Por César Augusto Lerena.-

Hace poco más de un año efectuaba algunos comentarios que titulaba “Dónde están los pioneros de la pesca nacional” donde hacía responsable del deterioro de la actividad pesquera a los herederos de aquellos pioneros: lo que del mar y sus recursos, hicieron una importantísima fuente de riqueza, empleo y ocupación territorial y marítima.

Días atrás escuchaba por radio las declaraciones preocupadas del Presidente de una Cámara Pesquera refiriéndose a la crisis que afecta al sector, y añoré aquellos tiempos donde en la mesa del directorio de estas Instituciones empresarias se sentaban y conducían las decisiones sectoriales los propios dueños, aquellos que conocían la actividad armadora, pesquera, industrial y exportadora. Solían oler a pescado y tenían el pulso de la actividad: escuchaban ansiosos los partes de captura, bajaban a las plantas y discutían mano a mano las condiciones laborales con sus empleados y los gremios.

A la actividad pesquera no la representaban abogados ni contadores; y mucho menos estos profesionales a sueldo fijaban la estrategia política sectorial. Ahora si ello es así, cuando los resultados de esos gerentes son malos -y los resultados son muy malos- en cualquier empresa o institución no se le echa la culpa al poder de turno, los gerentes presentan la renuncia y se buscan otro empleo. No están en juego sólo los intereses de la empresa, sino el sustento de miles de operarios y la quiebra de otros sectores proveedores de la actividad y el comercio de las ciudades y pueblos. Sostener el PBI no esconderse detrás de él.

En un documento que presentaban al gobierno saliente éstos gerentes de la pesca hace unos días, le exigían una muy urgente solución a los problemas que aquejan hace años a la actividad: los costos internos, la inflación y la paridad cambiaria que hace inviable la actividad exportadora; la devolución inmediata del IVA cuya retención le quita el capital de trabajo a las empresas; la eliminación de los derechos a la exportación y de los impuestos al gasoil, etc.

Ahora bien, cómo es posible, que siendo el Subsecretario de Pesca desde el 2012 Néstor Bustamante, quien fuera Asesor legal de la Cámara de Armadores de Buques Pesqueros, y que contó con el total apoyo sectorial para su designación; y que siendo miembro del Consejo Federal Pesquero desde 2014 (también entre el 2003 y 2007) el Presidente del Consejo de Empresas Pesqueras Argentinas (CEPA) Oscar Fortunato, una Cámara que representa a cuatro de las más importantes empresas de Mar del Plata y Argentina, sea necesario efectuar tan formal pedido y aún más, que este razonable petitorio no se cumpla en forma inmediata. Esto bien podría llamarse “el fracaso de los gerentes”, quienes frente a la coyuntura ven “la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”.

¿No es el Subsecretario de Pesca quién debe cumplir con el artículo 7 de la ley 24.922 que indica que “serán funciones de la autoridad de aplicación: a) Conducir y ejecutar la política pesquera nacional, regulando la explotación, fiscalización e investigación”. ¿No son los miembros del Consejo Federal Pesquero quienes deben cumplir con el artículo 9 de la Ley 24.922 que indica: “serán funciones del Consejo Federal Pesquero: a) Establecer la política pesquera nacional”. Y finalmente ¿No son los empresarios pesqueros quienes apoyaron ambas designaciones?

Nos preguntamos entonces ¿No ha llegado el momento de hacer un mea culpa y revisar la estrategia a la hora de conducir la actividad pesquera?

¿A quién beneficia esta política?

-Inflación y altos costos internos que sacan de competencia a los productos nacionales. -Aplicación de un modelo extractivo de escasa industrialización y bajo valor agregado. -Quiebra empresaria que hacer cesar la actividad productiva y provoca desempleo. -Captura de un 1 millón de toneladas por parte de buques extranjeros en Atlántico Sur. -Captura de recursos migratorios y asociados en el área adyacente de la Z.E.E. -Captura en la Z.E.E. de buques con licencia de Malvinas. -Captura de supuestos excedentes pesqueros con buques extranjeros. -Arriendo de buques que desalienta la construcción nacional. -Falta de control de las capturas y los desembarcos. -Depredación e insustentabilidad del recurso. -Descarte al mar de miles de toneladas de materias primas proveedoras de proteínas. -Acuerdos entre Estados, ahora China, que les permite el acceso al recurso. -Acuerdos pesqueros (moneda de cambio) por otros negocios extra-pesqueros. -Falta de política internacional destinada a reducir las barreras pararancelarias. -Incorporación a la actividad de “grandes operadoras de commodities”.

-Falta de autonomía, autárquico e independencia científica del INIDEP. -Falta de dirección ajustada a la ley del INIDEP. -Inactividad de los buques de investigación desde hace casi dos años. -Ausencia de desarrollo tecnológico aplicado a la actividad industrial. -Precarización del trabajo, conflicto e inestabilidad laboral. -Falta de previsibilidad que desalienta la inversión y el desarrollo. -Distribución inequitativa de las cuotas de captura y concentración en pocas empresas. -Falta de transparencia en el abastecimiento y el mercado. -Subsidios para compensar la baja rentabilidad o la rentabilidad negativa del sector. -Empresarios y usuarios soportan en favor de los petroleros la baja internacional del crudo. -Pago de derechos a la exportación de los productos con valor agregado. -Bajo consumo de pescado en la Argentina. -Baja jerarquía de la Autoridad insertada en un Ministerio que privilegia la Agricultura. -Falta de representación de todas las partes en el Consejo Federal Pesquero. -Ausencia de poder en la decisión política y económica del gobierno. -Falta de proyectos de fomento de radicación industrial y territorial.

Tal vez habría que tener en cuenta aquello de “…Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar” (Martin Niemöller, 1946) y recordar que “el ojo del amo engorda el ganado”.

Los ejes de la investigación, explotación, industrialización y control del mar y de la actividad deben redefinirse garantizando la sustentabilidad biológica, ambiental, económica, social, cultural y ética; de otro modo, los sectores empresarios y gremiales de la pesca -periódicamente- seguirán quejándose de las políticas del gobierno de turno, olvidando que quienes las aplican “son astillas del propio palo”.

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