Por Hernán Andrés Kruse.-

La vicepresidenta de la nación acaba de publicar una nueva carta titulada “De penas y olvidos” en la que rememora el accionar de la justicia sobre los trágicos hechos de diciembre de 2001 para comparar dicho accionar con el de ahora en relación con la causa Vialidad. Los párrafos que merecen destacarse son, me parece, los siguientes (fuente: Perfil, 25/9/022):

1) “No sólo De la Rúa resultó sobreseído por el juez Bonadío en la acusación por homicidio culposo-fallo confirmado por los camaristas Irurzun y Farah-, sino que además, los otros dos firmantes del decreto 1678 del 19 de diciembre de 2001, en el que se declaró el estado de sitio, el jefe de Gabinete Chrystian Colombo y el ministro del Interior Ramón Mestre, ni siquiera resultaron acusados, pese a que el artículo 102 de la Constitución Nacional establece la responsabilidad solidaria de los ministros sobre los decretos que firman (…)”.

2) “Pero entonces ¿nadie fue condenado por la violencia que provocó tantas muertes en la Plaza de Mayo y en el resto del país y que hizo colapsar la institucionalidad en la República Argentina? El 23 de mayo de 2016…el Tribunal Oral en lo Criminal número 6, integrado por los jueces José Valentín Martínez Sobrino, Adrián Martín Grünberg y Rodrigo Giménez Uriburu (el jugador de Liverpool, equipo que integra con el fiscal Luciani), impuso para Enrique Mathov, ex secretario de Seguridad (organismo dependiente en ese entonces del Ministerio del Interior), 4 años y 9 meses de prisión y para Rubén Santos, ex jefe de la Policía Federal, 4 años de cárcel (…)”.

3) “La sentencia fue apelada y el 2 de junio de 2020 la Sala I de la Cámara Federal de Casación Penal, integrada por Daniel Antonio Petrone, Diego Barroetaveña y Ángela Ledesma, confirmaron la sentencia y ordenaron devolver las actuaciones al tribunal de origen para que resuelva nuevamente sobre las penas impuestas (…) Luego de una reevaluación del monto de las penas ordenada por la Cámara Federal de Casación Penal, el tribunal (ahora con la integración de dos nuevos jueces, Néstor Costabel y Sabrina Namer) redujo la condena de Enrique Mathov a cuatro años y tres meses de prisión. También redujo la pena del ex jefe de la Policía Federal Rubén Santos a tres años y seis meses (…)”.

4) “El TOF 6 redujo las penas en función de la revisión propiciada por la Cámara de Casación Federal, que en su pronunciamiento había cuestionado que en la misma sentencia de juicio se había realizado una doble valoración del carácter de funcionarios públicos de los condenados, por lo cual se habría transgredido el principio llamado “ne bis un ídem”, es decir la garantía de no ser juzgado dos veces por el mismo hecho. Curiosamente, la misma Sala 1 de Casación, integrada por Daniel Petrone y Diego Barroetaveña, es la que tiene dos causas de Asociación Ilícita (Memorándum y Hotesur-Los Sauces) que junto a la de Vialidad, que también calificaron como asociación ilícita, forman parte de las cinco causas que en forma separada y con el mismo tipo penal se llevan adelante en mi contra o sea…Cinco veces juzgada por el mismo hecho, ¿qué nombre tendría en latín?”

5) “Lo dicho el viernes en nuestro alegato-las garantías procesales de no ser juzgado dos veces por el mismo hecho, y todas las demás-no aplican si sos peronista. Para el peronismo, Derecho Penal de autor. Para el resto…Derecho Penal liberal, con todas las garantías y principios del debido proceso”.

El diagnóstico de Cristina es el siguiente: como ella es peronista la Justicia le niega todas las garantías y principios del debido proceso. Como ella es peronista, la Justicia ya la condenó. Cristina da a entender que si en lugar de ella hubiera estado, por ejemplo, el propio De la Rúa o Mauricio Macri, jamás le hubieran aplicado el Derecho Penal de autor. También da a entender que si en diciembre de 2001 el presidente hubiera sido un peronista, la Justicia hubiera sido inclemente con él. Cristina se considera condenada porque el tribunal que la juzgará es gorila. Para la vicepresidenta los jueces que decidirán su inocencia o culpabilidad no actuarán conforme a derecho sino conforme a los intereses del orden conservador. Y actuarán de esa forma porque dicho orden así lo exige. Cristina debe desaparecer del escenario político. Ya ha molestado demasiado. Es hora de que deje de hacerlo. La vicepresidenta se considera una perseguida política, la enemiga pública número uno del poder real, de los que mandan. Para ella la segura condena no será otra cosa que reflejar la real intención del establishment: proscribirla, como lo hicieron con Perón.

Cristina Kirchner y la falsedad histórica

En su alegato la presidenta de la nación afirmó que los peronistas nunca reprimieron al pueblo. Se trata, qué duda cabe, de una falsedad histórica gigantesca como el Aconcagua. Cuando fue gobierno el peronismo reprimió sin piedad aunque a los peronistas les cueste reconocerlo. En un artículo titulado “¿Los peronistas nunca reprimieron al pueblo?: un repaso sobre los olvidos de Cristina Kirchner”, Rosa d’Alesio pone en evidencia la flagrante mentira en la que incurrió la vicepresidenta.

Junio de 2002. La presidencia estaba en manos de Eduardo Duhalde, fruto del acuerdo celebrado en el congreso entre peronistas y radicales. El país ardía. La desocupación y la pobreza habían alcanzado porcentajes históricos. La inflación no daba tregua, al igual que el FMI. El 26 de ese mes tuvo lugar la Masacre de Avellaneda. En esa popular estación del conurbano la policía federal ejecutó a los piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, quienes participaban de una gigantesca movilización de organizaciones sociales.

Veinte años después, también en la provincia de Buenos Aires, el gobernador Axel Kicillof decidió valerse de la violencia para garantizar el desalojo de las familias que peleaban, en Guernica, por tierra para sobrevivir. El ministro de Seguridad, Sergio Berni (respaldado políticamente por Andrés Cuervo Larroque), condujo un operativo que implicó la quema de las casillas de los desalojados y la represión a mansalva de niños y mujeres.

Pero como bien señala la autora, el peronismo en el poder se cansó de cometer tropelías cuando fue gobierno en los setenta y en los noventa. Con el retorno al poder por tercera vez del general Perón, entró en escena, bajo su liderazgo, la Alianza Anticomunista Argentina (AAA), una fuerza parapolicial autora de miles de asesinatos clandestinos que enlutaron al país entre 1973 y 1975. Entre las víctimas más conocidas merecen citarse el doctor Rodríguez Araya, el profesor Silvio Frondizi y el doctor Rodolfo Ortega Peña.

Durante la década menemista se produjeron numerosos hechos represivos. Rememora la autora:

Si repasamos los años 90, bajo el gobierno de Carlos Menem nos encontramos que, por ejemplo, en diciembre de 1990, a la llegada del presidente de Estados Unidos George Bush al país, manifestantes que protestaron ante la embajada por su visita, fueron brutalmente reprimidos. Heridos y detenidos fue el saldo de la protesta.

En junio de 1991, la represión tuvo como blanco a los jubilados que acampaban en la Plaza Lavalle, con Norma Plá a la cabeza. Fue el día de la recordada sesión donde el ex ministro Domingo Cavallo “lloró”.

El 12 de marzo de 1992, la policía reprimió a trabajadores y usuarios del servicio ferroviario durante una protesta en los andenes de Constitución.

En julio de 1993, el gobierno peronista centró el accionar represivo en los sin techos que ocuparon predios en el barrio de Belgrano para levantar viviendas precarias. Menem ordenó el desalojo sin orden judicial.

El 7 de septiembre fue desalojado en un operativo nocturno el predio de las bodegas Giol, en Palermo. La prensa comunicaba que en el operativo intervinieron “50 efectivos policiales sin exhibir orden judicial”.

Los jubilados volvieron a ser centro de la represión, esta vez en la marcha de los miércoles frente al Congreso. En los incidentes del 28 de octubre de 1993 fueron reprimidos jubilados, periodistas y algunos diputados, entre ellos Luis Zamora y Alfredo Bravo.

En noviembre y diciembre del mismo año, las movilizaciones y la represión tuvieron como escenario a Santiago del Estero. Fue en el marco del hastío de la población santiagueña que protagonizaron uno de los levantamientos más importantes de la década menemista en el que los empleados públicos de la provincia voltearon al gobernador. Hubo decenas de detenidos y más de 30 heridos.

En el marco de las represiones contra las movilizaciones populares que lleva adelante el gobierno de Carlos Menem, en abril de 1995 una manifestación obrera en la provincia de Tierra del Fuego fue reprimida. Una bala de plomo cruzó la vida del trabajador de la construcción Víctor César Choque.

En septiembre de 1998, un escrache de la agrupación H.I.J.O.S. al genocida Miguel Osvaldo Etchecolatz, terminó con la policía llenando de gases la Facultad de Ciencias Sociales.

En las jornadas del 20 y 21 de diciembre de 2001, durante las movilizaciones populares que provocaron la caída de Fernando de la Rúa, las fuerzas policiales asesinaron en todo el país a 39 personas. No fue solo el gobierno de la Alianza quien ordenó la represión”.

Durante los gobierno de Néstor y Cristina Kirchner lejos estuvo de reinar la paz social. Rememora la autora:

“Los trabajadores de Casino Buenos Aires de Puerto Madero que se organizaron desde 2006 por mejores condiciones de trabajo y contra los despidos fueron reprimidos tanto por el gobierno de Néstor como de Cristina Kirchner. Ambos utilizaron tanto la policía federal como la prefectura naval argentina para torcer la voluntad de los trabajadores y para defender los intereses del empresario Cristóbal López.

En abril de 2008 la Policía Bonaerense, bajo las órdenes del gobernador Daniel Scioli reprimió y desalojó la toma de fábrica que llevaban adelante los trabajadores de la textil Mafissa (La Plata).

En septiembre del 2009, Daniel Scioli tampoco dudó en apelar a la Policía Montada para desalojar a los trabajadores de Kraft que estaban en la fábrica y llevaban más de un mes de paro en defensa de sus compañeras y compañeros despedidos por la multinacional norteamericana.

En octubre de 2010 Mariano Ferreyra, militante del Partido Obrero, en una movilización por el pase a planta permanente de los tercerizados del Ferrocarril Roca, fue asesinado por una patota de José Pedraza, el sindicalista elogiado por Cristina Kirchner. Ese día, se probó durante el juicio, hubo una zona liberada por la Policía Federal y la Bonaerense.

En diciembre de 2010, luego de varios días de toma, 1.500 familias que ocupaban un predio en el Parque Indoamericano y que reclamaban viviendas, fueron reprimidos por las policías Federal al mando de Aníbal Fernández y Metropolitana creada por Mauricio Macri y asesinaron a tres trabajadores inmigrantes.

En el 2010 en Formosa la comunidad qom reclamaba por 600 hectáreas donde ya estaban viviendo y por tener acceso al agua potable. El corte que habían realizado sobre la Ruta Nacional 86 fue reprimido violentamente por la Gendarmería Nacional y la Policía provincial el 23 de noviembre de ese año. Ese día sus viviendas serían quemadas y Roberto López, miembro de la comunidad Qom Potae Napocna Navog, sería asesinado por la Policía. El gobernador de Formosa, el peronista Gildo Insfrán, era uno de los principales aliados de Cristina Fernández y formaba parte del Frente para la Victoria.

Cuando en 2011 la comunidad qom había llevado su protesta a la Ciudad de Buenos Aires, a pocas cuadras de la Casa Rosada para visibilizar su reclamo, fueron desalojados por una patota de La Cámpora, que los subió a un colectivo en mayo de ese año. Al frente de la misma, como pudo verse en múltiples imágenes, estaba el actual ministro de Desarrollo de la provincia de Buenos Aires, Andrés “Cuervo” Larroque.

En mayo de 2014 los trabajadores de la autopartista Gestamp estaban en lucha contra 69 despidos. El gobernador Daniel Scioli envió un centenar de efectivos de Infantería de la Policía Bonaerense a ocupar la planta. Luego se sumaron unos 200 gendarmes enviados por el Gobierno nacional (y su secretario de Seguridad Sergio Berni) que rodearon los accesos desde el exterior, en un operativo que fue calificado por los trabajadores como una “militarización” del lugar de trabajo.

También en 2014, los trabajadores de Lear llevaron adelante una de las luchas más duras y persistentes bajo los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Reclamaban contra los despidos y enfrentaban a las fuerzas represivas del Estado nacional y provincial, los funcionarios de ambas administraciones, la burocracia del Smata y a la patronal, una poderosa multinacional. La lucha de los trabajadores y sus familias continuó y durante casi un año soportaron numerosas represiones bajo las órdenes de Scioli, Berni y Cristina, que ocasionaron decenas de detenciones y heridos, entre los que se encontraba el diputado del PTS-FIT Nicolás del Caño”.

(*) La Izquierda-Diario-PTS en el Frente de Izquierda (23/9/022)

Anexo

Ortega y Gasset y las aglomeraciones (segunda parte)

Hay grupos de hombres que lejos están de constituir una muchedumbre o la masa. En este supuesto, sus miembros coinciden efectivamente en algún deseo, idea o ideal, que por sí mismo excluye a la masa, la aglomeración, al gran número. ¿Qué debe producirse para que se constituya una minoría? Es necesario que previamente cada interesado en ser miembro de la minoría deje de formar parte de la muchedumbre, de la masa, por razones “especiales, relativamente individuales”. El hecho de coincidir con los otros que constituyen la minoría, destaca Ortega, es algo secundario y posterior al proceso en virtud del cual cada uno se “singularizó”, coincidió con los demás “en no coincidir”. La decisión de algunos de juntarse para separarse de la muchedumbre constituye un factor de gran relevancia en el proceso de formación de la minoría.

¿Cómo define Ortega a la masa como hecho psicológico? ¿Cuándo un hombre es “masa”? No es necesario que aparezca el fenómeno de la aglomeración para definir a la masa como hecho psicológico. Cuando hablamos con una persona nos podemos dar perfecta cuenta de si es o no “masa”. Dice Ortega: “Masa es todo aquel que no se valora a sí mismo-en bien o en mal-por razones especiales, sino que se siente “como todo el mundo” y, sin embargo, no se angustia, se siente a sabor al sentirse idéntico a los demás”. Pobreza no significa lo mismo que masa. Un hombre humilde no es necesariamente un “hombre masa”. Si se pregunta si puede destacarse en alguna actividad y advierte que no tiene ningún talento en especial, adquirirá conciencia de su mediocridad, pero no se sentirá “masa”. Para ser “masa” tiene que sentirse a gusto en ser como todos los demás, no tiene que sentir la necesidad de preguntarse si, por ejemplo, está o no en condiciones de ser un buen futbolista o un eximio violinista, aun cuando la respuesta no lo satisfaga.

Ortega enfatiza que el hombre selecto lejos está de ser aquel petulante que se cree superior al resto de los mortales. Por el contrario, el genuino hombre selecto es aquel que todos los días se esfuerza por ser mejor, que se traza objetivos importantes y que está dispuesto a sacrificarse y esforzarse al máximo para conseguirlos, aunque no lo logre. El fracaso en el objetivo perseguido no significa que el hombre pasa a ser “masa”. Seguirá siendo un hombre selecto en la medida en que siempre esté dispuesto a dar todo de sí para lograr lo que se propuso. De ahí que la más importante distinción que cabe formular entre los hombres es la siguiente: por un lado, los hombres que se exigen mucho para progresar en la vida; por el otro, quienes nada se exigen porque carecen de objetivos. Ortega es muy duro con los hombres “masa”: para estas criaturas “vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre sí mismas, boyas que van a la deriva”.

Dividir la sociedad en masa y minorías excelentes no implica dividirla en clases sociales, sino “en clases de hombres”, en quienes se esfuerzan a diario para conseguir logros importantes y en quienes no se esfuerzan, vegetan, deambulan por la vida sin ton ni son. Sin embargo, cuando la clase superior lo fue de verdad estaba constituida en su mayoría por hombres selectos, mientras en la clase inferior proliferaban los hombres “masa”. Sin embargo, hay que reconocer que dentro de cada clase social hay hombres selectos y hombres “masa”. Precisamente, reconoce un alarmado Ortega, en la época actual, aún en los grupos de tradición selectiva florecen los hombres que no se exigen nada a sí mismos. La masa o el vulgo dejaron de ser patrimonio exclusivo de los estratos inferiores. La vida intelectual constituye un ejemplo por demás inquietante. A modo de acusación, Ortega “advierte el progresivo triunfo de los seudointelectuales incualificados, incalificables y descalificados por su propia contextura”. Por el contrario, ya no resulta infrecuente encontrar en los sectores bajos de la sociedad trabajadores dispuestos a progresar en la vida, a exigirse al máximo para no ser “masa”.

Existen en toda sociedad actividades que requieren de parte de quien las ejecuta una preparación especial. No cualquiera, por ejemplo, puede efectuar una operación de corazón. Para ello se necesitan años de estudio y capacitación para garantizar, en la medida de las posibilidades humanas, la vida del paciente. Ortega incluye entre las actividades que requieren una sólida formación a la política. No cualquiera, enfatiza, puede estar a cargo del gobierno de un país. Estas actividades especiales eran ejercidas en el pasado por personas capacitadas y a la masa no se le hubiera ocurrido ni siquiera la pretensión de ejercerlas, ya que era perfectamente consciente de sus limitaciones y del lugar que debía ocupar en la sociedad. En otros términos: “conocía su papel en una saludable dinámica social”. Ahora, todo ha cambiado, expresa Ortega con pena. Ahora, la masa ha resuelto ocupar el centro del escenario social. Lo que antes era patrimonio exclusivo de las minorías, ahora lo es de la masa. Ahora, la masa ha suplantado a las minorías.

¿Está bien que ello suceda? Nadie pondrá en duda el derecho de las mayorías populares a elevar su nivel de vida, a pretender utilizar en su provecho aquellos reductos que antes eran propiedad exclusiva de las minorías. Lamentablemente, la pretensión de la masa se ha extendido al ámbito político. Ahora, la masa quiere detentar el poder, tener amplia participación en el proceso de toma de decisiones. Ahora, la masa quiere ser gobierno. Y ello es inadmisible. Antes, estaba vigente la democracia liberal. Antes, la masa aceptaba que las minorías estaban más capacitadas que ella para ejercer el poder. Los tiempos han cambiado. En el presente, se asiste “al imperio político de las masas”. Cuando estaba vigente la antigua democracia, regía el imperio de la ley, columna vertebral del liberalismo. En consecuencia, el individuo era consciente de sus derechos y, fundamentalmente, de sus obligaciones. La democracia era liberal, lo que posibilitaba una convivencia armónica entre la democracia y la ley. Hoy asistimos imperturbables “al triunfo de una hiperdemocracia en que la masa actúa directamente sin ley, por medio de materiales presiones, imponiendo sus gustos”. Lejos de haberse dejado dominar por la apatía y el escepticismo, la masa está convencida de que tiene todo el derecho del mundo a imponer sus ideas, sus puntos de vista, a ejercer el poder sobre toda la sociedad; a materializar la hiperdemocracia, en suma.

Hoy la humanidad asiste al imperio de la vulgaridad. “Lo característico es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho a la vulgaridad y lo impone dondequiera. Como se dice en Norteamérica: ser diferente es indecente. La masa arrolla todo lo diferente, egregio, individual, calificado y selecto. Quien no sea como todo el mundo, quien no piense como todo el mundo corre el resigo de ser eliminado. Y claro está que ese “todo el mundo” (…) es sólo la masa. Este es el hecho formidable de nuestro tiempo, descrito sin ocultar la brutalidad de su apariencia”.

(*) La rebelión de las masas, ed. Porrúa, S.A. México, 1985.

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