América no hay posibilidades de superar el subdesarrollo sin operar un salto extraordinario en la calidad de la educación, introduciendo una enorme reforma tecnológica. Para esto el Ministro del ramo Esteban Bullrich, debe trasladarse breves días al Silicon Valley y comprar el asesoramiento necesario para modernizar toda la educación argentina en el orden nacional y provincial. Por que el cambio debe ser mucho más trascendental que cumplir con un número mínimo de días de asistencia, o el “presentismo” de los maestros, o mejorar los edificios escolares o aumentar el salario de los maestros.

La cita de los empresarios y sindicalistas debe postergarse.

Hasta después de estar construida la nueva realidad, de lo contrario estos sectores, que son la expresión del “statu quo” lo detendrán, sin proponérselo, simplemente por que forman parte de la Argentina que debe cambiar.

Al respecto no es cierto que España cambió con los Pactos de la Moncloa, sino que fue el Tratado Mastrich que fundó la Unión Europea, con sus concesiones especiales y reglas de organización que obligó a España a cambiar su vieja estructura, sin que lo haya logrado totalmente. Por eso no es conveniente que Argentina siga el ejemplo de España; debe seguir el ejemplo de Alemania, o de los EEUU o Australia.

Hoy la Argentina sectorialmente está formada por el sector público el más ineficiente de todos, con el doble de empleados que Alemania en proporción a su población, y los peores servicios; la industria nacional que después de la devaluación y la derogación de las retenciones, pide una protección adicional a pesar de contar con altas tarifas aduaneras, es decir pide las arbitrarias limitaciones que fueron sancionadas por la OMC; o el sector energético que pide precios superiores en los combustibles a los de EEUU, a pesar de haber sacado la lotería de Vaca Muerta; evidentemente sólo el agro y las industrias de elaboración de su producción son capaces de contribuir en condiciones de productividad paralela a las mejores del mundo, pero se debe liberar también a la soja, el producto estrella de sus exportaciones; y evitar sentarse apresuradamente con el sector gremial, que desde hace setenta años, vive colgado de su capacidad de paralizar el país, sin aceptar ni conocer los principios económicos de los cuales depende el mejoramiento de sus salarios, como el crecimiento de la producción, y no del consumo, el mejoramiento de la productividad y la estabilidad monetaria, materias de las que no se ha ocupado.

Por eso, la reunión con los sectores económicos y sociales debe postergarse hasta después que la transformación esté operada, porque la responsabilidad del gobierno pertenece a las autoridades elegidas, y no a los sectores que nadie ha votado.

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1) Obra “Yo no me quiero ir del país”. Ed. Planeta, págs. 204/206.

2) Solicitar al mail mariocadenasmadariaga@yahoo.com.ar

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