Por Luis Alejandro Rizzi.-

Según dicen los economistas, los argentinos venimos conviviendo desde hace más de 70 años con la inflación, podríamos, usando un término médico, decir que se ha constituido en una endemia.

Pero también y eso es más grave aún, se ha convertido en una suerte de “mal cultural” y la asumimos como algo fatal e inevitable y normal.

Decía Mariano Narodowski, refiriéndose a la relación entre padres e hijos o mayores y menores que: “decir no ahora es más costoso, porque la autoridad adulta tiene poco consenso. Y en la pretendida complicidad con los hijos y los alumnos se diluyen responsabilidades y se eluden sacrificios”.

Pienso que en este punto está la clave, es obvio que la inflación es una cuestión de responsabilidad política por parte de los gobiernos y de sacrificio por parte de la gente.

Pienso que la INFLACIÓN ES UN FENÓMENO MONETARIO que tiene varias causas una de ellas es el exceso de déficit fiscal

Porque digo esto me podrán preguntar, porque la inflación es una enfermedad que nos hace creer que la abundancia de dinero, en este caso, es un signo de riqueza, bienestar y hasta de buen gobierno.

Kristina, quizás, sinceramente lo creía, ya que se jactaba que los aumentos salariales eran en el país del 25 o 30 por ciento anual comparándolos con sorna con los de los países desarrollados que a lo sumo son del 2 o 3%.

Se jactaba del bajo valor del dólar porque la gente podía viajar al exterior y a la vez comparaba los sacrificios con los ajustes, diciendo que ello nunca ocurriría bajo su gobierno.

Como vemos esa patología económica que es la “inflación”, infestó nuestra cultura ya que a los gobiernos les cuesta no solo enfrentarla sino tomar las medidas necesarias para eliminarla.

Combatir la inflación equivale a fumigar la economía y la cultura imperante para combatir a las ideas patógenas que nos han cooptado.

Eliminar la inflación exige necesariamente asumir responsabilidades por parte de los gobiernos y sacrificios por parte de la gente o nosotros, los habitantes de este país.

Un médico no le da al enfermo un menú de opciones, y le pregunta: usted se quiere curar en una semana, un mes o un año… o que prefiere remedios amargos o dulces; NO. Le da un tratamiento y lo hace responsable de su ejecución.

El tratamiento para la cura de una fractura de costilla exige a cualquier ser humano soportar el dolor inicial y días de reposo, el presidente lo sabe por su experiencia.

Con la inflación pasa lo mismo, no se puede pensar en función de shock o de gradualismo y menos creer que se la puede eliminar o reducir a sus límites normales sin sacrificios.

El tratamiento tiene una duración que comienza con la toma de decisiones necesarias y dependerá su buen resultado de los esfuerzos y sacrificios que hagamos nosotros.

La sociedad y sus representantes gremiales, pretenden que el esfuerzo puede limitarse a pedir en las próximas paritarias, mantener el poder adquisitivo del salario y si la inflación fue del 30% piden un 30% de incremento. El sacrificio o esfuerzo social se limitaría no pedir incrementos salariales que sería un porcentaje adicional a lo que mida la inflación.

También se pide con la intención de un noble sentimiento que no se afecte el poder adquisitivo de los más perjudicados que en la argentina puede ser un 30% de la población, lo que es imposible como si las enfermedades sólo afectaran a los adultos que sería en este caso el 70% restante de la gente.

La inflación afecta a ricos y pobres, es cierto a estos últimos con más intensidad que a los otros, pero la endemia no por ello es un poco mayor o un poco menor, un poco peor o un poco mejor.

El gobierno deberá tomar las medidas necesarias que deben ser consecuencia de su idoneidad profesional, sin pensar en términos de shock o gradualismo y nosotros deberemos realizar los respectivos sacrificios, que podrán ser desde cancelar el servicio de cable, suprimir una ida al cine, gastar menos electricidad y gas, cambiar nuestro auto por uno más modesto, en una palabra tenemos que acostumbrarnos a gastar siguiendo una línea de prioridades, que será una forma mucho más realista que aquella delirante de Aldo Ferrer de “vivir con lo nuestro” que nos llevaría a la situación de Venezuela en la que ya se carece de casi todo bien y los males se han multiplicado.

Como un “mal endémico” no será fácil combatirlo, lo que no se puede hacer es perder tiempo.

Antes de terminar el verano estacional y el del propio gobierno deberán tomarse las decisiones que faltan, proponerle a la sociedad los sacrificios respectivos que dependerán de decisiones personales de cada familia que deberán pensar en que dejarán de gastar o como priorizarán el orden de sus gastos. También nos deberá convencer de la excelencia del tratamiento que nos garantizará un futuro sin el impacto negativo de ese mal endémico que es la inflación.

Lo cierto es que todos podremos vivir sobre nuestras posibilidades durante un tiempo, pero no todo el tiempo y algunos lo podrán hacer mientras no los pesque la justicia, me refiero a los delincuentes…

Vivir bien, significa tener sabiduría para administrar la escasez.

No hay otra… ¿no le parece…? Como solía decir hace años un periodista al terminar sus editoriales.

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