Por Carlos Tórtora.-

La casi totalidad de las encuestas coinciden en que Javier Milei y Sergio Massa irán al ballotage y que Patricia Bullrich quedará fuera de juego saliendo tercera. De ser así y teniendo en cuenta que la situación de JxC es una caldera hirviente, es más que posible que el mismo 23-O se empiece a precipitar la crisis. Es de esperar que Massa aproveche la derrota de JxC para convocar a los radicales a ocupar determinados cargos en su eventual gabinete y que en el centenario partido algunos dirigentes salgan a cuestionar la actuación de Bullrich y a pedir el voto para el tigrense.

También es probable, siguiendo la misma hipótesis, que Mauricio Macri no pierda el tiempo y convoque a la dirigencia del PRO a que lo acompañe en sus negociaciones con Milei para alcanzar un acuerdo de gobernabilidad a cambio del voto a La Libertad Avanza en la segunda vuelta.

También el propio Milei saldría a pescar sin pérdida de tiempo en el naufragio de la coalición opositora instando a los seguidores de Bullrich a sumársele de inmediato. Ante la derrota, entonces, las fuerzas que operarían sobre JxC son en su casi totalidad centrífugas y las posibilidades de mantener en pie la coalición son mínimas. Esto sin hablar de que Elisa Carrió, ante la derrota, patearía el tablero y que Horacio Rodríguez Larreta ya estaría pensando, para salvar su estructura política, en formar un nuevo partido abandonando al PRO.

Este panorama, por supuesto, implicaría también la división de los bloques de JxC en ambas cámaras del Congreso.

Noviembre es el largo plazo

Es difícil anticipar cómo influiría la probable debacle de JxC en el resto del escenario político nacional. ¿Podrá Milei, si gana, consolidar rápidamente un esquema de poder con gobernadores y legisladores de JxC? Si pierde el ballotage, ¿el peronismo se verá reflejado en el espejo de JxC o conservará su unidad? Son interrogantes que recién empezarán a insinuar sus respuestas en noviembre, lo que en la Argentina de hoy es sencillamente el largo plazo.

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