Por Carlos Fara.-

Ya existe el convencimiento masivo de que los 44 compatriotas que navegaban en el ARA San Juan experimentaron un problema irreversible a bordo. En cualquier circunstancia -hallen o no el submarino- la situación será muy dolorosa. Cualquier ser humano desea saber qué pasó con la vida sus seres queridos y enterrar a los fallecidos.

Las responsabilidades se verán en su momento y eso tardará mucho tiempo. En la opinión pública el tema se irá extinguiendo lentamente a medida que nos acerquemos a las fiestas de fin de año, con todo lo que eso implica estacionalmente en el humor social.

Como muchas otras veces en estos 2 años, el gobierno ha tenido problemas de comunicación en situación de crisis. Veamos algunos ítems en donde la estrategia debería ser reprobada:

1.-La gravedad del hecho hacía necesaria un involucramiento público del más alto nivel político: más allá de las internas entre la Armada y el ministerio, y de las graves fallas de parte de la institución militar en este tema, pasaron muchos días hasta que el ministro y el presidente hablaron del tema públicamente. Parece incomprensible para una gestión que hace de la sintonía con “la gente” uno de sus principales estandartes.

2.-El haber delegado toda la comunicación en la Armada: si bien hay detalles técnicos y partes de rutina sin novedad en estos casos, no se tomó en cuenta que los errores de la vocería militar impactan de lleno sobre la actitud que la opinión pública lee en el gobierno nacional. Solo luego de varios días después del habitual tumulto de movileros, el capitán Balbi respondió con una conferencia de prensa más correctamente organizada, bajo techo, no en las escalinatas.

3.-La falta de voceros políticos alternativos que aparecieron en momentos críticos: por ejemplo, cuando se supo de la “anomalía hidroacústica” (perfectamente comprensible que se conociera varios días después porque el organismo internacional lo estaba procesando) se generó la sensación de “cómo que lo sabemos una semana tarde?”. Esto es por falta de voces potentes que instalen las respuestas adecuadas.

4.-El riesgo del presidente de haber dicho que el submarino estaba en “perfectas condiciones”: ¿y si no era así? ¿Y así alguien le mintió? ¿Y si alguien cometió un error de chequeo? Si estaba en perfectas condiciones -que ahora es puesto en duda por el poco claro affaire de las baterías- entonces la hipótesis es accidente.

5.-El reconocimiento tardío de que el ARA San Juan comunicó un problema con las baterías: entonces ¿estaba en perfectas condiciones? ¿El gobierno ocultó información? ¿La Armada se la ocultó al gobierno?

6.-La comunicación con los familiares en la base Mar del Plata: aunque es comprensible la reacción negativa de los familiares, y que el Estado Argentino no puede dar por definida una situación que aún depende de una búsqueda, está claro que hubo algo que no funcionó bien en el reducto interno. Hubo muchas declaraciones como “nos mintieron”. ¿Qué les dijeron de entrada? ¿Qué les hizo pensar que había una esperanza de que estuvieran vivos? ¿Cómo hacerles entender a los familiares que no hubo irresponsabilidad de la institución cuando ahora se reconoce que había problemas? ¿Se los ocultaron? ¿Qué sensación se lleva la opinión pública cuando los directos involucrados se sienten “estafados”? ¿A quién le creerá?

Muchos interrogantes que tarde o temprano serán respondidos por la fuerza de los hechos y la investigación judicial. Lamentablemente este tema recién empieza. (7 Miradas, editada por Luis Pico Estrada)

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