Por Manuel Lichtenstein.-

La Segunda Gran Guerra Mundial era inevitable habida cuenta que Alemania, país vencido en la Primera Gran Guerra, estaba en manos de un alienado que las mismas potencias que lo vencieron, alimentaron o se hicieron los distraídos ante el crecimiento de su armamentismo, vulnerando el Tratado de Versalles, con el propósito de que se lanzara contra quien fuera considerado un país enemigo dirigidos por gobernantes arropados con los signos marxistas- leninistas, y que constituía una inocultable amenaza para el mundo capitalista.

Además, se suman a las consignas del Fürer, la peregrina pretensión de blanquear al mundo y desparramar su raza aria pura y esclavizar al resto considerado por el hitlerismo por debajo de los valores de su pura raza, por lo menos, por mil años.

Adolfo Hitler, desde su asunción al poder cuando fuera nombrado canciller por el Presidente alemán, el Mariscal Paul von Hindenburg, dio los primeros pasos de lo que resultaría la más reaccionaria, cruel, asesina y criminal dictadura, eliminando todo vestigio de democracia genuina que fue compartida por la mayoría de la ciudadanía alemana, que por supuesto el judaísmo alemán sintió en carne propia los primeros embates de lo que resultaría el futuro Holocausto, sobre todo después de la Kristal Nacht, el 11 de noviembre de 1938.

Los acontecimientos políticos de aquellos momentos cruciales de la historia de la humanidad, fueron la piedra basal para que Adolfo Hitler mostrara al mundo lo que llevaba en sus entrañas, causales para que en un estallido interno de su enferma personalidad se convirtiera en el asesino y criminal más significativo de la historia de la humanidad.

Ese hombrecillo descentrado y carismático de bigotito cuadrado y simétrico, fue el que anticipaba al mundo cuando en la cárcel del 2° Reich escribió como un admonición su libro Mein Kampf (Mi Lucha) advirtiendo a sus lectores que fueron millones y millones, como eran sus negras apetencias políticas.

Hecho este pequeño introito, lo que deseo manifestar, aunque por supuesto no lo reconozcan, es que el mundo en general debiera aceptar que si Hitler no se hubiera ensombrecido asesinando a sus judíos y a los judíos de Europa, por supuesto con la mirada distraída del mundo general y de Europa en particular, apuntando a cualquier otro objetivo, total solo se trataba solamente de judíos, el giro de la historia mundial se volcaría hacia otros causales.

Pero sucedía que Alemania no estaba gobernada por estadistas de largo alcance, cuyo derrotero principal debió haber sido el desarrollo tecnológico y moderno, sobre todo que contaba con lumbreras en la ciencia, las artes y la literatura, que le hubieran dado todo de sí para su patria, habida cuenta que los judíos alemanes se sentían mas alemanes que judíos.

Pero, por lo que parece, Dios le abrió al mundo unas expectativas que nos llevaron el escarnio y al sufrimiento tanto como para alimentar a nuestra memoria para recordar que nunca más se vuelvan a reeditar los crímenes nazis e hitlerianos, que jamás recibieron el merecido e impostergable castigo.

Prueba irrefutable de mis comentarios es que los científicos alemanes judíos, que pudieron se asilaron en los EEUU y así fue que los Einstein, los Oppenheinmer, entre otros grandes científicos alemanes y otro asilado en los EEUU, el italiano Enrico Fermi, casado con una judía, fueron los que llegaron al éxito conquistando la energía nuclear en el gran país norte americano, que de lo contrario hubiese sido un privilegio de la Alemania nazi, que por supuesto, no pudo llegar a tiempo para construir la primera bomba atómica, lo cual hubiera contribuido a la destrucción del mundo anti nazi.

Por lo tanto, creo que no me equivoco si afirmo que merced al error que cometió Adolfo Hitler al consagrase a su Solución Final, que significaba la desaparición del judaísmo en el Planeta Tierra, hoy aunque estamos frente a nuevos embates de anti judaísmo, especialmente en el Medio Oriente, en Europa y en algunos países latino americanos, por lo menos, los no arios zafamos de desaparecer, si fuera que se hubiera cumplido la meta final del nazismo hitleriano.

Recordar y mantener permanentemente alerta a nuestra memoria para afirmar a viva voz y con toda fuerza el ¡¡nunca más!!

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