Por Claudio Valdez.-

Lo que se debe tiene que ser pagado; así ha sido en el mundo civilizado desde siempre. Estafadores y aprovechadores nunca tuvieron en cuenta esta “buena costumbre”. Los depredadores habitualmente se burlan de las normas de rectitud moral y, entre ellas, de “la justicia” (dar a cada uno lo que le corresponde). En La Argentina conviven restos de tres generaciones acostumbradas a “vivir de arriba” mediante abuso del oportunismo electoral; pero el “maná” es sólo una fábula bíblica de los hebreos. En el mundo nunca sucedió de esa forma. Sólo quienes gobiernan han podido “vivir de otros” por lo que resulta cierto aquello de: “El vivo vive del zonzo y el zonzo de su trabajo”.

Los socialistas desilusionados, los anarquistas anacrónicos y “la nueva izquierda”, sin saber “qué hacer” con las deudas contraídas se empeñan en propuestas de “no pagar”. Insisten en llamar “ajuste”, como una “mala palabra”, a la aplicación de “racionalidad económica” (máximo rendimiento con mínimo esfuerzo) que mediante ecuaciones matemáticas cuantifica relaciones insumo-producto, costo-beneficio, ingreso-gasto, ahorro-inversión, entre otras, permitiendo conocer y hasta graficar la complejidad de múltiples variables que intervienen en la satisfacción sociocultural.

La justicia social, interpretación política formulada desde el siglo pasado como “justicia distributiva”, se orientó a satisfacer necesidades de crecientes poblaciones que carecían de recursos. Desde entonces el Estado fue considerado “asistencialista” redefiniéndose como “Estado de bienestar”: superior propósito político que no resulta posible si cada responsable “solo produce lo que consume”. Con más razón si son demasiados quienes no producen, desde que otros deberán aportar la diferencia. Y entonces… ¡Invertida injusticia distributiva!

“Justa distribución” no es otra que poder demandar y recibir en función de la producción. Cuando no se logra producción suficiente los créditos son el modo de “recibir sin contraprestación actual”, pero constituyen “deudas a pagar”: satisfacción presente con sobreesfuerzo a futuro. Y el futuro llegó: ¡es tiempo de pagar!, momento en que “el ajuste” es inevitable y en el que acuerdos o enojosas negociaciones lo forzarán.

La globalización de los mercados y el internacionalismo de las economías planificadas configuran los mayores riesgos del mundo actual, que alineado en distintos bloques regionales resulta altamente dependiente y de compleja interacción. Ante esta emergencia las oligarquías liberales, que se dicen demócratas, tanto como las nomenclaturas colectivistas, que se precian de “progresistas”, para poder sostenerse “pasan factura” a sus gobernados excusándose en la “oferta-demanda” o en la solidaria “responsabilidad social”. Los pueblos terminan entonces cargando con abusivos impuestos, insatisfacción, faltantes, desabastecimiento, pobreza y sufrimiento por los errores y abusos de sus mandatarios.

Superar el “Estado lamentable” exige responsabilidad y austeridad, que debe comenzar por gobernantes, funcionarios y dirigentes para compensar lo dilapidado y malversado, haciendo posible un ahorro para aplicar a la cancelación de deudas. Austeridad que debe ser acompañada por el resto de la población con idéntica finalidad: honrar las deudas. Austeridad que finalmente permita volver a producir la riqueza que entre todos fue afición consumir.

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