Por Luis Américo Illuminati.-

«Mientras haya gente que siga a la CGT y al fatídico kirchnerismo, la Argentina seguirá siendo una cárcel de puertas abiertas, con servicio puerta a puerta. De tu casa al otro mundo de un balazo» (Autor anónimo).

Capturaron a los otros dos sospechosos por el crimen de Umma Aguilera: uno es menor y ya son cuatro los detenidos. Según Patricia Bullrich, “los asesinos de Umma (están) todos presos”. La nena de 9 años, hija de un custodio de la ministra de Seguridad, fue baleada y asesinada frente a sus padres en un intento de robo en Lomas de Zamora.

¿Qué debe hacer una sociedad acorralada como la nuestra por la masa de asesinos desalmados que durante 20 años de gobierno kirchnerista crecieron como hongos después de la tormenta? Si están presos -ya sea por 35, 40 o 50 años- ¿quién le asegura al ciudadano que desde adentro de las prisiones estos escorpiones no seguirán haciendo daño?

Si la Argentina, de verdad quiere defenderse y dejar de ser la isla encantada de los tontos, como una mujer engañada o golpeada por un marido abusador o explotada por el cafisho -proxenetismo legislativo- debe exigir una respuesta contundente del Estado contra los monstruos asesinos como efectiva defensa de la sociedad acosada.

Una idea no apta para los tergiversadores de los derechos humanos (aquellos que los monopolizaron y los aplicaron unilateralmente), sería exigir lo más pronto posible se consulte al pueblo a través de un plebiscito vinculante si es necesaria la pena capital para los culpables de delitos aberrantes, esto es, asesinatos a sangre fría, individualmente o en grupo, y también la misma pena para los violadores. Digámosles no a los hipócritas traficantes de votos a quienes no se les mueve un pelo ante la muerte de niños inocentes como Umma.

La Constitución Nacional, desde 1994, prevé la posibilidad de hacer consultas populares vinculantes y no vinculantes. Para que sean vinculantes, deben ser convocadas por la Cámara de Diputados mediante una ley aprobada por ambas cámaras y, en caso de obtener el voto favorable de la ciudadanía, se convierten automáticamente en ley. Las consultas populares no vinculantes pueden ser convocadas por el presidente de la Nación o por el Congreso, pero el voto de la ciudadanía no las convierte en ley automáticamente. Es más que probable que la ciudadanía se expida en forma contundente tal como lo hizo el 19 de noviembre pasado.

Pues así como en diciembre de 2020 se sancionó el aborto por Ley 27.610 bajo el eufemismo de IVE (Interrupción Voluntario del Embarazo), dígase lo que se diga, no deja de ser la muerte legal de un inocente, un ser cuya fatídica suerte la decidieron los legisladores sin mayores cargos de conciencia. Seres indefensos que no le han hecho mal a nadie son descartados. Pero esos mismos señores tienen pruritos morales de votar una ley contra fieras humanas que son perros rabiosos que han cometido crímenes y atrocidades espeluznantes, inenarrables. Se mide la situación con dos raseros, una vara implacable contra seres inocentes y la otra es el polo opuesto, que equivale a criar feroces alacranes que en un santiamén causan la muerte de quien los colecciona.

Damos por descontado que los representantes de oscuros intereses sectoriales pondrán todo tipo de palos a la rueda. Harán indignadas declaraciones a la prensa y se opondrán para que nada cambie y todo siga igual. Las marchas callejeras de los borregos de Panurgo cantarán la gastada canción partidaria y tocarán el bombo. Los ricos sátrapas gremiales se subirán al palco a gritar y sublevar los ánimos, amenazarán al gobierno y después se irán en sus lujosos automóviles con chofer y guardaespaldas rumbo a sus lujosas mansiones con piscina y cancha de fútbol incluida. A ellos la inseguridad no los alcanza. Tienen un ejército de patovicas.

El tiro de gracia

Sergio Mulet es el protagonista central y a la vez guionista de la película «Tiro de Gracia (1968). Sobre el final, en una de las últimas escenas, vemos un desierto en el que tres beduinos violentos se topan en medio del árido paisaje con el personaje susodicho (el mismo Mulet) atado a un poste, casi desnudo, y comienzan a rodearlo, a las risotadas. Es una imagen claramente emparentada con el Cristo clavado en la Cruz del Gólgota, a semejanza de los buenos ciudadanos -timoratos- que se horrorizan de la pena capital en épocas que la vida como ahora no vale nada, ni para los malvados ni para los políticos. La película retrata los últimos años de la década del 60, que son el punto álgido del siglo XX y, de algún modo, prefigura el mismo vacío existencial y generacional que hoy prevalece arrolladoramente en la Argentina. Una marcha errática que comienza a finales de los 60 y culmina en el nihilismo y la desacralización del misterio de la vida. La decadencia y la locura colectiva comienzan con el quiebre de un paradigma donde un extraviado Leviatán estatal involutivo genera lenguajes y discursos sin sentido, un no lugar, donde se fraguan antivalores, falsas revoluciones, que en realidad son subversiones no contra el orden establecido sino contra el orden natural, esto es, un trastocamiento y confusión de roles. La película pone en primer plano la representación de un nuevo tipo de individuo: el hombre urbano, fragmentado, insatisfecho, solitario, alienado. La situación agónica del sufrido ciudadano actual es como una muerte infinita. Un recordatorio de lo que es capaz el ser humano al que no se le ponen límites. Y el falso pudor del timorato que rechaza la pena capital se mezcla la domesticación de su libertad y su conciencia anestesiada. Como un cordero esperando la muerte en el matadero. Una experiencia inmersiva con un exceso de equipaje que no distingue entre horror, compasión y barbarie permitida, quedando el pobre e infeliz ciudadano a merced del azar y de las bandas criminales. Así, irremediablemente el ser (el Dasein o ser-ahí) de las próximas víctimas en lista en espera se disgrega en un viaje de terror, donde la única salida es aguardar «el tiro de gracia», pues es un hecho que, si el ciudadano está completamente desamparado, en cierto modo está semimuerto.

No me vengan los pseudo intelectuales y defensores de la lenidad y enervación del derecho, contrarios de la autoconservación de la comunidad, a alegar que imponer la pena capital es una crueldad. Más crueldad es no poner un parate a la matanza indiscriminada e impiadosa por parte de fieras humanas sueltas como en la selva tenebrosa buscando matar al primer ciudadano desprevenido que se les cruce. De esta nueva torre de Babel… de esta magna Singapur, de la América del Sur, como dijo un poeta santafesino, como nuevo alegato y voz de alarma a la gran ciudad, Cosmópolis, aturdida, turbulenta y acosada por las ratas…

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