Por Hernán Andrés Kruse.-

Este sábado a la noche quedaron definidas todas las candidaturas. A partir del lunes comenzará la campaña electoral, cuya primera estación será el 11 de agosto, donde tendrán lugar las Primarias Abiertas, Secretas y Obligatorias (PASO), que, tal como se vienen sucediendo los acontecimientos, será una virtual primera vuelta. Para el Gobierno será vital que la diferencia a favor de la fórmula AF-CFK sea no mayor de cinco puntos, porque en caso contrario sus chances para octubre se reducirán dramáticamente. A lo que aspira el oficialismo es a demostrarle al electorado que está en condiciones de competir seriamente por el poder en la primera vuelta de octubre, paso previo indispensable para arribar al ansiado ballotage. El objetivo de Macri no es otro que recrear el escenario de 2015. No hay, pues, mucho misterio.

La gran diferencia con respecto a la elección de hace cuatro años es que en ese momento Macri era el candidato presidencial por la oposición. Podía darse el lujo de prometer cualquier cosa porque todo el peso de la campaña recaía sobre los hombres de Daniel Scioli quien, a pesar de todo, hizo una excelente elección en la recordada segunda vuelta. Ahora es Macri el que debe soportar la pesada carga de cuatro años de desaciertos, errores y desaguisados que han deteriorado severamente el nivel de vida de la inmensa mayoría de la población. Consciente de que no puede valerse de la economía para entusiasmar al electorado, no le queda más remedio que alimentar el odio a Cristina que tan buenos resultados le viene dando desde 2015 a la fecha. Si no se puede con la razón, hay que valerse de la pasión. Es por ello que tiene mucha razón Claudio Jacquelin cuando expresa en el artículo que La Nación le publica hoy (21/6/019) que en la elección de octubre primará la emoción y no la reflexión. Vale decir que quienes ingresemos al cuarto oscuro votaremos con bronca, con odio, con resentimiento. Macri aspira a que sea mayor el número de ciudadanos que voten con odio, bronca y resentimiento por su candidatura (para así impedir el retorno de Cristina) y no por la de Cristina (para así impedir la reelección de Macri), que sea mayor el número de quienes voten en contra de Cristina y no en su contra.

Si alguien espera algún debate de ideas, pecará de ingenuo. Como bien señaló hace un tiempo el diputado nacional Leopoldo Moreau la que se viene será la campaña electoral más sucia desde el advenimiento de la democracia. El Gobierno no respetará ningún código, ninguna norma de convivencia democrática, ninguna propuesta de la oposición. Para Macri y sus secuaces Alberto Fernández y Cristina Kirchner son el enemigo a vencer, a destruir, a aniquilar. El odio será, qué duda cabe, su estandarte.

Hace unos días Jorge Lanata dijo en su programa dominguero que no había que irse del país si Cristina ganaba ya que ello implicaría abandonar la lucha contra los hijos de puta que habían retornado. Para el experimentado periodista los millones de argentinos y argentinas que votaremos por la fórmula AF-CFK somos merecedores de semejante insulto. No recuerdo que ni La Nación ni Clarín hayan salido a criticar semejante ataque dialéctico. Después, cuando Dady Brieva dijo que había que poner en práctica una Conadep para el ejercicio periodístico el monopolio mediático le salió con los tapones de punta. Vale decir que los agravios de Lanata están bien y la propuesta de Brieva está mal. Este jueves Cristina hizo un comentario polémico sobre Manuel Belgrano y el monopolio mediático le disparó con munición gruesa. Nada dijo, sin embargo, sobre la escandalosa participación de Macri en un modesto club situado en el barrio rosarino Tablada. Teniendo como oyentes a alumnos de la escuela primaria, en lugar de hablar de la bandera y de su creador despotricó contra el clan Moyano. Sin embargo, semejante despropósito no mereció ninguna condena de parte de Clarín y La Nación.

¿Quién se vale, entonces, de la grieta, para hacer campaña electoral? ¿Macri o Cristina? Basta comparar el comportamiento de Cristina en la presentación de su libro “Sinceramente” y el “discurso” de Macri en Tablada. El presidente está nervioso. Es consciente que le resultará muy difícil conseguir la reelección. Lo desespera que la historia lo registre como uno de los peores presidentes desde la elección presidencial que consagró a Alfonsín. Por eso no hay que subestimarlo. Hoy Macri se asemeja a un león herido que está dispuesto a todo con tal de sobrevivir.

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