Por Luis Alejandro Rizzi.-

La conclusión es la misma, pero la causa política es diferente; una cosa es ganar y la otra no perder. La primera, ganar, da una fuerza diferente a la de ser un mero “no perdedor”.

Si Milei hubiera logrado en el “ballotage” una diferencia mínima, uno o dos puntos, hubiera sido “no perdedor”, pero los once puntos lo convierten en “ganador”, lo diferencian de Mauricio Macri, que había superado a Scioli por menos de dos puntos. Podríamos decir que Macri fue un “no perdedor”, quizás por eso se privó de aceptar la herencia recibida de Cristina sin beneficio de inventario.

Otra diferencia fue que Macri confeccionó una coalición electoral, el “partido del ballotage”, como lo definió Ignacio Zuleta, para desplazar al “cristikirchnerismo” del gobierno.

En cambio Milei, con su LLA, tuvo un objetivo diferente que no fue tanto desplazar ahora al “cristinismo”, sino, más bien, el de producir un cambio fundamental en el rumbo económico, para terminar con esta caída libre de la Argentina.

No se presentó como “anti”.

En el 55 y pico de votos que logró Milei, para ganar con amplitud el “ballotage”, hay diversos contenidos.

El 30% sería su capital propio, que apuntalaría en dirección una profunda reforma económica y la promoción de una dirigencia política diferente. El otro 25% también impulsa un cambio de rumbo que vio en Milei el vehículo político adecuado para tal fin.

Esta vez, el objetivo no fue tanto el del 2015, desplazar al “cristikirchnerismo peronista” sino más bien el de lograr un funcionamiento económico normal, con una dirigencia política «no tradicional».

Tengamos en cuenta que tanto el peronismo como JxC perdieron millones de votos en las últimas elecciones, que en el “ballotage” fueron hacia LLA.

“Los perdedores” en las últimas elecciones, sin embargo, son las primeras minorías en la Cámara de diputados, pero cabría suponer que los diputados de JxC, en su mayoría compartirían las políticas de Milei, de donde éste deberá negociar con el peronismo.

Lo que no se puede valorar es si la propuesta de designación de Martín Menem, si es que no hay algún cambio, como presidente de la Cámara de diputados, fue fruto de una negociación o un acto político de Milei. Vale la pena recordar que parecería que Martín Menem estaría más cerca del PRO que del peronismo. De todos modos, el apellido “Menem” tiene un significado propio.

Se advierte que Javier Milei actúa como “líder” que no se deja llevar por los alegatos de oreja; sin embargo, cuesta entender la designación de Patricia Bullrich en el Ministerio de Seguridad. Estimo que le traerá problemas.

Todo indica que el domingo 10, Milei en su discurso propondrá un cambio de rumbo de modo incondicional y que, más que negociar con el Congreso, intentará persuadir.

El centro o vértice político le pertenece por derecho propio.

A su vez, tanto los diputados como los senadores deberán tener muy presente que Milei cuenta con un importante caudal de votos y que ganó sin dejar duda alguna en 20 distritos.

Podría afirmar que, a diferencia de Cristina, no pretende “ir por todo”, sino que viene “por todos”.

Así como tiene poco sentido pensar de modo “contrafáctico”, menos lo tiene se “profáctico”; ahora deberá legitimar su triunfo mediante el buen ejercicio de la función.

A modo de conclusión y quizás en esto debo rectificarme; contrariamente a lo que pensaba, en un primer momento, en el “ballotage” del pasado 19 de noviembre, no hubo un perdedor -Massa-; hubo un claro ganador -Javier Milei-; en términos futbolísticos, no se definió por penales.

Pero como lo expuse el 16 de noviembre, en este furgón, tres días antes de la elección, “Massa no podía ganar”; pensaba que llegaría a no más del 41% de votos, es decir, Milei ganaría por diez puntos, como finalmente lo fue, pero no 51 a 41 sino 55 a 44.

En verdad, el problema lo tendrán los opositores; deberán acompañar a Milei con un gobierno ya conformado, con la suficiente ambigüedad, como para ser partícipe si el “ajuste” sale bien o ser extraños si saliera mal.

La política tiene sus hipocresías.

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