Por Luis Américo Illuminati.-

El caché -o la tarifa social- de los artistas, una muestra de corrupción e hipocresía. Erogaciones millonarias con la plata que no es de ellos y que va a parar a los bolsillos de los generosos artistas argentos, ídolos del público X-Y-Z. De los 15 grupos que se presentaron, 8 de ellos cerraron una caché de entre 71 millones de pesos hasta 4 millones. Al valor hay que sumarle IVA, viáticos y «gastos convenidos». Los contratos fueron publicados en el Boletín Oficial.

Fito Páez: $167.000 millones

Abel Pintos: $84.7 millones

La Delio Valdez: $30 millones

Airbag: $71.5 millones

Ratones Paranoicos: $60 millones

Callejero Fino: $28 millones

Fabiana Cantilo: $ 15 millones

Estos son algunos de los números que se pagaron en el Festival de Neuquén de la Confluencia. Mientras la ciudad está bajo el agua, los artistas nadan en billetes. La farándula punk-rockera vive en otro mundo. Su lema implícito: «Si no tienen pan, coman torta», como dijo María Antonieta». La canción icónica de Lali D’epósito: «Disciplina», ideal para mujeres de látigo como Cretina K. Por gente como ésta la Argentina llegó a los odiosos contrastes que marcaron un cinismo similar al que vivió en su época François Rabelais -sacerdote, médico y humanista- que lo llevó a escribir su obra satírica «Gargantúa y Pantagruel», padre e hijo, dos gigantes ridículos e irresponsables, con castillo, muchos bienes y vasallos. Pantagruel, el hijo, que tiene un apetito y una voracidad espantosa, igual a la del kirchnerismo, que se ha devorado el país entero. Y Gargantúa, el padre, quien en vez de nacer por parto normal nació de la oreja de su madre, una alusión irónica a la diosa Pallas Atenea -Minerva- que tampoco nació de parto normal, sino que nació de la cabeza de Zeus, su padre. Con la diferencia que no es lo mismo salir de la cabeza (sede de la inteligencia y el pensamiento) que salir de una oreja. La metáfora es suficientemente ilustrativa y pertinente. Los que nacen de esta manera tendrán orejas largas como los burros y rebuznarán en lugar de hablar. El médico o la partera que los trajo al mundo, en lugar de por los pies, los sacó de las orejas. De los cinco libros que escribió Rabelais, en el cuarto libro relata como Pantagruel y Panurgo, viajando en busca de la divina botella, encuentran muchas sociedades exóticas y personajes extraños, como los Shysteroos, quienes se ganan la vida pidiendo que les peguen. Lo cual es justamente una enfermiza característica de muchos argentos masoquistas que durante 20 años pedían a Cretina -jefa dominatrix- que los azotara con su látigo.

Igual que los carneros de Panurgo

Dícese de los que, careciendo de facultades para juzgar por sí propios, siguen el parecer de los demás. Alúdese a un pasaje del Pantagruel de Rabelais. Durante el viaje de Pantagruel al país de las Linternas, Panurgo discutió feo con otro pasajero del bajel en que viajaban, llamado Dindenaut, que conducía un rebaño de carneros. Para vengarse aquél de éste, le hizo la jugarreta de comprarle uno de los carneros, al que obligó a tirarse al mar; el ejemplo, junto con los balidos, impulsaron a sus compañeros, los cuales, saltando la borda, fueron uno tras de otro a reunirse con el primero, pereciendo todo el rebaño, como asimismo el comerciante, quien, empeñado en sujetar al último carnero, fue arrastrado al fondo del mar. Lo mismo ocurre en nuestro país con la masa innoble que arrastra Belliboni, Grabois y otros personajes que son igual a Panurgo. Acerca del rebañismo y el pensamiento autónomo ver mi nota anterior: https://www.informadorpublico.com/opinion/pensamiento-autonomo-selbstdenken-y-rebanizacion

«Quiero un trago» fue el primer grito de Gargantúa al nacer. Acá en la Argentina sucede algo parecido en cuanto a vicios y mala educación. Los borregos del rebaño kirchnerista apenas nacen imitan a sus progenitores y gritan: «Quiero todo de arriba». La genial obra de Rabelais se inscribe en estilo grotesco, lo que pertenece a la cultura carnavalesca, tal como es en esencia la política argenta desarrollada por «la casta» hipócrita y corrupta. Gargantúa y Pantagruel son una alegoría del peronismo (el padre) y el kirchnerismo (el hijo).

Dijo Jean Cocteau sobre Rabelais: «He ahí las entrañas de Francia, los grandes órganos de una Iglesia plena de las muecas del diablo y de las sonrisas de los ángeles, podemos soñar con un Rabelais ilustrado por el Bosco; quizá ese libro maravilloso excita algún cielo», concepto que a nuestro criterio refuta el erróneo concepto de Mijail Batjin sobre la separación entre «lo popular» y «lo oficial» como estructura social, expuesto en su libro (tesis) «La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento».

Según Bajtín, la obra de Franҫois Rabelais tiene como base la cultura del carnaval, y sus lectores contemporáneos reconocieron los elementos constitutivos de dicha obra, la risa de fondo considerada como la resolución de los problemas de la vida y la muerte y la larga tradición de la risa como tema de discusión filosófica (Aristóteles, Hipócrates). Sostiene Bajtín que la cultura oficial vigila la conservación de los géneros canónicos; pero la cultura popular los modifica de acuerdo con su visión del mundo y de la vida. En este sentido, un escritor de la época que sea, interpretaría, traduciría o concretaría lo que la cultura popular ya realizaba desde la plaza pública, lo cual es un error. La cultura en general es hija de una tradición inmarcesible, por lo cual resulta una falacia hablar de la cultura popular de un pueblo como algo escindido del saber universal, lo contrario es contracultura, es la exaltación de lo marginal como aspecto auto segregado que jamás aporta soluciones para la paz y la armonía de los estamentos sociales, sino que promueve la «lucha de clases» no como una forma heroica «de tomar el cielo por asalto» sino como una táctica de copiar el infierno como forma de vida.

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