Por Elena Valero Narváez.-

Este Gobierno extenderá, por el año que aún tiene por delante, el campo de destrucción de los valores tradicionales que fundaron la Argentina. Hasta que la gente no pueda más, seguirá con acciones negativas, habrá que esperar su término. En el futuro no se podrá jugar al Antón pirulero, seguir actuando como si se gobernara, para eso debe exigirse mediante ley, si es necesario, responsabilidad a los funcionarios públicos por sus políticas y sus actos.

Se han bajado los brazos, los argentinos saben que no van a conseguir que las empresas estén al servicio del país. Aquí van subsistiendo solo las acostumbradas a hacer negocios con el Gobierno, a beneficiarse con la inflación o a instalar industrias basadas en privilegios. Se suman los paros sorpresivos, abusos de toda clase contra los bienes del estado, por parte de grupos agresivos e irresponsables, los cuales despiertan la indignación pública. Es culpa de la mala administración del Gobierno que no actúa con energía y que se equivoca cada vez más a menudo, como si fuera un deporte.

Los recursos del Estado son muy limitados y las necesidades enormes, la reforma es imperativa, se debería estar haciendo un estudio serio para realizarla, se gastaría mucho menos y se podría equilibrar el presupuesto. Hay que pensar en cómo liberar a la actividad privada, a través de una buena política impositiva y aduanera. Lo hizo Brasil con éxito, en Argentina también se dieron algunos pasos importantes en el gobierno de Arturo Frondizi y en el de Carlos Menem.

Hasta hace poco tiempo, criticar algunos de los fracasos de las empresas estatales equivalía a traición a la patria. Actualmente, la gente cansada de tener mal servicio, está más preparada para los cambios drásticos que habrán de implementarse en esa materia. Privatizar volverá a ser ineludible, sino ¿quién va a financiar a esas empresas? Habrá que atacar a esos centros de resistencia, administrados hoy por personas improvisadas, políticos que desconocen lo más elemental. Cayeron en control de funcionarios que las usufructúan en provecho propio, por eso hay que pasarlas al sector privado, sin contemplación, se terminaría con grandes centros de corrupción.

Con la actividad privada la riqueza se intensifica, aumenta la prosperidad global creada de la nada por la inteligencia de empresarios y trabajadores, se hace posible crear más bienes y servicios para repartir, en vez de una riqueza resultado del saqueo.

El sistema capitalista ha orientado a todas las expresiones económicas exitosas del mundo occidental, después de la segunda guerra mundial. En Francia la recuperación fue obra de De Gaulle, quien le dio apoyo a Antoine Pinay y a Jacques Rueff para estabilizar la moneda e implantar una economía capitalista, no tuvo que ver con un plan, sino en crear las condiciones para poder abrir las puertas a la libertad de mercado. Ello ocurrió también en Alemania, Italia, Japón, países que crecieron y se desarrollaron después de la catástrofe de la conflagración.

Se deberá luchar y controlar todos los factores que generen inflación, esa riqueza artificial, de papel, puede hacernos sucumbir en la anarquía, la experiencia inflacionaria alemana hizo que la gente tuviera confianza solo en gobernantes que aseguraran mantener el valor de la moneda. Aquí, el Gobierno está provocando la inflación, deliberadamente, se la alienta por apego a las concesiones electorales, lo cual acarrea graves males al país, impide su desarrollo. El peso toca cada día niveles más bajos, ante el desprecio unánime del mundo por las torpes maniobras con que aquí se la envilece.

No habrá inversiones ni vendrán capitales mientras no se tenga confianza en el valor futuro de la moneda, exista el control de cambios, el déficit del presupuesto nacional represente porcentajes tan altos, y mientras el gobierno interfiera el libre desenvolvimiento de la actividad privada. No basta para salir adelante un país rico en recursos, primero hay que encontrar el rumbo, suprimiendo la mentalidad estatista, nacionalista y populista, infiltrada en casi todos los que tienen la pretensión de gobernar.

Un sistema tributario eficiente y equitativo, es indispensable, al pensar en un sistema impositivo hay que tener en cuenta el principio de beneficio y el de capacidad de pago, minimizar los efectos negativos sobre la eficiencia económica. Pero no solamente una política de ingresos es suficiente, sino tener en cuenta, también, el gasto público. Los gobiernos pretenden, erróneamente, perder eficiencia a cambio de mejorar artificialmente la distribución.

Argentina está pasando a un segundo plano, en la consideración de las organizaciones internacionales responsables, como también, en la de los auténticos inversores, vamos en marcha decadente en un mundo que, luego de la pandemia, se está recuperando rápidamente. ¿Qué hacer?… empezar por lo indispensable: actuar en el terreno económico social para solucionar la crisis presente, trazar un rumbo liberal de un profundo cambio estructural congruente con la constitución alberdiana, dejando atrás el que por tantos años predicó la izquierda. Hoy cubre todas las áreas de la vida nacional, incluso la de la política internacional, el país se está quedando solo, de espaldas al mundo que progresa.

La gente quiere saber si van a ofrecer algo nuevo o si seguiremos en manos de traficantes de la política. Los partidos no se han definido aun con actitudes claras, deben hacerlo, las declaraciones si son ambiguas no resultan suficientes. Se elude dar respuestas, ya sea por falta de decisión o especulación electoralista; desde hace años, para tratar un problema de fondo, se usan paliativos o medidas de emergencia. El dilema es claro: o se continúa con este modelo o se admite el cambio total del sistema, cualquier posibilidad intermedia, como las empleadas hasta ahora, resultaría inoperante. La responsabilidad la tienen los políticos quienes por incapacidad para ofrecer soluciones constructivas, o por simple cálculo electoral, envenenan la vida de la gente por demagogia y acuerdos electorales.

Quien se anime al cambio deberá contar con una oposición, no solo critica, sino comprensiva, por eso es hora de mejorar las relaciones, dejar de estar como perro y gato, discutir la posible futura acción de gobierno. Es en el Congreso, donde se reúne la oposición, donde se debe actuar, los recursos públicos siguen siendo dilapidados en absurdos planes y en oscuras aventuras.

No se debe olvidar que el sistema capitalista sostiene y fomenta la convivencia pacífica entre los países, no es posible, como creen algunos fantasiosos, que se puede hacer una síntesis entre el sistema socialista y el capitalista, son sistemas irreconciliables, Argentina para ser un país viable, debe convertirse en el bastión económico y social liberal de América Latina, que se oponga, para siempre, a la contradicción socialista.

Share