Por Hernán Andrés Kruse.-

El sábado 8 por la mañana el grupo terrorista islámico Hamás irrumpió, con el respaldo de una andanada de cohetes, desde Gaza en Israel. Se trató de un ataque sorpresivo sin precedentes que incluyó la toma de varias localidades cercanas a la frontera, el asesinato a mansalva de miles de personas, incluidos recién nacidos que fueron decapitados, de un buen número de soldados israelíes y la toma de rehenes. Según las Fuerzas de Defensa de Israel Hamás lanzó desde Gaza unos 3.200 cohetes. Pero además, se valió de varios medios innovadores para infiltrarse en territorio israelí, incluyendo parapentes motorizados. Israel desplegó de inmediato la Operación Espadas de Hierro, que incluye ataques por aire a la Franja de Gaza e hizo un llamamiento a sus reservistas. Lo increíble del ataque de Hamás fue la impotencia de Israel para contrarrestarlo. En efecto, quedó demostrada la existencia de un fallo masivo de la inteligencia israelí, lo que explica el éxito de semejante ataque por sorpresa del grupo insurgente islámico.

El ejército israelí informó que Hamás logró penetrar tres instalaciones militares localizadas en la frontera: Beit Hanoun, la base de Zikim y la sede de la división de Gaza en Reim. Por su parte, Saleh al-Arouri, líder de Hamas en Cisjordania, hizo un llamamiento a la lucha armada e instó a los combatientes de la resistencia en Cisjordania a luchar contra Israel. Hamás asoló varios poblados israelíes, como Sderot y Be`eri, y la ciudad de Ofakim. El conflicto se intensificó el domingo 8. Benjamin Netanyahu, primer ministro israelí, reconoció la gravedad de la situación: “ciudadanos de Israel, estamos en guerra”. Mientras tanto, el presidente estadounidense Joe Biden y varios líderes mundiales condenaron el ataque de Hamás, respaldaron a Israel y su derecho a defenderse. Incluso países árabes, como Arabia Saudita, hicieron un llamamiento a la paz pero nada dijeron de la responsabilidad de Hamás (fuente: Infobae, 8/10/023).

El conflicto se agravó con el correr de las horas. El gobierno israelí decidió responder con un asedio total sobre la Franja de Gaza, lo que en la práctica significa el corte de los suministros de agua, luz y comida para los palestinos mientras recrudecen los bombardeos. “Cualquier miembro de Hamás es hombre muerto”, acaba de sentenciar Netanyahu. “Hamas es Daesh (grupo Estado Islámico) y vamos a aplastarlo y destruirlo, igual que el mundo destruyó a Daesh”, agregó. Mientras tanto, John Kirby, portavoz del Consejo de Seguridad de Estados Unidos, precisó que “Estados Unidos está preparado para actuar si cualquier actor hostil trata de escalar o engrandecer la guerra contra Israel”. Por su parte, Antony Blinken, secretario de Estado de la república imperial, reconoció la complejidad del proceso del diálogo sobre los corredores humanitarios y reafirmó el apoyo total de su país a Israel (fuente: Perfil, 12/10/023).

Cuánta razón tuvo Alberdi al afirmar que la guerra era un crimen. O, como expresó Paul Valéry, “La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que sí se conocen, pero que no se masacran”. Los terroristas de Hamás pusieron nuevamente en evidencia que la capacidad del ser humano para hacer el mal es infinita. Cuesta creer que haya hombres jóvenes, como lo son estos combatientes palestinos, capaces de decapitar a bebés y de masacrar la dignidad de ancianas. Cuesta creer su desprecio inaudito por el prójimo, por quien consideran su enemigo mortal. Porque para Hamás los bebés y abuelas israelíes son enemigos mortales a los que se debe hacer desaparecer de la faz de la tierra.

Ahora bien, estos feroces y desalmados asesinos islámico no hicieron otra cosa que enfurecer a Israel. Cuando el primer ministro israelí prometió acabar con todos los miembros de Hamás, habló en serio. Netanyahu no es como Leopoldo Fortunato Galtieri, quien en 1982 desafió a Gran Bretaña y a los pocos días se rindió. El primer ministro israelí habla en serio. En consecuencia, Israel no descansará hasta que Hamás haya sido borrado de la faz de la tierra. Medio Oriente es en estos momentos un gigantesco volcán que ha entrado en erupción y nadie sabe si su lava logrará ser controlada.

Hamás está hoy en boca de todo el mundo. Ahora bien ¿qué se sabe en nuestro país de esta organización terrorista islámica? Hay, por supuesto, expertos en el tema pero estoy seguro si afirmo que la inmensa mayoría de los argentinos, entre los que me encuentro, poco y nada saben de la historia de Hamás y, en especial, de cuál es su proyecto político. Efectivamente, aunque muchos se resistan a creerlo, Hamás tiene un proyecto político. Creo que es conveniente que nos interioricemos un poco de su naturaleza porque de esa manera podremos comprender, en la medida de nuestras posibilidades, las razones que llevaron a estos terroristas a cometer semejante salvajismo.

A continuación paso a transcribir partes de un ensayo de Guido Rodolfo Turdera (Lic. en Sociología-Universidad Nacional de Córdoba) titulado “¿A dónde va Hamás? Reflexiones en torno a su proyecto político” (2015).

EL ROL DEL DISCURSO ISLÁMICO

“Siguiendo la teorización de Ayubi (1996), el análisis de cualquier movimiento del Islam político debe partir de la siguiente premisa: el contexto político es el responsable de otorgar al movimiento islámico su carácter específico. Dicho de otra manera, cuando pensamos en las expresiones políticas que adoptan los movimientos que levantan las banderas del Islam no es recomendable aprehenderlas en abstracto, como si existiese una forma de Islam político en sí misma, sino historizar su desarrollo para comprender su estado actual. Para interpretar el proyecto político de Hamás se utiliza una lectura materialista, según la cual los sujetos que actúan tienen un punto de partida histórico motivado por intereses propios y orientan sus acciones de forma racional y deliberada –tomando distancia de las lecturas regidas por el «fanatismo religioso» o «extremismo islámico», cuyo aporte para el análisis de procesos políticos complejos consideramos poco fructífero. Aquí abordaremos el estudio del proyecto político de Hamás desde la conceptualización aportada por Guilain Denoeux, quien plantea que: «el Islamismo es una forma de instrumentalización del Islam por individuos, grupos y organizaciones que persiguen objetivos políticos. Proporciona respuestas políticas a los desafíos de la sociedad actual imaginando un futuro cuyas bases se apoyan en la reapropiación y reinvención de conceptos tomados de la tradición islámica » (2002). Hamás –en tanto movimiento político– utiliza el Islam como lenguaje que busca movilizar a una población mayormente musulmana. El Islamismo como propuesta política se constituye así como una expresión atractiva para numerosos grupos sociales, en tanto se aparta de los viejos vicios de corrupción, de amoralidad y de autoritarismo de algunos dirigentes seculares de la OLP. El intento de preservar la propia identidad se expresa en las consignas simples y movilizadoras, «que aparecen como la última esperanza de recobrar una identidad perdida y lograr el desarrollo económico y social» (Brieger, 1996).

La visión de que el Islam tiene una teoría específica para las cuestiones del Estado y de la economía es enunciada repetidamente por líderes de Hamás, aun cuando el Corán y los hadices tienen poco que ver con las problemáticas contemporáneas de gobernabilidad. El Islam político es un proceso fundamentalmente contemporáneo. No representa ninguna teoría que fuera formulada en el pasado; lo único que conserva es la tradición jurídica de articular política con religión. La esencialización de la jurisprudencia islámica es posible como consecuencia de la descontextualización histórica. El pensamiento islámico conforma los cimientos del proyecto político de Hamás en donde gobierna. No sólo representa una reacción al dominio extranjero, sino que proporciona un entorno afirmador y desafiante, donde la participación es un ingrediente clave. Un ejemplo de ello son las Brigadas Ezzeldin al-Qassam, la facción armada de Hamás. Las Brigadas fueron fundadas en 1991 y se constituyen como uno de los pilares en la construcción del proyecto político, siendo el principal actor militar que puede enfrentarse al ejército israelí. Dos años más tarde, comenzaron a realizar ataques terroristas en Cisjordania y desde abril de 1994 iniciaron los ataques suicidas en Israel. El nombre de las brigadas proviene del jeque Ezzeldin al-Qassam (1882-1935), un clérigo sunnita que se enfrentó a los británicos y a los inmigrantes sionistas durante la época del Mandato Británico de Palestina. Al-Qassam, que dedicaba su vida a la predicación, se volcó a las armas en 1930, fundando una organización paramilitar denominada «Mano Negra» y llamando a la Yihad armada contra los «invasores». Cinco años más tarde, fue asesinado por tropas británicas cerca de la actual ciudad palestina de Yenín. Su figura quedó inmortalizada como un «mártir» que dejó su vida por resistir contra los extranjeros que ocupaban su tierra. De este modo, el nombre que adopta el brazo armado de Hamás puede ser entendido como un intento por establecer una continuidad histórica con aquel ethos de al-Qassam como figura de resistencia. Tanto Hamás como Al Qassam comparten una serie de similitudes: ambos provienen de afuera de las élites tradicionales, ambos se dedicaban a la educación y el bienestar de la comunidad basándose en el pensamiento islámico y ambos se volcaron a la resistencia armada en contra de los ocupantes extranjeros. En suma, Hamás trata de apropiarse de una tradición histórica de resistencia basada en valores islámicos, y así consolidar su legitimidad como representante del pueblo palestino”.

¿A DÓNDE VA HAMÁS? PERSPECTIVAS DE SU DESARROLLO POLÍTICO

RESISTIR Y NEGOCIAR: ¿UNA COMBINACIÓN POSIBLE?

“Aunque Hamás no haya renunciado a su objetivo primero de «liberar toda Palestina» y establecer un gobierno islámico en ella, a lo largo de los últimos años varios líderes comenzaron a sopesar la idea de un Estado palestino en las fronteras de 1967. No obstante, el movimiento también dejó claro que esta solución sería provisional y que no pondría fin a sus reivindicaciones, lo que se podría traducir como una tregua a largo plazo con Israel. Desde ya, Hamás entiende que el contexto en que luchaba por la «liberación de Palestina» a fines de los años ochenta o durante los Acuerdos de Oslo se ha modificado. El crecimiento que tuvo el propio movimiento, fundamentalmente, tras la segunda intifada, lo llevó a salir del lugar opositor y convertirse en un referente de mayor tenor tanto para Fatah como para Israel. Es indudable que la sorpresiva victoria en las elecciones de 2006 terminó por asentar un recorrido que Hamás venía construyendo desde hacía años, inaugurando una nueva etapa donde debía desplegar un proyecto político autónomo para los palestinos. Pero, al mismo tiempo, bajar las armas y aceptar la creación de un Estado palestino en las fronteras de 1967 –esto es, aceptar la «solución de los dos Estados»– significa «renunciar a la resistencia», con la cual Hamás nutrió su discurso históricamente. El movimiento surgió bajo esa bandera y se alimentó popularmente de aquella consigna, lo que lo llevó a boicotear el proceso de paz durante varios años. Es evidente que en la actualidad Hamás no se encuentra en la misma posición que tenía durante el período de Oslo. Tanto sus intereses como necesidades no son los mismos en el plano interno ni en su relación con Israel. Esta suerte de «estrategia dual» de mantener la resistencia (no negociar con Israel, exigir un Estado en toda Palestina y no abandonar la lucha armada) y, a la vez, adaptarse a la vía política (ser elegido democráticamente por las instituciones creadas en Oslo y sopesar la idea de un Estado palestino en las fronteras de 1967, lo que se traduce como el reconocimiento tácito de Israel) se erige como el trasfondo en cada decisión de Hamás.

La caracterización del enfrentamiento con Israel osciló históricamente entre dos discursos, según lo que conviniese en cada coyuntura política. El primero es de carácter histórico, al plantear que se debe liberar todo el territorio de la Palestina histórica. Este discurso se enuncia en los momentos más críticos del proceso de paz, en los cuales Hamás goza de mayor libertad para actuar y radicalizar su acción. El segundo es de tipo pragmático y más conciliador, desarrollándose cuando las conversaciones de paz son prometedoras para la población. Así, lo último que desea Hamás «es ser considerado por los palestinos como una fuerza poco realista (…) sin ninguna solución concreta» (Hroub, 2003). Tal como decíamos más arriba, la lógica de Hamás en su toma de decisiones políticas y militares se rige por lo que conviene en una coyuntura determinada, sea para capitalizar apoyo popular o para lograr financiamiento por parte de determinados Estados. Las decisiones que Hamás toma en el plano político pueden repercutir también en su propia ala militar. Así pareció darse luego de las supuestas negociaciones indirectas de la facción política de Hamás con Israel a mediados de 2015, tras la Operación Margen Protector que dejara devastada a la Franja de Gaza. Las pugnas a nivel regional pueden tensionar las relaciones entre las diferentes facciones al interior del movimiento. El enfrentamiento de Arabia Saudí con Irán tras la intervención militar de marzo de 2015 en Yemen también se replicó entre las distintas facciones de Hamás: mientras el liderazgo político buscaba el soporte de Arabia Saudí y su iniciativa de paz -apoyando públicamente la coalición liderada por los saudíes en contra de los rebeldes Houthi- la dirigencia militar intentaba estrechar lazos con Irán”.

LOS CAMINOS (IM) POSIBLES

“A los fines de sintetizar los diferentes derroteros que se presentan como viables en el desarrollo político de Hamás de aquí en adelante, desplegamos una serie de hipótesis acerca de cómo podría desenvolverse el conflicto palestino-israelí concentrándonos en la perspectiva del movimiento islámico. Las siguientes proposiciones no pretenden realizar una «futurología» sobre los hechos venideros ni buscan funcionar en tanto «recetas» de algún tipo de solución. En cambio, creemos que tales conclusiones pueden ser lógicamente derivadas de los argumentos expuestos más arriba y del repaso por los diferentes momentos que ha vivido este conflicto en el pasado.

1. La popularidad que Hamás logró capitalizar entre la población palestina a lo largo de los años se halla íntimamente relacionada con el papel que cumple -y que pretendió desde sus orígenes- en la resistencia contra Israel. A la par, Hamás no podría acarrear tal apoyo popular si no fuese por el declive de la OLP a la hora de conseguir mejoras para los palestinos. Mientras ambas condiciones persistan, es esperable que el apoyo a Hamás continúe. Y aún más: si la ocupación israelí se vuelve más agresiva -un bloqueo más riguroso de la Franja de Gaza, persistencia de las guerras o mayores complicaciones en la movilidad de los palestinos habitantes de Cisjordania- y si la OLP/ANP se ve cada vez más superada por la imposición de Israel, cabe esperar no sólo un mantenimiento del poder sino una profundización del apoyo hacia Hamás en tanto alternativa política. 2. La condición para que la ANP se vea debilitada en su intento de negociar con Israel se basa, en parte, en las acciones que lleve a cabo la propia administración israelí gobernante. Sea a través de la toma de medidas unilaterales o de la negación de la creación de un Estado palestino por parte de Israel, el consiguiente debilitamiento de la ANP conlleva un descontento popular que allana el camino para el fortalecimiento de Hamás, cuya consigna versó históricamente sobre «resistir por todos los medios». En este sentido, podemos pensar que la propia acción de Israel puede llegar a alimentar, a través del desplazamiento de la OLP como protagonista del liderazgo palestino, la adhesión a Hamás.

2. Guiándonos por lo que la historia del conflicto demuestra, el «derrocamiento» de Hamás del poder en la Franja de Gaza por parte de Israel podría agravar aún más la situación securitaria tanto de Israel como de los palestinos. La imagen de Hamás quedaría «martirizada» como el movimiento que le hizo frente al «enemigo externo» -lo que le permitiría continuar con aquella narrativa de la «tradición de resistencia islámica», siguiendo a al-Qassam- en contraposición a la ANP, la cual no sólo se sentó a negociar sino que no logró un Estado independiente, perpetuando la situación de ocupación con todo lo que ello implica. La vuelta de Hamás a la oposición lo ubicaría nuevamente en la postura estrictamente militarista fundada en el socavamiento del proceso de paz -propia de los años inmediatos post-Oslo y de la segunda intifada- a través de un incremento de los actos terroristas y así fomentando una nueva espiral de violencia.

3. Al mismo tiempo, un acuerdo entre Hamás e Israel en torno a una tregua o hudna podría llevar a la denuncia de la ANP por tratarse de una medida tomada por fuera del gobierno de unidad, desconociendo la autoridad de la institución creada para negociar con los israelíes y, por ello mismo, deslegitimándola -lo cual es beneficioso para Hamás-. Pero también podría acarrear tensiones con la facción militarizada y con grupos situados a la derecha de Hamás respecto a las conversaciones con Israel, como hemos visto anteriormente. Sobre este punto, el avance de la influencia del Estado Islámico durante el último año sobre varias regiones del mundo árabe-musulmán -entre ellas, la Franja de Gaza-, consiguiendo la adhesión de grupos dispersos, puede resultar alarmante para el mantenimiento de un frágil equilibrio político y económico.

Frente a semejantes perspectivas, cabe plantearse algunas interrogantes posibles para próximos estudios: ¿Hasta qué punto Hamás podrá asegurar su gobernabilidad en la Franja de Gaza y continuar siendo un referente para los palestinos, dado su cada vez más profundo aislamiento territorial? ¿Cómo logrará conciliar el mantenimiento de su postura oficial de «resistencia sin reconocimiento» con negociaciones indirectas sobre treguas con Israel o el ingreso a la instituciones del proceso de paz? ¿La aparición de grupos adherentes al Estado Islámico en la Franja de Gaza podrá amenazar la relativa estabilidad de Hamás? ¿Cómo se desarrollará la relación con la Autoridad Nacional Palestina y, en este sentido, la aceptación de un Estado palestino en las fronteras de 1967? Las preguntas que se disparan exceden el presente artículo. Y si bien es imposible saber cómo las resolverá el devenir histórico, aquí hemos esbozado algunas propuestas para repensar hacia dónde se dirige el conflicto palestino-israelí y, más particularmente, hacia dónde va Hamás”.

Pues bien, lo que está aconteciendo en estos momentos en Medio Oriente demuestra que Hamás ha provocado un conflicto bélico con Israel de impredecibles consecuencias. Hacia ese escenario dantesco va Hamás.

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