Por Mario Cadenas Madariaga.-

Los argentinos se sorprendieron a sí mismos.

Los resultados del domingo fueron inesperados. No sólo contradijeron a todos los encuestadores sino también a todas las conducciones partidarias. Son también la única explicación, no la justificación, del atraso de la información sobre el escrutinio hasta conocerse los números de casi el 70% de la votación, con un sesgo oficialista, para proporcionar números más compatibles con los esperados. Lo que tampoco se logró.

La única explicación es que la población en general no adelantó con sinceridad su voto en las encuestas. Este hecho sólo puede obedecer al temor de las clases más humildes a perder los subsidios que recibe, si adhiere a la oposición. Es una de las tantas formas de la acción mafiosa del clientelismo kirchnerista.

El cambio del clima político había pasado desapercibido.

La publicación de las cifras del escrutinio a media noche del domingo, provocó un desconcierto total porque ganaba Macri, es decir lo contrario a lo que se esperaba, aún por los opositores más optimistas. En las filas del oficialismo fue una bomba neutrónica, con el complemento del triunfo definitivo de Maria Eugenia Vidal en la Prov. de Buenos Aires. El Luna Park centro de los festejos sciolistas, quedó vacío.

La conclusión estaba clara: el kirchnerismo había entrado en una parálisis profunda. La inmensa mayoría -no menos del 58% de la población- votó por el cambio de la situación. (Cambiemos, UNA, el Frente Progresista y el Peronismo Federal). Y por el oficialismo solo el 36%. Este es un fenómeno con un enorme efecto multiplicador. Tendrá una gran fuerza expansiva que comenzó en la noche el 25 de octubre pero se extenderá como una tormenta tropical y limpiará la atmósfera política de todo el país.

El proceso afectará al kirchnerismo y al sciolismo por separado mucho antes del 22 de noviembre. Se impulsará a medida que se perciba con más certeza la derrota del oficialismo. Las grandes facturas se pasarán a Aníbal Fernández, D’Elía, Milagro Salas, Sabbatella, Amado Boudou, los ancianos y decadentes barones del conurbano y la estructura del clientelismo, pero en definitiva llegará al núcleo duro y finalizará alcanzando a Máximo y CFK.

La suerte de Scioli se decidirá más rápidamente y será después del 22 de noviembre, como principal perdedor de la campaña presidencial, si no renuncia antes. La separación de todo su grupo será fácil, porque no tienen fuertes posiciones en el Senado de la Nación, la Cámara de Diputados, Organismos Oficiales, ni en los 15 gobiernos provinciales que sobrevivirán. El sciolismo que todo junto es un grupo muy reducido, podrían tomar una kombi para regresar a sus hogares y retomar sus antiguas actividades, aunque circunstancialmente podrán continuar hasta el 10 de diciembre en sus puestos en la provincia de Buenos Aires. La experiencia de la carrera presidencial la recordarán como un sueño en una noche de primavera, con algo de pesadilla en la parte final.

El kirchnerismo aún con media parálisis, se preparará para dar batalla. Primero deberán contar la tropa que les queda. Se estima que teóricamente en la Cámara de Diputados deben tener 97 legisladores, y algo más de una decena de aliados. Entre los aliados no quedará ninguno, porque formaran bloques nuevos y autónomos. Entre los propios hay que pensar en tácticas similares y la formación de otros tantos bloques autónomos. Estos bloques autónomos serán los aliados del nuevo oficialismo.

En la Cámara de Senadores, el fenómeno será similar por lo menos hasta perder el quórum al que actualmente alcanzan, porque responderá a una necesidad del nuevo gobierno. Es decir el pase de revista en el Congreso será un momento muy triste para el kirchnerismo.

Ahora bien, en ese momento los estrategas del kirchnerismo, llamaran a esperar con las filas cerradas, para observar las consecuencias de las varias toneladas de bombas que han dejado para que explotaran en una situación como ésta, después que asumiera el nuevo gobierno. Esto es lo que debe saber los electos el 22 de noviembre.

Pero queda por delante la gran tarea de la reconstrucción nacional.

En la perspectiva del futuro es mucho más importante la tarea de la reconstrucción que el desmantelamiento del edificio kirchnerista.

El primer paso es como se aborda el ballotage del 22 de noviembre. La premisa básica es que las fuerzas opositoras no pueden ir separadas, sino que deben encontrar una forma de acuerdo programático y partidario para asegurar el éxito electoral y la institución de un futuro gobierno con la mayor capacidad de gestión y los apoyos parlamentarios indispensables.

Para decidir esta cuestión no se puede citar el antecedente de la Ciudad de Buenos Aires, por que en lo sustancial esta es una administración municipal; por el contrario cabe tener en cuenta el Acuerdo de San Nicolás o el de San José de Flores demediados del siglo XIX en el origen de la Organización Nacional.. En efecto se está por iniciar un nuevo período histórico de la Argentina y no un acuerdo de municipalidades.

Es fundamental por ejemplo asegurar ante la población un mínimo de garantías en el orden económico, político, social y cultural, científico y educacional.

No puede predominar el egoísmo de las estructuras partidarias, forzando el voto útil sin negociar antes un acuerdo interpartidario. Es evidente que si se hubiera seguido este camino, no habría hoy ballotage, sino un amplio éxito electoral.

Asegurar la conquista del gobierno y una obra muy ambiciosa de realizaciones que le conceda una amplia sustentación.

“Cambiemos” tiene la responsabilidad central frente al futuro argentino ya que es hoy la única alternativa ante el kirchnerismo en la elección del 22 de noviembre.

Para enfrentar la misma debe primero contar con un programa de participación en su gobierno para los partidos más afines e importantes de la oposición, atento los cómputos de las últimas elecciones.

Si negocia inteligentemente puede llegar a formar un gobierno con apoyo electoral del 58% lo que sería la mejor base de sustentación y autoridad política, para el futuro. Con los ciudadanos no se puede convenir o pactar, en una democracia de partidos, y sí sólo se puede hacer con ellos que los representan.

En segundo término, se debe tener un plan de gobierno que cubra todas las áreas, en forma sobresaliente, de manera que ofrezca una segura y muy ambiciosa recuperación, de manera de atender todas las aspiraciones postergadas que tiene el pueblo argentino, previendo que se enfrentarán situaciones difíciles externas e internas, que se deben superar.

Como advertencia fundamental, se debe desestimar la idea que habrá un shock de confianza de capitales extranjeros o nacionales dispuestos a invertir, antes de que el gobierno realice las reformas que abran las exportaciones, liberen el mercado de cambios, reduzcan la inflación, y acuerden con los acreedores extranjeros con créditos impagos, porque esto no sucederá.

Lo que también se debe tener en cuenta es que la transición debe ser breve, y sus efectos no deben recaer sobre los asalariados y jubilados, porque estos son los sectores más débiles y si son afectados se debe compensarlos, en sus ingresos.

Una última recomendación es que se permita crecer al crédito interno bancario al sector privado, para corregir uno de los peores defectos de nuestras finanzas, porque actualmente se encuentra en el 12% del PBI y en Chile ronda el 80% y en los países desarrollados supera el 100%. En el año 2002 y 2003 fue bajado al 7% del PBI agravando innecesariamente la crisis pues las empresas no podían expandirse. Para esto es suficiente que el Banco Central no neutralice la creación de dinero surgida de la operatoria normal de los bancos.

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