Por Hernán Andrés Kruse.-

Miguel Ángel Pichetto es un emblema de la corporación política. Diputado nacional por el justicialismo entre 1993 y 2001 y senador nacional por el mismo partido entre 2001 y la actualidad, conoce como pocos los secretos anidados en el majestuoso edificio del Congreso de la nación. Es un magnífico exponente del “panquequismo político” o, si se prefiere, un fiel discípulo del genial Groucho Marx (“Estos son mis principios, si no le gustan tengo estos otros”). Ambiguo y acomodaticio, supo ser menemista, luego kirchnerista y ahora reconoció ser un confeso macrista.

En un programa político de televisión conducido por María O’Donnell y Ernesto Tenembaum, el jefe del bloque de Senadores nacionales del peronismo dijo que, en un eventual ballotage entre Alberto Fernández y Mauricio Macri, no dudaría en votar por el segundo ya que lo que está en juego en el país es la posibilidad de ser gobernado por una fuerza política democrática o por otra de índole autoritaria. Vale decir que para el zizagueante senador Cambiemos es sinónimo de democracia y el cristinismo es sinónimo de autoritarismo.

¿Es Cambiemos sinónimo de democracia? Como lo ha consagrado la ciencia política coexisten dos tipos fundamentales de democracia: la de origen y la de ejercicio. La de origen alude a los mecanismos de elección del presidente consagrados por la constitución. La de ejercicio, al modo como el gobernante ejerce el poder. Macri, qué duda cabe, goza de legitimidad de origen. Fue elegido por el 51,40% de los votos en el ballotage del 22 de noviembre de 2015. La elección fue transparente. Dos años más tarde, la legitimidad de origen fue confirmada por un poco más del 40% del electorado en las elecciones de medio término.

El asunto se complica cuando nos adentramos en la legitimidad de ejercicio. Un gobernante goza de legitimidad de ejercicio cuando su comportamiento se ajusta a derecho, a los principios consagrados por la constitución. Desde el comienzo mismo de su gestión Mauricio Macri demostró que mucho no le interesaba gobernar bajo el imperio de la ley. A comienzos de 2016 intentó designar de prepo a dos distinguidos juristas en la Corte Suprema. En nuestro estado de derecho para ser juez del más alto tribunal de garantías constitucionales deben seguirse diversas etapas de un proceso bastante complicado, en el que juegan un rol fundamental el Congreso y el Consejo de la Magistratura. Afortunadamente, la reacción adversa que provocó esa pretensión de Macri lo obligó a ajustarse a derecho. Finalmente, los doctores Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz ingresaron a la Corte conforme a derecho.

A pesar de ello, en estos tres años y medio como Presidente nunca tuvo Macri la intención de manejarse dentro del estado de derecho. Con sólo hacer mención al escándalo protagonizado por el fiscal Carlos Stornelli es suficiente. Quien fuera empleado de Macri durante su paso por la presidencia de Boca Juniors es el centro de un escándalo de proporciones que estalló este verano y que tomó estado público gracias a Horacio Verbitsky. En esta causa Stornelli es investigado por el juez de Dolores, Alejo Ramos Padilla, por su supuesta participación en una asociación ilícita, integrada por servicios de inteligencia, periodistas, policías y legisladores, creada fundamentalmente para chantajear a víctimas con un alto poder adquisitivo. Actuando conforme a derecho, Ramos Padilla ha ordenado en reiteradas oportunidades la presencia de Stornelli en su juzgado para someterse a la declaración indagatoria correspondiente. Pues bien, este fiscal, que debería dar el ejemplo, decidió no darle el gusto al juez porque considera que la causa en la que estaría involucrado debería tratarse en algún juzgado de Comodoro Py. Procediendo como corresponde, el juez lo declaró en rebeldía pero el fiscal se mantiene imperturbable.

Esta anómala situación, que vulnera el principio de igualdad ante la ley, acaba de ser bendecida por el Presidente al celebrarse un nuevo aniversario del día del Ejército. Sentado muy cerca de Macri se lo vio al mismísimo Stornelli en una clara demostración de impunidad. ¿Hubiera actuado el Presidente de la misma manera con un ciudadano común en la misma situación en la que se encuentra Stornelli? Por supuesto que no. Al autorizar a Stornelli a participar a su lado en ese recordatorio Macri le envió el siguiente mensaje al mismísimo Ramos Padilla: “Si te metés con Stornelli te metés conmigo”. Lo del Presidente fue una típica demostración de patoterismo propia de un patrón de estancia.

Macri no es un demócrata. No cree en los valores constitucionales. Cree que puede estar por encima de la ley o, parafraseando a Carlos Santiago Nino, “al margen de la ley”. ¿Cómo es posible, entonces, que un político tan experimentado como Pichetto diga que Cambiemos es una fuerza política democrática?

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