Por Luis Alejandro Rizzi.-

El resultado del domingo se puede leer de varias formas. Es cierto que ganó Massa con 9.321.000 votos, el 36,50%, pero los votos opositores, unos más amigables que otros, sumaron más de 15 millones, un casi 60% y un congreso que, lo venimos diciendo, desde hace mucho tiempo, se convertirá en protagonista político.

En esa lectura LLA-Milei podría ser el árbitro del quórum para determinar qué proyectos se tratan y cuáles no, salvo que JxC -o lo que quede y cómo quede- y el “massismo” logren acordar. Dicho en términos “duhaldianos”, están condenados a negociar, para evitar someterse al arbitraje de una minoría menor, repito en número de legisladores, en votos sumó el 30%.

Lo último, no menos importante es que el “cristikirchnerismo” quedó “OUT”, el peronismo se massificó y JxC podría cambiar su composición y su ADN.

La UCR -diría- quedaría como único partido político genuino o clásico; tiene un núcleo doctrinario y además su propia historia, pero con una salvedad: tiene pendiente su renovación que, según mi modo de ver, impulsó -no sé si continuará con esa tarea Martín Lousteau- de ahora en más deberá encontrar su lugar en esta Argentina diferente.

En estos días hasta el 19 de noviembre, como sociedad, deberemos fijar prioridades y dejar de lado personalismos, broncas; pero el obstáculo será la “desconfianza” que genera por su sola presencia Sergio Massa. ¿Es realmente el tan “hijo de puta” como cuentan algunos, lo llamaba Néstor Kirchner, o más bien es sólo un pragmático que sólo tiene en cuenta los hechos de la política, sin valores ni ideas, y se acomoda a ese oleaje, que generalmente lleva al poder, a una suerte de poder “macbethiano” en el que el fin justifica el uso de cualquier medio?

Ese 36% de votos lo acercó a la costa del poder, pero le falta, es insuficiente y en este punto poco importa que le falte menos que al segundo para ganar el 19 de noviembre. El 60% opositor se le puede venir encima como los bosques de la tragedia de Shakespeare, que tenían un objetivo ético y moral.

En lo fáctico, Massa sabe que deberá ajustar; por eso necesita armar un “gobierno” de unidad, pero no habla de ajustar en lo ético y moral del gobierno, se refiere sólo a lo económico; es lo único que lo preocupa, no hacerlo en soledad.

Lo de Chocolate y lo de “Bandido” son meras travesuras individuales, no pasa de eso.

El 60% opositor deberá fijar sus prioridades y un repertorio de ideas y valores. El futuro argentino no depende de sus recursos; hasta ahora nos llevaron al “carajo” o la mierda, como le guste al lector.

Nuestra revolución será cultural o no será; sobre eso debería girar la elección del 19 de noviembre.

Es difícil que Massa pueda salir de ser un falaz andante, también es difícil que la oposición pueda salir de su bronca y su antismo y que el PRO deje de actuar como una sociedad anónima, cuya pérdida de capital, la podría dejar en estado de disolución como dice la ley de sociedades.

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