Por Carlos Fara.-

Cuando James Cain escribió esa novela en 1934 la iba a llamar de otra manera. Sin embargo, charlando con un amigo decidió cambiarla por el título que la hizo famosa, sobre todo por la versión cinematográfica de Bob Rafelson protagonizada por Jack Nicholson y Jessica Lange. El sentido del título es que nunca se puede eludir un destino marcado: si se evita la llegada de un mensaje una vez, de todos modos el cartero llamará nuevamente a la puerta.

Algo de eso se podría leer en el affaire del Correo Argentino: tarde o temprano algún viejo tema pendiente de los negocios de Franco iban a cruzarse con el Estado, ahora conducido por Mauricio presidente.

Esta columna no tiene la más mínima intención de desentrañar el problema de fondo: eso quedará para abogados, fiscales, jueces, contadores, peritos, auditores, legisladores, procuradores, etc., etc.

Si algo supo siempre Mauricio, es que el estigma de Franco iba a ser una complicación para su posicionamiento político. Está a la vista que logró superar el obstáculo, no sin grandes dolores de cabeza. Pero la historia de esa relación entre padre e hijo tampoco es un tema político de actualidad.

El punto es: el gobierno decidió tomar una decisión sobre el tema. No importa la solidez técnica o legal de la misma. La cuestión es cuánta sospecha se iba a levantar. Fue previsto? Es verdad cómo dijo el ministro Aguad que el presidente no estaba al tanto del acuerdo final? Dado lo urticante del conflicto ¿no se debería haber derivado a una instancia especial que analizara el expediente con más transparencia pública?

Como esto último no sucedió -y no resulta verosímil lo que aduce Aguad- está claro que tablero de control político volvió a no funcionar. Como tampoco lo hizo con la decisión del feriado del 24 de marzo y con el caso Arribas.

En un país propenso a la desorganización colectiva como es la Argentina es muy interesante que el primer mandatario haya organizado un equipo que estableció metas y un tablero de comando gerencial para que ningún funcionario se quede dormido ni se extravié.

Sin embargo, es claro que el tablero no está sirviendo para el direccionamiento final de cualquier gobierno en la historia universal: el enfoque político.

Repasemos los últimos contratiempos del gobierno (en solo 45 días): Gómez Centurión, Arribas (debió haberse presentado con urgencia para explicar la situación), el sistema de precios sin cuotas (los precios nunca bajan en la Argentina), el nuevo esquema de feriados (hasta los aliados se lo advirtieron), el DNU por las ART (el efecto generado fue inverso al imaginado) y el caso del Correo. En todos ellos la administración se embarró innecesariamente, mostrando improvisación política, más allá de las definiciones ideológicas de cada uno.

Salvo que se fuese sumamente cuidadoso y hábil políticamente, la resolución del conflicto entre su padre y el Estado Nacional iba a dar para la polémica.

James Cain no se equivocó con el título. Los budistas y otras religiones orientales lo llaman karma. (7 Miradas, editada por Luis Pico Estrada)

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